—¿A dónde vas?— pregunta Lucifero, quien está en la sala principal mientras los gemelos están reunidos con su nueva niñera.
—¡Quiero estar solo!— Responde indiferente.
—Siento que tu madre hizo una buena elección, amigo. Esa chica se ve corriente, nada con querer seducirte, solo baja la guardia por el bien de tus hijos.
—¡Por ellos es que estoy haciendo esta m****a! Hubiera preferido decir que su madre está muerta, pero no… Minerva y sus locas ideas—. Espeta y saca un cigarrillo de su blazer, luego su encendedor de plata con incrustaciones de diamante. —¡Joder, esto me tiene al colmo de la paciencia! no me agreda que mis hijos tengan una niñera, no lo soporto
—Confiemos en que la chica lo hará bien—. Lucifero intenta calmarlo.
—¿Acaso no sabes quién es esa chica?—. Ve a su amigo negar con la cabeza. —¡Es la novia del imbécil de Antonio!—. Le da una calada profunda a su cigarrillo.
—¡Eso no lo sabía!—. Se pone de pie preocupado. —¿Piensas que él la envió para que sea una infiltrada?
—¡Investiga a esa chica! Debo deshacerme de ella, no soporto su presencia—. Tensa su mandíbula al recordar, al verla prácticamente huyendo y luego su torpeza por no fijar su mirada al frente y tropezar con él.
—Si deseas, la puedo mandar tres metros bajo tierra ya mismo, y a la amiga fastidiosa también.
—¿Acaso te he dicho que la mates?—. Lucifero baja su mirada como gesto de respeto. —Investiga a esa mujer, y si es enviada por Rozzi, yo mismo la mataré por impostora—. dejan a Lucifero sin palabras, percibe que algo no está bien con su jefe.
—No…— Respondo atemorizada, y luego observo a la niña como su rostro se entristece lentamente
—¿Acaso nuestra madre no nos quiere?—. Su pregunta destrozó mi corazón, y al verla derramar lágrimas, sentía una enorme necesidad de abrazarla así como hacia mi amada madre cada vez que me veía triste
—Yo lo lamento—. Es lo único que pude decir ante aquel dolor de la pequeña que me mostró con sus lágrimas y su voz.
—Pequeños, ya les dije que su madre está salvando a los animales de África. Ven, Michelle, saluda a la niñera—. Minerva está con sus nervios a flor de piel, sabía que esto no era fácil, sin embargo percibe que Sofía puede romper esas barreras que tienen sus nietos tras la ausencia de su madre y el desprecio de su padre
Michelle no pudo permanecer más de pie mirando a Sofía, y se marchó para encerrarse en su habitación. —Iré a hablar con Michelle, le ha afectado mucho la ausencia de su madre —. Minerva va a buscarlo.
—¡No queremos una niñera, queremos a nuestra madre!
—Cierto… no soy tu madre, pero puedo ser tu amiga y ayudarte, podemos hacer muchas cosas de chicas— Sofía intenta convencerla
—¡Nuestros padres no nos quieren!— La niña sale corriendo. Esta decepcionada, anhelaba que fuera su madre quien los visitaba
—¡Espera no te vayas!— Sofía siente una punzada en su pecho y sale corriendo tras la niña para alcanzarla
Sofía sale de esa fría y oscura habitación hacia la sala principal, donde todo es diferente, elegante, amplio, fresco, definitivamente un sueño. —¡Papito!—. la niña busca refugio en él, quien mantiene su fría mirada sobre Sofía, la cual no pudo evitar mirarlo fijamente, atónita por semejante hombre tan guapo, mucho más guapo que en las revistas donde aparece. —Papito, ¿Dónde está mi mami?— pregunta sollozando, pero Leonardo, por más que trata de darle amor a sus hijos, se siente estancado. No estaba preparado para ser padre cuando fue sorprendido por la madre de sus hijos. No quiere hacerle daño a su descendencia y mucho menos que estén sufriendo por no tener una madre, por esto aceptó la loca propuesta de Minerva de una niñera para llenar esos vacíos que tienen los niños en su corazón.
—Yo… lo mejor sera que me vaya— dice Sofia sintiendo un nudo en su garganta
—¡No vas a ningun lado!— ordena Leonardo
—necesito un poco de aire fresco, mi amiga esta afuera, las cosas no han salido bien— explica tratando de que la dejen salir, pero al parecer esta presa a tu destino
—Encárgate de la amiga de la señorita Mangano, Lucifero. Dile que ella está laborando —. Ordena Leonardo, con esa potente voz tan varonil que detuvo las intenciones de Sofía.
—Sí, señor—. Se marcha Lucifero.
—Hija, ve a tu habitación—. Le ordena.
—Pero... quiero estar contigo, por favor, papito—. Le suplica.
—Obedece, Chiara—. La niña mira a Sofía con tristeza. Se va cabizbaja, y solo quedan ellos dos solos.
No entiendo por qué este hombre me mira como si fuera su enemiga y mucho menos por qué su presencia me pone nerviosa. Joder, no estoy para pensar en otro hombre. Además, este es mi trabajo. Debo ser profesional, no mezclar mis sentimientos y mucho menos mostrar debilidad luego de la traición de Antonio—. Sofía en sus pensamientos, y no pudo sostenerle más la mirada.
—Sofía Mangano—. La menciona con firmeza, acercándose a ella para no hablar tan alto y no ser escuchada. Al estar a un paso de ella, la hace estremecer.
Ese perfume... lo he olido antes—. Dice Sofía mentalmente, y toda su piel se eriza.
—¿Acaso eres tan cobarde que no eres capaz de mirarme a los ojos?—. Pregunta con desdén, y ella alza su mirada, quedando atrapada en la de él. Es como un embrujo, y ella no lo comprende.
—No lo soy, señor Di Napoli—. Responde, bajando su mirada hacia aquellos labios atractivos, haciendo que ella se ponga más nerviosa.
—¿Qué quieres? ¿A qué has venido realmente? Siendo sincero, si fuera mi elección, elegiría a cualquier mujer que no seas tú—. Sofía frunce el ceño, no entiende por qué él es tan arrogante con ella.
—Para su desgracia, ya firmé el contrato, señor Di Napoli. Pero para mi mayor desgracia, no sabía que venía a trabajar para usted, porque le aseguro que aquí no estaría—. Le responde con firmeza, haciéndolo enojar. Ella no piensa permanecer más cerca de este hombre y quiere marcharse, pero él no la deja porque la toma del brazo.
—Esto no ha terminado. No te pases de lista. El rey aquí soy yo, y me debes respeto. Cambia tu actitud y deja de ser respondona
—No eres el rey de mi vida, señor Di Napoli—. Le mira los labios. No puede aguantar más, es demasiado atractivo.
—¿Qué tanto miras, Sofía Mangano?—. Pregunta, mientras su mirada se clava en la de ella, haciendo que Sofía se sienta incómoda.
—¡Está todo listo!— Minerva, quien los vio desde una distancia, muy juntitos y mirando con picardía, interrumpió con su voz la química que estaba surgiendo entre su hijo y la niñera de sus nietos. Aceleró sus pasos y se acercó a ellos. Por lo que Leonardo tomó distancia, aún más irritado por la actitud de Sofía —Mis nietos te están esperando, Sofía.— dijo Minerva. —¡Simplemente es una niñera, eso es todo! Espero que no se encariñe con mis hijos. Aunque, siendo honesto, quizás solo dure una semana en este trabajo— dijo Leonardo, mirando fulminante a la chica. —Señora Di Nápoli, ¿me indica por favor dónde está la habitación de los niños?— preguntó Sofía, ignorando por completo a aquel hombre que por lo visto está dispuesto a hacerle la vida imposible. —Al fondo, a la derecha, querida. Hay un pasillo; ellos están en la habitación que tiene la puerta de color rosa, que es la de la niña— le indicó Minerva, y Sofía asintió con la cabeza. —Gracias, es usted muy amable— dijo Sofía, dirigi
MANSIÓN FAMILIA ROZZI.—¡Reconquista a Sofía!— Antonio es reprendido por su padre y madre al saber el error que ha cometido su único hijo.—¿Acaso no escuchan?— vocifera —¡Ella no me quiere volver a ver! Ni modo de decirle que estaba alucinando, me vio en acción—. Suelta un suspiro de disgusto cuando siente un ardor palpable en su mejilla derecha; su madre, Lucrecia, lo ha golpeado.—¡Todo iba perfecto y la tienes comiendo de la mano!— lo reprende su madre.—¿Acaso no podías follar en otro lugar que no fuera en tu oficina?— su padre, Riccardo, está tan furioso —¡Sofía es la única mujer que aprueba tu abuelo, y si no es ella, no es ninguna! ¿Acaso quieres que toda la herencia, la empresa, pase a manos de tu primo? Siendo así, sería un fraude; tú serías una vergüenza para nosotros—. Habla con dureza.—Eso no pasará; mi primo no tomará posesión de lo que tanto he trabajado. Buscaré a Sofía— dice, mirando a su madre con resentimiento por la bofetada que le dio.—¡Espero que todo vuelva a
Sofía se sonroja totalmente hasta las orejas. No puede creer que ese hombre le esté haciendo semejante propuesta. No logra entenderlo y, por más que quiere reaccionar, su cuerpo está estático ante semejantes palabras tan tentadoras. ¿Quién no querría estar con Leonardo Di Napoli? Incluso su mejor amiga ha hablado de él, el hombre inalcanzable de Italia. Lo ve sonreír con malicia y luego apartarse sin dejar de mirarla, dejándola sin aliento— No te hagas ilusiones — le dice volviendo a su frío temple — Mañana, puntual. Si no, estarás despedida. Se da la vuelta y se marcha, dejándola perpleja. Ella sacude la cabeza y luego mira a todos lados, está avergonzada por lo que pasó.— Eres un… ¡no te soporto, Leonardo Di Napoli! Eres igual que todos los hombres — sale de la mansión por el mismo lugar por donde él salió, solo que ya Leonardo tiene ventaja porque arrancó en su Lamborghini de manera acelerada, levantando algo de polvo y haciendo que ella achine los ojos hasta que todo vuelva a la
—Hablemos, por favor— le suplica al verla estática.Ella lo volteó a mirar con su frente en alto y lo miró directamente a los ojos. —¡Infeliz, déjala en paz!— Maggie le lanzó una mirada asesina.—Por favor, Sofía, hablemos. Si quieres gritarme, hazlo. Estás en todo tu derecho, mi amor, pero por favor, dame 5 minutos de tu tiempo, cariño—. La tomó de la mano y Sofía se soltó de su agarre de manera disimulada mientras Leonardo estaba observando detenidamente.—No, amiga, no hables con él— pidió Maggie sin dejar de mirarlo con enojo.—¿Me arrodillo?— preguntó Antonio a Sofía. Entonces, ella recordó que su jefe estaba ahí, por lo que no quería un espectáculo.—Vamos a otro lugar— dijo Sofía, y Maggie se enojó aún más.—¿De verdad vas a ir con ese idiota después de lo que te hizo?—Maggie, baja la voz. Prometo que no tardaré. Confía en mí— pidió, y Maggie mordió su lengua para no maldecir a Antonio.Sofía y Antonio se marcharon a la parte trasera del lugar, donde había un pequeño jardín.—
A Leónardo le hierve la sangre y se marcha junto a Lucifero.—Sabes que debes cuidarte, Leónardo, no quiero ir a la prisión.—¡No quiero escucharte!—¡Tienes que hacerlo! Solo piensas con la cabeza caliente y no estás solo en este mundo, tus hijos te necesitan, maldición. Solo no te dejes llevar por la ira.—¡Al diablo toda esta mierda! Lleváme a revisar toda mi mercancía.Sube a su auto y Lucifero hace lo mismo, pero para manejar.—Eres mi jefe, te respeto y te admiro, pero también estoy aquí para ser sincero contigo y no entiendo por qué estabas golpeando a Antonio. ¿Por qué delante de la niñera?—Da igual, esa mujer no volverá a la mansión, ella no es suficiente para el papel que le corresponde.Saca un cigarrillo de su blazer.—¿La corriste?—¡Sí! ¿Cuál es el problema? Ella se lo buscó. Te dije que no era la indicada. Ahora, tema cerrado. Y maneja bien, aumenta la velocidad, manejas como una niña....—¡Joder! —Maggie encuentra a Sofía intentando despertar a Antonio—. ¿Qué carajos
—¿Sofía?— la menciona Maggie, quien estaba en la sala de espera y, cansada de esperar, se puso a caminar y la encontró con Lucrecia. —¿Nos vamos?— pregunta al ver cómo Lucrecia la tiene tomada de las manos.—Sí…— responde, pasando saliva, y se suelta cuidadosamente del agarre de la madre de Antonio.—Por favor— suplica la mujer—, no olvides lo que te dije. Espero que puedas venir a casa a visitar a Antonio; le haría bien tu compañía. Ve a descansar, querida— se despide y se da la vuelta, dirigiendo sus pasos a la habitación donde está Antonio.—¿Hey, Sofía?— Maggie se acerca al verla estática.—Yo…— susurra.—¿Acaso se murió el odiota?—Maggie, por Dios… No es eso. Vamos, me siento agotada y tengo poco tiempo para descansar.—Pero tú y yo tenemos que hablar; tenemos una conversación pendiente.—Te lo diré yendo a casa, pero ya sabes que no puedes decirle a nadie; esto es confidencial....Leonardo llega a la mansión faltando 20 minutos para las 4 de la mañana. Lo primero que hace es i
—¿¡Qué parte de que no te quería ver aquí no entendiste!?— le alza la voz, y ella traga grueso, deseando escapar de la cercanía letal de Leonardo Di Napoli.—Necesito este trabajo…— dijo arrastrando las palabras al tenerlo a escasos centímetros y observa detenidamente cómo la toma del cuello sin ejercer fuerza.—Las personas débiles como tú no son dignas de estar a mi lado— sin pensarlo dos veces, le coloca la punta del arma en la mejilla derecha, haciéndola cerrar los ojos—. Los débiles me irritan, y te quiero lejos de mi vida y la de mis hijos, ¿entendiste?—Entonces mátame, hazlo— se atrevió a decir abriendo sus ojos lentamente.—¿Eso es lo que quieres?— pregunta él con arrogancia.—Sí… porque es la única manera que usted me sacará de aquí… estoy segura que su madre lo sabrá, señor Di Napoli. Yo a usted no le he hecho nada, cuando ha sido usted quien me ha atacado desde que llegué a esta casa.—Puedo desaparecerte, a ti y a tu novio de mierda.—Haga lo que usted vea conveniente, p
—Venga conmigo, le buscaré un vestido, señorita Mangano —Cedric sonríe para sí mismo, y Sofía lo sigue intentando cubrir la abertura.Al ingresar a la sala principal, ella mira hacia el comedor y allí está Leonardo, desayunando con elegancia y suma seriedad. Él puede sentir esa mirada y, al verla, le lanza una mirada de enojo y ve cómo ella intenta cubrir su abertura, lo cual es inútil, ya que tiene unas piernas tentadoras y bien torneadas que a él lo incomodan y lo hacen alucinar, lo que lo enfada mucho. Ella lo hace sentir algo extraño en su cuerpo.Sofía no podía dejar de mirarlo, deseaba poder meterse en la mente de ese cruel hombre. Pero luego observa que él deja los cubiertos sobre el plato, sin terminar su desayuno, como si verla le hubiera quitado el apetito.—Este vestido posiblemente le quede —dice Cedric acercándose a ella. Pero Sofía estaba mirando cómo Leonardo se iba, por lo que hace resonar su garganta y ella lo voltea a mirar.—Disculpe...—Vaya a cambiarse, le queda p