Los días siguientes al encuentro con Elizabeth fueron una mezcla de euforia y miedo para Anthony. Por primera vez en su vida, se sentía completo, pero al mismo tiempo, la culpa lo devoraba. Sabía que estaba viviendo en un castillo de naipes, y tarde o temprano, la verdad se derrumbaría sobre él.Estaba atrapado en una tormenta de sentimientos que jamás había experimentado. Durante años, se había rodeado de mujeres, juegos, licor y noches interminables de juerga. Pero nada de eso lo había llenado. Nada de eso le había dado la sensación de pertenencia y paz que ahora, con Elizabeth en sus brazos, sentía.Sin embargo, sabía que era una felicidad ficticia. Una mentira disfrazada de pasión. Porque el hombre que ella amaba no existía. Él no era Mark.Una mañana, mientras revisaba documentos en su oficina, un sobre misterioso llegó a su escritorio. Dentro había una foto borrosa, pero clara en su significado: él, Anthony, entrando al penthouse con Elizabeth la noche anterior. Junto a la imagen
Stephany se envolvió en su abrigo mientras caminaba por las calles silenciosas de Brooklyn. Sabía que su hermana no aprobara sus constantes escapadas nocturnas, pero no podía resistirse a la atracción inexplicable que sentía por aquel hombre misterioso.Lo había conocido semanas atrás, en un café poco concurrido, cuando un incidente trivial con su té caliente los había hecho cruzar miradas. Desde entonces, se habían encontrado en diferentes rincones de la ciudad, siempre en la penumbra, siempre con una promesa de algo prohibido en el aire. Sus charlas eran breves, en susurros, y aunque Stephany quería saber más de él, nunca respondía con claridad. Se presentó como "Daniel", pero no estaba segura de que ese fuera su verdadero nombre.—Stephany —su voz grave la estremeció. —Llegaste tarde.—Siempre me esperas, eso es lo que importa —contestó ella, con una sonrisa desafiante.El hombre, de semblante marcado y con cicatrices en el rostro, le tomó la mano con una delicadeza que contrastaba
Margaret observaba su reflejo en el espejo con una mezcla de nostalgia y amargura. Aquella noche, había soñado con él. Con el hombre al que había amado antes de casarse con George.Su mente viajó al pasado, a un tiempo en que ella era joven e impulsiva. Recordó los encuentros a escondidas, las cartas apasionadas y, sobre todo, el miedo de que sus padres descubrieran su romance prohibido. Pero lo que nunca pudo borrar fue el momento en que supo que estaba embarazada.Había crecido en una familia de prestigio, donde la reputación y las apariencias lo eran todo. Su padre, un hombre estricto y de costumbres inquebrantables, no habría tolerado un escándalo. Y su madre, una mujer de mirada severa y fría, se encargaba de recordarle constantemente que su deber era casarse bien. Pero Margaret tenía otros planes, hasta que la vida se encargó de destruirlos.Se había enamorado de un hombre que no pertenecía a su mundo. Un hombre apasionado, libre, sin las ataduras de la sociedad en la que ella
Dos años y tres meses después del accidente en el que Mark Norton desapareció para el mundo, él aún seguía reviviendo, cada día, el momento en que su vida, lo que era, lo que poseía y lo que amaba, había desaparecido para siempre.Una pareja de granjeros lo encontraron derribado a un lado de un solar enmontado, a más de 20 kilómetros del casco de la ciudad. --Este hombre debió haber caminado herido hasta aquí-- le dijo el hombre a su esposa.-¿Qué vamos a hacer con él?- Primero vamos a donde el doctor Lancaster…- ¿Y por qué no a un hospital- El doc sabrá qué hacer.¡Ayúdame! - le dijo enérgico a su mujer.Como pudieron subieron a Mark a la camioneta hasta la casa de Lancaster.-¿Y quién es? ¿Dónde lo encontraron?-Doc, primero revíselo y luego le contamos…Cuarenta minutos más tarde, el doctor salió quitándose los guantes y despojándose de su bata azul.-Su cara sufrió un golpe fuerte del que quedará una fea cicatriz.Tiene contusiones fuertes en tórax y extremidades, pero se recupe
Elizabeth y Anthony, quién con el paso del tiempo no solo interpretaba a Marck a la perfección, sino que él mismo se percibía como su hermano, decidieron que ya era momento para formalizar su relación. --Liz -- le dijo el una noche mientras cenaban dentro de su restaurante. -¿Te casarías conmigo? - La frase vino acompañada de un pequeño cofre de terciopelo verde esmeralda que guardaba en su interior un anillo de compromiso. --¡Oh Marck es hermoso!- exclamó ella mientras sacaba el anillo y se lo probaba en su dedo. Tomó la mano de su novio y le dijo emocionada;--Acepto, ¡claro ue acepto Marck!Desde ese momento comenzaron a pensar de qué manera le iban a dar la noticia a su madre. Margareth, cada vez demostraba su poca simpatía por Elizabeth y últimamente se ausentaba horas enteras de su casa y sostenía misteriosas conversaciones por teléfono. Desde la muerte de George y la aparición de Beatriz, sumado a la herencia que su marido le dejó "a esa aparecida" cómo le gustaba llamar a El
Elizabeth recordaba sus primeros días en el restaurante Norton’s como si fuera ayer. Después de años de sacrificio, finalmente había logrado una oportunidad real. Desde pequeña, su vida había sido una cadena de responsabilidades: su madre la había criado sola, y Elizabeth, siendo la hermana mayor, había aprendido a ayudar en casa desde que tenía memoria. Sus estudios siempre habían sido su refugio, y gracias a su esfuerzo y una beca, había logrado estudiar Administración y cocina en la universidad.Ser la asistente de administración del restaurante principal de la cadena de George Norton durante dos años , fue un honor inmenso. George era un hombre serio, de carácter exigente, pero con ella había sido justo, reconociendo su empeño y dedicación.Con el tiempo, él empezó a elogiar su trabajo, y cuando compartía sus éxitos con su esposa, Margaret, Elizabeth notaba el peso de una mirada incómoda sobre ella, una chispa de hostilidad que solo iba creciendo.La noticia de la adjudicación de
Esa fría mañana de noviembre, Elizabeth demoró más de lo usual frente al espejo. No era una mujer de arreglarse demasiado. Era fresca y descomplicada, pero esta vez quería que la vieran…”distinta”. Más elegante y madura.Sabía que tenía una entrevista que podría ser crucial para su destino y el de su familia. Hurgó del pequeño clóset su mejor traje, se delineó con paciencia las cejas, se echó un poco de rubor y reafirmó con un pincel el rojo de sus labios.--Te ves hermosa hija. ¿A dónde vas tan elegante?- le preguntó su madre.-- A jugarme nuestro futuro madre. A jugarme nuestro futuro…Una hora después, estaba sentada esperando pacientemente en la oficina de Norton¨s intentando controlar el temblor en sus manos mientras su mirada recorría el lugar. Las paredes estaban adornadas con cuadros elegantes y los muebles, impecables, relucían en un estilo moderno y sofisticado. Parecía un mundo tan lejano al suyo que por un momento dudó si realmente pertenecía allí.“Qué diablos”, dijo par
La mañana era fresca y soleada en el club de tenis, y el aire vibraba con la energía contenida de los jugadores. Anthony y Mark, hermanos gemelos idénticos hijos de George Norton y Margaret, se encontraban en medio de un partido que hacía tiempo venían aplazando. Aunque ambos eran competentes en la cancha, el tenis era una de las pocas áreas en las que Anthony se sentía superior. A pesar de las discusiones, apuestas y juegos de poder que mantenían en otras facetas de sus vidas, aquel juego era el único lugar donde él sentía que tenía la ventaja.El marcador estaba ajustado, pero la ventaja la llevaba Anthony, quien disfrutaba de cada golpe, cada punto, cada expresión de frustración en el rostro de su hermano cuando erraba un tiro.—¿Te cansaste, hermano? —le dijo Anthony entre risas, mientras sacaba con fuerza y colocaba la bola al otro extremo de la cancha, obligando a Mark a correr para intentar alcanzarla. Mark bufó, levantándose para servir con una mirada de determinación.—Sabe