HERMANOS Y RIVALES

La mañana era fresca y soleada en el club de tenis, y el aire vibraba con la energía contenida de los jugadores. Anthony y Mark, hermanos gemelos idénticos hijos de George Norton y Katerin,  se encontraban en medio de un partido que hacía tiempo venían aplazando. Aunque ambos eran competentes en la cancha, el tenis era una de las pocas áreas en las que Anthony se sentía superior. 

A pesar de las discusiones, apuestas y juegos de poder que mantenían en otras facetas de sus vidas, aquel juego era el único lugar donde él sentía que tenía la ventaja.

El marcador estaba ajustado, pero la ventaja la llevaba Anthony, quien disfrutaba de cada golpe, cada punto, cada expresión de frustración en el rostro de su hermano cuando erraba un tiro.

—¿Te cansaste, hermano? —le dijo Anthony entre risas, mientras sacaba con fuerza y colocaba la bola al otro extremo de la cancha, obligando a Mark a correr ara intentar alcanzarla. Mark bufó, levantándose para servir con una mirada de determinación.

—Sabes, Anthony, ganar un juego de tenis no es lo mismo que ser responsable.

Eso es algo que aún no comprendes —respondió Mark, tratando de mantener la calma.

Anthony fingió una sonrisa de indiferencia, pero por dentro, las palabras de su

hermano le dolieron. Mark siempre había sido el ejemplo de todo lo que él no era

y, a veces, lo despreciaba por ello. No le gustaba que Mark lo viera como un

fracaso, aunque no podía negar la frustración de sentirse siempre un paso detrás

en temas importantes para su padre.

Con una sonrisa algo cruel, Anthony devolvió el último saque con toda su fuerza,

terminando el juego en su favor. Alzando los brazos, miró a Mark con burla.

—¿Ves? Al menos en algo soy mejor —dijo, dejando caer la raqueta sobre la

banca con desdén.

Mark suspiró, recogiendo su equipo sin mostrar reacción. Había aprendido a

ignorar las provocaciones de su hermano, aunque, en el fondo, le dolía esa

distancia entre ellos.

—Disfruta tu victoria, Anthony. Porque en el resto, tengo una larga ventaja —le

dijo en un tono calmo pero firme antes de retirarse de la cancha, dejando a

Anthony con una mezcla de satisfacción y amargura.

A diferencia de Mark, Anthony nunca había sido constante en su trabajo en la

cadena de restaurantes de la familia. George Norton, su padre, insistía en que

ambos hermanos se involucraran en el negocio, esperando que algún día Anthony

aprendiera de Mark y asumiera responsabilidades con seriedad.

Sin embargo, a menudo Anthony aparecía en la oficina solo cuando su padre lo

obligaba. George estaba al tanto de los excesos de su hijo, y sabía que Anthony

desperdiciaba el dinero de la familia en fiestas, juegos de azar y lujos. Por ello,

siempre delegaba las tareas más importantes a Mark, mientras que a Anthony le

encargaba asuntos menores que el joven frecuentemente descuidaba o realizaba

de mala gana.

Una tarde, después de haber estado ausente casi toda la semana, Anthony

irrumpió en la oficina de Mark con una mezcla de enojo y frustración. Había estado

revisando las cuentas de uno de los restaurantes, pero se había dado cuenta de

que, sin la ayuda de su hermano, no podía entender las cifras.

—Necesito que me expliques esto —dijo Anthony, arrojando los documentos sobre

el escritorio de Mark.

Mark miró las hojas de cálculo, luego levantó la vista hacia su hermano con una

ceja enarcada. Sabía lo difícil que era para Anthony pedir ayuda, y aunque

siempre estaba dispuesto a ayudarlo, lamentaba que fuera necesario hacerlo una

vez más.

—¿Has pensado en venir a las reuniones de la mañana? Quizás, si prestaras más

atención, podrías resolver esto solo, Anthony.

El comentario fue suficiente para encender la furia de Anthony.

—¡No necesito tus lecciones, Mark! Solo dime cómo arreglar esto y listo. No todos

tenemos que ser los “hijos perfectos” para que papá esté contento —replicó con

sarcasmo y resentimiento.

Mark suspiró, sabiendo que aquel era un terreno espinoso. Aunque sabía que la

falta de responsabilidad de su hermano irritaba profundamente a su padre,

también comprendía la difícil situación en la que se encontraba Anthony. Decidió

responder con cautela.

—No se trata de ser el “hijo perfecto”. Se trata de no despilfarrar el dinero de papá

en juergas y asumir tus responsabilidades.

Las palabras hirieron a Anthony como una daga, aunque intentó no mostrarlo.

Sabía que Mark tenía razón, pero nunca admitiría que su propio estilo de vida

estaba afectando el negocio de la familia. Miró a su hermano con desprecio antes

de arrebatar los papeles de su escritorio.

—Gracias, Mark. Como siempre, eres tan amable. Justo lo que puedo esperar de un hermano que es mayor por cuarenta segundos  —dijo con un sarcasmo afilado

antes de salir de la oficina, dejando a su hermano en silencio.

A pesar de las decepciones que Anthony provocaba en su padre, Margaret, su

madre, lo defendió con tenacidad. Desde pequeños, había sido más permisiva con

él que con Mark. A sus ojos, Anthony era simplemente un espíritu libre, mientras

que Mark, con su carácter serio y su cercanía con George, siempre había sido

independiente y autosuficiente.

Margaret no podía soportar la idea de ver a su hijo expuesto a las críticas de su

esposo, y con frecuencia intervenía para ocultar sus errores o justificar sus

comportamientos. Siempre que George preguntaba por los excesos de Anthony,

ella encontraba alguna excusa: “Anthony solo está aprendiendo a vivir”, o “Es solo

una etapa, George, ya se le pasará”.

Esa noche, Margaret se reunió en privado con Anthony en el salón de la

residencia familiar. Estaba preocupada por los reproches que su esposo le había

lanzado más temprano al enterarse de una considerable pérdida de dinero que

Anthony había generado un proyecto fallido.

—Hijo, tienes que ser más cuidadoso —le aconsejó suavemente, mientras le

colocaba una mano en el hombro—. Sabes que tu padre no lo entiende, pero yo

siempre te apoyaré.

Anthony suspiró, relajándose un poco al oír las palabras de su madre. En el fondo,

sabía que sus acciones eran irresponsables, pero la devoción de Margaret le

hacía sentir una falsa seguridad.

—Gracias, mamá. A veces siento que soy el único en esta casa que no encaja

—respondió, dejando entrever el rencor que sentía hacia su hermano.

Margaret lo abrazó, conmovida por el dolor que veía en sus ojos. Acarició su

cabello como si fuera un niño y le susurró: —Eres especial, Anthony. A tu padre le

cuesta ver lo valioso que eres, pero yo sé que tienes un gran futuro. Solo debes

confiar en ti mismo.

La seguridad que Margaret le daba era lo que Anthony usaba como escudo ante

las críticas de su padre y los reproches de Mark, aunque no lograba disipar del

todo el rencor que lo corroía. Esa noche, en vez de reflexionar, se dirigió a uno de

sus clubes favoritos, decidido a perderse en el juego, la música y el bullicio, en un

intento por escapar del peso de sus problemas y la sombra de su hermano gemelo.

Las tensiones entre los hermanos continuaron en aumento, y con el tiempo, Mark

empezó a darse cuenta de que Anthony no estaba dispuesto a cambiar. La

rivalidad había dejado de ser una simple competencia entre gemelos; se había

convertido en una lucha silenciosa por la aprobación de su padre y el respeto

mutuo, algo que parecía cada vez más imposible de alcanzar.

Mientras Mark se sumergía en el trabajo, tomando más y más responsabilidades

en el negocio, Anthony continuaba con su vida de excesos, desgastando los

recursos de la familia y forzando a su madre a intervenir constantemente para que

su padre no viera la realidad.

Para Mark, aquella distancia con su hermano era dolorosa, pero inevitable. Sabía

que cualquier intento por ayudar a Anthony sería rechazado con hostilidad. Y

aunque ambos hermanos se enfrentaban con sus propias motivaciones, no podían

evitar mirarse como rivales, en una batalla constante por el reconocimiento y el

respeto que ambos buscaban, cada uno a su manera.

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