EL LEGADO OCULTO

Mientras el romance florecía entre Elizabeth y aquel que creía ella que era Mark, las sorpresas aún no paraban de llegar.

La relativa tranquilidad que tenía la ahora viuda y poderosa Margaret Norton se hizo añicos cuando aquella mañana el timbre resonó en su puerta.

Y allí, con la misma elegancia que había mantenido desde décadas atrás, estaba plantada frente a su puerta con un hermoso atuendo de diseñador que disimulaban sus más de sesenta años. Y es que la aparición de Beatrice Evans en la mansión Norton tomó a todos por sorpresa.

Beatrice, había sido en su juventud una antigua amiga y de las priumeras socias que tuvbo George cuando empezó a construir su fortuna. Era una socia que  había jugado un papel crucial en los primeros años de la cadena de restaurantes.

Dueña de una refinada elegancia  y una inteligencia afilada, Beatrice irradiaba una autoridad que incluso Margaret encontraba difícil de ignorar.

—Es un placer volver a verte, Margaret —dijo Beatrice al entrar al salón principal,

extendiendo una mano enguantada.

Margaret aceptó el saludo con una sonrisa tensa.

Aún no podía creer que después de tanto tiempo esa mujer tubviera el descaro de presentarse en su casa. Ella sabía muy bien que no era solo una "socia" o "amiga" de George. Ella había sido su amante y de no haber aparecido Marfgaret en la escena, ella hubiese sido la esposa de su querido George.

La miró de arriba abajo detallándola. Tratando de descubir sus verdaderas intenciones, más allá de venir solamente a dar un pésame.

—No esperaba verte aquí, Beatrice. ¿Qué te trae de vuelta?

Beatrice alzó una ceja, divertida por el tono de Margaret.

—George me dejó una carta. Parece que tenía asuntos pendientes conmigo, y con

este lugar. Jamás presté atención, pero ¿sabes?de la antigua sociedad aún me queda un importante porcentaje de sus propiedades y tengo el derecho de demandarlo.

Anthony, que observaba la escena desde un rincón, sintió una punzada de alarma.

¿Qué podía haberle escrito George a Beatrice? ¿Por qué la había llamado cuando estaba en el umbral de la muerte?

Esa noche, Beatrice solicitó una reunión privada con Anthony, Elizabeth y

Margaret. Ya en el despacho, sacó un sobre sellado con el nombre de George escrito

con su inconfundible caligrafía.

—George me pidió que velara por el futuro de esta cadena de  restaurantes, y por las personas

que lo mantienen a flote —dijo mientras abría el sobre. Y sobra decir que, de paso, trato de tener a buen seguro lo que me pertenece...

La lectura de la carta fue un golpe para todos. En ella, George expresaba su

deseo de que Beatrice actuara como una especie de mediadora en caso de

conflictos internos. Además, mencionaba información sobre los primeros años del

restaurante, incluyendo decisiones financieras que habían sido cuestionadas en su

momento.

—Elizabeth, George creía en ti —dijo Beatrice, girándose hacia ella—. No solo

como administradora, sino como la persona capaz de llevar este lugar al siguiente

nivel.

Margaret bufó, incapaz de contenerse.

—¿Y qué se supone que debemos hacer? ¿Dejar todo en manos de esta mujer?

Beatrice la miró con una calma inquietante.

—No te estoy pidiendo permiso, Margaret. Estoy aquí porque George quería que

estuviera. Y creo que ambos sabemos que él siempre tenía la última palabra.

La reunión terminó con un aire de tensión insoportable. Para Elizabeth, la llegada

de Beatrice era tanto una bendición como una carga. Tener a alguien que la

apoyara era reconfortante, pero también significaba enfrentarse a una nueva figura

de autoridad.

Por otro lado, Anthony sintió que su control sobre la situación se desmoronaba.

Beatrice no solo era perspicaz, sino que denotaba que tuvo  una relación con George que le otorgaba legitimidad. Y aunque su carta no contenía menciones directas sobre él, Anthony sabía que cualquier paso en falso podría revelar su mentira.

Cuando Beatrice salió del despacho, se giró hacia Anthony con una mirada calculadora.

—Has cambiado, Mark. Hay algo en ti que no reconozco.

La frase quedó flotando en el aire, como un presagio de los días difíciles que

estaban por venir.

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