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EL MISTERIO DE ADRIÁN

La llegada de Adrián Ríos, un inmigrante colombiano al restaurante Norton’s, marcó un cambio sutil pero

significativo en la atmósfera del lugar. Desde el primer momento en que cruzó las

puertas, su energía vibrante y su carisma atrajeron tanto admiradores como

detractores. George Norton lo había contratado meses antes de su muerte, pero

su incorporación oficial coincidió con los días más caóticos para la familia.

Mientras tanto,  Margareth se había negado hacer un sepelio simbólico por la muerte de su hijo aduciendo que "sin un cuerpo presente no iba a dar a su hijo por muerto", lo ciertto es que dentro de la cadena de restaurantes había un explícito ambiente de luto. Primero, la muerte de George, el patriarca y xdespués,m la trágica desaparición de unop de los gemelos.

Y ahora, respondiendo a un anuncio publicado en The New York Times, había aparecido Adrián, con ese porte irrevberente y una prepotencvia que fastidiaba.

Adrián era un chef con un currículum impresionante: había trabajado en

restaurantes galardonados y liderado proyectos culinarios que marcaron

tendencias. Sin embargo, también tenía fama de ser volátil, de desafiar la

autoridad y de provocar conflictos. Elizabeth lo recibió con profesionalismo,

decidida a mantener el equilibrio en un equipo ya tensionado por las

circunstancias.

La primera reunión con Adrián no estuvo exenta de confrontación.

—Entonces, ¿soy el único que ve lo obvio? —preguntó Adrián al equipo

administrativo mientras revisaban el menú de la temporada—. Este lugar necesita

innovación, algo que nos diferencie de los otros restaurantes con estrellas

Michelin.

Elizabeth lo miró con calma, aunque su postura recta dejaba entrever su

incomodidad.

—Adrián, valoro tus ideas, pero el menú actual refleja el trabajo de todo el equipo.

No podemos hacer cambios tan drásticos sin considerar las implicaciones.

Adrián se recostó en su silla, cruzando los brazos con una sonrisa desafiante.

—Eso es lo que dicen todos hasta que los clientes dejan de venir. Créeme,

Elizabeth, el mercado no perdona la mediocridad.

La tensión en la sala era palpable. Los otros miembros del equipo intercambiaban

miradas nerviosas, conscientes de que Adrián estaba desafiando no sólo las

decisiones culinarias, sino también la autoridad de Elizabeth.

—Gracias por tu opinión, Adrián. Lo tomaremos en cuenta —respondió Elizabeth

con firmeza, cerrando la discusión.

Esa noche, mientras revisaba los números en la oficina, Elizabeth no pudo evitar

sentirse frustrada. Aunque reconocía el talento de Adrián, su actitud arrogante

amenazaba con desestabilizar al equipo.

Por otro lado, Adrián parecía tener un interés especial en ella. A menudo buscaba

excusas para conversar, ofreciéndole sugerencias o compartiendo anécdotas de

sus experiencias en otros restaurantes. Aunque sus intenciones no eran del todo

claras, Elizabeth percibía un matiz personal en su comportamiento.

Una tarde, mientras caminaban juntos hacia la cocina, Adrián aprovechó para

iniciar una conversación.

—Elizabeth, he trabajado con muchos líderes en mi carrera, pero pocos tienen tu

determinación.

Ella lo miró con una mezcla de gratitud y precaución.

—Gracias, Adrián. Es un trabajo en equipo, nada más.

Él sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella.

—Es más que eso. Veo cómo manejas las tensiones, cómo haces que todos se

sientan parte de algo importante. Pero no puedo evitar preguntarme... ¿todo este

esfuerzo vale la pena?

Elizabeth frunció el ceño, deteniéndose en seco.

—¿Qué quieres decir?

Adrián dio un paso atrás, levantando las manos en señal de paz.

—Solo me pregunto si alguna vez piensas en ti misma. Este lugar parece

consumirlo todo, y no me malinterpretes, es admirable, pero también peligroso.

Elizabeth lo observó en silencio antes de responder.

—Hago lo que creo correcto, Adrián. Y si eso significa dedicarse por completo a

este lugar, entonces sí, vale la pena.

Aunque la conversación terminó ahí, las palabras de Adrián quedaron resonando

en su mente.

Mientras tanto, Anthony, observando desde las sombras, comenzó a sentir una

incomodidad creciente hacia Adrián. No solo por su actitud desafiante, sino por la

evidente cercanía que estaba desarrollando con Elizabeth. Una noche, mientras

revisaba las cuentas en su habitación, encontró una nota escrita a mano por

George entre los documentos.

Adrián tiene talento, pero también necesita dirección. Confío en que Elizabeth y él

encontrarán un equilibrio que beneficie a Norton’s.”.

La nota era una bomba. 

¡Su padre ya sabía de la existencia de Adreian!

¿Qué había visto George en Adrián? 

¿Es por eso que de la nada ese hombre se apareció al lugar?

¿Era él una pieza clave para su padre en el futuro del restaurante? ¿O acaso representaba una amenaza más que eliminar?

Las dudas comenzaron a consumir a Anthony. Por primera vez desde el

accidente, sintió que su posición estaba en peligro, no por un error

de suplantación, sino por la presencia de un hombre que parecía estar ganándose

la confianza de Elizabeth y, quizás, del resto del equipo.

Después de la rutinaria jornada de trabajo, Anthony salió a dar un paseo con Elizabeth.

Anthony había estado serio y callado la mayor parte del tiempo.-

--Ya dime-- 

--¿Que te diga qué-- le respondió él

--Dime lo que te parece Adrian…sabes que llegó por el aviso que acordamos publicar en busca de un nuevo chef y sabes también que cumple de sobra con lo que se requiere para el trabajo.

--Es así, pero tiene algo que, como decirlo, no me gusta.

-Bueno querido, --le dijo ella abrazandolo-- si algo he aprendido de tu madre, es tener personalidad para que sepan quien manda en el negocio. Y él debe saber que si no sabe cuál es su puesto, deberá irse.

--Quién lo diría-- exclamó Anthony. Ahora no solo tengo que aguantar los mandatos de mi madre….¡Si no también los tuyos!

Ambos rompieron a reír a carcajadas.

Y mientras reían y caminaban como tórtolos agarrados de la mano, no pudieron percatarse de que alguien les estaba acechando. 

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