LA SOMBRA DE MARCK

Los días posteriores al accidente fueron un torbellino de emociones y decisiones para Anthony. 

Asumir la identidad de Mark no solo implicaba interpretar un papel, sino también enfrentarse a un pasado que no le pertenecía. 

La familia Norton estaba de luto por su muerte, y aunque Anthony había pasado toda su vida sintiendo que era un extraño en su propia familia, la situación actual le presentaba una ironía brutal: el hijo que había fallecido era el único que verdaderamente quedaba con vida.

En la mansión Norton, los silencios eran largos y las miradas cargadas de significados. Margaret, parecía afectada pero más decidida que nunca a controlar el legado de su esposo. Su tristeza estaba empañada por una mezcla de orgullo y una atención renovada hacia Mark, como si ahora todo recayera sobre él.

Anthony, por su parte, se esforzaba en replicar las cualidades de su hermano: la compostura, su diplomacia, y la paciencia. 

Durante años había envidiado la facilidad con la que Mark ganaba el respeto y la admiración de quienes lo rodeaban. Ahora, ocupando su lugar, entendía cuán agotador podía ser ese papel.

Una tarde, mientras revisaba documentos en el despacho, Margaret entró sin anunciarse.

—Hijo, tenemos que hablar —dijo, cerrando la puerta detrás de ella.

Anthony levantó la vista de los papeles, esforzándose por mantener la calma.

—¿De qué se trata, madre?

Margaret tomó asiento frente a él, sus ojos clavados en los suyos.

—Es sobre Elizabeth.

El corazón de Anthony se aceleró, pero su expresión permaneció impasible.

—¿Qué ocurre con ella?

Margaret cruzó las manos sobre su regazo, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Tu padre la valoraba demasiado. Quizás más de lo que debería. Y ahora parece que tú también la tienes en alta estima.

-Bueno, está bien…pero no dramaticemos.--Le dijo--. Se acercó a la mesa del bar y destapó una botella de whisky sirviendo un generoso trago sobre una copa de cristal.

Su madre se lo quedó viendo extrañada,

¿Por qué me miras así?  -. le preguntó él.

-Es que estás tomando whisky. Nunca antes te había visto beber algo más fuerte que una cerveza….

Un frío recorrió la espalda de Anthony. Tenía razón su madre: Mark apenas si bebía.

-Bueno-- me provocó hoy tomar un trago y la verdad no me gustó --dijo dejando el vaso sobre la mesa ante la mirada inquisidora de su madre.

Anthony sabía que cualquier palabra mal elegida podría traicionarlo. Había memorizado los patrones de conversación de Mark, su tono de voz, sus pausas meditativas. Ahora los usó con precisión quirúrgica.

—Elizabeth ha demostrado ser una pieza clave en el restaurante. Creo que sería imprudente no reconocer su trabajo, madre.

Margaret lo miró fijamente, como si intentara descifrar algo más allá de sus palabras.

—La gratitud es una cosa, pero la confianza ciega es otra. Esa mujer no pertenece a este mundo. Y aunque tu padre pensara lo contrario, estoy segura de que tiene sus propios intereses.

Antes de que Anthony pudiera responder, alguien golpeó la puerta. Elizabeth apareció con una carpeta en las manos, su presencia tan serena como siempre, aunque sus ojos reflejaban el cansancio de semanas intensas.

—Disculpen la interrupción, pero necesitaba entregar esto... al señor Norton.

Margaret se levantó lentamente, con una sonrisa tensa.

—Claro, querida. Solo le recordaba a mi hijo lo importante que es mantener nuestras prioridades claras.

Elizabeth asintió, aunque la incomodidad en el aire era evidente.

—Entiendo. Perdón por interrumpir.

Cuando Margaret salió, Anthony soltó un suspiro de alivio. Pero Elizabeth no se fue de inmediato. Se quedó allí, mirándolo con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—¿Estás bien? —preguntó, acercándose al escritorio.

Anthony desvió la mirada hacia los papeles, buscando evitar sus ojos.

—Sí, solo han sido días complicados.

Elizabeth frunció el ceño, dudando por un momento antes de hablar.

—Mark, sé que es difícil, pero si necesitas hablar con alguien, estoy aquí.

Por un instante, Anthony sintió una punzada de culpa. Sabía que las palabras de Elizabeth eran sinceras, pero también sabía que cada día que pasaba hundía más profundamente su mentira.

—Gracias, Elizabeth. De verdad lo aprecio.

Ella sonrió levemente antes de salir de la oficina, dejándolo solo con sus

pensamientos. Anthony se reclinó en su silla, cerrando los ojos. Aunque había logrado mantener la fachada, no podía ignorar que el peso de su mentira era cada.vez más difícil de cargar.

Dos semanas después del accidente, con un Anthony ya recuperado y afianzado en su papel de “Mark”, tuvo su primera cita con Elizabeth.

-- ¿ Vamos al restaurante de la competencia? podríamos cenar bien y, de paso, ver que de nuevo tienen esos…

--No, no. Hagamos algo ¿Por qué no vienes esta noche a casa y yo preparo unas de mis especialidades? Y de paso, así podrás conocer a mi hermana y a mi madre…

--Está bien, pero yo llevo la champaña y el postre…

-¡No se diga más! -- exclamó la joven entre risas.

La cena fue un éxito y la madre de Elizabeth estaba fascinada con Mark. Antony había hecho su papel mejor que nunca,aunque extrañamente él sentía que no estaba actuando: realmente se estaba enamorando de la joven.

Su hermana pasó toda la cena casi que sin musitar palabra, mirando con desdén a su hermana y apenas si miraba a Mark. Antony se dio cuenta que algo pasaba entre las hermanas. “Carajo, parece que en todas partes sucede lo mismo”, pensó para sí.

Al despedirse, en la puerta de su casa --que estaba lejana de ser aquel viejo apartamento de Brooklyn-- el jóven tomó las manos de Elizabeth y la atrajo hacía él.

--Mark…- musitó ella

Pero antes de que la mujer pudiera reaccionar, ya Anthony, el Mark para el mundo, le estaba estampando un largo beso en la boca.

Para huir de la furia de Margareth, mantenían su relación en secreto pero para Elizabeth, era una sensación nueva y hermosa. Sabía lo que era. Después de tantos años, por fin se había enamorado.

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