Un ruido agradable llega a mis oídos cuando las ruedas del vehículo pisan las hojas secas de otoño que se desparraman en los bordes de la avenida. El chofer apaga el motor y se queda en su lugar. Sin ganas de sacar el celular, apunto mis ojos al reloj del auto y suelto un suspiro, acomodándome en el asiento y apoyando mi cabeza en la ventana.
No llueve como ayer y las calles se ven mucho menos desiertas, lo que lógicamente se debe al buen clima, el cual no es cálido ni veraniego, sino más bien fresco y mucho más agradable. La gente transita por las veredas vistiendo ropas formales en la mayoría de los casos, seguramente en camino al trabajo...y el tráfico sigue siendo notablemente abundante.
- ¿Se puede saber qué hacemos acá?
Emily: Necesito que veas algo y me digas lo que pensás.
Trato de disimular, ocultando mi rostro desconcertado que no llegó a comprender del todo la situación por la que transcurre. Por más que me cuesta, simulo el dibujo de una pequeña mueca en mis labios, que podría ser llamada sonrisa solo si el que lo dijera no hubiese visto nunca una de verdad.Emily: Perdón, ¿nos.…conocemos?Samira: No, pero ahora sí.Responde haciendo caso omiso de la chica sentada a su lado que abre la boca queriendo hablar, pero no lo logra. Arqueo las cejas, confundida.Emily: No entiendo...Samira: Yo te explico.Emily: Pero...Samira: Analía es...Emily (la interrumpo): Creo que Analía quiere decir algo.Exclamo observando a la joven de pelo cast
Asumo haber perdido la cuenta de las excusas o inventos que traté de hallar en mi mente para, de alguna que otra forma huir de esto en el momento en el que el auto se detiene. Cuando mi puerta se abre y el ruido catastrófico de la ciudad llega a mis oídos, finalmente acepto ya no tener escapatoria. Suelto aire y tomo mi mochila vacía, descendiendo del vehículo. Estando de pie en el borde de la vereda, observo la ciudad que parece tener más vida que yo misma, aún con este clima otoñal que debería asemejarse más a lo triste y melancólico gracias a detalles como: la falta de hojas en las ramas de los pocos árboles y el sol que en estas épocas del año solo se limita a iluminar, sin combatir contra el frío.Retrocedo, dándole espacio a Samira para que baje por la misma puerta que yo usé. Analía opta por la del otro lado y
A pesar de que tengo los ojos llorosos y sigo aferrada a su cuerpo, él no parece querer decir algo o actuar de alguna forma. Lo único que hace es fruncir el ceño, seguramente preguntándose cuál será la extraña causa de mi presencia en su casa, como si ni siquiera le importara mi estado. Como lo haría con un intruso, algo que, si me pongo a pensar...quizás tenga un cierto nivel de lógica. ¿Qué me diferencia de un intruso luego de haber hecho lo que le hice? ¿Quién soy yo ahora? Nadie, una desconocida, con la diferencia de que uno no odia a los desconocidos, simplemente los ignora y lo que siente él por mi ahora...es puro odio.El simple hecho de pensar en esas cosas y verlo a la vez, quieto como una estatua sin sentimientos, me provoca una mezcla de debilidad y rencor. Me suelto de sus hombros y me dirijo hacia la puerta rozando su hombro
El rostro que veo del otro lado no me toma por sorpresa en absoluto, era obvio que vendría. Bufo y vuelvo a entrometerme en el fondo de las cuatro paredes blancas que sostienen aquel cuarto que últimamente es solo una especie de santuario usado para escapar del encuentro de los demás.Conociéndome, Samira sabe mejor que yo las causas de mi fuga y no me veo obligada a relatarle eso, pero sí lo que siguió a continuación, después de haberme cruzado con Rafael, escena de la cual me exige numerosos detalles con un tono de entusiasmo en su voz que me enfurece. No me es para nada placentero volver a rememorar todo lo ocurrido un par de horas atrás, imagen que no logro despegar de mi mente bajo ninguna circunstancia.Ella, con una muestra de alivio en sus ojos, dice no haber presenciado ninguna escena romántica entre Rafael y su "chica actual". Pero por m
- ¡No quiero! (Exclamo en tono de capricho).- No se trata de lo que vos querés, se trata de lo que necesitás.Emily: ¿No te parece que soy demasiado grande ya para que decidas por mí?- No (contesta con total tranquilidad, sin siquiera mirarme).Esos son los típicos momentos en los que menos tolero a mi padre, cuando trata de controlarme, ignorando que ya no soy esa nenita que antes tanto mimaba. Ya crecí, tengo dieciocho años y hace varios meses que soy universitaria. El grave problema es que él no lo entiende, ni lo acepta o.…quizás sí, pero a su modo.Desde que era chica, tratar de ejercer cualquier clase de dominio sobre mi o hacer algo que fuera contra mi voluntad era el primer paso para ganarse mi desprecio y más aún a esta edad. Odio y sie
Obedezco, aunque con algo de enojo por su clara libertad a la hora de relacionarse conmigo. Apenas escucho el chasquido que produce mi cinturón al abrocharse, el sonido del motor del auto hace notar su presencia y el acelera, con su mirada fija en el camino. Veo como rodea la fuente circular de mármol que se encuentra enfrente de la casa y frena al aproximarse al enrejado. Otro de los guardias se acerca, abre ese portón negro y el vuelve a acelerar, saliendo a la calle. Escucho el crujido de las vallas de metal detrás de mí y el choque entre ellas, cerrando la única entrada a la casa. Observo al chico desconocido varios segundos a través del espejo retrovisor y bajo la mirada al sentir la vibración de mi celular sobre mis piernas.- Llegamos (dice de repente, sobresaltándome).Miro a mi alrededor y no tardo en reconocer el campus de la facultad. Me asomb
Termino de juntar todas mis pertenencias y al ponerme de pie visualizo que Samira está hablando con el profesor a unos metros. Como veo que va a tardar, aprovecho para salir del aula y abandonar el edificio a las corridas. Ya estando en el campus, solo me basta con caminar un par de metros para reconocer el auto en el que vine por la mañana. Me acerco y tomo asiento de forma desprevenida. Noto que él se altera.- Perdón...tendría que haber abierto la puerta yo.Emily: No te preocupes, no pasa nada. Te tengo que pedir un favor (digo hablando rápidamente).- Claro.Emily: Date la vuelta.Se voltea y me mira a los ojos, desentendido.Emily: Ahora va a venir una amiga mía para que vayamos a la playa y necesito que finjas que sos solo un chofer.- &i
Me encuentro caminando descalza sobre la arena húmeda, acompañada por el viento del lugar que me golpea en el rostro, despeinándome y obligándome a entrecerrar los ojos. Mis sandalias cuelgan de los dedos de mi mano izquierda, mientras que la derecha sostiene la mochila que cae sobre mi hombro.Las frías olas del mar tocan mis pies, los atraviesan, retroceden hacia el montón de agua acumulada de ese océano y vuelven segundos después, haciéndome perder la noción del tiempo. Ni sé cuánto llevo aquí cuando mi celular suena. Lo saco, miro su pantalla y me basta con leer esas cuatro letras para volver a guardarlo en su lugar.Sigo caminando como si nada hubiese pasado y otra vez ese odioso sonido se hace escuchar, solo que esta vez simplemente ignoro el hecho de que eso pase.Samira: Atendé.