Ya pasaron casi dos semanas y por más que lo intente, no logro sacarme a Rafael de la cabeza. Absolutamente todo me recuerda a él, comenzando por el auto, cuyo asiento un par de días atrás le pertenecía y ahora ya no, sus ojos cafés a través del espejo retrovisor que me recuerdan la incontable cantidad de veces en las que lo espiaba desde el asiento trasero, hasta la alarma de todas las mañanas que antes era como un aviso de que el me esperaba abajo, vistiendo alguno de sus trajes que le quedaban tan bien que si me lo cruzara sin conocerlo ni saber sobre su vida, diría que habían sido diseñados perfectamente a su medida por un estilista de alta clase. Ahora cuando se hacen las ocho, aquella melodía parece más bien una tortura de la cual solo puedo escapar apagándola y levantándome, sabiendo que la persona que me abrirá la puerta del auto ni siquiera se as
Lo miro detenidamente, como si el tiempo se hubiera congelado y fuéramos lo único colorido en un mundo donde el blanco y negro son los únicos tonos para elegir. Él no me ve y ni podría por lo extremadamente polarizada que es la ventanilla que me separa del exterior. Mantiene la vista clavada en la calle repleta de vehículos y ruidos de bocinas. Habla en un tono relajado, pronunciando palabras que ni siquiera escucho, ya que no estoy concentrada en su voz sino en él en sí. Lleva traje, pero no de la forma formal y correcta en la que papá solía obligarlo a hacer. Tiene desabrochados los primeros botones de la camisa cuyo color no llego a descifrar a causa de los rayos de sol que caen sobre su asiento y el oscuro contraste del vidrio de mi ventana. Los puños remangados de la prenda dejan a la vista una pulsera plateada de notable grosor en su brazo izquierdo. Su mano permanece aferrada al cue
El sol anuncia su desaparición y lo va haciendo de a poco hasta formar un ambiente oscuro y melancólico, recordándome cuánto odio los días nublados. Las primeras gotas comienzan a descender como polvo de ceniza, mojando el asfalto y, con un solo abrir y cerrar de ojos esa hermosa mañana de sol y nubes blancas se transforma en su contradicción, donde la lluvia que cae del cielo gris tiene el papel principal y lo demuestra de maravilla inundando las calles de la ciudad.Para ese entonces, Rafael ya acomodó el equipaje en el baúl y ambos subieron al auto.Emily: Seguilo.Exclamo mirando a través de la ventana por la que apenas logro ver algo gracias al clima del exterior.- Si hago eso…va a perder su día de clase.Giro mi rostro y lo miro con suma ironía,
Emily: El baño, ¿dónde...- En el primer pasillo, segunda puerta a la derecha.Emily: Perfecto, gracias.Respondo hablando de manera acelerada y haciendo que se me amontonen las palabras. Me alejo de la fila a la velocidad de la luz.- Pero es al otro lad...Hago como si no hubiese oído nada, distanciándome varios metros hasta encontrar un pequeño escondite detrás de una de las paredes del pasillo de enfrente. Veo como la fila en la que me encontraba se adelanta hasta que la persona que habla con la chica pasa a ser él. Insólitamente, logro escuchar la mayoría de sus palabras.Rafael: ¿Mandás una enfermera a la sala 7? Ya me estoy yendo.Dice reclinándose sobre la mesa blanca de la recepción, sost
Un ruido agradable llega a mis oídos cuando las ruedas del vehículo pisan las hojas secas de otoño que se desparraman en los bordes de la avenida. El chofer apaga el motor y se queda en su lugar. Sin ganas de sacar el celular, apunto mis ojos al reloj del auto y suelto un suspiro, acomodándome en el asiento y apoyando mi cabeza en la ventana.No llueve como ayer y las calles se ven mucho menos desiertas, lo que lógicamente se debe al buen clima, el cual no es cálido ni veraniego, sino más bien fresco y mucho más agradable. La gente transita por las veredas vistiendo ropas formales en la mayoría de los casos, seguramente en camino al trabajo...y el tráfico sigue siendo notablemente abundante.- ¿Se puede saber qué hacemos acá?Emily: Necesito que veas algo y me digas lo que pensás.
Trato de disimular, ocultando mi rostro desconcertado que no llegó a comprender del todo la situación por la que transcurre. Por más que me cuesta, simulo el dibujo de una pequeña mueca en mis labios, que podría ser llamada sonrisa solo si el que lo dijera no hubiese visto nunca una de verdad.Emily: Perdón, ¿nos.…conocemos?Samira: No, pero ahora sí.Responde haciendo caso omiso de la chica sentada a su lado que abre la boca queriendo hablar, pero no lo logra. Arqueo las cejas, confundida.Emily: No entiendo...Samira: Yo te explico.Emily: Pero...Samira: Analía es...Emily (la interrumpo): Creo que Analía quiere decir algo.Exclamo observando a la joven de pelo cast
Asumo haber perdido la cuenta de las excusas o inventos que traté de hallar en mi mente para, de alguna que otra forma huir de esto en el momento en el que el auto se detiene. Cuando mi puerta se abre y el ruido catastrófico de la ciudad llega a mis oídos, finalmente acepto ya no tener escapatoria. Suelto aire y tomo mi mochila vacía, descendiendo del vehículo. Estando de pie en el borde de la vereda, observo la ciudad que parece tener más vida que yo misma, aún con este clima otoñal que debería asemejarse más a lo triste y melancólico gracias a detalles como: la falta de hojas en las ramas de los pocos árboles y el sol que en estas épocas del año solo se limita a iluminar, sin combatir contra el frío.Retrocedo, dándole espacio a Samira para que baje por la misma puerta que yo usé. Analía opta por la del otro lado y
A pesar de que tengo los ojos llorosos y sigo aferrada a su cuerpo, él no parece querer decir algo o actuar de alguna forma. Lo único que hace es fruncir el ceño, seguramente preguntándose cuál será la extraña causa de mi presencia en su casa, como si ni siquiera le importara mi estado. Como lo haría con un intruso, algo que, si me pongo a pensar...quizás tenga un cierto nivel de lógica. ¿Qué me diferencia de un intruso luego de haber hecho lo que le hice? ¿Quién soy yo ahora? Nadie, una desconocida, con la diferencia de que uno no odia a los desconocidos, simplemente los ignora y lo que siente él por mi ahora...es puro odio.El simple hecho de pensar en esas cosas y verlo a la vez, quieto como una estatua sin sentimientos, me provoca una mezcla de debilidad y rencor. Me suelto de sus hombros y me dirijo hacia la puerta rozando su hombro
El rostro que veo del otro lado no me toma por sorpresa en absoluto, era obvio que vendría. Bufo y vuelvo a entrometerme en el fondo de las cuatro paredes blancas que sostienen aquel cuarto que últimamente es solo una especie de santuario usado para escapar del encuentro de los demás.Conociéndome, Samira sabe mejor que yo las causas de mi fuga y no me veo obligada a relatarle eso, pero sí lo que siguió a continuación, después de haberme cruzado con Rafael, escena de la cual me exige numerosos detalles con un tono de entusiasmo en su voz que me enfurece. No me es para nada placentero volver a rememorar todo lo ocurrido un par de horas atrás, imagen que no logro despegar de mi mente bajo ninguna circunstancia.Ella, con una muestra de alivio en sus ojos, dice no haber presenciado ninguna escena romántica entre Rafael y su "chica actual". Pero por m