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Capítulo 4: "Solo alguien más".

Me encuentro caminando descalza sobre la arena húmeda, acompañada por el viento del lugar que me golpea en el rostro, despeinándome y obligándome a entrecerrar los ojos. Mis sandalias cuelgan de los dedos de mi mano izquierda, mientras que la derecha sostiene la mochila que cae sobre mi hombro.

Las frías olas del mar tocan mis pies, los atraviesan, retroceden hacia el montón de agua acumulada de ese océano y vuelven segundos después, haciéndome perder la noción del tiempo. Ni sé cuánto llevo aquí cuando mi celular suena. Lo saco, miro su pantalla y me basta con leer esas cuatro letras para volver a guardarlo en su lugar.

Sigo caminando como si nada hubiese pasado y otra vez ese odioso sonido se hace escuchar, solo que esta vez simplemente ignoro el hecho de que eso pase.

Samira: Atendé.

Como ve que no lo hago, continúa.

- Podría ser algo importante

Insiste y obedezco con mal humor, sabiendo que lo único "importante" para mi padre es hacer imposible la vida de su hija menor. Pero al volver a fijar mis ojos en esa pantalla, no reconozco las cuatro letras de la vez anterior, sino dos palabras mucho más largas: Número desconocido. Me extraña, pero atiendo de todas formas.

Emily: ¿Hola?

Digo, esperando reconocer la voz de mi mismísimo padre, quien conoce perfectamente "los trucos de su hija caprichosa" y solo llama de otro número para despistarme

La persona que está del otro lado hace notar su presencia, diciendo lo mismo que yo y entonces capto que nada es como lo pensé. Esa no es la voz de quien me esperaba. Si bien es grave, no es él, y no tardo mucho en reconocer de quien se trata realmente.

Emily: ¿Cómo tenés mi número? (Pregunto asombrada y Samira deja de caminar para mirarme).

- Me lo dieron por si pasaba algo.

Suspiro.

Emily: ¿Y pasó algo que llamás así de la nada?

- Dijo que volviera en una hora y ya pasaron casi dos.

Dice con su voz relajada de siempre y apoyo el teléfono en mi hombro, dirigiéndome a Samira.

Emily: ¿Qué hora es?

Samira: ¿Vos tenés el celular a mano y me preguntás a mí?

Miro la pantalla: 16:27 p.m.

Emily: Ahora vamos. Perdón por hacerte esperar tanto (digo al teléfono y cuelgo).

Mi amiga me mira pasmada.

Emily: ¿Qué?

Samira: ¿"Perdón por hacerte esperar tanto"? (La miro con ironía). ¿A un chofer? (Suspiro). ¿Vos estás bien?

Emily: Callate.

Comienzo a caminar a una velocidad más acelerada a la que veníamos y ella me sigue, igualándome.

Samira (ríe): Che, pero en serio, ¿pasa algo?

Paro de golpe y me volteo, mirándola.

Emily: ¿Qué va a pasar Samira?

Samira: No sé...estás rara con ese chico. Como si te importara demasiado o...

Emily (la interrumpo): ¿Importarme? (Suelto una pequeña risa). Es solo un empleado, ni siquiera sé cómo se llama. ¿Pensás que me va a "importar" su patética vida?

Ella no dice más nada, por lo que continúo caminando. Cruzamos la salida en menos de cinco minutos y no tardo en visualizar ese auto negro. Cuando nos encontramos solo a unos metros la puerta del conductor se abre y sale el. Da media vuelta por la parte delantera del vehículo y abre la puerta trasera, esperándonos. Me acerco primera, planeando tomar asiento, pero me vuelvo hacia atrás y lo miro de abajo hacia arriba.

- ¿Pasa algo?

Emily: ¿Y tú saco?

Pregunto observando su torso, donde solo se observan varios botones desabrochados y una corbata mal atada.

- Pero...a la mañana no dijo que....

Emily (interrumpo): A la mañana te di un rato libre (traga saliva, dejando sus nervios al descubierto), ahora estás trabajando y así no es como tenés que estar.

- Perdón.

Emily: Dos errores más y perdés tu trabajo.

- No va a volver a pasar.

Noto algo de decepción en su mirada, pero lo ignoro, tratándolo como a cualquier chofer de todos los que tuve desde que tengo memoria. Subo y Samira lo hace después de mí.

Samira: Eso fue duro (dice mientras aún estamos solas en el auto).

"Eso fue para que no inventes estupideces" digo en mi mente, pero no le contesto nada. El sube a su asiento, arregla su corbata y se pone el saco. Lo observo por el espejo, sabiendo que nadie lo nota. Enciende el motor y acelera, convirtiendo el paisaje de las ventanas en una rápida transición de imágenes, aunque no es eso lo que me distrae, sino la imagen del chico desconocido al que acabo de maltratar y cuyo nombre ni sé, quien tiene su mirada fija en el camino, como si nada más existiera.

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