En el camino solo se presencia un largo silencio, salvo por algún que otro comentario de poca importancia que hace Samira. El mantiene sus ojos fijos en el camino, mientras los míos no se despegan de su rostro. No sé porque lo hago, pero simplemente me es inevitable y eso me inquieta aún más. Por esa razón, no espero que el me abra la puerta cuando se dibuja la silueta de mi casa por el vidrio de la ventana. Una vez que el auto frena, yo misma abro la puerta y salgo de él, caminando hacia la puerta a pasos acelerados. Samira entra segundos después, sola.
Samira: ¿Qué pasó?
Emily: Nada, solo estoy un poco mareada. ¿Te quedás a dormir hoy?
Asiente, dando a entender que aceptó mi invitación.
Ya son casi las once de la noche, cuando mi padre se dirige a mi durante la cena, de la que esta vez no logro escapar.
Tomás: ¿Y qué tal su día? (Pregunta, mirándonos a las dos).
Samira: Genial (dice al notar que yo no pienso contestar).
Tomás (suspira): ¿Y Rafael?
Emily (levanto la vista): ¿Quién?
Tomás: Rafael, tu nuevo...
Emily (interrumpo): Bien, bien.
El me mira extrañado, mientras yo me siento aliviada de que no haya mencionado la palabra "guardaespaldas". Samira parece no haber captado nada raro y prefiero ni mencionar a mi madre o al inútil de mi hermano, quienes, como siempre nunca tienen idea de nada de lo que pasa en esta familia.
Despierto repentinamente y al mirar la hora caigo en que aún no amaneció. Samira duerme como si ni respirara, sin embargo, mis ojos parecen incapaces de volver a cerrarse. Por más que lo intento varias veces, no logro volver a conciliar el sueño. Me levanto de la cama y me acerco al espejo que se encuentra colgado de una de las paredes del baño, espantándome de mi misma. Estoy despeinada y mi cara parece similar a la de un muerto vivo. Me extraña el hecho de haberme despertado así de la nada, ya que no suele sucederme.
Abandono la habitación, tratando de producir la menos cantidad de ruidos posible y aparezco en el pasillo, poco alumbrado, debido a la pequeña lampara que Luisa siempre suele dejar encendida para producir un mínimo grado de iluminación por si alguien despierta de noche como yo.
Escucho los intolerables ronquidos de mi hermano al pasar por su puerta y bajo las escaleras que conducen a la planta inferior. Estoy convencida de que no hay nadie cuando un crujido que proviene de afuera me hace saltar de un susto. Me aproximo a la puerta y la abro, girando la llave con discreción. Lo primero que logro ver son dos autos de mi padre, estacionados uno al lado del otro a una notable distancia de donde me encuentro parada. Frunzo el ceño, convencida de que el ruido que creí haber oído fue solo parte de mi imaginación y me propongo volver a entrar. Y ahí suena otra vez, esta vez ya sobresaltándome de verdad. Vuelvo a mirar los vehículos y entonces lo percibo: uno de los autos no está ahí. Ninguno de los guardias aparece a mi vista, ni siquiera el portero, cuyo trabajo justamente consiste en vigilar la entrada.
Cierro la puerta con llave y comienzo a caminar, dándole la vuelta a la casa. Con tan solo hacer unos pasos, veo una luz blanca a unos metros. Me acerco más, lo cual es un comportamiento extraño para una chica tan asustadiza como yo y reconozco el tercer auto de mi padre: el Mercedes en el que Rafael me sigue a cada lugar que voy. Es ese mismo auto y tiene las luces encendidas. De todos modos, sigo caminando y estoy muy cerca cuando todo se oscurece. Paro al notar que aquel ruido constante también desapareció. Escucho pasos, sintiendo como alguien se acerca. La idea de correr se me pasa por la cabeza, pero pienso que a esa altura de la situación ya es inútil.
De un segundo a otro, el sonido de los pasos es reemplazado por una respiración agitada que choca con mi rostro. No sé quién es, solo sé que lo tengo cerca, muy cerca. Las luces vuelven a aparecer y cierro los ojos, pensando que su intensidad me dejó ciega. Vuelvo a abrirlos. La respiración sigue ahí, esta vez acompañada de un rostro que se encuentra solo a milímetros del mío. Cuando por fin logro ver con claridad y reconozco a Rafael, ya es tarde. Sus labios atacaron los míos y se mueven con una imparable brutalidad.
Al comienzo solo me llevo una sorpresa por su desprevenida acción y ni siquiera muevo los labios, pero tampoco hago algo para impedir que siga besándome. Al abrir los ojos es cuando mi mente recobra su rumbo habitual y la conciencia vuelve a acompañarme. Llevo ambas manos a su pecho y doy un torpe empujón, logrando alejarlo de mí. El me mira con la respiración algo agitada, derrochando fuego por los ojos, los cuales no tardan en bajar hasta mi boca y centrarse allí por largos segundos, incomodándome más de lo que ya estoy. Hago lo mismo que él y no tardo en perderme en sus labios y como estos de a poco se aproximan hasta volver a unirse con los míos. Aunque esta vez es diferente a la anterior, ya que ahora soy yo la que controlo la situación, alborotando su cabello con ambas manos para luego transportarlos a su pecho y desprender los botones de su camisa blanca. Mis propias actitude
- Abajo esta Caro, quería verte.Comenta refiriéndose a nuestra prima.Emily: ¿Qué hacés en mi cuarto infumable?- Ah pero que buena onda che. Te vengo a despertar y en vez de agradecerme me bardeas.Emily: Es obvio que no viniste por eso, sino que me necesitás para algo. Si apenas te importa que tu hermana esté viva.Él no dice ni hace nada además de desviar su mirada. Suelto una pequeña risa, esperando escuchar algo de su parte, pero veo que eso no pasará pronto.Emily: Bueno decime.Se despeina un poco el pelo.Emily: ¿PODÉS HABLAR DE UNA...Marco (me interrumpe): Bueno me gusta una chica.Emily: ¿Qué?
Camino, resignada, sabiendo que, si antes no soportaba la personalidad de mi padre, ahora tampoco cuento con la comprensión de mi madre. Solo queda mi hermano y bueno, con tan solo pensar en eso quiero vomitar. Prefiero hablar con el perro que, con él, al menos Rocco solo escucha y como mucho ladra, Marco es capaz de hablar y comentar tonterías que me enfurecerían aún más.Veo a Rafael, sentado sobre la parte frontera del auto, intercambiando unas palabras con el portero. Apenas siente el ruido de nuestros pasos, gira el rostro y al verme, baja de un salto, como si lo que estuviera haciendo fuese un delito penal. Bufo y le doy un giro a la casa para ir a buscar a Samira, quien vuelve conmigo tan solo un minuto después.Ya estando en el auto, cuyo asiento delantero ocupa mi hermano, para luego comunicarle a donde debe llevarnos, Rafael acelera, no sin antes mirarme por
Emily: Creo que siempre tuve razón en que eras adoptado (digo subiendo el último escalón) ...como que tus estupideces nunca encajaron en esta familia.- Bueno ubicate (responde siguiéndome por el pasillo).Emily (me volteo): ¿Qué me ubique? Ubicate vos estúpido. ¿Cómo vas a decir que tengo un guardaespaldas adelante de ella?Marco: ¿Tenía que adivinar que eso estaba mal?Suspiro y vuelvo a dirigirme a mi cuarto.Marco: ¿Sabés que pasa? Ni en tu mejor amiga podés confiar.Emily: ¿A dónde querés llegar con eso?Él se detiene adelante de su cuarto y lo miro.Marco: Que tu vida es una farsa, Emily (agrega para cerrarme la puerta en la cara).
Tomo ese pedazo de papel en mis manos y comienzo a leerlo, reconociendo la inconfundible letra de mi madre en solo segundos.Si estás leyendo es porque ya nos fuimos. Te llamé al mediodía más de cuatro veces y no atendiste. Si formaras más parte de esta familia y no te escaparas de las cenas, seguramente sabrías algo de cómo van los negocios, algo en lo que tu hermano es un ejemplo a seguir...Bufo, indignada por la típica satisfacción de mi madre hacia Marco. Sigo leyendo:Hace casi un mes que tu papá planificaba acuerdos con un socio inversionista de España y las cosas iban muy bien. Hoy a la mañana le llegó la noticia de que ese hombre estaba en Argentina por unos días y que lo primero que quería era conocer a la familia de la persona con quien invertiría tanto. Está en B
Cierra el capo y me rodea, inclinándose sobre su asiento y saliendo con las llaves colgando de sus dedos. Activa la alarma del auto y vuelve a acercarse, mientras lo miro desconcertada, exigiendo una explicación.Rafael: Vamos.Emily: ¿A dónde?Rafael: A buscar una estación de servicio, una casa o algo (dice mirando a su alrededor).Emily: Pará, ¿vos pensás dejar el auto acá? (Cuestiono asombrada).Rafael: ¿Y qué otra cosa puedo hacer? (Responde con tranquilidad).Emily: ¿Esperar que pase alguien y nos…?Rafael (me interrumpe): Un desconocido jamás nos ayudaría.Emily: ¿Y el seguro? (Pregunto, levantando ambas cejas).Rafael (saca su
No puedo detallar con exactitud cuánto llevo caminando, pero lo que sí sé es que, si volteo, no lograré ver la carretera. Ya no llamaría "avanzar" al movimiento que realizan mis piernas, en los últimos minutos no es más que un arrastre.Rafael camina unos pasos más atrás, siguiéndome con mi mochila colgada de su hombro derecho y el saco de su campera del izquierdo. Tiene los primeros cuatro botones de su camisa celeste desabrochados y las mangas, remangadas desmedidamente hasta sus codos. Su corbata azul oscura no está atada, sino que cae sobre su cuello, como si fuera una bufanda de otoño. Todo eso, sumado al peinado rebelde que se le formó debido a su constante gesto de tocarse el pelo, despeinándolo, le dan un aspecto más informal, diferente a como se lo suele ver todos los días.Emily: ¿Qu&eacut
A pesar de que el cementerio ya hace rato quedó atrás y el cielo está aún más oscuro que antes, mi mano sigue unida a la suya, pero la velocidad de mis piernas disminuyó. Él continúa caminando, sin siquiera saber hacia dónde se dirige, chocando su hombro con el mío al hacer cada paso, mientras que yo siento su respiración agitada en mi oído, producto del cansancio acumulado durante todas esas horas. Aunque no me agrada, debo aceptar que el ambiente oscuro que nos rodea me hace bien, ocultando el estremecimiento que domina mi cuerpo cada vez que él lo toca y lo estúpida que suelo ponerme por los nervios.- ...porque nunca me gustó esto de caminar mucho.Emily: ¿Qué?Rafael: ¿Qué qué?Emily: No te entendí.
Último capítulo