Cierra el capo y me rodea, inclinándose sobre su asiento y saliendo con las llaves colgando de sus dedos. Activa la alarma del auto y vuelve a acercarse, mientras lo miro desconcertada, exigiendo una explicación.
Rafael: Vamos.
Emily: ¿A dónde?
Rafael: A buscar una estación de servicio, una casa o algo (dice mirando a su alrededor).
Emily: Pará, ¿vos pensás dejar el auto acá? (Cuestiono asombrada).
Rafael: ¿Y qué otra cosa puedo hacer? (Responde con tranquilidad).
Emily: ¿Esperar que pase alguien y nos…?
Rafael (me interrumpe): Un desconocido jamás nos ayudaría.
Emily: ¿Y el seguro? (Pregunto, levantando ambas cejas).
Rafael (saca su
No puedo detallar con exactitud cuánto llevo caminando, pero lo que sí sé es que, si volteo, no lograré ver la carretera. Ya no llamaría "avanzar" al movimiento que realizan mis piernas, en los últimos minutos no es más que un arrastre.Rafael camina unos pasos más atrás, siguiéndome con mi mochila colgada de su hombro derecho y el saco de su campera del izquierdo. Tiene los primeros cuatro botones de su camisa celeste desabrochados y las mangas, remangadas desmedidamente hasta sus codos. Su corbata azul oscura no está atada, sino que cae sobre su cuello, como si fuera una bufanda de otoño. Todo eso, sumado al peinado rebelde que se le formó debido a su constante gesto de tocarse el pelo, despeinándolo, le dan un aspecto más informal, diferente a como se lo suele ver todos los días.Emily: ¿Qu&eacut
A pesar de que el cementerio ya hace rato quedó atrás y el cielo está aún más oscuro que antes, mi mano sigue unida a la suya, pero la velocidad de mis piernas disminuyó. Él continúa caminando, sin siquiera saber hacia dónde se dirige, chocando su hombro con el mío al hacer cada paso, mientras que yo siento su respiración agitada en mi oído, producto del cansancio acumulado durante todas esas horas. Aunque no me agrada, debo aceptar que el ambiente oscuro que nos rodea me hace bien, ocultando el estremecimiento que domina mi cuerpo cada vez que él lo toca y lo estúpida que suelo ponerme por los nervios.- ...porque nunca me gustó esto de caminar mucho.Emily: ¿Qué?Rafael: ¿Qué qué?Emily: No te entendí.
Si antes el suelo era incómodo para caminar, ahora con la lluvia cayendo sobre él lo es el doble, convirtiendo todo en una acumulación de barro debajo de nuestros zapatos, los cuales cuesta despegar de su superficie al tratar de correr para evitar no mojarnos. Aunque no sirve de mucho de todas formas, ya que cuando llegamos a la entrada estamos totalmente empapados. Me extraña cuando, con darle apenas un pequeño empujón, una de esas antiguas puertas de madera se abre, produciendo un desagradable crujido agudo que me revienta los tímpanos. Por la tensa expresión que obtiene el rostro de Rafael, supongo que debe pesar demasiado. Entramos por un diminuto hueco que se forma entre ambas puertas y él vuelve a empujar, esta vez desde atrás, soltando un agotado suspiro y eliminando la única luz que entraba a ese lugar. Rafael: ¿Hola? (Grita en el medio de la oscuridad). Emily: No hay nadie.
Desvía su mirada, clavándola en el fuego, el cual solo parece ser una imagen ante sus ojos, algo mínimo e insignificante. Vuelve a mirarme y suelta una risita al notar que aún lo estoy observando, esperando una respuesta de su parte.Rafael: No sé... (se encoge de hombros). Es como si sintiera que estoy obligado a hacerlo.Emily: Pero no lo estásDigo en tono chistoso, tratando de bajar la tensión y no parecer tan insistente con el tema, que parece serle incómodo.Rafael: ¿Te molesta que te quieran cuidar? (Pregunta con una muestra de curiosidad en su rostro).Emily (río): No estoy muy acostumbrada.Rafael: Bueno, pero...tu papá...Emily (interrumpo): Yo no llamaría a eso "cuidarme".En
Aunque me esperaba algo diferente, el modo en el que me besa ni siquiera se aproxima a la forma despiadada del sueño. Me estremece la delicadeza con la que mueve esos tibios labios, como si tuviera miedo de lastimarme. Mi mano izquierda despeina sus cabellos húmedos, mientras que la derecha descansa sobre su hombro, permitiéndome percibir claramente la vibración que producen los latidos acelerados de su corazón, sin mencionar el contacto de sus palmas en mi espalda, aproximándome más a su cuerpo.Sus labios se separan de mí y es entonces cuando abro los ojos. Al levantar la vista, noto que me mira fijamente con una expresión que hace que me sea imposible entender en qué piensa. Quizás teme de mi próxima acción, suponiendo que lo rechazaré o le daré una bofetada, pero sé no será
Un ruido me obliga a abrir los ojos al interrumpir el constante silencio del lugar. Creo haber quedado ciega, hasta que noto los rayos del sol, atravesando unos pequeños huecos de ese descuidado techo de madera. Como el sonido que me despertó no vuelve a hacerse notar, llevo una palma a mi rostro, tapándome hasta lograr tomar asiento, ya protegida de las intolerables barras luminosas que ahora solo tocan mi cabeza, sin llegar a calentarla. Sonrío al voltearme y ver a Rafael con la misma carita de ángel que tenía un par de horas atrás. Parece ni haberse movido y, si no fuera por el brillo de las grietas del tejado...pensaría que solo pasaron pocos minutos desde que me dormí.A pesar de que el aire aún es fresco, el ambiente del interior ya no es tan frío y húmedo como el de ayer, razón por la cual me quito la camisa prestada que cubre mis hombros y lo
No sé quién es, ni cuáles son sus intenciones irrumpiendo en el lugar de esa forma, pero nos observa como si acabara de ver un fantasma, con el entrecejo fruncido y una de las manos apoyada sobre la enorme puerta de madera que acaba de abrir. Al contemplarlo con mayor claridad, veo que viste una remera blanca desgastada, jeans y botas negras en cuyas puntas se perciben notables manchas marrones de lo que parece ser barro o suciedad. Digamos que su aspecto no es lo más agradable e indicado para ver luego de haber pasado la noche entera sobre ese suelo áspero e incómodo para dormir.- ¿Esperan que pida perdón por haberlos interrumpido o qué?Cuestiona incomprendido, levantando las cejas y mostrando un tono de queja. "La verdad es que si, viejo amargo", digo en mi mente, pero no muevo ni un músculo de la cara.Rafael: No, par
Apenas cruzo la puerta, el aire hogareño de la casa me abraza, haciéndome creer que tal vez no estoy tan perdida como creía. La mujer del granjero, quien resulta ser amable como su esposo nos sirve el desayuno. Recuerdo el "Tenés que llegar si o si para la cena" que mencionó mamá en el mensaje y, por más que ser obediente no es el rasgo que más identifique mi personalidad, presiento que esta vez es la mejor opción para quedar bien ante ese hombre tan temido por mi familia.Luego de haber comido y logrado convencerlos de no poder quedarnos más tiempo, salgo al porche de la casa, apoyándome sobre una de las columnas de madera que sostienen el tejado, mientras espero que los demás salgan también. La puerta se abre de un tirón, obligándome a fijar la vista sobre ella. Sale Rafael, con la camisa algo desabrochada y el saco colgando de su braz