Aunque me esperaba algo diferente, el modo en el que me besa ni siquiera se aproxima a la forma despiadada del sueño. Me estremece la delicadeza con la que mueve esos tibios labios, como si tuviera miedo de lastimarme. Mi mano izquierda despeina sus cabellos húmedos, mientras que la derecha descansa sobre su hombro, permitiéndome percibir claramente la vibración que producen los latidos acelerados de su corazón, sin mencionar el contacto de sus palmas en mi espalda, aproximándome más a su cuerpo.
Sus labios se separan de mí y es entonces cuando abro los ojos. Al levantar la vista, noto que me mira fijamente con una expresión que hace que me sea imposible entender en qué piensa. Quizás teme de mi próxima acción, suponiendo que lo rechazaré o le daré una bofetada, pero sé no seráUn ruido me obliga a abrir los ojos al interrumpir el constante silencio del lugar. Creo haber quedado ciega, hasta que noto los rayos del sol, atravesando unos pequeños huecos de ese descuidado techo de madera. Como el sonido que me despertó no vuelve a hacerse notar, llevo una palma a mi rostro, tapándome hasta lograr tomar asiento, ya protegida de las intolerables barras luminosas que ahora solo tocan mi cabeza, sin llegar a calentarla. Sonrío al voltearme y ver a Rafael con la misma carita de ángel que tenía un par de horas atrás. Parece ni haberse movido y, si no fuera por el brillo de las grietas del tejado...pensaría que solo pasaron pocos minutos desde que me dormí.A pesar de que el aire aún es fresco, el ambiente del interior ya no es tan frío y húmedo como el de ayer, razón por la cual me quito la camisa prestada que cubre mis hombros y lo
No sé quién es, ni cuáles son sus intenciones irrumpiendo en el lugar de esa forma, pero nos observa como si acabara de ver un fantasma, con el entrecejo fruncido y una de las manos apoyada sobre la enorme puerta de madera que acaba de abrir. Al contemplarlo con mayor claridad, veo que viste una remera blanca desgastada, jeans y botas negras en cuyas puntas se perciben notables manchas marrones de lo que parece ser barro o suciedad. Digamos que su aspecto no es lo más agradable e indicado para ver luego de haber pasado la noche entera sobre ese suelo áspero e incómodo para dormir.- ¿Esperan que pida perdón por haberlos interrumpido o qué?Cuestiona incomprendido, levantando las cejas y mostrando un tono de queja. "La verdad es que si, viejo amargo", digo en mi mente, pero no muevo ni un músculo de la cara.Rafael: No, par
Apenas cruzo la puerta, el aire hogareño de la casa me abraza, haciéndome creer que tal vez no estoy tan perdida como creía. La mujer del granjero, quien resulta ser amable como su esposo nos sirve el desayuno. Recuerdo el "Tenés que llegar si o si para la cena" que mencionó mamá en el mensaje y, por más que ser obediente no es el rasgo que más identifique mi personalidad, presiento que esta vez es la mejor opción para quedar bien ante ese hombre tan temido por mi familia.Luego de haber comido y logrado convencerlos de no poder quedarnos más tiempo, salgo al porche de la casa, apoyándome sobre una de las columnas de madera que sostienen el tejado, mientras espero que los demás salgan también. La puerta se abre de un tirón, obligándome a fijar la vista sobre ella. Sale Rafael, con la camisa algo desabrochada y el saco colgando de su braz
Rafael: ¿Qué?Me mira atónito y por un momento me arrepiento de haberlo cuestionado, pensando que tal vez todo fue una simple coincidencia. Pero al recordar la confianza con la que me aseguraba que todo saldría bien un rato antes en el porche, ese arrepentimiento se desvanece y sigo observándolo con una mirada retadora, esperando una clara explicación de su parte.Emily: Lo que escuchaste y mirá a la ruta que nos vas a matar.Obedece algo disgustado.Rafael: ¿Se puede saber de dónde sacas eso?Emily: Bueno, para empezar...el motor no tenía nada.Noto como comienza a disminuir la velocidad, hasta salir del camino principal y estacionarse para luego girar en su asiento y mirarme fijamente.Rafael: ¿Y qué culpa te
Un frío refrigerante inunda la habitación, comenzando a ascender por mis piernas hasta llegar a mi nuca, instalándose allí. Nada cambia en la expresión de Rafael, quien continúa observándome con la cabeza algo inclinada, esperando una respuesta de mi parte cuando lo cierto es que no tengo ni la más mínima idea de lo que debo decir exactamente. La punzada de aire helado sigue haciéndose notar en mi nuca, produciendo escalofríos que recorren todo mi cuerpo, estremeciéndome. Comienzo a pensar que son los nervios o que quizás de verdad me siento mal y lo único que hago es ignorarme a mí misma, detalle que podría llegar a salvarme. Si me desmayara justo ahora, me saltaría la obligación de tener que contestarle algo a la persona que tengo enfrente. La idea me da terror, obligándome a pensar: ¿Desde cuándo me volví as&ia
Emily: ¿Vos no te habías ido?Cuestiono con ironía y el parece estar sorprendido al escuchar el tono de mi pregunta, pero solo suelta una diminuta risita, siendo sarcástico como siempre.- Ah bueno. Ahora en vez de dar explicaciones te ponés a la defensiva.Emily: No le tengo que dar explicaciones a nadie y menos a vos.- A ver y ¿por qué me tratas así?Pregunta cruzándose de hombros y mostrando un toque de curiosidad en su rostro.Emily: Porque sos un idiota.El solo sonríe, como si las últimas palabras que acaban de salir de mi boca se hubiesen transformado al llegar a sus oídos, pasando de ser un insulto a un complemento a su favor.- Gracias, pero...la que está en una situaci
Es tan solo la segunda vez que entro a la habitación que me tocó como dormitorio en este lugar. Lo primero que hago tras cerrar la puerta detrás de mí es dirigirme a la cama y dejarme caer sobre ella, mirando al techo blanco que me cubre, del que cuelga una lámpara esférica de estilo oriental. No sé por qué...pero me da la impresión de que en cualquier momento caerá sobre mi cabeza. Las paredes empapeladas de color beige y el suelo de parquet de roble claro le dan un aspecto cálido al lugar, sin mencionar las cortinas del mismo tono que cubren los vidrios de las dos ventanas que forman una vista a gran parte del jardín trasero. Los muebles son de color nogal y una tela de tono chocolate cubre la cama de dos plazas que se encuentra debajo de las dos ventanas, específicamente en el medio de ellas, enfrentada a la puerta.
El odio y la indignación abandonan mi cuerpo de manera repentina y al levantar la vista, veo una pequeña sonrisa formada en mis labios en el espejo que cuelga arriba del lavamanos. Vuelvo a bajar la vista sobre el pequeño trozo de papel que aún tengo en mi poder y suelto el pie del pedal de acero, haciendo que la tapa del tacho de basura descienda, cerrándose. Doblo el papel por la mitad y salgo del baño, no sin antes mirarme en el espejo y tratar de acomodar mi pelo, aunque sea un poco. Si bien llevo botas, lo que las acompaña no es justamente un pantalón de invierno, sino un short negro debido al caluroso ambiente del interior de este lugar. Me cambio rápidamente, reemplazando la prenda anterior por unos jeans del mismo tono y le sumo una campera larga de tejido gris ceniza que saco del guardarropa.Me aproximo a una de las ventanas y corro la cortina con el objetivo de mirar