Es tan solo la segunda vez que entro a la habitación que me tocó como dormitorio en este lugar. Lo primero que hago tras cerrar la puerta detrás de mí es dirigirme a la cama y dejarme caer sobre ella, mirando al techo blanco que me cubre, del que cuelga una lámpara esférica de estilo oriental. No sé por qué...pero me da la impresión de que en cualquier momento caerá sobre mi cabeza. Las paredes empapeladas de color beige y el suelo de parquet de roble claro le dan un aspecto cálido al lugar, sin mencionar las cortinas del mismo tono que cubren los vidrios de las dos ventanas que forman una vista a gran parte del jardín trasero. Los muebles son de color nogal y una tela de tono chocolate cubre la cama de dos plazas que se encuentra debajo de las dos ventanas, específicamente en el medio de ellas, enfrentada a la puerta.
El odio y la indignación abandonan mi cuerpo de manera repentina y al levantar la vista, veo una pequeña sonrisa formada en mis labios en el espejo que cuelga arriba del lavamanos. Vuelvo a bajar la vista sobre el pequeño trozo de papel que aún tengo en mi poder y suelto el pie del pedal de acero, haciendo que la tapa del tacho de basura descienda, cerrándose. Doblo el papel por la mitad y salgo del baño, no sin antes mirarme en el espejo y tratar de acomodar mi pelo, aunque sea un poco. Si bien llevo botas, lo que las acompaña no es justamente un pantalón de invierno, sino un short negro debido al caluroso ambiente del interior de este lugar. Me cambio rápidamente, reemplazando la prenda anterior por unos jeans del mismo tono y le sumo una campera larga de tejido gris ceniza que saco del guardarropa.Me aproximo a una de las ventanas y corro la cortina con el objetivo de mirar
Se asoma por detrás de una puerta de hierro enrejado abierto con las manos aferradas a uno de los laterales del marco de esta, luciendo una sonrisa de niño travieso. Abandono el asiento del columpio y camino hacia él, luego de haber mirado hacia todos lados y haberme asegurado de no ser observada. Al verlo de cerca noto que no lleva ni traje ni corbata, mucho menos ese peinado sumamente formal que le obligan a hacerse para el trabajo odiado por ambos. Viste una remera blanca estampada con cuello en V, campera de jean decolorado cuya capucha de tela gris cae sobre su espalda, pantalón negro y zapatillas urbanas de estilo DC Anvil de tono oscuro. Me asombra que no tenga frío con esa vestimenta tan..."otoñal", porque la verdad es que estoy casi temblando incluso con el largo abrigo de tejido que me cubre, comenzando de mis hombros y acabando casi llegando a mis rodillas.Cuando ya me encuentro delante
Emily: ¿Qué? ¿Por qué?Rafael: Surgió algo...internaron a mi mamá.Tomo su mano, la cual hasta ese momento yacía sobre su pierna y doy un suave apretón con los dedos.Emily: ¿Es muy grave?Pregunto mirándolo, pero sus ojos siguen fijos en la calle vacía y prefiero no cuestionar sobre las causas de semejante noticia, ya que parece no serle muy placentero hablar del tema.Rafael: No sé...el doctor dice que está consciente, pero...Emily (lo interrumpo): No te preocupes, yo hablo con papá.Rafael (se voltea): ¿Posta harías eso?Emily (sonrío): Obvio que lo haría.Hace una mueca, como si se esforzara por sonreír tambi
Emily: ¿Eh?Entrecierra los ojos y se escoge de hombros, dejando en evidencia su curiosidad y duda ante mi comportamiento. Me observa como si hubiese encontrado la primera pieza de un rompecabezas cuya existencia desconocía y ahora está a punto de descubrir.Emily: ¿Por qué me mirás así?Tomás: Porque estás rara.Emily: No estoy rara, vos estarás dormido en todo caso.Niega con la cabeza con los labios forzados imitando una desaprobación.Tomás: Solo espero que no sea por lo que pienso.Agrega, levantando una ceja algo desafiante y debo admitir que su actitud comienza a inquietarme.Emily: ¿Y qué pensás?Tomás: No te hagas la que no e
Ambos rostros se detienen en nosotros dos apenas cruzamos esa puerta. Mamá saluda, volviendo a centrarse en lo que parece mezclar en un bol de acero sobre la mesada y siento la amplia sonrisa de papá cada vez más cerca de mí, hasta llegar a corridas a él y fundirme en un cálido abrazo. Al separarme y voltearme, noto que Marco aún permanece junto a la puerta por donde acabamos de entrar, observándonos con una mirada algo extraña. Ignoro eso, volviendo a abrazar a mi padre, viendo como mi hermano arroja su mochila en el suelo provocando un ruido turbio y abandona la sala.Entro a nuestro dormitorio varios minutos más tarde. Consiste en un pequeño cuarto con paredes coloreadas de un celeste desgastado, que fueron azules cuando esta habitación solo era de Marco y yo no había nacido. Al menos eso me contó mamá.&Eacut
Giro el picaporte y abro la puerta pocos minutos más tarde. Me llevo las manos a los bolsillos de la bata al ver que él sigue en el mismo lugar que antes. Me acerco hasta quedar enfrentada y me mira extrañado, frunciendo el ceño. La diminuta arruga que se le forma entre las cejas me hace sonreír.Rafael: ¿Ya me puedo ir? (Pregunta con una chispa burlona en sus ojos).Hago una mueca y asiento, mordiéndome el labio inferior. Él sonríe y se acerca, tomando mi rostro con ambas manos para luego intentar besarme. Me asombra el hecho de que ya habiendo perdido la cuenta de las tantas veces en las que lo besé, un hormigueo circule por todo mi cuerpo cada vez que sienta su respiración chocando con la mía. Tuve salientes, también transité algo que podía llamarse un noviazgo, pero no pasé por algo así. Nunca m
Me mira como si esperara una aprobación de mi parte cuando ya nos encontramos delante del lugar y abre la pequeña ventanita de plástico del tamaño de su mano, oprimiendo el botón que se esconde detrás. Se escucha un crujido y las enormes puertas del garaje ascienden, pegándose al techo.Por dentro se observa un cuarto amplio y bien decorado, como si fuera una sala a la que solo le faltan las ventanas para parecerse a cualquier otra. El gris cenizo de las paredes, sumado a las grandes baldosas que reflejan todo como un espejo hacen que el lugar aparente ser mucho más espacioso de lo que ya es.Tres autos se encuentran estacionados enfrentados a nosotros, uno al lado del otro, pero el segundo es el que se me hace más familiar. Avanzo unos pasos hasta posicionarme delante de la puerta del conductor y miro a Rafael, quien permanece en su lugar y se aproxima
Emily: ¡Acelerá ya!Impongo nerviosa viendo que el motor ya está encendido. Me sorprende la casualidad de este suceso, porque, digamos que no estoy sumamente acostumbrada a que la suerte me acompañe en cada uno de mis actos. Esa maldita cosa nunca está cuando la necesito. Apunto mis ojos a la puerta blanca que se encuentra a unos metros y conduce al interior de la casa, o al menos eso supongo yo. El simple hecho de imaginar a mi padre girando ese picaporte e ingresando al garaje me aterra, ni quiero pensar en lo que vendrá después. Vuelvo a fijar mi mirada sobre Rafael, esperando ver el vehículo ya en movimiento cuando…- ¿No me vas a dar un beso de despedida?Pregunta con una sonrisa en su rostro, logrando enfurecerme por completo.Emily: ¿Vos me estás cargando? Arrancá.