Camelia lo mira a los ojos por unos minutos que le parecen interminables a Ariel. Es como si tuviera una gran lucha interna por lo que está por decir. Los ojos se le llenan de lágrimas que no llegan a rodar por sus mejillas. Luego suelta todo su aire, como si con ello desatara el inmenso nudo que le aprisiona la garganta, y con una voz que más bien parece el quejido de un animal herido dice:
—Papá, en eso tiene razón —habla con tristeza—, aunque me duela aceptarlo, sus padres no van a permitir que se comprometa con una don nadie como yo.
—En eso te equivocas, Cami —dice Ariel acercándose lentamente a ella, que lo observa con un atisbo de esperanza en su mirada, que no se le escapa a él—. Mis padres aceptan a la mujer que sus hijos escogen. Mira un ejemplo: mi hermano mayor, Marlon, está casado con una huérfana, ella tenía
Ahora mismo Camelia está tan sorprendida con la confesión de su jefe que tiene que pestañear varias veces para convencerse de que no está soñando, tampoco es una alucinación. Levanta la mano y le toca el rostro como si necesitara sentirlo para acabar de convencerse de que es real. Su jefe le está diciendo que le gusta como mujer y que quiere que sea su novia. Y por un instante decide ser honesta con sus sentimientos.—Sí, me gusta, me gusta mucho, señor Ariel. Pero no sé si estoy enamorada de usted, ni siquiera me he hecho la ilusión de que se enamore de una chica como yo —responde con un suspiro viendo como la boca de su jefe se abre en una sonrisa feliz al escucharla decir que le gusta. Se acerca y la abraza por la cintura al tiempo que pregunta:—¿Y cómo es ser una chica como tú?—Introvertida, que se viste con la ropa que le queda c
Camelia ha hecho la pregunta llena de incredulidad y con un poco de esperanza. No puede seguir negándose a ella misma lo que siente por Ariel. Aunque ha tratado de suprimir esos sentimientos, han crecido sin poder hacer nada dentro de ella, pero no quiere dejar que le nublen la mente.—Sí, te quiero de novia, y no me avergüenza nada que hagas —asegura Ariel y la besa con cariño en el rostro—. Puedes seguir vistiendo lo que quieras, siempre y cuando no vayamos a reunirnos con alguien.—De seguro piensan ahora en el trabajo que me diste el puesto porque me acosté contigo —Ariel sonríe lleno de felicidad al escuchar cómo lo tutea, algo que había estado insistiendo desde el inicio de su relación.—¿Te importa? —pregunta divertido al ver que ya lo aceptó.—No, porque sé que no fue por eso —niega con firmeza, luego se queda
Ariel se detiene y la mira sorprendido. No sabe por qué le ha molestado siempre que ella le diga señor. Por lo que quiere que deje de hacerlo de inmediato ahora que son novios.—¡Señor no, Cami! Dime Ariel, no quiero volver a escucharte decirme señor, a no ser en el trabajo en presencia de otros —le molesta realmente, es que cuando siente que ha avanzado un paso, ella con una sola palabra lo hace retroceder diez, no le gusta esa sensación—. ¿Me escuchas? No lo vuelvas a hacer, soy tu novio, tu prometido.—Sí, señor..., digo Rhys..., Ariel, ¡ja, ja, ja! —ríe ella divertida y nerviosa al ver cómo se ha puesto él. Le parece un niño haciendo pucheros, y al reír hace que se relajen las tensiones—. Está bien, no te molestes, Ariel, te dije Ariel, no me mires así, ¡ja, j
Ariel la atrae con fuerza por su cintura, enterrándose en ella, que tira su abundante cabellera hacia atrás, dejando ver su rostro desfigurado por el placer de sentirse poseída de esa manera. Lo mira directo a los ojos.—Te amo, Ariel, hace mucho que te amo, oh, sí..., otra vez —pide al sentir cómo él se entierra en ella—. Te amo... —y otra vez recibe la estocada—. Te amo, te amo, te amo —y como premio se hunde una y otra vez en ella.—Te amo, Cami, te amo —responde acalorado, impulsándose con ahínco una y otra vez en su interior, ayudado por ella, que salta desenfrenadamente sin dejar de decirle.—Te amo, te amo, te amo —hasta que ambos terminan en el éxtasis del placer, abrazándose fuertemente, con miedo al descubrir tanta felicidad.El telé
Camelia se encontraba sentada en el despacho de la mansión Rhys, un lugar imponente donde los padres de Ariel le habían pedido "de favor" que aguardara. Apenas habían cruzado el umbral de la gran puerta principal cuando, sin ninguna explicación, se llevaron a su novio, dejándola completamente sola. El nerviosismo comenzaba a apoderarse de ella mientras observaba la majestuosa biblioteca que cubría toda la pared del despacho. Sus ojos vagaron por los estantes hasta detenerse en un hermoso diccionario que parecía llamarla. Siempre le habían tranquilizado los diccionarios; no había que interpretar nada en ellos, solo buscar una palabra para obtener su significado claro y preciso. Mientras el tiempo pasaba y nadie aparecía, se preguntó si alguien se habría dado a la tarea de buscar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el significado de la palabra "favor". Con cierto atrevimiento, se levantó y tomó el pesado volumen entre sus manos. Para su sorpresa, el libro se
¡Oh por dios! ¿Es que estoy maldecida acaso con esa palabra? ¿Por qué todos me piden favores? Pensó Camelia apretando sus manos sobre su regazo tratando de que su suegra no se percatara de su incomodidad. —Sí, querida, un gran favor —continuó la señora Aurora sin percatarse de lo que había provocado esa palabra en la joven. —Te estaré eternamente agradecida si me lo concedes. Camelia no sabía cómo reaccionar. Acababa de leer todo lo que significaba la palabra "favor" y por su experiencia y la petición de favores estaba metida en este gran lío. Aunque fiel a su costumbre, imaginó que a lo mejor estaba coaccionada por lo que había leído. Miró a su alrededor, observando los costosos cuadros que adornaban las paredes y el brillante piso de mármol. ¿Qué podría necesitar esta familia que ella pudiera dar? Su respiración se volvió más profunda mientras intentaba mantener la calma. Soltó todo su aire y logró preguntar:—¿De qué habla, señora? ¿Qué favor necesita que le haga?—Necesito que e
El señor Ariel Rhys la examinaba sin disimulo, como si intentara leer su verdadera naturaleza. Aunque compartía el mismo color de iris que su hijo, su expresión era diferente, más profunda y enigmática. Camelia, contrario a su naturaleza tímida, no apartó el rostro. Había algo en la intensidad de aquel escrutinio que la hacía sentir una extraña mezcla de desconfianza y seguridad, como si aquella mirada no fuera una amenaza para ella.—Con esto te aviso que después de mí, te hablarán sus dos hermanos mayores Marlon e Ismael. Tennos un poco de paciencia, por favor. Nos gusta sacar nuestras propias conclusiones sin ayuda —anunció y sin más preguntó con una afable sonrisa—. ¿Así que lograste que ese muchacho se comprometiera contigo?—Bueno, señor, no sé qué decirle, yo... —titubeó Camelia.La mirada sincera y limpia del señor Rhys la hacía sentirse cohibida. No quería mentirle, pero tampoco podía revelar los verdaderos motivos que la habían llevado a esta relación con su jefe, una relac
Gira al sentirse observada, y una versión más joven de su suegro entra por la puerta. Se acerca directo hacia ella, le da un fuerte y efusivo abrazo sin dejar de reír mientras la observa. No sabe cómo reaccionar, se siente extraña; nunca le gustó que los extraños la abrazaran. Pero ellos lo hacen con tanto respeto, como si la conocieran de toda la vida. No puede negarlo, esa calidez familiar la hace sentir bien.—Gracias Camelia, muchas gracias —dice con una amplia sonrisa el joven frente a ella—. No sabes la alegría tan grande que tengo de que al fin el casanova loco de mi hermano menor cayera ante las redes de una mujer.—¿Casanova? ¿Qué quiere decir con eso, señor? —Un gran temor se apodera de Camelia. Sabía que Ariel era mujeriego, pero ¿casanova? Esa palabra pesaba demasiado.—Nada de señor. Marlon es mi nombre, pero todos me dicen Mano, lo harás tú también —pide con una sonrisa que se desvanece para preguntar—. ¿Y por qué me preguntas eso? ¿Es que acaso no eres de este país? ¿N