95. QUIERO QUE SEAS MI NOVIA

Camelia lo mira a los ojos por unos minutos que le parecen interminables a Ariel. Es como si tuviera una gran lucha interna por lo que está por decir. Los ojos se le llenan de lágrimas que no llegan a rodar por sus mejillas. Luego suelta todo su aire, como si con ello desatara el inmenso nudo que le aprisiona la garganta, y con una voz que más bien parece el quejido de un animal herido dice:

—Papá, en eso tiene razón —habla con tristeza—, aunque me duela aceptarlo, sus padres no van a permitir que se comprometa con una don nadie como yo.

—En eso te equivocas, Cami —dice Ariel acercándose lentamente a ella, que lo observa con un atisbo de esperanza en su mirada, que no se le escapa a él—. Mis padres aceptan a la mujer que sus hijos escogen. Mira un ejemplo: mi hermano mayor, Marlon, está casado con una huérfana, ella tenía

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