Camelia se soltó de los brazos de Ariel, haciendo que él se sentara frente a ella, y lo miró entre asustada e intrigada. ¿Qué quería decir esa negativa de su jefe? ¿Se había cansado de ella?
—¿No? ¿Por qué, señor? —preguntó sin dejar de mirarlo.—Porque quiero que me lo pidas, pero no como un favor. Quiero que me lo pidas porque tienes deseos de que te ame, Cami —dijo Ariel Rhys, muy serio, para asombro de Camelia.—Señor…, es que…, es que… No es que no quisiera amarlo, no era eso. Pero ella sabía que no podía aspirar a ser más que una amante en la vida del millonario Ariel Rhys. Sobre todo, estaba convencida de que solo estaba con ella por el sexo, que no era el ideal de mujer que le gustaba, y que cuando se cansara de ella, todo quedaría en una relación de trabEn el hospital, Ariel miraba con desesperación su reloj. Las horas pasaban y nadie salía a decir qué pasaba con su papá, que se había desmayado nuevamente. Esta vez había tardado más en despertar. Sus hermanos estaban de viaje; solo él se encontraba al lado de su madre, que lloraba en silencio. Hasta que, al fin, Félix apareció.—No es nada, Ariel. Es lo mismo de la otra vez, se descompensó. No puede dejar de comer como se le indicó —explicó con voz calmada.—Gracias, Félix. ¿Puedo pasar a estar con él? —preguntó su madre.—Sí, sí, pero en un rato pueden irse —le advirtió a la señora Aurora Rhys.—Mamá, ve. Hablaré con Félix un poco —dijo Ariel, viendo cómo su madre de inmediato se alejó rumbo a la habitación donde estaba su querido esposo.Esperó pacientemente a que ella entrara en la habitación. Luego, Ariel se giró para mirar fijamente a uno de sus mejores amigos.—¿No me ocultas nada, Félix? ¿En serio es eso lo que le está pasando a papá? Dime lo que sea, puedo con ello —preguntó
Ariel pasa a contarle lo que le había explicado la tarde en que fue a verlo sin Camelia. El psicólogo le sugirió que no debía forzar las cosas, que hablara con ella. Sobre todo, le aconsejó tener mucha paciencia. Según él, Camelia era una niña abusada desde que nació, por todo lo que le había contado Nadia de la vida de ella, y él opinaba que era cierto. —Pero como te dije, creo que Nadia exagera. Cuenta cosas terribles —repitió Ariel todavía con incredulidad—. No sé por qué tu amigo le cree. —Creo que tú deberías creerle también. Si es como dices, que Nadia y el esposo quieren llevarse a vivir a Camelia con ellos, y hasta le consiguieron un apartamento a su lado, no veo el motivo para que ella te mienta sobre lo que ha sucedido en todos los años que no la conocías y que la convirtieron en eso que ves ahora —dijo Félix con seriedad. Ariel guardó silencio al escuchar a su amigo. ¿Es que acaso eran verdad esas atrocidades que contaba Nadia de la familia
Al amanecer, Camelia se levantó sola en su casa. Había quedado con Ariel, que pasaría por ella a las doce; este se había levantado temprano para resolver algún asunto urgente. La había dejado con dos custodios en la puerta, para su seguridad, pues ella lo miraba aterrada al ir a salir. —No te sucederá nada, si vas a salir, ve con ellos. Regresaré en cuanto termine lo que debo hacer —la había besado y marchado casi corriendo. Y ahora mismo, estaba parada frente a su cama, observando los vestidos que había comprado la noche anterior apresuradamente. A la luz del día, no le parecían lo suficientemente elegantes, y ya eran las diez de la mañana. No había arreglado su cabello, ni sus uñas, ni nada; estaba desesperada. Irían en auto, les tomaría treinta y cinco minutos llegar al pueblo. Lo había planificado así, para llegar directo a la iglesia cuando todos los invitados hubieran llegado y evitar tantas preguntas, si era posible quedarse afuera y solo s
Camelia lo miró temerosa y se estremeció, lo cual no dejó de observar Ariel. En un impulso, la abrazó muy fuerte. Podía percatarse de que ella temía salir de esa manera arreglada y que todos la vieran de su brazo. Comprendía la situación, pero había decidido que ese día no se ocultaría y declararía a todos que era suya para que pensaran dos veces antes de meterse con ella. Pero no le dijo nada, no quería que ella sintiera que la estaba obligando a aceptarlo.—Cami, disculpa. Pero no debes sentir miedo porque nos vean salir juntos y arreglados. Recuerda que eres mi asistente, si nos ven pensarán que vamos a una de tantas presentaciones que hacemos —trató de tranquilizarla, pensando que el psicólogo tenía razón en todo.Camelia en verdad estaba aterrorizada de salir de su casa. El hecho de que el ataque ocurriera en la
Camelia lo observó ahora con otros ojos, sintiendo que el suelo se hundía bajo sus pies. Sus manos se llenaron de sudor y temblaban ligeramente al darse cuenta de la magnitud de lo que había hecho al pedirle a su jefe que se hiciera pasar por su novio —que Ariel había elevado a prometido— para acompañarla a la boda de su hermana.¡Era ridículo, absurdo! Todo el mundo notaría la abismal diferencia entre ellos, y si además él revelaba su verdadera identidad... Se le hizo un nudo en la garganta al sentir que su mentira, que creyó inocente, se convertía en una montaña que la aplastaba. ¿Cómo había sido tan ingenua de no investigar quién era realmente Ariel Rhys?Sabía que su jefe tenía dinero, por supuesto. Era el dueño de la empresa donde trabajaba, pero jamás imaginó que perten
El CEO se quedó en silencio, consciente de que las respuestas a estas preguntas podrían cambiar todo lo que creía saber sobre la tímida joven sentada a su lado. Sin embargo, al ver la limpia mirada de Camelia fija en él, sacudió las sospechas de su mente.—Exacto, tú y yo entramos al mismo tiempo en la editorial, por eso dirás que entraste a trabajar allí porque yo te lo pedí —sugirió Ariel, volviendo al tema de lo que debían decir si alguien les preguntaba.—No quiero, ese trabajo lo obtuve sola —protestó ella, era un mérito del que se sentía orgullosa.Ariel observó cómo Camelia volvía a tensarse. Justo cuando parecía que habían avanzado, algo la hacía retroceder. ¿Qué secretos escondía esta joven que la hacían tan temerosa? Y más importa
Camelia mira a Ariel, quien le sostiene la mirada mientras ella busca una explicación plausible para lo que acaba de decir. Puede ver que él la observa con recelo, aunque no entiende muy bien su comportamiento. Por su parte, a ella se le hace un nudo en la garganta; sabe que cuando lo llamó para que la salvara de Leandro, ofreció ser todo lo que él decidiera, pero siempre detestó a las mujeres que jugaban ese papel en la vida de un hombre y había jurado que jamás caería tan bajo.—Es el pago que se da cada vez que cerramos un gran contrato, te corresponde una comisión —explicó Ariel, viendo cómo el semblante de Camelia cambiaba de inmediato.—¿Comisión? ¿Me tocó una comisión? —preguntó, aferrándose a esa explicación como si fuera un salvavidas que la alejara de ser una amante.Es verdad que siem
La noche se había cernido sobre la ciudad con una tranquilidad engañosa, envolviendo las calles en un manto de sombras y susurros. En la penumbra de su oficina, Ariel Rhys se sumergía en el silencio, ese compañero fiel de las horas extra. Papeles se apilaban como testigos mudos del día que se negaba a terminar, mientras la luz tenue de la lámpara de escritorio jugaba con los bordes de su paciencia. Fue entonces cuando la serenidad de la noche se rompió con un golpe sutil en la puerta. Ariel, aún sumido en sus pensamientos, instó a entrar al visitante nocturno, esperando encontrarse con el rostro familiar del custodio. Pero lo que sus ojos encontraron no era para nada lo que su mente había anticipado. Días después, en la comodidad de un club donde los sábados cobraban vida entre anécdotas y risas, Ariel se encontraba compartiendo mesa con sus amigos: el abogado Oliver y el doctor Félix. La incredulidad aún pintaba su rostro cuando intentaba ordenar sus palabras para narrar el evento