53. MALOS ENCUENTROS

 Camelia, por su parte, también lo observa ahora a la luz del día. Es hermoso, se dice, le encanta. Nunca imaginó que un hombre tan varonil y atractivo como Ariel Rhys fuera a entrar en su vida. Se ruboriza cada vez que los labios de él rozan su piel en una suave caricia, o su mano acomoda su cabello detrás de su oreja. Ese simple roce hace que todo su cuerpo se estremezca. Su corazón late desbocado y hasta se asusta pensando que él puede escucharlo.

A cambio, ella se muestra servicial, alcanzándole las cosas, facilitándole todo. Incluso le da un pequeño beso cuando él gira para besarla, porque ella también deseaba sentir sus labios sobre los suyos. Se besan, quedando así por un instante, mirándose fijamente muy cerca uno del otro, sus respiraciones agitadas, los corazones alterados, sus cuerpos deseosos.

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