Israel, ahora molesto, amenazó a Leandro, haciéndolo retroceder. En ese momento, algo en sus miradas había cambiado, y ambos hombres enfrentaron a Leandro, cubriendo la visión de la aterrada Camelia, que estaba aferrada al portero Octavio, sintiendo que era el único que le creía y la defendía.
—Vamos, chicos, ya les dije que nos escondíamos —dijo Leandro con una sonrisa, tratando de parecer convincente—. Camelia, acláralo, diles que somos novios, que solo estás molesta. ¡No me hagas pasar esta vergüenza, Camelia, o no respondo después!Leandro la apremió amenazante, tratando de ir hacia ella de nuevo. Camelia retrocedió aterrada, colocándose detrás del viejo portero mientras intentaba que sus piernas temblorosas la sostuvieran.—¡Te voy a denunciar a la policía por acoso si sigues, Leandro! —gritó CameliaMientras Ariel le gritaba a su jefe de seguridad, conducía a toda velocidad llegando en menos de cinco minutos por la cercanía al edificio de Camelia, mientras escuchaba a su empleado por el teléfono. —Señor, los guardias me acaban de informar que la señorita Duarte tuvo un pequeño altercado con su novio. Usted debe de conocerlo, es Leandro el custodio, el antiguo trabajador nuestro que me mandó a despedir sin decirme la causa. Al parecer ella estaba celosa y estuvieron discutiendo, pero mis hombres la liberaron al final— Ariel no podía creer lo que escuchaba. No es que tuviera seguro de la vida que había llevado Camelia antes de conocerlo, pero para permanecer casta y pura debió de ser muy recatada. Tampoco se le olvidaba que Leandro era uno de los que le había dado los bombones con el elixir del amor, y de seguro la estaba culpando porque él los había despedido. —¡Imbécil, él no es nada de ella, nada! —vociferó casi fuera de control temiendo lo peor para Camel
Seguía contando Camelia, más aterrada al sentirse tan vulnerable y desprotegida. Ante la tela de araña en que la había atrapado Leandro. Ahora se daba plena cuenta. Él les había hecho creer que eran novios, a todos a su alrededor. Ella no lo desmintió y siguió tratándolo amablemente, incluso permitía que Leandro se quedara con ella en el almacén, ayudándola a cargar cajas.Le daba pena negarse cuando se ofrecía. Le compraba comida y comían con ella tanto él como Manuel. Siempre amables y atentos, aun cuando le hacían insinuaciones grotescas, pensó que estaba manejando bien el asunto. Ni siquiera se había quejado con la señora Elvira, para que les llamara la atención.Consideró que al hablar claro con Leandro, que no quería nada cuando la enamoró, que solo podían ser amigos, é
Después de las palabras del agente de policía, se hizo un gran silencio en la sala. Solo era roto por los sollozos de Camelia, que se abrazaba a sus rodillas sin dejar de llorar en una silla. Los demás presentes se quedaron mirando al suelo, sin saber qué decir. Ariel Rhys intentó consolarla, pero sus palabras no parecían tener ningún efecto. Camelia seguía llorando, desconsolada. Los demás presentes se sentían incómodos, sin saber cómo reaccionar. Algunos miraban a Camelia con compasión, otros evitaban su mirada. —Señor —comenzó a hablar el jefe de seguridad, al ver los cristales esparcidos por todo el salón, la piedra y la nota que entregó a la policía. Se giró hacia sus hombres, que bajaron la cabeza sin decir nada—. Le aseguro que esto no volverá a pasar. Ustedes dos, den su testimonio de todo lo que les ha dicho Leandro, desde que la señorita Oduarte entró al trabajo, y lo sucedido hoy. —Sí, señor. Perdón, señorita Camelia, no volverá a pasar —dijer
Las lágrimas rodaban libres por el rostro de Camelia, sus ojos se movían inquietos mirando en todas direcciones, mientras ella se estremecía como una hoja debajo del brazo del Ariel Rhys que trataba infructuosamente de inculcarle seguridad—Lamentablemente sí, señorita Camelia. Esa es la ley y no puedo hacer mucho al respecto —le dijo con pesar Oliver, mirando a Ariel que apretaba la mandíbula furioso—. Deberá cuidarse bien, no andar sola. No darle la oportunidad de agarrarla desprevenida.—¡Oh, Dios! —exclamó Camelia abrazando por instinto a Ariel, que la estrechó fuerte sintiendo su angustia.El pánico volvió con mayor intensidad a la joven, que miraba a todos lados como si esperara ver aparecer a Leandro en cualquier momento y no tendría quien la defendiera. Ella no tenía a nadie, miraba al abogado presa del más aterrador mie
Ariel se acercó y volvió a estrecharla fuertemente. Quería infundirle valor; la veía tan desprotegida, tan frágil. No sabía qué más hacer, pues ella realmente estaba aterrada ante el ataque que había sufrido, y la entendía. Por ello, se dedicaba a estrecharla fuerte contra su cuerpo, sintiendo cómo ella no dejaba de estremecerse por los sollozos incesantes. Le besaba la cabeza y, tratando de que su voz sonara tranquila y firme, le hablaba.—Eso no volverá a pasar, Cami, te doy mi palabra. Leandro nunca más se te acercará —aseguró, aunque no estaba seguro de nada. Tendría que ir a ver a su hermano Ismael; él tenía muchas conexiones.—¿Lo dice en serio? —preguntó Camelia, levantando el rostro cubierto de lágrimas para mirar a los ojos de su jefe.—Sí, te lo aseguro, mis hombres se en
Camelia se detuvo sin saber qué decir o hacer. Ahora le llegaban a su mente atormentada los recuerdos de su infancia. Como en su primer intento de aprender a cocinar, cuando Marilyn la había quemado. Luego de eso le cogió terror, y sin importar si la castigaban con las peores tareas, ella se negó a acercarse a la cocina.Sin embargo, al ver a Ariel moverse con agilidad y seguridad, se le ocurrió que él la estaba engañando. Aunque reaccionó al momento, después de todo era su CEO: ¡Su CEO! ¿En qué locuras estás pensando Camelia? ¿Qué motivos va a tener para hacerlo? Además, corrió a salvarte, ¡le debes la vida! Y fue entonces cuando se le ocurrió que eso podría ser un medio para pagarle. ¡Se convertiría en su sirviente!—Señor Ariel, ya..., ya usted sabe que no sé nada de cocina —se detuvo
El doctor Félix, mientras recoge sus cosas, no deja de mirar en silencio a Ariel, quien está concentrado pensando en Camelia. Cómo es su costumbre, no puede contener su curiosidad y le pregunta: —¿Qué estaban haciendo tus hombres? ¿No me dijiste que le pusiste algunos a cuidarla? —¡No me preguntes sobre esos ineptos! —exclama furioso Ariel mientras se aleja para tomar un vaso de agua. Después de beberlo, responde más calmado—. Como todos los demás, estaban engañados y no reaccionaron como debían. —¿A qué te refieres? ¿No les dijiste que no dejaran acercar a nadie a Camelia? ¿Cómo es que no cumplieron esa orden? Despídelos a todos, es inaudito que la hayan atacado en sus narices, en su propia cara, y no la protegieran —habla también molesto. Oliver le había contado algo. Ariel lo mira, entendiendo que como su mejor amigo, comparten los mismos sentimientos y opiniones. Siguiendo la molestia que lo consume, tira el vaso contra la pared, que se hace añicos, para
El doctor Félix niega con la cabeza al escuchar todo lo que le cuenta sobre la actitud que había adoptado Camelia frente al acoso de Leandro. Lo ha hecho todo mal, en su opinión, y he aquí las consecuencias de mantenerse callada y no reaccionar ante nada de lo que se atribuía el hombre. Es muy fácil para él ver que la había ido cercando sin que ella protestara, convencido de que era una de esas mujeres sumisas que adoran encontrar los tipos como él.—Muy mal hizo Camelia al comportarse así —aseguró ante la mirada de Ariel—. No me mires así, que estoy cansado de decírtelo: las cosas como estas no las puedes dejar pasar, debes enfrentarlas siempre cuando suceden. Porque a pesar de que se negaba cuando él le pedía ser su novia, sus acciones le decían lo contrario a Leandro. Atendiéndolo cada vez que aparecía, aceptando que se