Camelia se detuvo sin saber qué decir o hacer. Ahora le llegaban a su mente atormentada los recuerdos de su infancia. Como en su primer intento de aprender a cocinar, cuando Marilyn la había quemado. Luego de eso le cogió terror, y sin importar si la castigaban con las peores tareas, ella se negó a acercarse a la cocina.
Sin embargo, al ver a Ariel moverse con agilidad y seguridad, se le ocurrió que él la estaba engañando. Aunque reaccionó al momento, después de todo era su CEO: ¡Su CEO! ¿En qué locuras estás pensando Camelia? ¿Qué motivos va a tener para hacerlo? Además, corrió a salvarte, ¡le debes la vida! Y fue entonces cuando se le ocurrió que eso podría ser un medio para pagarle. ¡Se convertiría en su sirviente!—Señor Ariel, ya..., ya usted sabe que no sé nada de cocina —se detuvoEl doctor Félix, mientras recoge sus cosas, no deja de mirar en silencio a Ariel, quien está concentrado pensando en Camelia. Cómo es su costumbre, no puede contener su curiosidad y le pregunta: —¿Qué estaban haciendo tus hombres? ¿No me dijiste que le pusiste algunos a cuidarla? —¡No me preguntes sobre esos ineptos! —exclama furioso Ariel mientras se aleja para tomar un vaso de agua. Después de beberlo, responde más calmado—. Como todos los demás, estaban engañados y no reaccionaron como debían. —¿A qué te refieres? ¿No les dijiste que no dejaran acercar a nadie a Camelia? ¿Cómo es que no cumplieron esa orden? Despídelos a todos, es inaudito que la hayan atacado en sus narices, en su propia cara, y no la protegieran —habla también molesto. Oliver le había contado algo. Ariel lo mira, entendiendo que como su mejor amigo, comparten los mismos sentimientos y opiniones. Siguiendo la molestia que lo consume, tira el vaso contra la pared, que se hace añicos, para
El doctor Félix niega con la cabeza al escuchar todo lo que le cuenta sobre la actitud que había adoptado Camelia frente al acoso de Leandro. Lo ha hecho todo mal, en su opinión, y he aquí las consecuencias de mantenerse callada y no reaccionar ante nada de lo que se atribuía el hombre. Es muy fácil para él ver que la había ido cercando sin que ella protestara, convencido de que era una de esas mujeres sumisas que adoran encontrar los tipos como él.—Muy mal hizo Camelia al comportarse así —aseguró ante la mirada de Ariel—. No me mires así, que estoy cansado de decírtelo: las cosas como estas no las puedes dejar pasar, debes enfrentarlas siempre cuando suceden. Porque a pesar de que se negaba cuando él le pedía ser su novia, sus acciones le decían lo contrario a Leandro. Atendiéndolo cada vez que aparecía, aceptando que se
El doctor Félix se queda en silencio. Puede percatarse, por la manera en que se comporta su amigo, que aunque no lo reconozca, Camelia se le ha metido dentro. No le dice nada, solo espera que esta vez sea un amor verdadero y limpio que lo ayude a salir de donde se encuentra.—Tienes razón —aceptó Félix, retomando su actitud profesional de doctor al recordar a su paciente—. Creo que la tienes que llevar a un psicólogo, insisto en que ella tiene un trauma subyacente. Porque ahora mismo, si es como me dijiste que anda detrás de ti pegada de esa manera, puede ser que sienta que solo tú la vas a salvar y va a creerse que está en deuda contigo, y te deba algo.—¡Se lo va a creer no! ¡Ya se lo cree! ¡Me lo dijo! —exclamó Ariel y agregó—. Ella cuando me llamó no me pidió que la ayudara normalmente.—¿Qué quieres decir? &
El doctor entra a la habitación donde Ariel trata de que ella se duerma de nuevo. Félix vuelve a inyectarla, esta vez con una dosis más fuerte. Al dormirse, ellos salen llevándose el teléfono.—Esto es más serio de lo que imaginamos, Ariel. Ese tipo no la va a dejar tranquila. Los conozco, debes hacer algo o ella será una víctima más —la seriedad en el tono de la voz de Félix hace que Ariel se estremezca.Ariel no habla, toma el teléfono y le marca a su jefe de seguridad, quien le asegura que Leandro no pudo ser quien le mandara ese mensaje a Camelia, porque donde estaba no había teléfonos. Oliver, el abogado, lo había metido preso por unos delitos pendientes. Le aseguró que investigaría quién podría ser el otro, casi seguro Manuel, el compañero de Leandro.Félix se va después de asegurarse de que
Camelia se quedó en silencio mirando a Nadia. Se limpió las lágrimas que aún rodaban por sus mejillas mientras negaba con la cabeza ante las miradas de sus amigos, que no entendían su actitud. —No, Nadia, el señor Ariel me contestó, cuando yo le estaba prometiendo cosas, que ya se le ocurriría algo para cobrarme "el favor" —dijo en un susurro avergonzada. —¡Sí que eres tonta! —gritó Nadia, pero se detuvo al ver cómo Camelia estaba convencida de lo que decía. Eso no era importante ahora. Lo único que le interesaba era que tal vez ese fuera el modo de obligarla a que no regresara al pueblo junto a sus padres; iría a hablar con Ariel para que no se lo permitiera—. No importa, quédate a su lado hasta que le pagues los dichosos favores, que por el camino que vas, necesitarás la vida entera para pagarle. —Lo sé, mi amiga, lo sé —asintió y suspiró Camelia, sintiéndose atrapada por todas partes. Nadia la volvió a abrazar sintiendo pena por su mejor amiga. Camelia era una buena persona des
Ricardo observa a las dos jóvenes tomadas de las manos que lo miran con ansiedad. No puede negar que se quieren como hermanas. Siempre fue así desde que conoció e inició una relación con Nadia. Ella le dejó muy claro que jamás dejaría a Camelia sola; incluso quería que vivieran juntos. Si no llega a ser porque la propia Camelia se había negado, lo habrían hecho.En verdad, al conocer a Camelia, eso no le molestó. Ella era tan noble, buena, comprensiva e ingenua que estaba seguro de que haría todo lo que ellos le dijeran. Por ello, la aceptó, comenzó a amarla y a protegerla como su esposa hacía. Sobre todo, porque a pesar de lo extrovertida que era Nadia, solo tenía una mejor amiga a la que quería y defendía como si fueran hermanas, y esa era Camelia.
Los ve marcharse y vuelve a cerrar la puerta con llave. Su teléfono avisa de un mensaje. Es un número desconocido; se asusta y lo apaga sin abrirlo. Sigue trabajando hasta que siente que la puerta que conecta las oficinas se abre.—¿Cami, por qué no me contestas? —pregunta Ariel, preocupado.—¿Me llamó? Disculpe, señor, tengo apagado el teléfono. Puede llamarme al de la oficina —le pide y, al mismo tiempo, le pregunta—. ¿Para qué me llamó?—Ven conmigo, vamos a un psicólogo —dice Ariel, entrando y caminando hacia ella, que pregunta con un hilo de voz.—¿Un psicólogo? —preguntó, asustada.—Sí, eso que te pasó fue muy traumático y Félix me aconsejó que te llevara —le dice, muy serio, sin dejar de mirar cómo el labio inferior de ella ha comenzado a est
La familia Oduarte era una de las más importantes en el pequeño poblado donde residían, a unos cuantos kilómetros de la capital. Todos se conocían, se ayudaban y convivían. Pedro Oduarte era hijo único; su padre había fallecido, no así su madre, Gisela, que vivía al extremo opuesto del pueblo. Casado con Mariela, una mujer que había sido educada para ser ama de casa y obedecer a su esposo en todo.Al año de casados, heredaron, con la muerte de su padre, la vieja fábrica de cerámica. Desde un inicio, Pedro decidió que tendrían solo un hijo, como lo eran ellos. Con el objetivo de darle todo, así no habría problemas con los herederos. Fueron muy felices cuando nació Marilyn; no era el varón que esperaban, pero se conformaron. Era una bella niña, muy vivaracha y ale