La detective no dejaba de mirar a Clavel, que ahora estaba en medio de Mariano delante y su prometido Félix detrás, mientras escuchaba cómo su padre seguía hablando con la detective. —Pues le informaron mal, detective —contesta el senador—. Mis hijos no se mueven con menos de diez guardias de seguridad, como lo debe estar observando en este momento, rodeando a Clavel, sin contar los otros que no ve. Así que, si tiene algo que hablar de ese asunto, no será con mis hijas, ¿de acuerdo? Yo personalmente hablaré todo con el jefe de la policía. Además, tengo entendido que quien lleva el caso es el detective Esteban Almiral. ¿Quién es usted? Todos pueden percatarse del nerviosismo en la detective; mira a sus hombres y dice que no con la cabeza. Luego, con decepción, le responde al senador Hidalgo: —Solo me mandaron a arrestar a Camelia Oduar
Ariel no sabe qué hacer; la comprende, pero no quiere que se hunda en el dolor como hizo él. Le costó demasiados años salir de esa desolación y sufrimiento. No puede dejar que su hermosa esposa pase por todo lo que pasó y sigue pasando. Por eso le ofrece irse a la isla de la familia Rhys. —¡No! —se niega Camelia rotundamente—. Ahí sabrán que estamos e irán. No tengo valor para mirar a la cara a todos. Por favor, amor, vámonos lejos, de viaje por el mundo. Necesito que pase el tiempo antes de poder mirar a las personas de la familia a los ojos. Camelia se destapa y lo mira a los ojos. Es la viva imagen de la desolación. Por lo menos está pidiendo irse con él, piensa Ariel, y por eso toma una decisión. —Está bien, nos iremos ahora mismo. Levántate, que te complaceré —dice decidido, dirigién
Ella no dice nada, pero abraza a su mamá sin dejar de llorar. Camilo se separa de ambas y le acaricia la cabeza con cariño. —Cami, estuvimos pensando, ¿qué crees si te vas con Ariel a una institución en el extranjero especializada en casos como el tuyo? La doctora nos aseguró que es muy bueno y que te ibas a sentir mejor si lo hacías con tu esposo. Sería cuando ella te dé el alta —Camilo le habla muy suavemente, con amor, sin dejar de acariciar a su pequeña hija, sintiendo su corazón roto por verla en ese estado—. ¿Qué opinas, Cami? —Cariño, déjala —interviene la señora Lirio—. Cami, iremos a la casa y te dejaremos con tu esposo, ¿de acuerdo? Piensa en lo que te dijimos y no olvides que te amamos, hija. Pero ella sigue llorando, escondida detrás de la bufanda que le cubre todo el rostro,
En la casa de los Rhys, Marlon mira a su padre, al igual que Ismael, mientras observan dos puntos rojos en un mapa en la computadora del despacho. El señor Rhys los ha llamado para informarles que Ariel está saliendo del territorio nacional y que no ha dicho nada. Ha llamado a todos los guardias de seguridad que lo acompañan, pero sin resultados; ninguno de ellos responde. Por lo que está muy preocupado, porque llamó al hospital y le dijeron que ellos desaparecieron de allí con rumbo desconocido. —¿Papá, estás seguro de que son ellos? —pregunta de nuevo Marlon, viendo cómo su padre asiente con preocupación. No porque se hayan marchado, porque sabe que eso a lo mejor los ayude, sino por todo en lo que están envueltos por el ataque. —¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunta Ismael—. Camelia tiene que prestar declaración en el juicio. —No lo sé, hijo; tendremos que esperar a que Ariel se comunique con nosotros. Por eso fue que los cité; tenemos que emplear todas nuestras influencias p
Marlon observa a cada aspirante sentada, las tres delante de él. Una es la típica rubia plástica con ropa muy provocativa; todo lo contrario de aquella que le parece conocida, que le recuerda a Marcia cuando era más joven. Está pulcramente vestida, como una profesional, con un juego de sayas negras que realzan su figura, pero sin ser extravagante. Una cola muy alta y estirada recoge su largo y rubio cabello; su maquillaje es natural. Usa unos espejuelos que acentúan su profesionalidad. Después de terminar de inspeccionarla, deposita su mirada en una extraña chica, que es todo lo contrario a las demás. Lleva su cabello extrañamente recogido, pero deja salir mechones por todas partes; sus ojos se mueven nerviosamente y sonríe tímidamente al ver que la observa, intentando organizar su enorme saya que deja ver unas botas rústicas debajo de ella.Marlon, sin dejar de observarla, toma su currículum y se pone a leerlo detenidamente. Y es precisamente lo que pensó: una experta en computación
Camelia dormía profundamente en el trayecto, sumida en una paz artificial gracias al sedante que Ariel había solicitado a la enfermera. A pesar de la férrea oposición del personal médico, que insistía en la necesidad de realizar más pruebas, él estaba determinado a complacer el deseo de su esposa de huir. Y, siendo honesto consigo mismo, también anhelaba escapar de las miradas compasivas de sus familiares que, aunque intentaban disimular, traicionaban sus verdaderos sentimientos.Como superviviente de una violación, Ariel comprendía demasiado bien el torbellino emocional que azotaba el alma y la mente de su esposa. El temor de que ella, al igual que él lo hizo en su momento, levantara muros invisibles para alejar a todos, incluso a él mismo, le atormentaba constantemente.—Señor, sugiero que nos dirijamos al yate familiar —propuso Ernesto al abandonar el hospital—. He oído que no es recomendable viajar en avión con heridas recientes. ¿Por qué no consulta con su amigo doctor?Ariel med
Marlon se quedó pensativo, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba ayudar a su hermano sin conocer su ubicación exacta. De pronto, una luz se encendió en su memoria: el yate familiar, esa joya tecnológica que había comprado para sus padres.—Ari, escúchame bien, no llores, necesito que te calmes —intentó hablar serenamente y con firmeza, tratando de calmar a su hermano—. Estás en el yate familiar, ¿verdad? Todo está automatizado. Ve a la consola principal y pide al ingeniero que abra la puerta.—No, no puedo involucrar a nadie más en esto —suplicó Ariel con desesperación—. Se lo prometí a Camelia. Por favor, debe haber otra manera, dame la contraseña para abrir las puertas.—Señor Marlon —interrumpió su nueva secretaria—. Si me lo permite, puedo hackear el sistema del yate y abrir la puerta ahora mismo.Marlon la observó con incredulidad. A pesar de la recomendación de su nana, dar acceso al sistema del yate familiar era una decisión delicada. Sin embargo, los sollozos
La desesperación dio paso a una claridad repentina. Ariel se incorporó lentamente, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. No podía permitirse colapsar, no cuando Camelia lo necesitaba más que nunca. Sacó su teléfono y marcó el número que llamaba en situaciones como estas.—Félix... ¿dime qué hacer, hermano? Cami..., Cami no deja que la toque y está sangrando —las palabras se atoraron en su garganta—. Mi amigo, no puedes venir, solo guíame.—¿Ariel, te fugaste del hospital? ¿Te volviste loco? Camelia necesita hospitalización. Dime dónde están e iré en este instante —el doctor Félix se había despertado ante el sonido de su teléfono.Al escuchar a su mejor amigo, salió de la cama y comenzó a empacar rápidamente su maletín médico. Mir