Ariel corre hasta alcanzar a Camelia, que caminaba detrás de sus suegros que avanzan con sus nietos. La abraza, contento de haber regresado a ella, caminan felices, tomados de las manos junto a los demás, por un hermoso jardín florido que Aurora no se cansa de alabar, pues fue ella la de la idea. Queda junto a una pequeña cascada. Se sientan en unos bancos debajo de un frondoso árbol.
—¿Hasta cuándo vamos a vivir aquí, amor? —pregunta Camelia sonriente. —¿No te gusta? Es muy hermosa y tranquila esta isla —respondió Ariel que se había recuperado por completo. —No es eso, quiero volver a mi vida, al trabajo. A caminar por las calles sin miedo. No puedo seguir aquí escondida—dice Camelia extrañando su vida pacífica. —Está bien, papá ya había mencionado eso —cueAriel besa apasionadamente a su esposa mientras la estrecha, tratando de hacerla sentir segura. Luego, con calma, le explica que las personas como Leandro no necesitan que su víctima les haga nada. Tienen un gran concepto de sí mismos, y cuando alguien trata de ir en contra de lo que ellos consideran su derecho, se ponen así. Él la eligió para ser su esposa sumisa. —¿Sabes que la anterior esposa de Leandro lo dejó por maltrato? Y luego te vio a ti, y ¡plas! Pasaste a ser su objetivo —concluyó con un suspiro. —¡Qué mala suerte! —exclama Camelia, soltándose de los brazos de su esposo y sentándose a su lado—. Pensamos que nos habíamos deshecho de esa loca de Mailen y se asoció con el otro desquiciado de Leandro. Por ese camino, nunca vamos a ser completamente felices. —No te desesperes, ya verás que l
Camelia y Ariel, ajenos a todo lo demás, se abrazan felices, todavía acostados en el césped. Luego corren rumbo a la playa, quitándose sus ropas, quedando en trajes de baño, y se introducen felices en el mar. Juegan entre ellos hasta volver a estrecharse y besarse con pasión. —Oye, Cami, ¿no crees que deberíamos decidir qué vamos a hacer? —Ariel la sostenía por la cintura mientras ella estaba a horcajadas en su cadera. Lo miró sin entender a qué se refería. —¿Vamos a vivir por fin con mis padres siempre o prefieres que nos mudemos a mi casa blanca? —Por el momento creo que debemos quedarnos con todos en la casa de tus padres. Fue lo que me sugirió la abuela. A nuestro regreso iremos por las cosas a mi apartamento. También debemos pasar días en la finca de mis padres; ya viste a mi pobre madre, como es —le recordó Camelia. —Cuando agarren a Leandro, entonces, si no te molesta, podemos viajar. Siempre soñé con hacerlo, pero no pude. —De acuerdo, yo he viajado por todo el mundo. Co
Sofía miró a su esposo fijamente, temerosa de que hubiese tenido una recaída, pero la mirada limpia, sincera y llena de amor que le devolvió Ismael hizo que riera aliviada. —Ja, ja, ja…, ¿qué locuras dices? ¿Cómo te va a exigir algo el bebé? —Ríe con sus manos encima de las de su esposo, que están depositadas en su vientre. —Amor, ¿no viste anoche? —preguntó Ismael con seriedad—. Él sintió que me estaba ahogando, quería irme lejos de ustedes. ¿Y qué fue lo que hizo? Tenía toda una batalla él solo en tu barriga; hasta que no me acosté y le canté una nana, no se tranquilizó. Esa es su manera de exigirme ser su papá. No me mires así, es verdad. —Lo sé, también me he dado cuenta de eso —aceptó ella—. No se duerme hasta que tú llegas y pones la mano en mi barriga; se mueve sin parar, lo has malcriado. ¡Siente, siente cómo se mueve! Ambos corrieron sus manos en busca de donde el bebé hacía un bulto y se quedaron allí, sintiendo la vida que ambos habían creado, mirándose sin poder de
Camelia se acerca a su abuela, que al verla sonríe feliz. La invita a sentarse a su lado mientras le pide a una joven que sirva la merienda. Ella lo hace acompañada de una gran bandeja de frutas. —Come uvas y sandías, son muy refrescantes —le indica con cariño—. Creo que tu hermana no se siente bien. —¿Sigue con malestar de estómago? Iré a verla en un rato, iba a dormir —respondió mientras disfrutaba de las frutas—. Abuela, vamos a regresar a la ciudad, viviremos como quieres con mis suegros. Pero antes iremos a pasar una semana con mi familia. ¿Te parece bien? La señora Gisela tomó un sorbo de su refresco, asintiendo a todo lo que le decía su nieta. Se había recuperado y se estaba acostumbrando a los viajes en aviones y helicópteros. Encontró bien visitar la verdadera familia de Camelia, para asegurarse de que en verdad la quería. —Ariel va a arreglar que puedas ir a visitar a papá y Marilyn —le informó Camelia. —Deja de decirle así, no es tu padre ni se merece que se lo di
Mientras todos siguen conversando sobre el regreso al otro día, Marcia le pide a su esposo que la ayude con los niños. Ambos corren hacia la playa, haciendo que salgan del agua. Se dirigen con ellos al interior de la vivienda y se dedican a bañarlos. —Amor, ¿no me vas a decir si has averiguado algo más? —pregunta Marcia al ver la cara de preocupación de su esposo. —Si hablas de los embriones, no sé nada, solo que no solo existían los ocho que mencionó María Graciela. ¿Recuerdas que entregamos mi esperma y tus óvulos dos veces? —Luego prosiguió—. El primer lote fueron esos ocho que ella menciona, pero del segundo, no sé si lograron algo. Seguiré investigando, no debes preocuparte. —¿Estás seguro de que todos los de Ariel no servían? —pregunta Marcia mientras baña a un gemelo—. Míralos, son idénticos a él. Marlon se quedó mirando a su esposa en silencio, luego a los gemelos, y tomó a uno de ellos y lo giró para que ella viera su espalda. Allí, en la cadera, tenían un lunar que s
El teléfono de Camelia suena y ve que es de un número que no reconoce. Lo apaga y sigue conversando con todos sentados en la terraza, pero el timbre insistente hace que todos la observen. —¿Qué sucede con ese sonido, Cami? —preguntó Ariel. —No es una llamada, solo suena así —dice y le extiende el aparato que toma de inmediato su esposo. —¿Es tu teléfono, Camelia, quien hace ese sonido? ¿No te dijimos que no lo activaras? —preguntó muy serio Marlon. —Lo acabo de sacar, ya que nos vamos mañana quería avisarle al casero que íbamos a pasar a recoger algunas cosas —respondió ella apenada—. No tiene conexión, pero sigue sonando así de extraño. —Porque nadie te está llamando, están tratando de localizar tu teléfono con un equipo especializado de rastreo por radiofrecuencia. Para ello, requiere que el teléfono esté encendido. Apágalo, Ari —explicó Ismael enseguida. Ariel hace de inmediato lo que le pide su hermano y la mira preocupado. Todos tienen la misma expresión de preocupac
El doctor Félix observaba cómo Clavel reía nerviosamente mientras terminaba de vestirse. La recordaba hermosa, pero ahora, al natural, la encontraba realmente bella. —¿Seguro que no tienes novio ahora? —preguntó, mirando los hermosos ojos de la joven. —No, no hay nadie así en mi vida —se apresuró a aclarar. —¿Eso significa que puedo cumplir lo que te prometí? —preguntó el doctor, cambiando su actitud reservada por una más atrevida, acercándose a ella, que lo miraba con curiosidad mientras sentía su corazón galopar como un caballo desbocado. —¿Qué cosa? —preguntó sonrojándose, mientras retrocedía hasta chocar con la cama y se sentaba. Félix siguió avanzando, inclinándose hasta hacer que Clavel se recostara. Se quedó all
La familia Rhys en pleno fue a visitar al senador Hidalgo en su finca. Todo era un alboroto; Clavel miraba a Félix de soslayo, pensando que nadie sabía que estaban juntos. Ariel y Camelia reían entre ellos al ver cómo disimulaban delante de sus padres, hasta que Camelia la siguió a la habitación. —¿Cuándo se lo vas a decir a papá? —preguntó sin darle tiempo a que lo negara. —¿Qué cosa? —Clavel giró, toda ruborizada. —Vamos, mi hermana, no me vas a esconder cosas a mí. Quiero que tengamos esa confianza entre nosotras. Sé que estás con el doctor Félix, ¿o solo fue ayer? —Camelia quería saber qué sucedía. Clavel se giró para mirarla intrigada. Estaba convencida de que nadie los había visto ni sospechado de la salida del doctor de su habitaci&oac