268. NO HAY MEJOR TERAPIA 

Camelia percibió sus dientes apresando su botón con delicadeza, haciendo que explotara escandalosamente, sin acordarse de dónde se encontraban. Ariel subió, sintiéndose victorioso, relamiéndose ante los ojos abiertos y asombrados de Camelia, que le sonrió alzando los brazos para abrazarlo.

Se dejó abrazar al tiempo que se hundía en ella hasta el fondo de una sola estocada, comenzando un alocado y desenfrenado movimiento de entrar y salir, como si de una carrera se tratara. Lo necesitaba, lo anhelaba, volvió a besarla con hambre, enardecido, respirando tan desaforado que lograba casi hacer explotar a su Camelia con solo ese beso.

Sus manos lo apretaron con fuerza; los jadeos se volvieron erráticos. Ariel parecía insaciable, intercambiando entre la boca de Camelia y sus senos, los cuales mordía, provocándole un enorme deleite sin dejar de bombear con ímpetu. Ni aun para s
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