Camelia percibió sus dientes apresando su botón con delicadeza, haciendo que explotara escandalosamente, sin acordarse de dónde se encontraban. Ariel subió, sintiéndose victorioso, relamiéndose ante los ojos abiertos y asombrados de Camelia, que le sonrió alzando los brazos para abrazarlo.
Se dejó abrazar al tiempo que se hundía en ella hasta el fondo de una sola estocada, comenzando un alocado y desenfrenado movimiento de entrar y salir, como si de una carrera se tratara. Lo necesitaba, lo anhelaba, volvió a besarla con hambre, enardecido, respirando tan desaforado que lograba casi hacer explotar a su Camelia con solo ese beso.Sus manos lo apretaron con fuerza; los jadeos se volvieron erráticos. Ariel parecía insaciable, intercambiando entre la boca de Camelia y sus senos, los cuales mordía, provocándole un enorme deleite sin dejar de bombear con ímpetu. Ni aun para sCamelia no responde de inmediato. No puede olvidar ese día frente al edificio donde ellos no la defendieron de inmediato, aunque después sí lo hicieron. Suspira; en verdad, ellos son tan fuertes como Leandro, si no más. El jefe de seguridad insiste en que son los mejores y que pueden reconocer a Leandro en todos sus disfraces; es mejor que se queden con ella.—Sí, Ariel, estoy de acuerdo —responde al fin—. Ellos cayeron en la misma trampa que yo, dales otra oportunidad.—Muchas gracias, señora Camelia —dicen ambos, inclinándose al mismo tiempo—. Nunca más la defraudaremos.—Muy bien, chicos, espero que no lo hagan, porque si lo hacen, nunca van a poder trabajar como guardias de seguridad; me encargaré de ello —habla Ariel con firmeza, mirando alrededor—. ¿Solo estarán ellos dos cuidando de mi esposa?—No, jefe, he repartido a to
La señora Gisela agradece en el alma que Lirio haya dicho esas palabras. Aunque está convencida de que se quedaron con Camelia porque querían lograr algo con ella. No sabe a quién salió su hijo; ni su padre ni ella le enseñaron eso. Y su nuera Mariela, cuando la conoció, pensó que era una chica decente, criada en su casa, y resultó ser peor que Pedro. La vida era muy cruel en ocasiones.La señora Lirio la escuchaba en silencio, agregando que la comprendía muy bien. Su hija mayor era muy cabezadura y vivía dándole dolores de cabeza a su papá hasta que lograba que Camilo hiciera todo lo que ella le pedía.—Pues su Camelia es todo lo contrario a eso; es muy dócil y buena chica —dijo la señora Gisela, acariciando la mano de su nieta—. Ella es un tesoro que espero sepan valorar y ayudar a ser feliz.—Ya veo, salió a mi
El silencio se ha instalado en la habitación. Camilo y Clavel esperan ansiosamente a que Gerardo responda. Él permanece pensativo, sin dejar de observarlos, hasta que al fin rompe el silencio.—¿Y qué va a pasar si da positivo? —preguntó, con un nudo en la garganta.—Lo lógico: te reconoceré como mi hijo. Eres adulto, pero si quieres, puedes venir a vivir a la finca con nosotros —contestó con firmeza Camilo Hidalgo.—¡Si quiere no, tiene que venir a dirigir todo! ¡No te vas a escapar! —Clavel, entusiasmada con la idea de que sea su hermano, dice alborotada.—No te apresures, hija; vamos a asegurarnos primero. Por si acaso, hijo, te pondré una escolta; cualquier cosa, le pides ayuda —le informa Camilo, que casi está convencido de que es su hijo—, y este es mi número de teléfono personal. Mandaré a alguien a qu
Se arma un gran revuelo alrededor de ellos. Todos los guardias se han movilizado y los rodean, formando una pared impenetrable. Ariel puede percatarse de que el tiro iba dirigido a él, porque Camelia estaba detrás de Israel; era el objetivo.—¿Cómo lo supiste? —preguntó, impresionado por la habilidad de ellos al protegerlos y reaccionar.—Vi el reflejo del arma cuando empezó a abrirse el elevador —respondió Ernesto, mirando a ambos preocupado—. ¿Están bien, señor? El tiro iba dirigido a usted.Ariel asiente, estrechando a la asustada y temblorosa Camelia entre sus brazos, con una mirada de agradecimiento a sus guardias. Convencido, al verlos actuar, de que su jefe de seguridad tenía razón, son muy buenos. Los ve venir corriendo y avisar que ya pueden bajar y dejar que la policía se haga cargo de todo. Después har&aacut
Ariel corre hasta alcanzar a Camelia, que caminaba detrás de sus suegros que avanzan con sus nietos. La abraza, contento de haber regresado a ella, caminan felices, tomados de las manos junto a los demás, por un hermoso jardín florido que Aurora no se cansa de alabar, pues fue ella la de la idea. Queda junto a una pequeña cascada. Se sientan en unos bancos debajo de un frondoso árbol.—¿Hasta cuándo vamos a vivir aquí, amor? —pregunta Camelia sonriente.—¿No te gusta? Es muy hermosa y tranquila esta isla —respondió Ariel que se había recuperado por completo.—No es eso, quiero volver a mi vida, al trabajo. A caminar por las calles sin miedo. No puedo seguir aquí escondida—dice Camelia extrañando su vida pacífica.—Está bien, papá ya había mencionado eso —cue
Ariel besa apasionadamente a su esposa mientras la estrecha, tratando de hacerla sentir segura. Luego, con calma, le explica que las personas como Leandro no necesitan que su víctima les haga nada. Tienen un gran concepto de sí mismos, y cuando alguien trata de ir en contra de lo que ellos consideran su derecho, se ponen así. Él la eligió para ser su esposa sumisa. —¿Sabes que la anterior esposa de Leandro lo dejó por maltrato? Y luego te vio a ti, y ¡plas! Pasaste a ser su objetivo —concluyó con un suspiro. —¡Qué mala suerte! —exclama Camelia, soltándose de los brazos de su esposo y sentándose a su lado—. Pensamos que nos habíamos deshecho de esa loca de Mailen y se asoció con el otro desquiciado de Leandro. Por ese camino, nunca vamos a ser completamente felices. —No te desesperes, ya verás que l
Camelia y Ariel, ajenos a todo lo demás, se abrazan felices, todavía acostados en el césped. Luego corren rumbo a la playa, quitándose sus ropas, quedando en trajes de baño, y se introducen felices en el mar. Juegan entre ellos hasta volver a estrecharse y besarse con pasión. —Oye, Cami, ¿no crees que deberíamos decidir qué vamos a hacer? —Ariel la sostenía por la cintura mientras ella estaba a horcajadas en su cadera. Lo miró sin entender a qué se refería. —¿Vamos a vivir por fin con mis padres siempre o prefieres que nos mudemos a mi casa blanca? —Por el momento creo que debemos quedarnos con todos en la casa de tus padres. Fue lo que me sugirió la abuela. A nuestro regreso iremos por las cosas a mi apartamento. También debemos pasar días en la finca de mis padres; ya viste a mi pobre madre, como es —le recordó Camelia. —Cuando agarren a Leandro, entonces, si no te molesta, podemos viajar. Siempre soñé con hacerlo, pero no pude. —De acuerdo, yo he viajado por todo el mundo. Co
Sofía miró a su esposo fijamente, temerosa de que hubiese tenido una recaída, pero la mirada limpia, sincera y llena de amor que le devolvió Ismael hizo que riera aliviada. —Ja, ja, ja…, ¿qué locuras dices? ¿Cómo te va a exigir algo el bebé? —Ríe con sus manos encima de las de su esposo, que están depositadas en su vientre. —Amor, ¿no viste anoche? —preguntó Ismael con seriedad—. Él sintió que me estaba ahogando, quería irme lejos de ustedes. ¿Y qué fue lo que hizo? Tenía toda una batalla él solo en tu barriga; hasta que no me acosté y le canté una nana, no se tranquilizó. Esa es su manera de exigirme ser su papá. No me mires así, es verdad. —Lo sé, también me he dado cuenta de eso —aceptó ella—. No se duerme hasta que tú llegas y pones la mano en mi barriga; se mueve sin parar, lo has malcriado. ¡Siente, siente cómo se mueve! Ambos corrieron sus manos en busca de donde el bebé hacía un bulto y se quedaron allí, sintiendo la vida que ambos habían creado, mirándose sin poder de