Camelia observa a su mejor amiga con profundo interés. Nadia, a pesar de tener su misma edad, conoce mejor la vida y a las personas. Por ello siempre ha valorado sus consejos, sobre todo porque sabe que provienen de un genuino deseo de protegerla.
—Para que tu relación funcione y sea duradera, tienes que confiar en Ariel, sin importar lo que veas o te digan. No salgas huyendo como haces siempre; quédate y aclara las cosas con él —le explica con sincera preocupación, consciente de la tumultuosa relación que le espera a su amiga—. Porque, Lía, lo verás más de una vez en situaciones que podrían malinterpretarse. Hay mujeres como tu hermana Marilyn que son expertas en distorsionar la realidad. Cuando eso pase, respira hondo, acércate a él, abrázalo, bésalo, y verás cómo él te da tu lugar de prometida. Ariel es ese tipo de hombre; lo hizo sin serloAhora Camelia lamentaba no haber aceptado que su amiga se quedara, o haber pedido a los guardias que permanecieran cerca. Tampoco sabía si llamarlos en ese momento, cuando sus padres aún no habían hecho nada reprochable, sería una buena decisión. Por lo que continuó respondiendo con toda la firmeza que pudo reunir.—Mi vida está perfectamente bien, como pueden ver. Tengo un excelente trabajo con un buen salario, un prometido que me adora y gozo de perfecta salud.—Camelia —comenzó a hablar la madre con voz melosa—, hija, no tienes que estar a la defensiva con nosotros. Queremos lo mejor para ti, ya sabemos que es mentira todo lo que dijo tu hermana.—¿Lo saben? —preguntó con un atisbo de esperanza en su voz.Camelia los miró con incredulidad. ¿Habrían venido realmente a disculparse? Aunque eso sería demasiado irreal, por lo que con
Encerrada en el baño, Camelia se aferraba a sus rodillas, temiendo que en cualquier momento su padre irrumpiría y la obligaría a marcharse con él. Hasta que percibió la llegada de Ariel; por el repentino silencio que se hizo, lo supo. Había entrado con la llave que le había confiado. Se incorporó de inmediato y pegó el oído a la puerta para escuchar.—Buenas tardes —saludó Ariel con voz serena—, ¿qué los trae por nuestra humilde casa?—¿Qué hace usted aquí? ¿Por qué tiene la llave del apartamento de mi hija? —lo interrogó el padre, visiblemente alterado.—Vivo aquí, ¿por qué no habría de tenerla? Su hija es mi prometida y nos vamos a casar —respondió Ariel con firmeza, y esa seguridad la llenó de valor.—¿A casar? ¿Con qué
Con infinita delicadeza, Ariel apartó a Camelia de su pecho, enmarcando su rostro entre sus manos como si sostuviera el más preciado tesoro. Sus ojos se encontraron en una mirada profunda; los de ella, cristalinos por las lágrimas contenidas, reflejaban un mar de dudas y vulnerabilidad. La contempló por un instante, absorbiendo cada detalle de su expresión, antes de volver a estrecharla entre sus brazos con una intensidad abrumadora.Era un abrazo que transmitía más que protección: era una promesa silenciosa, un juramento de que nada ni nadie podría dañarla mientras él estuviera a su lado. Cuando por fin encontró su voz, ésta emergió cargada de una emoción cruda y sincera que nunca antes había dejado entrever, como si las murallas que siempre había mantenido alrededor de su corazón finalmente se hubieran desmoronado ante el poder de aquel mom
Camelia observa cómo el rostro de Ariel se ensombrece instantáneamente. Él permanece inmóvil, con la mirada clavada en ella, esperando que continúe. A pesar de percibir su evidente tensión, ella prosigue, determinada a mantener su promesa de absoluta honestidad.—Se tomó la libertad de intentar pagar mis compras —confiesa, con manifiesta indignación en su voz.—¡¿Permitiste que pagara tus compras?! —estalla Ariel, dejando traslucir una profunda irritación. Camelia puede notar cómo la mera mención de ese hombre lo perturba—. ¿Por qué, Cami? ¿Cómo pudiste permitir algo así? ¿Sabes realmente quién es ese tipo?Aunque desconoce el conflicto entre ellos, la gravedad del asunto resulta evidente por la reacción de Ariel. Él resopla furioso y se levanta bruscamente, descargando su frustraci
Camelia percibe instantáneamente la transformación en su semblante. No logra descifrar con exactitud su significado, pero intuye que no augura nada positivo. Prosigue relatando el incidente del centro comercial, mientras observa cómo las manos de Ariel se tensan progresivamente hasta que sus nudillos adquieren una palidez fantasmal.—¿Me estás diciendo que Enrique Mason y Mailen coincidieron exactamente a la misma hora que tú en el centro comercial y ambos interactuaron contigo? —pregunta con voz grave y áspera, casi gutural.—Podría ser una casualidad, amor —sugiere ella, intentando disipar la densidad del momento.Pero Ariel, curtido por los años y las decepciones, sabe que las casualidades de ese calibre no existen. Está convencido de que esos dos están tras su novia, probablemente urdiendo algún plan en su contra. Ahora duda sobre la conveniencia de re
Ariel se giró para mirarla directamente a los ojos. La conocía lo suficiente como para detectar el matiz de celos en su voz, por lo que decidió responder con absoluta sinceridad.—Sí, Cami, la adoraba con toda mi alma. Estaba convencido de que era la mujer de mi vida. Creía que se merecía el mundo entero por su aparente lealtad —dijo sin titubear.—Si es como dices, que ignoró a ese acosador, supongo que ella también te amaba de verdad —opinó ella, intentando comprender el misterio tras su separación.—No, Cami, no era así. Ella jamás me amó como yo a ella, todo formaba parte de un elaborado plan —se apresuró a aclarar, con amargura en la voz.—¿Un plan? —preguntó Camelia, sintiendo que su corazón se encogía.—Sí, llevaba tiempo engañándome con Enrique Mason &m
En ese instante, Camelia mientras procesaba la información, no pudo evitar admirar la férrea lealtad de los hermanos de Ariel, un contraste brutal con su propia hermana, cuya única misión parecía ser destruir su felicidad. Se inclinó hacia adelante, pendiente de cada palabra que él pronunciaba.—Enrique Mason ha hecho de su misión personal seducir a cada mujer con la que me relaciono. Y ahora, me temo que has entrado en su radar —reveló con pesadumbre.—No tienes nada que temer, Ariel. Él no despierta en mí el más mínimo interés como hombre —afirmó ella con firmeza, sellando su declaración con un beso cargado de sinceridad—. Mi corazón solo late por ti. Ariel la envolvió en sus brazos, reconfortado por sus palabras. Aunque aseguró confiar plenamente en ella, expresó que su verdadera preocupación radicaba en las posibles manipulaciones y artimañas que pudieran tender.—Mi amor, tu inocencia en ciertas cuestiones de la vida, aunque adorable, puede ser un arma de doble filo. Los trauma
Ariel conmovido ante su promesa y sinceridad, confirmando que no se había equivocado al abrirle su corazón a Camelia, apretó sus manos emocionado.— Haré lo mismo, Cami, lucharé para superar todo esto. Para enfrentarlos a ambos, sin permitir que nos separen. No me importa nada más, no me alejaré jamás de ti. Llegaste a mi vida para al fin hacerme desear salir del infierno en que estaba sumido. Gracias Cami, infinitas gracias.Camelia inició un beso suave que Ariel transformó en uno apasionado y demandante, repleto de promesas silenciosas y del profundo amor que florecía cada día más en su corazón. Al separarse, permanecieron con las frentes unidas, conscientes de haber dado un paso crucial hacia la construcción de una relación verdadera. Ambos estaban heridos, cargando traumas del pasado por superar. Habían emprendido un camino que ser&ia