Encerrada en el baño, Camelia se aferraba a sus rodillas, temiendo que en cualquier momento su padre irrumpiría y la obligaría a marcharse con él. Hasta que percibió la llegada de Ariel; por el repentino silencio que se hizo, lo supo. Había entrado con la llave que le había confiado. Se incorporó de inmediato y pegó el oído a la puerta para escuchar.
—Buenas tardes —saludó Ariel con voz serena—, ¿qué los trae por nuestra humilde casa?—¿Qué hace usted aquí? ¿Por qué tiene la llave del apartamento de mi hija? —lo interrogó el padre, visiblemente alterado.—Vivo aquí, ¿por qué no habría de tenerla? Su hija es mi prometida y nos vamos a casar —respondió Ariel con firmeza, y esa seguridad la llenó de valor.—¿A casar? ¿Con quéCon infinita delicadeza, Ariel apartó a Camelia de su pecho, enmarcando su rostro entre sus manos como si sostuviera el más preciado tesoro. Sus ojos se encontraron en una mirada profunda; los de ella, cristalinos por las lágrimas contenidas, reflejaban un mar de dudas y vulnerabilidad. La contempló por un instante, absorbiendo cada detalle de su expresión, antes de volver a estrecharla entre sus brazos con una intensidad abrumadora.Era un abrazo que transmitía más que protección: era una promesa silenciosa, un juramento de que nada ni nadie podría dañarla mientras él estuviera a su lado. Cuando por fin encontró su voz, ésta emergió cargada de una emoción cruda y sincera que nunca antes había dejado entrever, como si las murallas que siempre había mantenido alrededor de su corazón finalmente se hubieran desmoronado ante el poder de aquel mom
Camelia observa cómo el rostro de Ariel se ensombrece instantáneamente. Él permanece inmóvil, con la mirada clavada en ella, esperando que continúe. A pesar de percibir su evidente tensión, ella prosigue, determinada a mantener su promesa de absoluta honestidad.—Se tomó la libertad de intentar pagar mis compras —confiesa, con manifiesta indignación en su voz.—¡¿Permitiste que pagara tus compras?! —estalla Ariel, dejando traslucir una profunda irritación. Camelia puede notar cómo la mera mención de ese hombre lo perturba—. ¿Por qué, Cami? ¿Cómo pudiste permitir algo así? ¿Sabes realmente quién es ese tipo?Aunque desconoce el conflicto entre ellos, la gravedad del asunto resulta evidente por la reacción de Ariel. Él resopla furioso y se levanta bruscamente, descargando su frustraci
Camelia percibe instantáneamente la transformación en su semblante. No logra descifrar con exactitud su significado, pero intuye que no augura nada positivo. Prosigue relatando el incidente del centro comercial, mientras observa cómo las manos de Ariel se tensan progresivamente hasta que sus nudillos adquieren una palidez fantasmal.—¿Me estás diciendo que Enrique Mason y Mailen coincidieron exactamente a la misma hora que tú en el centro comercial y ambos interactuaron contigo? —pregunta con voz grave y áspera, casi gutural.—Podría ser una casualidad, amor —sugiere ella, intentando disipar la densidad del momento.Pero Ariel, curtido por los años y las decepciones, sabe que las casualidades de ese calibre no existen. Está convencido de que esos dos están tras su novia, probablemente urdiendo algún plan en su contra. Ahora duda sobre la conveniencia de re
Ariel se giró para mirarla directamente a los ojos. La conocía lo suficiente como para detectar el matiz de celos en su voz, por lo que decidió responder con absoluta sinceridad.—Sí, Cami, la adoraba con toda mi alma. Estaba convencido de que era la mujer de mi vida. Creía que se merecía el mundo entero por su aparente lealtad —dijo sin titubear.—Si es como dices, que ignoró a ese acosador, supongo que ella también te amaba de verdad —opinó ella, intentando comprender el misterio tras su separación.—No, Cami, no era así. Ella jamás me amó como yo a ella, todo formaba parte de un elaborado plan —se apresuró a aclarar, con amargura en la voz.—¿Un plan? —preguntó Camelia, sintiendo que su corazón se encogía.—Sí, llevaba tiempo engañándome con Enrique Mason &m
En ese instante, Camelia mientras procesaba la información, no pudo evitar admirar la férrea lealtad de los hermanos de Ariel, un contraste brutal con su propia hermana, cuya única misión parecía ser destruir su felicidad. Se inclinó hacia adelante, pendiente de cada palabra que él pronunciaba.—Enrique Mason ha hecho de su misión personal seducir a cada mujer con la que me relaciono. Y ahora, me temo que has entrado en su radar —reveló con pesadumbre.—No tienes nada que temer, Ariel. Él no despierta en mí el más mínimo interés como hombre —afirmó ella con firmeza, sellando su declaración con un beso cargado de sinceridad—. Mi corazón solo late por ti. Ariel la envolvió en sus brazos, reconfortado por sus palabras. Aunque aseguró confiar plenamente en ella, expresó que su verdadera preocupación radicaba en las posibles manipulaciones y artimañas que pudieran tender.—Mi amor, tu inocencia en ciertas cuestiones de la vida, aunque adorable, puede ser un arma de doble filo. Los trauma
Ariel conmovido ante su promesa y sinceridad, confirmando que no se había equivocado al abrirle su corazón a Camelia, apretó sus manos emocionado.— Haré lo mismo, Cami, lucharé para superar todo esto. Para enfrentarlos a ambos, sin permitir que nos separen. No me importa nada más, no me alejaré jamás de ti. Llegaste a mi vida para al fin hacerme desear salir del infierno en que estaba sumido. Gracias Cami, infinitas gracias.Camelia inició un beso suave que Ariel transformó en uno apasionado y demandante, repleto de promesas silenciosas y del profundo amor que florecía cada día más en su corazón. Al separarse, permanecieron con las frentes unidas, conscientes de haber dado un paso crucial hacia la construcción de una relación verdadera. Ambos estaban heridos, cargando traumas del pasado por superar. Habían emprendido un camino que ser&ia
Ariel avanza entre risas hacia Camelia, quien niega con la cabeza divertida. Cuando él se acerca, ella retrocede sin poder contener la risa al ver cómo se relame los labios con deseo.—Necesito ir al baño —dice Camelia girándose—. No me vayas a romper las bragas, que no tengo más aquí, y con este pantalón se notaría si no llevo ropa interior.—No me importa, irás en mi coche, ven aquí, Cami... —insiste Ariel con voz seductora.—¡Ja, ja, ja! Para ya, necesito hacer pis —pero se deja atrapar nuevamente entre sus brazos—. Por cierto, cariño, quería pedirte que me ayudes con la loca de Eleonor en el trabajo, que no se me acerque. No es que le tenga miedo, pero no quiero enfrenta
Es el primer día en que Camelia se dirigió a la empresa después de que saliera a la luz su compromiso con el gran jefe. Había decidido vestirse como antaño, lo que a Ariel le causa mucha gracia. Por ello, él también se ha puesto un jean y una camisa arremangada para estar acorde con ella.Llegan juntos en su auto, que se detiene justo frente a la entrada principal, a la hora en que saben que entra la mayor cantidad de empleados. Ariel se baja y da la vuelta para abrirle la puerta a Camelia, que espera pacientemente. La toma de la mano y así, avanzan sonrientes, saludando a todos, que los miraban entre sorprendidos y horrorizados. Entran al ascensor y se abrazan felices.—¿Viste que no fue tan terrible? —pregunta Ariel a Camelia, que aún tiembla, pero se mantiene firme.—¿Tenías que detenerte en medio de la entrada? Podríamos haber ido hasta el estacionami