111. ENCONTRANDO SU VOZ

Encerrada en el baño, Camelia se aferraba a sus rodillas, temiendo que en cualquier momento su padre irrumpiría y la obligaría a marcharse con él. Hasta que percibió la llegada de Ariel; por el repentino silencio que se hizo, lo supo. Había entrado con la llave que le había confiado. Se incorporó de inmediato y pegó el oído a la puerta para escuchar.

—Buenas tardes —saludó Ariel con voz serena—, ¿qué los trae por nuestra humilde casa?

—¿Qué hace usted aquí? ¿Por qué tiene la llave del apartamento de mi hija? —lo interrogó el padre, visiblemente alterado.

—Vivo aquí, ¿por qué no habría de tenerla? Su hija es mi prometida y nos vamos a casar —respondió Ariel con firmeza, y esa seguridad la llenó de valor.

—¿A casar? ¿Con qué
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