Al fin entran en un increíble y arreglado comedor. No puede dejar de apreciar la opulencia del lugar, aunque le llama la atención la hermosura y sencillez en medio de tanta riqueza. Ariel termina de hacer las presentaciones con las esposas de sus hermanos. Camelia se asombra de ver que van vestidas muy sencillas, y la mesa no está llena de cubiertos como esperaba encontrar; en ella solo están los básicos, como en cualquier otra mesa familiar, algo que agradeció internamente. —Siéntate querida, Ariel, tráela y siéntala aquí a mi lado —le pide la mamá—. Disculpa lo de antes Cami, ¿te molesta que te trate así?—No, no señora —contesta asombrada del cambio de ambiente.—Sus amigos le dicen Lía, mamá. Yo soy el único que le digo Cami —habla Ariel mientras abre la silla para que ella se siente, para luego hacerlo a su lado.—¿Quieres que te digamos Lía? —pregunta el padre.—Como quiera, señor —contesta sumisamente Camelia.—Nada de señor, soy tu suegro, y no es como nosotros decidamos, es
Ariel no ha perdido ninguna de las interacciones de sus padres. Sabe que es su papá quien tiene las ansias de verlo casado debido a su cáncer, pues cree que morirá pronto. Pero ninguno de ellos conoce la situación en que se encuentra Camelia. Ya es suficiente con que aceptó venir con él, y sabe que no está convencida de que el noviazgo sea real.—Mamá, deja de presionar a Cami —interviene y, para no hacer sentir mal a sus padres, agrega—: Ya te avisaré cuando vayamos a hacer eso.—Pero hijo, a tu papá le gustaría hacer una, ¿verdad querido? —se gira hacia el señor Rhys en busca de apoyo.Pero es un señor muy sabio que sabe leer a las personas. No se le escapó la mirada de auxilio que le dedicó Camelia a su hijo, por ello con una sonrisa condescendiente contesta:—Solo si ellos lo quieren —y luego se dirige a Camelia—. Mi nuera, nadie te está obligando, pero me sería grato si aceptaras.—Papá, ¿en serio no la estás presionando? —pregunta Ariel con una sonrisa.—Ja, ja, ja, un poco sí
Camelia se despierta sola en la cama. Se levanta y busca a Ariel, pero no lo encuentra. Al llegar a la cocina, descubre una nota en el refrigerador:"Amor, tuve que ir a ayudar a Mano con algo urgente. No te desperté porque hoy no iremos al trabajo. Después del mediodía visitaremos un lugar especial. Vendré por ti, así que haz lo que necesites antes.Te amo. Ariel"Sonríe, nunca en su vida imaginó que se pudiera ser tan feliz. Se dirige al baño, decidida a contarle todo a Nadia. Una y otra vez admira su verdadero anillo de compromiso. No solo tiene su primer novio, sino también un prometido. Ariel no quiso renunciar a ese título, ni ella tampoco. Le encanta ser su prometida, y aunque todavía alberga una pequeña duda en su corazón, decide disfrutar cada momento mientras dure.Se viste con esmero; ahora que es la prometida de Ariel Rhys, piensa que, si bien no debe
Camelia relata irritada lo sucedido mientras sus amigos la escuchan con preocupación. Aprueban su decisión de rechazar los regalos de ese hombre, pero ahora están más inquietos por ella. Con su reciente cambio de imagen, toda su belleza natural ha salido a relucir, convirtiéndola en el centro de atención de depredadores como Enrique Mason.—¿Estás andando sola? —pregunta alarmada Nadia, mirando alrededor en busca de los guardias que el señor Ariel le dijo que le pondría para cuidar a su amiga—. ¿Y dónde dejaste a los guardaespaldas de Ariel?—Están allí, mira. Creen que no los veo, pero me han seguido —señala Camelia hacia dos guardias de seguridad asignados por Ariel.—¿Y por qué en lugar de fingir que andas sola no vas con ellos, Lía? —pregunta Nadia con evidente preocupación—. Todav&iacu
Nadia la mira moviendo la cabeza con preocupación. A pesar de lo sucedido en la boda, Camelia parecía estar convencida de que todo había terminado. La forma en que Ariel los había enfrentado aparentemente le hacía creer que no se atreverían a hacerle daño. "Qué ilusa es", pensó con tristeza. Pero ella era consciente de que no era así, por eso decidió abordar el tema desde otra perspectiva.—Lo necesitamos, Camelia. No olvides cómo es tu familia, especialmente tu hermana. ¡Dios sabe lo que podrían hacerte si vas sola! —dice con seriedad—. Además, no quiero perderme el espectáculo después de haberme perdido el de la boda —ríe—. Vamos a ir con toda la comitiva, para que a Marilyn se le retuerza el hígado.Camelia sonríe ante sus ocurrencias, pero en su interior sabe que tiene razón. Especialmente ahora
Camelia observa a su mejor amiga con profundo interés. Nadia, a pesar de tener su misma edad, conoce mejor la vida y a las personas. Por ello siempre ha valorado sus consejos, sobre todo porque sabe que provienen de un genuino deseo de protegerla.—Para que tu relación funcione y sea duradera, tienes que confiar en Ariel, sin importar lo que veas o te digan. No salgas huyendo como haces siempre; quédate y aclara las cosas con él —le explica con sincera preocupación, consciente de la tumultuosa relación que le espera a su amiga—. Porque, Lía, lo verás más de una vez en situaciones que podrían malinterpretarse. Hay mujeres como tu hermana Marilyn que son expertas en distorsionar la realidad. Cuando eso pase, respira hondo, acércate a él, abrázalo, bésalo, y verás cómo él te da tu lugar de prometida. Ariel es ese tipo de hombre; lo hizo sin serlo
Ahora Camelia lamentaba no haber aceptado que su amiga se quedara, o haber pedido a los guardias que permanecieran cerca. Tampoco sabía si llamarlos en ese momento, cuando sus padres aún no habían hecho nada reprochable, sería una buena decisión. Por lo que continuó respondiendo con toda la firmeza que pudo reunir.—Mi vida está perfectamente bien, como pueden ver. Tengo un excelente trabajo con un buen salario, un prometido que me adora y gozo de perfecta salud.—Camelia —comenzó a hablar la madre con voz melosa—, hija, no tienes que estar a la defensiva con nosotros. Queremos lo mejor para ti, ya sabemos que es mentira todo lo que dijo tu hermana.—¿Lo saben? —preguntó con un atisbo de esperanza en su voz.Camelia los miró con incredulidad. ¿Habrían venido realmente a disculparse? Aunque eso sería demasiado irreal, por lo que con
Encerrada en el baño, Camelia se aferraba a sus rodillas, temiendo que en cualquier momento su padre irrumpiría y la obligaría a marcharse con él. Hasta que percibió la llegada de Ariel; por el repentino silencio que se hizo, lo supo. Había entrado con la llave que le había confiado. Se incorporó de inmediato y pegó el oído a la puerta para escuchar.—Buenas tardes —saludó Ariel con voz serena—, ¿qué los trae por nuestra humilde casa?—¿Qué hace usted aquí? ¿Por qué tiene la llave del apartamento de mi hija? —lo interrogó el padre, visiblemente alterado.—Vivo aquí, ¿por qué no habría de tenerla? Su hija es mi prometida y nos vamos a casar —respondió Ariel con firmeza, y esa seguridad la llenó de valor.—¿A casar? ¿Con qué