El teléfono de Carlo suena. Al ver de quién se trata, contrae su mandíbula y aprieta sus puños.—¡Habla! — exclama saliendo de la habitación. —Lamento profundamente la muerte de Patricio y de tu hija. Sé que los eventos me juzgan como el villano, pero traté de mantener a salvo al muchacho, por eso evité al máximo que saliera del castillo—. La noticia sobre el accidente aéreo en el que viajaba el heredero de la familia Reimann y su esposa se filtró. Carlo pudo detener la publicación de su hallazgo. Aún mantienen un grupo de búsqueda en el lugar, buscando los restos del avión y supuestamente sobrevivientes. No ha podido hablar con su hija y su yerno para saber qué fue lo que pasó, por ese motivo aceptó que fuesen trasladados a Inglaterra en vez de a Alemania. Cuenta con un equipo de informática, el cual está trabajando junto con los primos de Lukas, recopilando información para dar con el responsable. El rastreo del dron que utilizaron y las imágenes de lo que sucedió en el avión las
—¿Crees que las acciones de las que hablas tuvieron que ver en la muerte de mis padres? —era una pregunta que Carlo esperaba, ya que no fue un accidente sino un atentado.—¿Si fuese así, cambiaría lo que sientes por mi hija? —Carlo escudriña con su mirada penetrante en espera de una respuesta. Montse estaba a punto de entrar, pero al escuchar la pregunta de su padre, se detiene. ¿Acaso él tuvo que ver en algo? El solo pensamiento la hace palidecer, pero aún más temible es el silencio de Patricio, que la llena de pánico. Decidió dar media vuelta y alejarse del lugar mientras sus ojos se cristalizan y su mente la llena de posibles escenarios desastrosos. —Jamás… Mis padres ya están muertos y eso no cambiará… Mon es la mujer que he amado toda mi vida y será la futura madre de mi pequeño. —Me alegra escuchar tu respuesta; mi hija no merece menos… —El hombre mayor se levanta de la silla, toma la botella de whisky y llena los vasos para continuar con la charla—. Respecto a tu pregunta, n
—Ayuda —grita Sarah desde el baño, sintiendo cómo un fuerte cólico la hace doblar. Siente cómo su intimidad se humedece y una fuga incontrolable de líquido que se desliza por sus piernas. Otro espasmo la hace gritar y gimotear—. ¡Ay, los bebés! —Solloza, alertando a Lukas. El padre de los bebés, al escucharla, se coloca muy nervioso. Como capitán aeronáutico, ha ayudado en unos cuantos nacimientos, pero esto es diferente, es la mujer que ama y sus hijos. Corre apresuradamente, sintiendo su corazón latir a mil. Al llegar, ve a Sarah aferrada del lavamanos para poder sostenerse de pie. En su rostro hay una expresión de dolor y angustia, además está lleno de lágrimas y sudor. —Mi vida, tranquilízate, voy a preparar la tina y llamar a la tía Hannah mientras llega la doctora. Recuerda la respiración, vamos, hagámoslo juntos, inhala y exhala —toma aire y exhalando pausadamente para que ella lo imite. —Amor, siento que mis caderas se van a partir, creo que no voy a poder —pronuncia Sara
¡Amalia! —exclama Gaby molesta, allá no había nada, pero ella sí las tuvo buscando como bobas por toda la casa. —No grites que vas a despertar a mis bisnietas —pronuncia Amalia, callando a Gabriela, quien al ver a las pequeñas pasa su enojo. —Déjame cargarla —se acerca y toma a la pequeña Sandra en sus brazos. Como todos los bebes, aún no tiene un rasgo definido, pero sí un parecido a la familia Scott—. ¡Qué hermosas bebés! —suspira Gaby, ya que Sarah es como su hija, la niña que acogió en su hogar. Así que esas nenas son sus nietas, de ahí los celos abueliticos de Amalia. Eylin la madre de Lukas, toma a la pequeña Stefany en sus brazos y la acaricia con ternura. Observa su cabello rubio, sus ojos azules como dos zafiros y su rostro delgado y fino. Siente una bella conexión, la bebé es la mezcla perfecta de sus padres. Su corazón se emociona, al pronunciar su nombre, ¡Stefany! Es el femenino del nombre de su papá. ¡Cuánto le hubiera gustado que ellos conocieran a su primera bisni
Al día siguiente van al banco, donde solo le permiten el ingreso a la zona privada a Patricio. Al abrir el casillero, examina los documentos, pero las fotos que encuentra confirman lo que decía el crucigrama del libro, en especial aquello que aún no sabe cómo revelar. Belisario Reimann estuvo detrás del secuestro de Carlo y de su esposa hace años, incluso el malnacido fue quien llevó a Suzana al suicidio. Allí se encuentra en el diario de Arnold las atrocidades que el maldito le hizo a la pobre mujer, por esa razón las terapias y los psiquiatras no sirvieron. No fue delincuencia común. Carlo Walton era la piedra en el zapato del tío de Patricio, era la persona encargada de manejar las finanzas de los Reimann. Asesinarlo hubiese sido una tarea sencilla, pero eso le quitaría el placer a Belisario de verlo sufrir y pedir clemencia. Sin duda, es un psicópata que se deleita con el sufrimiento reflejado en los ojos de sus víctimas. Se infiltró en la casa de Susan, haciéndose pasar
—¡Prepárasen, iremos de cacería! —grita Carlo al recibir el mensaje de su equipo de sistemas con la ubicación de Belisario Reimann—. Hoy me cobraré una a una las humillaciones, el dolor y las lágrimas de mi esposa. Deberías quedarte —añade, mirando a su yerno, con remordimiento por los golpes que le propinó. Ese joven es muy noble, asume culpas de otros que ni siquiera conoce y no se atrevió a levantarle mano. —No me quedaré alejado, ese miserable asesinó a mi familia. Merezco estar presente —pronuncia Patricio con firmeza. Limpiándose la sangre de la nariz rota tras los golpes de su suegro. Luego se alista rápidamente junto a los hombres de Carlo, vistiéndose de negro con prendas de combate y llevando varias armas. En su mente solo hay una idea: matar al desgraciado que acabó con la vida de sus padres. —Tiene razón, así que no se preocupen, cuidaré su trasero —manifiesta el Uruguayo mientras le susurra—. Me la debes y pronto te la cobraré —haciendo que el Alemán sonría de medio la
Belisario se encuentra a centímetros de Patricio, cree que lo tiene en su poder, pero Patricio sonríe de manera socarrona, era la señal que estaba esperando el Uruguayo. El Alemán toma el arma que tiene en su tobillo y le dispara en las piernas a uno de sus cómplices mientras le da un fuerte cabezazo al psicópata de su tío, quien ha sido sorprendido por la acción tan rápida. El Pequeño Juan, con movimientos fuertes y ligeros, se quita de encima a los hombres que le estaban apuntando. —Ya estaba a punto de decepcionarme de ti —manifiesta Peter, señalándolo con un dedo—. Me imaginaba lanzándote al río rojo para ver si las pirañas me hacían el favor de darte una lección, dice en tono burlesco. Patricio ríe con una sonrisa socarrona y da un paso adelante, desafiando al Francés con la mirada. Es algo que le ayuda a ocultar el dolor que lleva dentro. —Y dejar de imaginar tu cara de angustia pensando que me perderías —responde Patricio sonriéndole—. Sé que me amas, aunque lo quieras n
—¡ja, ja, ja! Sabes, sobrino, me enamoré de tu madre la primera vez que la vi, junto al perro de tu padre. Ella era una mujer de luz, bella y con una sonrisa única. Pero se fijó en el hombre equivocado… Le ofrecí colocar el mundo a sus pies y la muy idiota me despreció argumentando que amaba a mi hermano… Su rechazo hizo que creciera en mí una gran obsesión —calla, buscando las palabras precisas para lastimarlo más—. Rebeca era una zorra que se vendió al mejor postor, una mujer ambiciosa que solo buscaba la fortuna y el status… Carlo niega con su cabeza, su amiga jamás se fijaría en alguien como él. Era la mujer más desinteresada que conocía. —Eres un maldito mentiroso, eso no es verdad, ¡profanas el nombre de una santa! —Grita Carlo, no permitirá que mancille el honor de su hermana del alma. —¡No me digas que también caites en sus encantos! —Ríe maliciosamente Belisario, sintiendo cómo los rostros de Patricio y Carlo se descomponen. —Mi madre era una dama, así que lo que salga d