Conrado frunció el ceño, molesto por las palabras amenazantes de la mujer. Miró a Salomé, quien quedó perpleja y preocupada ante las palabras de la madre de Joaquín. No podía creer que después de todo lo sucedido, esa mujer todavía no había aprendido la lección y que se atreviera a reclamar a la niñ
Esperó una vez más y como aún se mantenía callada insistió. —Amor, por favor dime algo, Salomé —llamó. —Mmmm —escuchó decir, y un leve ronquido salió de sus labios. Allí se dio cuenta de que no había escuchado. —¡Diablos! Por fin me armo de valor y resulta que ni me escuchaste —se pasó la mano p
Cuando Conrado vio a través de la puerta sintió un sudor frío recorrerlo de pies a cabeza, vio a Joaquín justo cuando le daba con el pie a un banco debajo de sus pies y colgaba de la columna, corrió dejando a Fabiana en el sofá. La niña lloraba desesperadamente, recogió el banco y lo colocó debajo
—Entonces es un hecho —le dijo Conrado dándole la mano— ¿Me puedo ir? ¿Puedo confiar en que no volverás a intentarlo?Joaquín vio a Fabiana que se mantenía dormida, plácidamente y confiada, recostada en su pecho, y supo que por muchas ganas que tuviera de acabar con todo, no podía hacerle eso, ya su
Ninibeth se agachó con la intención de recoger el sobre y ocultarlo, pero cuando lo hizo Conrado fue más rápido y le puso el pie impidiéndole tomarlo. —¡Déjalo allí! No se te ocurra recogerlo —expresó y la mujer se levantó, retrocediendo sin poder ocultar la palidez de su rostro por los nervios.
Cuando Salomé se despertó vio la bandeja a su lado.—Sabes que puedo acostumbrarme a esto, y si no tengo movimiento con este embarazo me voy a poner como una cerdita —protestó ella.—Tú me gustas de cualquier manera y cerdita te verás sexy —le dijo con un beso profundo—, también quería avisarte que
Conrado salió de su oficina directo a la casa, no quería dejar mucho tiempo a Salomé y a las niñas sin su presencia, menos ahora que sus sospechas se hacían más sólidas al darse cuenta de que Imelda no era la madre de Laura y después de lo averiguado, la creía capaz de todo. Llegó a la casa, y com
—¿Por qué no lo estaría? ¿Acaso tú tienes unas razones por las que no puede darse? ¿O tienes intenciones de impedirlo? —señaló frontalmente sin dejar de verlo.—No, claro que no, ¡Te felicito! —exclamó con una sonrisa —aparentando estar feliz con la idea, pero la verdad es que estaba muy molesto, po