Cuando Salomé se despertó vio la bandeja a su lado.—Sabes que puedo acostumbrarme a esto, y si no tengo movimiento con este embarazo me voy a poner como una cerdita —protestó ella.—Tú me gustas de cualquier manera y cerdita te verás sexy —le dijo con un beso profundo—, también quería avisarte que
Conrado salió de su oficina directo a la casa, no quería dejar mucho tiempo a Salomé y a las niñas sin su presencia, menos ahora que sus sospechas se hacían más sólidas al darse cuenta de que Imelda no era la madre de Laura y después de lo averiguado, la creía capaz de todo. Llegó a la casa, y com
—¿Por qué no lo estaría? ¿Acaso tú tienes unas razones por las que no puede darse? ¿O tienes intenciones de impedirlo? —señaló frontalmente sin dejar de verlo.—No, claro que no, ¡Te felicito! —exclamó con una sonrisa —aparentando estar feliz con la idea, pero la verdad es que estaba muy molesto, po
Cristal se quedó en silencio por unos segundos, sin saber qué decir. Las palabras de Joaquín le dolieron más de lo que habría podido imaginar. Después de escucharlo hablar, se dio cuenta de que no tendría una oportunidad con él, porque el amor que sentía por Salomé era inmenso, por eso lo mejor era
—¿Y cómo sabes lo que estoy pensando? ¿Acaso tienes alguna habilidad para leer el pensamiento?Salomé estaba furiosa, podía sentir la ira hervir en su interior, sus ojos verdes parecían estar cargados de fuego. Pese a ellos, a los segundos le lanzó una mirada fría al par de hombres, no le gustaba qu
Conrado sabía que estaba en problemas. Salomé era una mujer decidida y no iba a dejar que él o Joaquín la manipularan. Tenía que pensar rápido para poder ganarse su corazón y demostrarle que ella era la única mujer en su vida.Decidió que tenía que hacer algo grande, algo que la impresionara de verd
—Bueno, ¿quién quiere contar una historia divertida mientras comemos? Las niñas inmediatamente posaron su mirada en Cristal. —Titi un uento —le pidió Grecia y Fabiana secundó con un aplauso emocionada. —¡shiii! Yo tamben quelo un uento tía. Cristal vio a sus sobrinas tan ilusionadas pidiéndole u
Después de unos minutos, Salomé se apartó de Conrado con un suspiro. —¡Sabes que eres un tonto! No tienes nada que temer, porque mi corazón es solo tuyo, solo estaba bromeando —le aseguró con una sonrisa tranquilizadora. Conrado la miró con intensidad antes de asentir, todavía un poco preocupado p