...
Advertida por las vividas circunstancias, May se aseguró de revisar su correo electrónico el sábado por la mañana antes de emprender el viaje a casa de sus padres.
Al hacerlo, se encontró con dos correos nuevos. Uno era un correo enviado a todos los estudiantes de la universidad para recordarles que se daba inicio al periodo de postulación a las becas estatales y el otro era un correo de su queridísimo profesor de derecho común.
Lo revisó con cierto resquemor, pero se sorprendió de encontrar una buena noticia. Él le enviaba el trabajo revisado y, aunque con una excesiva corrección de forma, lo calificaba con un aceptable siete, en una escala que iba del uno al diez.
... El destartalado coche de los padres de May dobló a la derecha en una intersección y desembocó en un camino no urbanizado que conducía a la vieja casa que la había visto crecer. Estaba emplazada en un conjunto de casas igual de viejas, separadas una de la otra por amplios terrenos, donde había desde cultivos de frutas o verduras, arboles de más de veinte metros, hasta vacas, caballos, gallinas y cerdos que pasaban de uno a otro sitio, haciendo caso omiso a las cercas rotas y los hitos de cemento. May aprovechó la ocasión para asomar medio cuerpo por la ventana y respirar el aire perfumado con el aroma de los campos de trigo, los arboles sacudiéndose ante las corrientes de aire y la tierra fértil recién regada. Se había enamorado de la ciudad, eso era cierto, pero el campo siempre tendría ese encanto que la obligarí
...William despertó otra vez a causa de su teléfono, pero esta vez no se trataba de un mensaje ni de una llamada. Era la alarma avisándole que debía levantarse porque esa mañana, como todo domingo, jugaría al golf con su padre y Franz, su hermano mayor.Siguiendo la misma rutina de todos los días, se acomodó las zapatillas de levantar, fue al baño y se dio una ducha de quince minutos por reloj. Solo cuando estuvo perfecta y milimetricamente afeitado y su cabello castaño claro se encontraba impolutamente peinado sobre su cabeza, salió del baño para dirigirse al armario, donde le esperaba un orden que rayaba casi en lo obsesivo. Las camisas estaban todas colgadas a un lado, las corbatas guardadas en una sola línea que iba de más elegante a más casual, los pantalones alineados por tela, los sweater y jersey guardados en cajones en función
...William no tenía ninguna reunión agendada en la próxima hora. De hecho, la actividad más cercana que tenía era una clase de derecho empresarial a las once. Si le había dicho a su molesta estudiante que debía irse había sido solo porque no deseaba seguir allí, contemplando la expresión desolada en su rostro pecoso y el brillo dolido en sus ojos verdes.En realidad, ella no tenía la culpa de ser tan impulsiva y espontánea. Era parte de su personalidad y la personalidad no era algo por lo que uno tuviera que andar pidiendo disculpas, ni nada por el estilo.Entonces, ¿por qué había sido tan duro con ella? No lo sabía a ciencia cierta. Había experimentado cierta rabia al verla allí plantada en sus pies, tan altiva y desafiante, como si él tuviera la obligación de seguirle el juego, pero no hab&iac
...Finalizó la clase recomendando la lectura de un texto que él mismo se encargaría de subir durante el día. Luego, recogió sus cosas y revisó su reloj de pulsera, solo para constatar que contaba con tiempo de sobra hasta su próxima reunión, a las once.De camino a su oficina, recordó que su máquina de cafés continuaba presentando problemas, así que se devolvió y tomó el trayecto hacia la cafetería. Le apetecía un buen café, no uno aguado y con sabor a metal.No obstante, tan pronto abrió la puerta de la cafetería, se arrepintió de su decisión. El café aguado habría sido la mejor alternativa porque allí dentro, charlando con un chico con pinta de surfista, se encontraba su molesta estudiante. Por suerte, ella no reparó en él, de modo que logró lle
...William Horvatt apareció veinte largos minutos después. Sin mirarla, le hizo una seña para que lo siguiera por el largo pasillo hasta su oficina. Una vez dentro, él cerró la puerta con un sonoro portazo.May se agazapo contra la pared, incapaz de dar un solo paso más dentro de esa oficina. Estaba asustada, pero también expectante de lo que ocurriría.— La situación se ha hecho insostenible, señorita Lehner — habló él — Por el bien de ambos, usted debe abandonar el curso.— ¿Qué? — May lo miró desconcertada. Él no se lo estaba sugiriendo ni mucho menos parecía dispuest
...En el ascensor, May recibió un mensaje de Wade."¿Cómo te fue?"No había una palabra exacta para describir cómo le había ido con William Horvatt ni tenía ganas de pensar en algo que se le acercara. En realidad, deseaba olvidar el hecho de que se había convertido en un estorbo del que era imperativo deshacerse.Así que, cliqueó una completa mentira y esperó que él no insistiera."Mejor de lo que esperaba"Wade no insistió, pero hizo algo mucho peor. Le recordó la cita de la tarde. May solo deseaba l
...Su amigo, Lesta, era un ferviente convencido de que la vida en el campo no requería ninguna de las comodidades que los de la ciudad inventaban para hacerse la vida más simple y así pasar más tiempo viéndose el ombligo. De hecho, cuando May le ofreció un teléfono celular, este se negó terminantemente a aceptarlo. Solo después de varios intentos, y tras convencerlo de que solo debía utilizarlo en caso de emergencia, Lesta aceptó, pero no dejó un solo minuto de mirar el aparato con genuina desconfianza. Su amigo era bastante paranoico y entre sus grandes temores se encontraba precisamente la tecnología. Él creía, no, más bien estaba seguro, de que los teléfonos celulares eran dispositivos de espionaje inventados por los extraterrestres.
...May dibujaba garabatos en la hoja, sin prestar atención a la clase. Como todo viernes, sus neuronas habían decidido tomarse el fin de semana de forma anticipada. Solo cuando el maestro habló de un posible control la próxima semana, ella se irguió en su asiento y transcribió a la velocidad de la luz todo lo que estaba en el pizarrón. Soltó el lápiz, triunfante, justo en el instante en que el profesor comenzaba a borrar el contenido y a despedir a la clase.El reloj marcaba las 12.30 y había dejado de llover. En esas fechas, el tiempo parecía un niño caprichoso. A veces el sol resplandecía en lo alto del cielo, y otras veces, como ese día, el cielo amanecía cubierto por nubes grises y en el aire caliente se presagi