CATORCE

...

May dibujaba garabatos en la hoja, sin prestar atención a la clase. Como todo viernes, sus neuronas habían decidido tomarse el fin de semana de forma anticipada. Solo cuando el maestro habló de un posible control la próxima semana, ella se irguió en su asiento y transcribió a la velocidad de la luz todo lo que estaba en el pizarrón. Soltó el lápiz, triunfante, justo en el instante en que el profesor comenzaba a borrar el contenido y a despedir a la clase.

El reloj marcaba las 12.30 y había dejado de llover. En esas fechas, el tiempo parecía un niño caprichoso. A veces el sol resplandecía en lo alto del cielo, y otras veces, como ese día, el cielo amanecía cubierto por nubes grises y en el aire caliente se presagi

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