EL CONTRATO QUE NOS UNE
EL CONTRATO QUE NOS UNE
Por: Miranda A.
OBSESIÓN Prefacio

Él

Miro de nuevo a las personas que están frente a mi ya medio inconscientes, este es su problema no el mío, ellos fueron a quienes les pareció buena idea meterse conmigo. Tomo un gran suspiro y es que apenas puedo creer que se hayan atrevido a comenzar a robarnos, desestabilizar nuestras entregas y sobre todo suponer que yo no me iba percatar de ello.

—Ustedes que de verdad no piensan, ¿es que no entienden que cuando deciden trabajar para mí no hay otra opción más que obedecerme?, ¿es tan difícil de entender? —pregunto mientras tomo de nuevo mi arma que descansa en la mesa frente a mi—. Cuando ustedes decidieron que esto sería una buena idea… perdieron su vida.

—Por… por favor señor —dice uno de los más jóvenes —. Yo solo obedecí a…

—A la gente equivocada —completo y apunto mi arma en su frente—. Tu atentaste contra tu propio futuro.

Disparo el arma haciendo que el resto de los presentes se estremezcan y de manera inconsciente sonrío, es una sensación que me llena la mente y estremece mi cuerpo pero de lo bien que se siente. Bien pudiera bien ser tomado como un asesino, y es que me encanta la sensación de tener el poder de su vida, de decidir… si es que él puede continuar o no, ¿eso me hace un monstruo?

—David —llama Alonzo pero no me giro a verlo, sé lo que va a pedirme, que me aleje y deje este trabajo sucio a los matones que también nos acompañan en el espectáculo, pero no perderé la oportunidad de volver a sentir esa adrenalina en mis venas, hace varios días que no puedo con esta inquietud y no voy a detenerme solo porque a alguien le ha parecido demasiado.

Soy la cabeza de uno de las asociaciones más importantes de Italia, asociaciones clandestinas en donde se maneja una variedad impresionante de fármacos, yo soy quien abastece a los hospitales privados más importantes del país y uno que otro fuera del radar. Hemos llegado a tener tanta presencia que la industria farmacéutica se contacta conmigo para poder ingresar al país y bien puedo decir que no. Es sin duda uno de los sectores más redituables.

Tomo una gran bocanada de aire de nuevo y miro a mi siguiente víctima que bien parece estar sumamente tranquilo.

—¿Tienes miedo? —pregunto y el hombre que parece tener mi edad me mira fijamente.

—Si te temiera no hubiese aceptado hacer lo que hice —su respuesta hace que mi mal humor por poco termine apoderándose de mí y eso no es recomendable, no es buena idea hacerme perder la cabeza y a él parece no importarle en lo más mínimo.

—Además de traidor eres un idiota, no me sorprende —apunto mi arma en su cabeza de nuevo, siento como es que mi corazón bombea de manera acelerada y yo solo quiero desaparecerlo.

Escucho como es que mis hermanos susurran detrás de mí, ellos no están de acuerdo en que me encargue yo mismo de esto, por mi imagen o por mi bienestar o malestar emocional… ya estoy tocado, eso no hay dudas, deberían de inmiscuirse en sus propios asuntos, puedo asegurar que no tengo más remedio y eso al final no es asunto suyo.

Jalo el gatillo y la vida de ese idiota termina. Me giro hacia donde están mis hermanos y ambos me miran expectantes.

—Espero que no vuelva a suceder —y camino en dirección a mi auto, espero que algún día puedan entender que hacer y como hacerlo de la mejor manera, espero que un día entiendan que tienen que ser responsables y ver por el bienestar del negocio no solo por sus bolsillos. Mis hermanos tienen grandes defectos y uno de los más grande es que no saben leer a la gente—. Terminen con el resto.

Mi auto está esperando justo en la entrada, enfundo mi arma en el pantalón y me adentro; casi de inmediato tomo el móvil y continúo dando indicaciones para así poder cerrar todas las fuentes de los posibles traidores. Esto no puede volver a sucederme, no puedo ni debo de confiar tanto en la gente, mucho menos en la gente que opera mis entregas, muy probablemente les han ofrecido una cantidad de dinero más alta de la que yo les estoy dando, tendré que mejorar eso, la verdad es que el humano es muy predecible y nos movemos por la ambición y el deseo.

Mi móvil suena sacándome de mis propios pensamientos y la pantalla me anuncia que es Enzo.

—Diga —contesto

—Han acabado con ellos —dice refiriéndose a las 8 personas que estaban en la bodega, yo terminé con dos, el resto ya no formó parte de mi tarea.

—Bien, quiero acabar con las posibles fuentes de abastecimiento, ya he girado indicaciones.

—Está bien pero… —carraspea—. ¿Esto no va a afectarnos en el abastecimiento esta semana?, tendremos que ir a supervisar camión tras camión y…

—Enzo, para eso tenemos gente de confianza, o eso es lo que me dijiste hace tres meses, nombramos a gente para que estuviera cargo y esa gente no estaba haciendo bien su trabajo, ¿te parece lógico que tengamos que ir nosotros a ver que ese camión ya con un rastreador llegue a su destino?, simplemente será una locura, no podemos mantenernos así —digo furioso—. Necesito que visites a tu gente y que esto se vuelva algo redituable si no quieres perder tu trabajo ¿entendido?

—Si… —la llamada se termina. A veces pienso que mis hermanos no han llegado más lejos porque siguen confiando, siguen creyendo en la gente y la verdad es que eso no te llevará a nada. Muy probablemente por eso piensan que estoy perdido, que no tengo un rumbo, que solo pienso en dinero y en… volar cabezas, la verdad es que no he tenido las razones suficientes para cambiar de parecer, o tengo una esposa como Enzo y Alonzo, no tengo hijos y dudo mucho que quiera tenerlos, ¿para qué?, para que tengan un padre chiflado, para ser blanco de amenazas. No merezco eso, dudo que yo tenga derecho a… lo que llaman amor.

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