Lucía
El hombre pincha el botón del elevador y este se abre, me indica que pase y vuelve a pinchar el botón de lo que parece ser el último piso. Cierro los ojos y puedo oler la costosa loción que usa el hombre calvo. Al abrir los ojos lo miro atento en el móvil, parece una persona normal… una persona normal que se dedica al tráfico de mujeres y que las conduce hasta el lugar donde les indican los compradores.
Mis plegarias van hacia no sé donde, no sé si quiero morir rápido o bien que alguien no tan mala persona me haya comprado. Pero al instante entiendo lo estupido de mi pensar.
Como cada día recuerdo a mi mamá, espero que el plan haya funcionado. Espero que mi hermana haya cumplido su palabra. Espero haya podido convencerla de que he desaparecido. Muerdo mis labios, tienes que ser fuerte… pero aún puedo sentir sus brazos abrazándome.
La puerta del elevador se abre y el calvo indica que camine. Al alzar la mirada me encuentro con un par de camionetas negras polarizadas. Camina hasta la más cercana y abre la puerta. Me adentro de inmediato y luego lo veo caminar hasta el asiento del piloto.
En segundos el auto está andando. Salimos del oscuro estacionamiento y el hombre conduce de manera rápida, no es quien me ha traído aquí, en realidad él me tranquilizaba, pero supongo que ya no soy su problema.
En un par de minutos llegamos a lo que parece una pista de aterrizaje, hay un pequeño avión en el centro, me remuevo en el asiento debido al nerviosismo, nunca he viajado en un avión, espero que todo vaya bien.
El hombre se detiene a un par de metros y baja, luego abre la puerta y me pide que baje y lo siga.
—¿Listos para despegar? —dice un hombre mayor, yo me aferro a la delgada bata de seda que me cubre.
—Listos, te dejo aquí a 244, la recibirán allá —el hombre asiente y me indica que suba un par de escaleras hasta adentrarme al avión.
—¿Ha viajado antes señorita? —yo niego mirando los asientos desocupados—. Bueno, todo irá bien, ahora siéntese y coloque su cinturón.
Hago lo que me dice y lo veo adentrarse a lo que creo yo es la cabina. Estoy sola en la parte trasera, el avión está en muy buenas condiciones, de hecho parece nuevo. Es cuando escucho como es que se enciende y es cuestión de algunos minutos para que anuncie que va a comenzar el despegue.
Jamás creí que ésta sería mi primera vez en en un avión, jamás pensé que sería después de venderme.
Tomo una gran bocanada de aire y es cuando siento una extraña presión y el cambio de velocidad del avión, es muy fuerte y veo como en la ventana vamos despegando. Cierro los ojos y me es imposible no romper en llanto. Escucho las indicaciones del piloto muy apenas ya que mis oídos se han taponado. Después de un rato se normalizan y yo solo me pregunto hacia donde es que me dirijo.
El tiempo pasa, la verdad es que no tengo ni idea de cuanto, solo veo las nubes y he comenzado a amar esta sensación, el volar, mi cuerpo se tranquiliza por primera vez en muchos días, quisiera poder seguir sintiéndome así de segura.
La relajación fue tal que no sé en que momento me he quedado dormida, pero siento que he descansado como nunca amarrada en este sitio. Me despierta la necesidad de ir al baño así que me apresuro ir hacia el cartel que indica el baño. Es bastante amplio a pesar de estar en un avión, el sonido del motor me aturde pues es muy constante y es cuestión de un par de segundos para terminar de vaciar mi vejiga, cuando escucho como es que el piloto dice algo que no logro entender. Me apresuro a salir y volver a mi asiento para después colocar el cinturón y es cuando todo comienza a tambalearse.
Mis ojos se abren como platos, no es que vayamos a caer… espero. Trago saliva y miro por la ventana, apenas me he percatado que ya se ha oscurecido, creo que llevo bastantes horas en el cielo
—Estamos por iniciar descenso —notifica el piloto, y en efecto comienzo a sentir cómo es que el avión baja de manera repentina, mis oídos vuelven a quedar silenciados y no quiero mirar demasiado hacia la ventana o terminaré por marearme.
Es cuestión de minutos para que lleguemos a tierra, evito ponerme de pie hasta que los hombres que piloteaban la nave salen de la cabina.
—¿Qué tal el viaje, señorita? —preguntan y yo asiento
—Bien —digo en un susurro y uno de ellos indica la salida. Camino por las pequeñas escaleras cuando veo un par de camionetas negras estacionadas frente a mí. Sin perder la oportunidad me giro hacia los amables pilotos y me animo a preguntar.
—¿En dónde estamos? —él alza la ceja al escucharme.
—Italia —asiento y trato de parecer tranquila.
—Pero, ¿en qué parte? —vuelve a mirarme algo extrañado
—Milán —mis ojos se abren como platos y me limito a agradecer y caminar hacia un hombre bastante alto y de cabello rubio.
—Buenas noches —dice con un extraño acento y yo le respondo el saludo—. Acompáñeme por favor.
Y subo al auto para iniciar este nuevo camino. Apenas puedo creer que esté en… Milán, solo lo había visto en revistas y páginas de internet.
La camioneta sigue caminando y mientras, esta noche me sigue ofreciendo paisajes hermosos de esa bonita ciudad, de su gente, de personas que ni siquiera deben de imaginarse que es lo que sucede en este auto.
Después de un par de minutos el lugar ha cambiado y ahora parece un sector mucho más lujoso, las luces me dejan ciega. Tengo las manos bien aferradas al asiento y mi corazón saltando como loco. ¿A qué me voy a enfrentar?
Da una vuelta más y se detiene frente a un enorme edificio, alto y lujoso. Hay un hombre con traje en la entrada y se acerca de inmediato al auto donde estoy. El hombre rubio baja y camina hasta él. Los observo detenidamente, hablan tranquilos, como si esto no se tratara de la entrega de una chica.
El hombre de traje asiente e indica la entrada del auto, presiona su oído con el dedo y habla con un micrófono que lleva incrustado en el lujoso traje.
El chofer vuelve y pone en marcha la camioneta. Se adentra al amplio estacionamiento y sube, uno, dos, tres, cuatro pisos antes de llegar a un estacionamiento con otro guardia de seguridad que deja pasar el auto sin problemas.
—Parece que te ira bien —dice entre dientes. Mis ojos se abren como platos y trago saliva, ¿sarcasmo?, por supuesto tonta. Baja del auto y camina hacia la puerta trasera—. Abajo chica.
Muerdo mi labio y asiento, salto de la camioneta y es cuando noto que mis piernas tiemblan de manera incontrolable, creo que esto ha sido demasiado para mí. Trato de enderezarme y parecer preparada para esto. Fue bajo tu propio riesgo Lucia, vamos.
Comienzo a caminar junto con el hombre hasta llegar a lo que parece otro elevador, un hombre rubio con nariz aguileña nos saluda, o eso es lo que creo que ha dicho, ya que no entiendo el idioma.
—Bien, hasta aquí llegué chica, espero te diviertas —dice de forma seria y por un instante quería correr junto a él pero detuve mis piernas en ese mismo instante.
El hombre de nariz aguileña indica con la mano la entrada y habla pero no entiendo lo que dice así que me limito a asentir y camino por donde me indica.
Al estar dentro del elevador aferro el batón de seda a mi cuerpo y me repito que estoy preparada para esto. Sabía a lo que venía. Las puertas se abren dejando ver un recibidor bastante bonito y muy elegante, las paredes son de colores tierra y con una decoración sencilla pero lujosa.
El hombre vuelve a invitarme a pasar ¿es él quien me ha comprado?, no puedo dejar de mirarlo con los ojos bien abiertos hasta que me indica que vuelva a caminar y me quedo estática una vez dentro, ya que la casa es… preciosa y enorme, nunca había visto un sitio así… bueno tal vez en alguna película. El hombre vuelve a decir algo pero yo niego con la cabeza y me encojo avergonzada.
—Lo siento, no te entiendo —digo y él frunce el ceño. Toca su oreja para hablar por el micrófono mientras yo miro a mi alrededor. Hay una enorme sala con candelabros cayendo del alto techo y elegantes muebles color negro… esto debe ser un…
—Gracias Antonio —escucho una voz masculina y me giro en el instante—. Bienvenida…
LucíaMis ojos apenas pueden creer lo que están viendo. De unos 35 años, o mayor, cejas y barba poblada, entradas bastante notorias, pero con el cabello perfectamente peinado hacia atrás, sus ojos azules me dejan sin palabras. Mis ojos vagan por su nariz afilada y un poco inclinada hacia un lado, y por último una fina línea por labios. Difícilmente se puede ser más masculino. Su imponente altura y cuerpo ejercitado cubierto por esa camisola azul y pantalón de vestir es… Miro como se acerca hasta donde estoy y mi corazón se pone como loco. ¿De verdad este hombre me compró?, puede tener a quien sea a sus pies… —Eres realmente bella —su acento es… excitante y su voz ronca solo hace que sea más difícil calmarme. Está frente a mí, sus ojos tan… directos me hacen olvidar respirar—. Bella. Alza su mano hasta mi rostro y al sentir lo áspero de su tacto mi piel se eriza al instante.Pasa sus dedos desde mi lóbulo hasta mi barbilla y luego a los labios, mi cabeza da vueltas y me avergüenza
LucíaCuando por fin he terminado de arreglarme me veo en el amplio espejo que descansa en la pared. El vestido se ve bastante bien, ajustado hasta las pantorrillas y de tirantes. Mierda para conocer a los padres no es nada discreto. Llevo unas cómodas zapatillas de pulsera del mismo color del vestido y he seleccionado un bolso de mano. Aliso de nuevo la tela y voy directo a la puerta. La abro lentamente hasta que puedo salir. Tal vez no está bien irme de este lugar sin permiso. —David —llamo pero no hay respuesta —. David, he terminado. Pero no hay nadie en la habitación. Voy directo hasta la puerta de dos hojas y la abro para volver a llamar, pero nadie responde. Camino hasta las escaleras y comienzo a bajarlas, los candelabros me dejan casi ciega, son hermosos. Llego a la planta baja pero no escucho nada. —David —digo con timidez y es cuando una puerta de madera se abre de golpe dejando ver un atractivo hombre con traje gris. —Lucia —estira su mano y trago saliva antes de da
LucíaLa casa es muy lujosa y ordenada, camino con sumo cuidado pero sin dejar de mirar en dirección a David, hasta que se me ha perdido de vista. —Pero que pasa… no muerdo —niego nerviosa y aprieto mis manos. —Disculpa —alza una ceja y luego mira hacia la mesa. —Es la cena especial de mamá, deberíamos de llevarla —asiento y tomo el plato que me entrega en brazos, pero justo en ese instante llegan Orazia y Carmina. —¿Necesitan ayuda? —pregunta Orazia y Pía le entrega otro plato—. ¿Qué pasa Lucia?, ¿estás nerviosa? Me tardo un poco en comprender que la pregunta va dirigida hacia mí. Muerdo mi labio e intento parecer lo más segura.—Sí, un poco —sonrío y las tres mujeres me miran con el ceño fruncido.—Cualquiera diría que no quieres estar aquí, tendré que hablar con mi hermano… —al instante mis ojos se abren como platos. —No… no, estoy bien, estoy… no le digas a David, lo siento he sido muy grosera, lo siento —Pía deja el plato en la mesa y luego me toma de los hombros. —¿Qué te
ÉlLa cena ha ido bastante bien a pesar de que hace muy poco tiempo que nos conocemos, se ha mantenido bastante tranquila tomando en cuenta las diversas preguntas que le han hecho con respecto a su familia. Me da cierta tranquilidad aun que me parece que no puedo bajar la guardia con ella, es como si confiara hasta un punto pero después recuerdo que existe la posibilidad de que juegue conmigo, y eso no voy a permitirlo jamás. Sé que mis hermanos tienen bastantes preguntas sobre su misteriosa aparición, y es que no logro responder mis propias preguntas, ¿por qué la estoy trayendo a casa?, ¿qué mierda estoy pensando al presentarla con mi madre?, dudo mucho que ellos entiendan lo que estoy sintiendo por ella en este momento, en realidad me siento cautivado pero espero que esta relación no se vuelva caótica. A grandes rasgos, dudo que mis hermanos puedan dimensionar lo que Lucía está provocando en mí desde la primera vez que la vi. Mi bella. La miro hablar con bastante naturalidad con m
LucíaEl camino de vuelta a casa es muy rápido debido a la escasez de tráfico. Salgo del auto con ayuda de la mano de David y caminamos hasta el elevador. En el transcurso puedo escuchar su respiración. No ha dicho ni una palabra desde que nos despedimos de su madre. Creo que lo he hecho bien, realmente espero que si. La puerta se abre dejando una casa iluminada tenuemente. Toma mi mano y me conduce escaleras arriba hasta llegar a la puerta de su… nuestra habitación. Apenas he escuchado que se cierra cuando su voz rompe con el silencio. —Eres buena mintiendo —me toma del mentón y con un hábil movimiento lleva mi cuerpo hasta chocar con la pared más cercana—. Te han creído todo… pero bueno, yo no. Sabes que me perteneces Lucia. —Lo sé.—Pero, ¿eso te gusta?, ¿te gusta pertenecerme? —sus ojos me miran fijamente y yo solo deseo que sus labios vuelvan a rozarse con los míos. —Si —contesto en un susurro y con un leve movimiento me inclino para alcanzarlo pero vuelve sostenerme.—¿Si q
LucíaMe despierto con una palmada en el trasero. Y es cuando recuerdo el lugar en donde estoy. Y con quien estoy. Su erección entre mis piernas me eriza la piel y al moverme la fricción solo hace que me caliente más.—Hmmm, alguien quiere jugar —su ronca voz de nuevo—. ¿Quieres jugar Lucia?—Buenos días —digo aún adormilada mientras me enderezo aún sobre él. Pero no contesta nada, solo se limita a mirarme. Miro hacia abajo y su miembro está aprisionado por mí—. Lo siento.Trato de liberarlo pero sus manos toman mis caderas. Luego su fuerte mirada hace que me detenga. —No te levantas hasta que yo lo diga, bella —muerdo mi labio y asiento sin saber que otra cosa puedo hacer. Tengo tanto que aprender aún, lo que menos quiero es que mi comprador esté molesto con su adquisición y peor aun le parezca que ha perdido su dinero.La verdad es que no sé en que momento es que esto se ha vuelto importante para mí, fuera del hecho que quisiera conservar mi vida ahora busco o anhelo agradarle ver
Él De una manera casi inmediata he perdido la razón, solamente el hecho de pensar que ella pudiera estar pensando en alguien más al estar conmigo me ha hecho enfurecer y temo… de verdad temo lo que pueda hacer, así que me he alejado de ella. He optado por simplemente dejarla sola después de… haberla castigado. Siento un par de extraños pensamientos en mi inconsciente y es que de verdad me siento culpable, el remordimiento me carcome y por un instante siento arrepentimiento tras haber arremetido así contra ella. Mi mente me castiga a mi mismo, conduzco sin ningún rumbo, solamente quiero huir de ese comportamiento, de ese David que ha castigado a Lucía y le ha dicho que… mierda, no he perdido el apetito, claro que no lo he hecho. No he podido sacarla de mi mente desde hace días, claro que no he perdido el apetito sexual y el deseo por ella, lo que ha pasado es que he perdido la cabeza y solo por pensar que ella puede imaginarse con otro hombre que no sea yo… ¿en qué momento?, ella es
LucíaNo sé cuánto tiempo ha pasado desde que David se fue, pero no me he movido de la cama, debido a las nalgadas la única posición en la que puedo estar tranquila es boca abajo. Ha oscurecido ya, está a punto de meterse el sol, los atardeceres en este lugar son realmente hermosos, es lo único que me consuela después de este número. Han llamado a la puerta un par de veces pero no he respondido, tampoco han entrado y sé que si se tratara de David entraría sin avisar, es por ello que prefiero no contestar, no quiero que me vean así.Mi mente no me ha dejado de moler. ¿Qué hice mal?, ¿por qué David no puede confiar en lo que digo?, ¿por qué se alejó de mí?, sus palabras aún retumban en mi mente, “me has hecho perder el apetito”. La puerta se abre de golpe pero estoy de espaldas a ella. Sé que es él, pero no quiero mirarlo, no tengo los ánimos y mucho menos la fuerza física. Solo me siento culpable y estúpida. —Lucia —llama y con trabajo me giro, tardando mucho más tiempo del que de