Una novia desobediente.

El padre ruso enarcó una ceja. Nadie en el mundo se atrevía a regañarlo. El podía hacer lo que se le viniera en gana, pero con sus hijos presentes debía dar el mejor ejemplo posible por qué no eran solo un par de ojos los que lo observaban. Eran tres.

— Yo siempre me termino toda mi comida. Es solo que no tengo mucho apetito. Preferiría que pasáramos directamente al masaje.

Los niños se quedaron viéndose el uno al otro. Lo que su padre pedía no era lo que habían acordado.

— Papá, no puedes hacer lo que te plazca, hay reglas que debes respetar. No comiste, no hay premio.

— Si comí un poco, sí me termino toda la comida que me traen me voy a poner obeso. Y después su madre no me va a querer. ¿Es eso lo que quieren, que su bella madre no me vea atractivo?

— Ahhss, cederemos solo porque no queremos que mamá te deje y se busque otro novio.

Alexander destapó los pies de su padre, comenzó a sobarlos por encima de los calcetines. Aleksey masajeaba una de las piernas de su papá
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