Una mirada cargada de amor.

El CEO Rossi no había probado alimentos, estaba pendiente de su esposa y de su suegro. Por fortuna ambos seguían estables.

— Señor Rossi, su esposa ya puede irse a casa, ella está bien, el bebé está bien. Solo procure que no se someta a más estrés, ella también ha prometido que estará tranquila pase lo que pase.

Dijo el médico con la tabla de su expediente en mano. Solo estaba firmando las últimas indicaciones para dar de alta a la señora Rossi.

— Eso es estupendo, nos iremos a casa querida, ya todo pasó y estarán bien, te lo prometo.

— Lo sé, lo sé, ahora ayúdame a levantarme, ya quiero marcharme de aquí.

— Por supuesto cariño, te ayudaré a vestirte. — El CEO Rossi cerró la cortina hospitalaria y en menos de nada ya tenía lista a su esposa para salir. Cómo prometió Griselda guardó la calma y le sonrió a su marido cuando él le abrochó el cinturón de seguridad y dió un suave beso para subir al coche para conducir.

— Me alegro que el bebé esté bien, cuando lleguemos a c
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