Francisco Scar Scar se había sentido en guerra toda su vida. No recordaba algún momento en su existencia en el que tuviera paz, en el que se sintiera a salvo, tranquilo, sin alguna responsabilidad, sin tener que pelear por su vida.Incluso después de que abandonó la guerra y se dedicó a ser detective, parecía que su vida siempre estaba llena de emociones inciertas. Aunque él no buscara los problemas, los problemas llegaban siempre a él.Pensó retirarse en un punto entre su partida de la Guerra y su inicio en el mundo de la policía, pero lo cierto es que no encontró otro sentido en su vida más que servir.Por eso estaba ahí, agazapado detrás de un muro, contemplando a la famosísima actriz que esperaba en la puerta de la oficina del tal Luciano a que su secretaria la anunciara.Había algo ahí que le generaba cierta incertidumbre, algo que no encajaba del todo. Su instinto policíaco se lo decía. En la guerra, más de una vez ese presentimiento le había salvado la vida. Así que era eso lo
Adrián tenía todo en ese día, menos ganas de trabajar. Tenía mucho trabajo por hacer, cosas de la compañía que estaban atrasadas debido a las vacaciones que había tenido Alfonso.También muchas cosas después del atentado. De hecho, imaginó que debería estar descansando; había pasado toda la noche en vela: su hermana estaba en el hospital, las personas de la empresa desmoralizadas.Aparentemente, no querían trabajar tampoco, y él lo único que quería era recostarse y dormir. Se sentó en su oficina y apoyó la cabeza en su mano. La silla de Alfonso era realmente cómoda. Le bajó el brillo al computador y pensó que tal vez podría pestañear un poco antes de ponerse a adelantar algunos pendientes.Adrián no era realmente bueno en finanzas, pero había algunas cosas que podía hacer sin mucho entendimiento, a probar algunas exportaciones, pagar a algunos proveedores, tenía que concretar una cita con una transportadora importante que les ayudaría a enviar medicamentos a partes de África un poco m
La rutina en la nueva vida de Adrián se convirtió literalmente en una rutina.Llegaba a casa en la noche, cansado, y se encontraba con una Hanna silenciosa. Dormía, o intentaba hacerlo, y luego se despertaba en la mañana temprano para ir a la oficina. No había tenido tiempo de volver a entrenar más que un par de veces por semana y las cosas se habían complicado.Realmente, su misión principal era encontrar los oscuros secretos que escondía la farmacéutica: movimientos sucios o cosas por el estilo. Pero lo cierto es que, por más que intentaba, no encontraba nada.Desde el instante en que había decidido tener una participación más activa en la empresa, sentía que le estaban escondiendo información. Además, tener a Francisco las 24 horas del día pegado a su cuello era molesto.Indiscutiblemente, el policía era un buen hombre. Hablaba muy poco, pero en las pocas conversaciones que habían tenido sobre fútbol y entrenamiento, Adrián había encontrado que era una compañía agradable, pero una
Adrián sintió una extraña sensación en el cuerpo, como una debilidad que lo inmovilizó. La voz de Alfonso al otro lado era exactamente igual a la suya, solo que en un tono burlón. Era momento de enfrentar a Alfonso, era momento de decirle que no era más que un peón en el juego de Adrián. — Mira, al fin apareces — le comentó Adrián. Alfonso suspiró profundamente.— Sí, tuve unas cuantas semanas y unas vacaciones con cero comunicación. ¿Y qué sorpresas me llevé cuando llegué de nuevo a la civilización? Parece que has estado muy ocupado estas semanas. — Sí. Fingir ser tú es bastante divertido.— Entiendo. ¿Cómo va todo? — preguntó como si fuera la cosa más normal del mundo. Adrián suspiró profundamente.— Bastante bien, la verdad.— Está bien. Tenemos que encontrarnos para que me pongas al día de todo. Creo que regresaré en unas cuantas semanas nuevamente — Adrián se rio.— Eso, la verdad, no va a ser posible — La voz con la que contestó Alfonso al otro lado perdió por compl
Francisco intentó encontrar un mejor ángulo. Desde donde estaba, no lograba identificar perfectamente a la persona con la que estaba el señor Alfonso. Por suerte, el celular que se había comprado tenía un zoom excepcional, pero a pesar de eso, las plantas que adornaban el restaurante y las dos personas transeúntes que se interponían entre él y la mesa impedían que lograra sacar una buena captura. Así que se inclinó un poco, cual paparazzi acosador, pero no le importó. Su misión era descubrir qué era lo que estaba pasando y lo haría a como diera lugar.Después de rodear el auto, se posicionó en una mejor ubicación. El hombre con el que estaba hablando Alfonso tenía una capucha puesta, pero a pesar de eso, a Francisco se le hacía un poco familiar: el mentón definido y las cejas anchas.Sacó su celular y tomó un par de fotos desde donde se lograba ver un poco mejor el rostro del hombre. Aquello le resultó extraño. ¿Por qué Alfonso querría deshacerse de él para encontrarse con ese hombre?
Adrián notó cómo su hermano Alfonso comenzó a ponerse pálido; toda la seguridad y la arrogancia que lo caracterizaban, entre comillas, se habían esfumado.Ahora lo veía tal cual era, apenas un hombre mediocre, sin vocación, sin rumbo, siendo una vez más un títere de las personas que lo rodeaban. Se sintió un poco mal por eso; realmente habría pensado que él no era una mala persona, pero lo que le estaba haciendo a su hermano era algo ruin, sucio. — No puedes hacer esto — le dijo Alfonso después de procesar la información por un momento. — Desde el principio me estuviste manipulando para que esto pasara, Adrián.Adrián ladeó la cabeza en varias direcciones.— La verdad es que sí. Yo ni siquiera vivo en la isla donde me atropellaste. Supe que estarías allá; era la oportunidad perfecta que tenía. Después de que me atropellaste, la verdad es que fue muy fácil meterte en la cabeza la idea de que cambiáramos de lugar.Alfonso clavó los ojos en los de su hermano.— Eres un monstruo — le dij
Hannah terminó su clase de alemán y cerró el computador, estirándose sobre la cama. No tenía nada más que hacer en su día a día, así que desde que se había casado con Alfonso y se había convertido en una esposa trofeo, dedicó su existencia a aprender.Aprendió sobre finanzas, hizo un curso de marketing digital, aprendió inglés, francés, y ahora estaba intentando aprender alemán. Pero lo cierto es que se le dificultaba un poco, aún más con lo revuelta que tenía en su cabeza desde que se había acostado con Alfonso y desde que habían tenido esa pequeña conversación esa mañana. No habían vuelto a hablar; el hombre llegaba del trabajo, se encerraba en el gimnasio por lo menos dos horas, luego se duchaba, cenaba y se acostaba a dormir sin decir nada más.Hannah notó que no lo había visto tomarse sus medicinas, pero él ya era un adulto, ella no tenía por qué estar pendiente de sus cosas. Pero igual le extrañó; cuando Alfonso no se tomaba sus medicamentos, se enfermaba.Su corazón no era tan
Hannah presintió el beso que se aproximaba y ella misma recortó la distancia que los separaba hasta que los labios de su esposo se juntaron con los suyos.No sabía cuánto estaba necesitando los besos del hombre hasta que succionó con fuerza el labio inferior de él, hasta que sintió el sabor de su saliva, hasta que con su lengua acarició la suya.Se besaron con profundidad, pero fue un beso diferente al beso que se dieron en el baño; esa vez era un beso más profundo, más íntimo. Los labios del hombre eran tan suaves, su tacto era tan firme, la aspereza de la barba en su lengua y en sus labios le pareció estremecedora.Se besaron larga y profundamente. Hannah no pudo imaginar cuánto tiempo pasaron así, besándose, sintiéndose, las manos del hombre explorando su torso, su espalda, el peso de su cuerpo presionando el suyo en la cama.Cuando Alfonso se apartó, sus ojos centelleaban. Hannah sabía lo que significaba esa mirada, no sabía cómo ni por qué, pero sabía qué significaba, así que asi