Adrián salió de su habitación cansado, sintiendo el cuerpo entumecido y agotado. El chichón en su cabeza apenas había terminado de disminuir; la terrible jaqueca lo atormentaba cuando cerraba los ojos, trayendo consigo imágenes distorsionadas de los cadáveres en el suelo y la sangre sobre el escenario. Por suerte, las violinistas que estaban sobre la tarima habían descendido justo a tiempo; los muertos podrían haber sido más. Todo eso era por él, por intentar matarlo a él. Una sensación en el estómago lo apretaba, le apretaba el corazón, haciéndolo sentir extrañamente culpable.Mientras bajaba por las escaleras de la casa, se preguntó una y otra vez si lo mejor que podía hacer no era agarrar sus cosas e irse. Pero ya no podía. Alejarse en ese momento no traería más que problemas. No sabía dónde estaba el verdadero Alfonso; tal vez el hombre se había desentendido por completo de su vida y había decidido irse para siempre. Si él se iba, lo seguirían pensando que era el Alfonso real.
Ismael se sentó en la silla frente a la cama de Hanna. Hacía unos 20 o 30 días que no se veían y Hanna notó que estaba un poco más ancho. — ¿Tus clases de artes marciales van bien? Supongo — le preguntó ella. El joven se encogió de hombros. — Se llama artes marciales mixtas y sí, van muy bien, pero no vine aquí a hablar de mí. Necesito que me cuentes qué es lo que está pasando, ¿por qué tu esposo ahora es musculoso?Hannah se encogió de hombros y se acostó en la cama mirando hacia el techo. — Estuvo tomando cosas hormonales para los músculos, algo así. Los meses que estuvo de vacaciones no hizo más que entrenar y hacer eso.— ¿que no teníamos problemas cardíacos? Eso lo pudo haber matado — ella suspiró únicamente como respuesta. — La verdad es que no lo sé, desde que llegó de su viaje. Es casi como otra persona — Ismael asintió — Sí, lo noté, hay algo diferente en sus ojos, ni siquiera me reconoció, está más loco que antes — Hanna seguía en la cama, la mañana era fría y ll
Adrián emprendió su camino hacia la clínica para ver a su hermana Evaluna. Francisco se ofreció rotundamente a conducir, y Adrián lo miró sentándose en el asiento del copiloto con la maleta sobre las piernas. Observó al hombre, era serio, con la mirada firme. Se aclaró la garganta. — ¿Por cuánto tiempo va a durar esto? — le preguntó a Francisco. El policía no contestó A lo largo del minuto.— mientras atrapamos a la persona que quiso matarlo — Adrián pensó que eso es contraproducente para su plan. Tener un policía a su lado las 24 horas del día podría ser sospechoso. Tal vez él podría descubrir que no era el verdadero Alfonso.— ¿Y no puedo contratar seguridad privada? — Puede, si quiere, pero como le dijo ayer mi compañero, usted es un hombre muy importante para la ciudad. De hecho, es uno de los empresarios más importantes de este país. No permitiremos que un mediocre esquemamde seguridad lo proteja. Nosotros mismos nos encargaremos, y si usted no lo permite, un juez lo obligará
Francisco permaneció alerta. Toda una vida ejerciendo la labor lo habían convertido en un hombre observador. No había detalles a su alrededor que se le escaparan de la vista, y en un momento como esos, más que en cualquier otro, todos sus sentidos debían estar completamente alertas. Alfonso se subió sobre una silla, exponiéndose ante todos sus empleados en una sala. Así que el policía barrió con la mirada el lugar, encontrando cualquier sospechoso movimiento, cualquier persona mal ubicada, cualquier indicio que pudiera indicar que tal vez intentarían atentar de nuevo contra su vida. Pero todo pareció calmado y en silencio. El empresario se aclaró la garganta, parecía un poco nervioso, pero cuando habló, lo hizo con determinación:— Mis queridos colegas — comenzó Alfonso — . Hoy nos encontramos aquí, reunidos en un momento de profunda tristeza y conmoción. Anoche, nuestra celebración fue interrumpida por un acto de violencia sin sentido. Perdimos a personas valiosas, colegas querid
Francisco Scar Scar se había sentido en guerra toda su vida. No recordaba algún momento en su existencia en el que tuviera paz, en el que se sintiera a salvo, tranquilo, sin alguna responsabilidad, sin tener que pelear por su vida.Incluso después de que abandonó la guerra y se dedicó a ser detective, parecía que su vida siempre estaba llena de emociones inciertas. Aunque él no buscara los problemas, los problemas llegaban siempre a él.Pensó retirarse en un punto entre su partida de la Guerra y su inicio en el mundo de la policía, pero lo cierto es que no encontró otro sentido en su vida más que servir.Por eso estaba ahí, agazapado detrás de un muro, contemplando a la famosísima actriz que esperaba en la puerta de la oficina del tal Luciano a que su secretaria la anunciara.Había algo ahí que le generaba cierta incertidumbre, algo que no encajaba del todo. Su instinto policíaco se lo decía. En la guerra, más de una vez ese presentimiento le había salvado la vida. Así que era eso lo
Adrián tenía todo en ese día, menos ganas de trabajar. Tenía mucho trabajo por hacer, cosas de la compañía que estaban atrasadas debido a las vacaciones que había tenido Alfonso.También muchas cosas después del atentado. De hecho, imaginó que debería estar descansando; había pasado toda la noche en vela: su hermana estaba en el hospital, las personas de la empresa desmoralizadas.Aparentemente, no querían trabajar tampoco, y él lo único que quería era recostarse y dormir. Se sentó en su oficina y apoyó la cabeza en su mano. La silla de Alfonso era realmente cómoda. Le bajó el brillo al computador y pensó que tal vez podría pestañear un poco antes de ponerse a adelantar algunos pendientes.Adrián no era realmente bueno en finanzas, pero había algunas cosas que podía hacer sin mucho entendimiento, a probar algunas exportaciones, pagar a algunos proveedores, tenía que concretar una cita con una transportadora importante que les ayudaría a enviar medicamentos a partes de África un poco m
La rutina en la nueva vida de Adrián se convirtió literalmente en una rutina.Llegaba a casa en la noche, cansado, y se encontraba con una Hanna silenciosa. Dormía, o intentaba hacerlo, y luego se despertaba en la mañana temprano para ir a la oficina. No había tenido tiempo de volver a entrenar más que un par de veces por semana y las cosas se habían complicado.Realmente, su misión principal era encontrar los oscuros secretos que escondía la farmacéutica: movimientos sucios o cosas por el estilo. Pero lo cierto es que, por más que intentaba, no encontraba nada.Desde el instante en que había decidido tener una participación más activa en la empresa, sentía que le estaban escondiendo información. Además, tener a Francisco las 24 horas del día pegado a su cuello era molesto.Indiscutiblemente, el policía era un buen hombre. Hablaba muy poco, pero en las pocas conversaciones que habían tenido sobre fútbol y entrenamiento, Adrián había encontrado que era una compañía agradable, pero una
Adrián sintió una extraña sensación en el cuerpo, como una debilidad que lo inmovilizó. La voz de Alfonso al otro lado era exactamente igual a la suya, solo que en un tono burlón. Era momento de enfrentar a Alfonso, era momento de decirle que no era más que un peón en el juego de Adrián. — Mira, al fin apareces — le comentó Adrián. Alfonso suspiró profundamente.— Sí, tuve unas cuantas semanas y unas vacaciones con cero comunicación. ¿Y qué sorpresas me llevé cuando llegué de nuevo a la civilización? Parece que has estado muy ocupado estas semanas. — Sí. Fingir ser tú es bastante divertido.— Entiendo. ¿Cómo va todo? — preguntó como si fuera la cosa más normal del mundo. Adrián suspiró profundamente.— Bastante bien, la verdad.— Está bien. Tenemos que encontrarnos para que me pongas al día de todo. Creo que regresaré en unas cuantas semanas nuevamente — Adrián se rio.— Eso, la verdad, no va a ser posible — La voz con la que contestó Alfonso al otro lado perdió por compl