En el año 451, sobre los legendarios Campos Cataláunicos, en la Galia, se libraría la más sangrienta batalla de toda la historia hasta esa fecha. Yo era un anciano octogenario que había tenido una vida tranquila al lado de mi última esposa, la bella Artemisa, aún así el hijo que tuve con ella me llevó a ver el evento y pude ser testigo del mismo desde las alturas de una colina.
Imaginen dos ejércitos multitudinarios, de miles de aguerridos soldados numerosos como arenas en la playa, cuya marcha hacía temblar la tierra y producía una vibración que retumbaba hasta las montañas, que finalmente se encaraban mutuamente.
Flavio Aecio logró denotar una vez más sus dotes como diplomático y reunió un ejército de bárbaros alanos y los visigodos liderados por Teodorico. Los alanos eran de origen persa, con pieles algo morena
Que los dioses olvidenlo que he realizado.A aquellos a quienes amo,perdonen lo que he realizado.Cantar CXXEzra Pound. El hombre que se halla ante umbral ajeno debe ser cauto antes de cruzarlo, mirar atentamente su camino: ¿Quién sabe de antemano qué enemigos pueden estar sentados aguardándole en el salón? “¡Salud al anfitrión!” Un huésped llega. ¿Dónde se va a sentar? Imprudente es el que ante portales desconocidos confía en su buena suerte. Necesita fuego quien llega de fuera y frías rodillas trae, comida y ropa necesita aquel que ha recorrido montañas. Agua necesita quien llega a convite, toalla y buena acogida, un trato amistoso, silencio respetuoso para que él p
Cuando desperté me encontraba tirado sobre el fango. Hacía mucho frío y mi piel estaba erizada. Me levanté de entre el fangoso lecho todo sucio y húmedo, rodeado por un páramo helado y lleno de nieve que caía copiosamente desde el cielo. El paisaje a mi alrededor era una campiña montañosa desolada e inescrutable. Escuché una voz masculina llamándome en una lengua que no entendí. Cuando me giré para ver a la persona palidecí de la impresión; era un sujeto de casi dos metros, barbudo, de piel blanca, vestido con un casco metálico, una cota de malla, pantalones, una capa de piel de lobo y unas gruesas botas. Tenía además un escudo en la mano y una espada enfundada. ¡Era un germano! El sujeto me interrogaba pero yo no entendía palabra alguna, así que, irritado, me tomó de las solapas y desenfundó su espada. Pensé que me mataría allí mismo pero no lo hizo, simplemente me llevó arrastrando hasta su campamento. Allí me tiró sobre la
—Ataúlf —dijo el godo señalándose a si mismo dándome a entender su nombre. Repetí el gesto… Ataúlf y yo estábamos parapetados tras unos arbustos desde donde los hunos no podían divisarnos. Entre los ramajes pudimos observar un espectáculo morboso y repulsivo que aún hoy me atormenta por las noches… Los hunos mataron a todos los hombres, ancianos, niños, perros e incluso a los bebés lactantes, apilándolos como colinas grotescas y pestilentes. Las aterrorizadas mujeres que sollozaban por ver a sus hijos, esposos, hermanos y padres asesinados, fueron brutalmente violadas por las turbas imparables de hunos que no respetaron ni a las ancianas ni a las niñas. Una de estas infortunadas muchachas fue la que me sonrió cuando me llevó el hidromiel. Ya la habían violado como demostraba su ropa rasgada y su rostro repleto de hematomas y lágrimas, aún así dos hunos, por algún motivo, se la llevaron lejos del resto y la lanzaron sobre
Alerta esté quien vaya a convite, afine el oído y calle, con la oreja escuche, con el ojo observe; ¡En guardia el sabio se protege! Dichoso el hombre que sabe ganarse el elogio y la estima de todos; mal consejo a menudo es dado, por aquellos de perverso corazón. Dichoso el hombre que en tanto vive de estima y cordura goza; perverso consejo se obtiene a menudo por aquellos de perverso corazón.HavamalTanto Ataúlf como Brilde estaban muy agradecidos conmigo por salvarles la vida así que me adoptaron como uno más de los suyos. Atravesamos la montaña y llegamos a un asentamiento gótico en Moesia donde este pueblo vivía como una nación federada del Imperio Romano. Una vez allí los tres nos alimentamos, aseamos y cambiamos de ropa. A m
A veces los hombres obtienen la gloria gracias a sus decisiones y a veces la condena, como fue mi caso. Contaba el año 408 y llevaba 13 años de vivir en esta cruel y salvaje época. Me adapté a la vida de un bárbaro, perdiéndome en las contiendas brutales, derramando la sangre de mis enemigos, pillando y saqueando, me unía un profundo lazo más fuerte que la sangre con mis camaradas como Ataúlf, Sigérico y Atarico quienes confiaban sus vidas en mi espada y yo la mía en las de ellos, regresaba a mi hogar a disfrutar de mi esposa y a saludar a los cuatro hijos que ya tenía con ella. El mayor, de trece años, era mi hijo adoptivo como sus rasgos hunos delataban, pero los otros tres eran idénticos a mí y consistían en un niño de once años, una niña de diez y un pequeño de cinco. El inesperado camino que tomó mi vida no resultó ser una con
El asedio de Roma había iniciado poco después de la muerte de Estilicón, en el 408 y se había extendido por dos años. ¡Dos largos y tediosos años! Nuestra única labor consistía en repeler el envío de refuerzos militares romano, escaso como era en aquellas épocas en que se había sumido en un atolladero político miserable, y en mantener las vías de nuestro abastecimiento libres. Fuera de esas esporádicas acciones militares nos consumía la aburrición y el tedio más absolutos que ni las prostitutas, ni los festines, ni el hidromiel que nos proporcionaba Alarico lograba hacer menguar.Las murallas y los enormes portones de la ciudad eran inexpugnables así que finalmente Alarico pactó con el emperador Honorio que desde hacía dos años residía en Rávena.—Como gesto de buena voluntad —nos
No hay carga mejor para hacer el camino que la mucha cordura; es la mejor riqueza, parece, en tierra extraña, de la miseria protege.No hay carga mejor para hacer el camino que la mucha cordura; no hay lastre peor para andar por el llano que el mucho beber cerveza.La tan buena cerveza no es para nadie lo buena que dicen que es, pues más y más a medida que bebe el hombre el juicio pierde.HavamalRegresé a mi casa enclavada en los montes moesios al lado de mi esclava y amante Sibina. Mi hijo mayor (el huno) era un adolescente de 16 años que había iniciado ya su entrenamiento y estaba deseoso de combatir en batalla. Para escándalo de mi esposa mi segundo hijo que contaba 14 años no gustaba de la vida guerrera y quería ser un bardo que pudiera cantar y tocar instrumentos musicales todo el d&
Los proyectos de Walia eran demasiado osados y muchos de ellos fracasaron. Lealmente intenté aconsejarle y, cuando no me hacía caso, igual daba lo mejor de mí para que estos triunfaran. Le advertí que su idea de organizar expediciones de conquista hacia el norte de África fallaría porque los godos éramos feroces guerreros pero pésimos marineros, pero no me hizo caso. Tras varías pifias en altamar regresamos derrotados y decidí retirarme del servicio militar en el 415, a la edad de 40. Aspiraba en pasar mis últimos años en paz con mi familia.Regresé entonces a mi hogar en Moesia, ansioso de volver a ver a la bella Sibina y a mi hijo que debía tener ya siete años. Desde afuera escuché una serie de orgásmicos gemidos y, temiendo lo peor, decidí entrar furtivamente sin ser escuchado para tomar por sorpresa a quienes estuvieran aprovechando la soleda