Que los dioses olvidenlo que he realizado.A aquellos a quienes amo,perdonenlo que he realizado.
Cantar CXX
Ezra Pound.
Havamal
Vista en retrospectiva, mi vida siempre había sido normal. Claro, en aquel entonces me parecía que distaba mucho de serlo, pero ahora me doy cuenta de lo convencional y aburrida que era realmente. ¡Todo es relativo!
En aquella época me desempeñaba como vocalista de un grupo de música gótica que tenía éxito mediano. Al menos nos invitaban con cierta frecuencia a algunos conciertos y tocábamos con mucha regularidad en el Bar Redmoon, reconocido epicentro de la cultura gótica así como sede oficial de la gran mayoría de eventos de dicha comunidad en el país. Una vez terminada nuestra presentación, agradecí al público y descendí al lado de mis compañeros de la tarima.
—¡Excelente! ¡Me encantó tu presentación! —me dijo una voz femenina que se deslizó hasta mi lado en la barra donde disfrutaba de una cerveza helada. La dueña de la voz era una despampanante joven gótica de ojos verdes y cabello castaño lacio, ataviada con un provocativo traje negro de cuero muy tallado y guantes de encaje sobre sus antebrazos.
—Gracias.
—¿Cómo te llamas?
—Me apodan Asmodeo…
—Mmm… ¿Y quien es Asmodeo?
—El demonio de la lujuria…
—Ah… cool… yo me llamo Raquel.
Yo ya sabía como terminaría aquello. Había sucedido muchas veces. Antes de que la noche terminara y si no había contratiempos, Raquel y yo terminaríamos revolcándonos en un acto sexual simple, carnal, primitivo… quizás lacónico… pero satisfactorio.
Mis predicciones resultaron ciertas. Disfruté del cuerpo de Raquel toda la noche, hasta el amanecer. Entre coito y coito ella cargaba combustible olfateando cocaína e incluso me ofreció algo. Yo la rechacé, no por pudor (había probado una amplia gama de drogas) sino porque no me apetecía en aquel momento y esa, mis amigos, es la diferencia clave entre el drogadicto y el que se droga recreativamente. En todo caso, la relación sexual con Raquel no fue nada del otro mundo a pesar de las implicaciones que tendría una vez que el asunto reverberara. Gracias a mis disciplinadas idas al gimnasio y a mi “carrera” musical había disfrutado de una variada gama de experiencias sexuales, así que no podía suponer que esta relación particular iba a cambiarme la vida.
A mi departamento ingresó, sorpresivamente, Diana… mi novia formal.
Diana… ¿Cómo describirla? Sin duda era una mujer especial, no sólo por su destacable belleza física, sus largos cabellos negros de una laxitud perfecta, sus ojos oscuros y penetrantes, su joven y suntuoso cuerpo vestido con ropa negra, botas de cuero y un medallón plateado con forma de ojo decorando su cello. Una mujer muy guapa y elegante pero, además, era una persona de grandes dotes intelectuales y una agudeza mental envidiable. No obstante, lo que quizás la hacía más especial… es que Diana era bruja.
No parecía molesta por haberme descubierto in fraganti siéndole infiel. Naturalmente, tampoco estaba complacida. Simplemente se cruzó de brazos con mirada condenatoria y guardó un tenebroso silencio.
—Creo que mejor me voy —declaró Raquel, lo que sonaba como una excelente idea. La muchacha se vistió rápidamente y se largó sin dejar rastro alguno, salvo mi destendida cama y mi cuerpo desnudo sobre el colchón.
—Tranquilo, Asmodeo —me dijo pasmosa— que no estoy enojada.
¡Eso sí era una sorpresa!
—Yo… bueno… no sé que decir…
—No digas nada. No me interesa de todas maneras.
Diana y yo habíamos sido novios por tres eróticos y conflictivos años. Aunque la vida sexual entre ambos era genial, mis frecuentes aventuras la habían curtido provocándole una reacción anestésica ante mi infidelidad… ó al menos eso creí.
Me bañé, me vestí (con un jeans y una camiseta negra con mangas largas y un diseño de The Cure) y pasado un tiempo del mal rato, Diana pareció relajarse. Dijo que me perdonaba por esta vez y que pensaba desentenderse del asunto.
—De todas maneras tengo algo más interesante en mente, mira —adujo extrayendo de su bolso un misterioso grimorio. Se trataba de un libro de magia de pasta dura y páginas apergaminadas.
—¿Qué es?
—Un libro de hechizos. ¿Quieres probar uno?
Asentí. Como parte de la misma conducta rebelde que me había llevado a vestirme con largas gabardinas negras y botas con muchas hebillas, a usar piercings y tatuajes y a dejarme el cabello largo, también incluyó la renegación absoluta del catolicismo en que fue criado para participar de diferentes rituales sacrílegos. Amaba la iconografía satánica y las prácticas heréticas así que me pareció bien la idea de Diana.
—Hay un hechizo para viajar en el tiempo, ¿te gustaría probarlo?
—Claro —dije incrédulo— siempre he querido ver dinosaurios.
—¡No seas tonto! Hablando en serio, ¿Qué te gustaría ver en el pasado?
—Pues… supongo que me gustaría ver los orígenes de la cultura gótica —aduje pensando en el famoso bar británico The Bat Cave donde se originó el movimiento gótico moderno en 1980.
—Bien, pues prepárate entonces…
—OK —dije con el más absoluto escepticismo.
Diana dibujó un círculo en el suelo de mi apartamento y dentro de él un sello esotérico de intrincado diseño. Encendimos algunas velas negras y nos sentamos en el medio. Diana extrajo de su cuello el medallón con forma de ojo al que denominaba “el Ojo de las Nornas” colocándolo en el centro del círculo ya que, según dijo, la reliquia era fundamental para este hechizo. Luego comenzó con las invocaciones, encantaciones y salmodias mágicas que, usualmente, no producían nada inusitado… excepto esta vez.
Súbitamente un vendaval misterioso comenzó a recorrer arremolinadamente la estancia levantando las cortinas y las cobijas de la cama. Las candelas chisporrotearon pero no se apagaron, las bombillas eléctricas de toda la casa explotaron, una anómala neblina gris empezó a inundar el ambiente y el Ojo de las Nornas brilló refulgentemente.
Diana se levantó y se salió del círculo, levantó los brazos y realizó una invocación en una lengua gutural e ininteligible:
Þaðan koma meyjar margs vitandi
þrjár ór þeim sæ, er und þolli stendr;
Urð hétu eina, aðra Verðandi, - skáru á skíði, -
Skuld ina þriðju;
þær lög lögðu, þær líf kuru
alda börnum, örlög seggja
Y tras decir esto un torbellino de tinieblas y relámpagos verdes comenzó a girar en torno a mí…
—¿Qué está pasando, Diana? —pregunté aterrado y ella se carcajeó.
—¡Que esto te enseñe a no ser un maldito infiel! Piensa en mí cuando llegues al otro lado… ¡Adiós, maldito perro!
Súbitamente todo se oscureció. Me sentí como impelido por una fuerza macabra. Los relámpagos parecieron aprisionar mi cuerpo y desgarrarlo en mil pedazos estirándolo como si fuera elástico, exclamé varios alaridos cacofónicos que competían con la risa histérica de Diana y, repentinamente, todo desapareció...
Cuando desperté me encontraba tirado sobre el fango. Hacía mucho frío y mi piel estaba erizada. Me levanté de entre el fangoso lecho todo sucio y húmedo, rodeado por un páramo helado y lleno de nieve que caía copiosamente desde el cielo. El paisaje a mi alrededor era una campiña montañosa desolada e inescrutable. Escuché una voz masculina llamándome en una lengua que no entendí. Cuando me giré para ver a la persona palidecí de la impresión; era un sujeto de casi dos metros, barbudo, de piel blanca, vestido con un casco metálico, una cota de malla, pantalones, una capa de piel de lobo y unas gruesas botas. Tenía además un escudo en la mano y una espada enfundada. ¡Era un germano! El sujeto me interrogaba pero yo no entendía palabra alguna, así que, irritado, me tomó de las solapas y desenfundó su espada. Pensé que me mataría allí mismo pero no lo hizo, simplemente me llevó arrastrando hasta su campamento. Allí me tiró sobre la
—Ataúlf —dijo el godo señalándose a si mismo dándome a entender su nombre. Repetí el gesto… Ataúlf y yo estábamos parapetados tras unos arbustos desde donde los hunos no podían divisarnos. Entre los ramajes pudimos observar un espectáculo morboso y repulsivo que aún hoy me atormenta por las noches… Los hunos mataron a todos los hombres, ancianos, niños, perros e incluso a los bebés lactantes, apilándolos como colinas grotescas y pestilentes. Las aterrorizadas mujeres que sollozaban por ver a sus hijos, esposos, hermanos y padres asesinados, fueron brutalmente violadas por las turbas imparables de hunos que no respetaron ni a las ancianas ni a las niñas. Una de estas infortunadas muchachas fue la que me sonrió cuando me llevó el hidromiel. Ya la habían violado como demostraba su ropa rasgada y su rostro repleto de hematomas y lágrimas, aún así dos hunos, por algún motivo, se la llevaron lejos del resto y la lanzaron sobre
Alerta esté quien vaya a convite, afine el oído y calle, con la oreja escuche, con el ojo observe; ¡En guardia el sabio se protege! Dichoso el hombre que sabe ganarse el elogio y la estima de todos; mal consejo a menudo es dado, por aquellos de perverso corazón. Dichoso el hombre que en tanto vive de estima y cordura goza; perverso consejo se obtiene a menudo por aquellos de perverso corazón.HavamalTanto Ataúlf como Brilde estaban muy agradecidos conmigo por salvarles la vida así que me adoptaron como uno más de los suyos. Atravesamos la montaña y llegamos a un asentamiento gótico en Moesia donde este pueblo vivía como una nación federada del Imperio Romano. Una vez allí los tres nos alimentamos, aseamos y cambiamos de ropa. A m
A veces los hombres obtienen la gloria gracias a sus decisiones y a veces la condena, como fue mi caso. Contaba el año 408 y llevaba 13 años de vivir en esta cruel y salvaje época. Me adapté a la vida de un bárbaro, perdiéndome en las contiendas brutales, derramando la sangre de mis enemigos, pillando y saqueando, me unía un profundo lazo más fuerte que la sangre con mis camaradas como Ataúlf, Sigérico y Atarico quienes confiaban sus vidas en mi espada y yo la mía en las de ellos, regresaba a mi hogar a disfrutar de mi esposa y a saludar a los cuatro hijos que ya tenía con ella. El mayor, de trece años, era mi hijo adoptivo como sus rasgos hunos delataban, pero los otros tres eran idénticos a mí y consistían en un niño de once años, una niña de diez y un pequeño de cinco. El inesperado camino que tomó mi vida no resultó ser una con
El asedio de Roma había iniciado poco después de la muerte de Estilicón, en el 408 y se había extendido por dos años. ¡Dos largos y tediosos años! Nuestra única labor consistía en repeler el envío de refuerzos militares romano, escaso como era en aquellas épocas en que se había sumido en un atolladero político miserable, y en mantener las vías de nuestro abastecimiento libres. Fuera de esas esporádicas acciones militares nos consumía la aburrición y el tedio más absolutos que ni las prostitutas, ni los festines, ni el hidromiel que nos proporcionaba Alarico lograba hacer menguar.Las murallas y los enormes portones de la ciudad eran inexpugnables así que finalmente Alarico pactó con el emperador Honorio que desde hacía dos años residía en Rávena.—Como gesto de buena voluntad —nos
No hay carga mejor para hacer el camino que la mucha cordura; es la mejor riqueza, parece, en tierra extraña, de la miseria protege.No hay carga mejor para hacer el camino que la mucha cordura; no hay lastre peor para andar por el llano que el mucho beber cerveza.La tan buena cerveza no es para nadie lo buena que dicen que es, pues más y más a medida que bebe el hombre el juicio pierde.HavamalRegresé a mi casa enclavada en los montes moesios al lado de mi esclava y amante Sibina. Mi hijo mayor (el huno) era un adolescente de 16 años que había iniciado ya su entrenamiento y estaba deseoso de combatir en batalla. Para escándalo de mi esposa mi segundo hijo que contaba 14 años no gustaba de la vida guerrera y quería ser un bardo que pudiera cantar y tocar instrumentos musicales todo el d&
Los proyectos de Walia eran demasiado osados y muchos de ellos fracasaron. Lealmente intenté aconsejarle y, cuando no me hacía caso, igual daba lo mejor de mí para que estos triunfaran. Le advertí que su idea de organizar expediciones de conquista hacia el norte de África fallaría porque los godos éramos feroces guerreros pero pésimos marineros, pero no me hizo caso. Tras varías pifias en altamar regresamos derrotados y decidí retirarme del servicio militar en el 415, a la edad de 40. Aspiraba en pasar mis últimos años en paz con mi familia.Regresé entonces a mi hogar en Moesia, ansioso de volver a ver a la bella Sibina y a mi hijo que debía tener ya siete años. Desde afuera escuché una serie de orgásmicos gemidos y, temiendo lo peor, decidí entrar furtivamente sin ser escuchado para tomar por sorpresa a quienes estuvieran aprovechando la soleda
La garza la llaman, ella en la fiesta el juicio a los hombres roba; en la casa de Gunnlöd preso quedé en las plumas de aquel pajarraco.14. Ebrio quedé y borracho mucho allá donde Fjalar el sabio; bien se bebió si después de la fiesta el juicio a los hombres torna.15. Callado y sensato el hijo de rey y bravo en la guerra sea; contento y gozoso esté todo hombre hasta el día en que muera.HavamalWalia, el rey de los visigodos y gobernante de su extenso reino, falleció en el año 418 y fue sucedido por el hijo ilegítimo de Alarico, Teodorico, quien de inmediato inició las hostilidades con Roma. Para el año 423 moría el cobarde Honorio, emperador romano, y su hermana podía volver del exilio a Roma con intenciones de nombrar a su hijo, Valentiniano, sobrino de Honorio e hijo del esposo (ya fallecido) que nunca am