CAPÍTULO 3

—¿No, cómo que no? —Da pasos hacia atrás, buscando con su mano algo que se encuentre en el camino para defenderse.

—Ven aquí, no seas grosera, eso no te conviene ahora. —Se acerca rápidamente a ella, quien maldice al no tener nada en mano para evitar que le haga daño.

La toma por ambas manos y empuja contra la pared con fiereza, ahora siseando para besarla en la boca, a lo que ella se niega. Siente la saliva secarse en la piel de su cuello, donde segundos atrás Nicolae se había empeñado en chupar.

—¡Suéltame! ¡Me das asco! —Trata de golpear con sus piernas al abusivo pelinegro—. ¡Déjame maldito!

—¡Cierra la m*****a boca! No me obligues a golpear tu lindo rostro de muñeca, por favor... En realidad vine a decirte algo distinto, pero mira cómo me haces enojar y perder el control. —Sostiene el pequeño rostro de la joven entre su mano y hunde los dedos en sus mejillas con rudeza, haciendo que ella jadee de dolor.

Amelie puede ver esa mirada endemoniada de sus sueños en él también, así que cierra los ojos, esperando lo peor.

—¿Qué es lo que quieres? Dime, ¡dime! —grita.

Muerde con violencia un dedo al hombre que de inmediato le propina una amarga bofetada.

—¿Ves cómo me haces enojar? —Niega y chasquea la lengua, se lleva el dedo ensangrentado a la boca—. Eres toda un fiera, me pregunto si así serás en la cama.

La jovencita tiembla de pies a cabeza, no puede controlar sus movimientos nerviosos ni su acelerado corazón, no es capar de tan siquiera tocarse la mejilla irritada, ya que él no se lo permite.

—A estas alturas debes notar que ya estoy harto de esperar y esperar, así que harás todo lo que yo pida y no te vas a oponer.

—¿P-por qué? —pregunta asombrada, apenas y se atreve a abrir la boca.

—No hagas preguntas estúpidas. Vas a hacerlo y punto, quieras o no.

Se pregunta el porqué de repente Nicolae parece haberse vuelto demente, aunque si está harto de ella entonces eso debe ser. Sin embargo, se siente irreal, como si nada de lo que está viviendo fuera cierto, es como si caminara en un tortuoso sueño sin fin.

—No quiero —inquiriere dudosa, las piernas le tiemblan.

—¿No? Más te vale que cambies de opinión, porque si te empeñas en hacerlo a las malas, a las malas será. Y créeme, no querrás conocerme enojado. —Le roba un beso en los labios.

Amelie no responde a eso, al contrario, siente arcadas.

—Eres un cerdo asqueroso... Gracias por aclarar mis dudas, ahora sé que eres un psicópata.

—Empuña las manos con fuerza, se resiste a dejar que él la bese de nuevo.

—Es mi deber y un placer...

Se acerca lentamente hasta que su respiración choca con la de ella, su calor contra el suyo. La joven se aleja lo más que puede, casi al punto de querer traspasar la pared con su espalda, pero esas cosas no suceden en la realidad.

—¿Q-qué haces? —susurra muy cerca de los labios de él, quien le acaricia la mejilla y la mira con aparente adoración.

—Jamás pensé que esa tierna bebé se convertiría en ti. Es lógico pensar que de verdad heredaste la belleza de los dioses. —Su boca está casi a un centímetro de distancia de la de ella—. ¿Te imaginas a ti y a mí juntos? 

Se siente confundida y nerviosa por su cercanía. Está petrificada por su mirada que se clava en ella y en sus labios.

—¿Me conoces desde que...? —Temerosa se aleja, pero él la toma de la barbilla y la mueve hacia sus labios, cálidos y suaves.

—Más de lo que tú piensas, créeme. —Queda embelesado al verla, le encanta la chica como no tiene idea.

—¿Por qué? No comprendo. —Ella niega contrariada, sus ojos pardos buscan respuestas en los fríos oscuros de él.

—No tienes que entender nada. Hay personas que quieren hacer que desaparezcas y eso no puedo permitirlo. —Le acomoda un mechón de cabello tras la oreja—. Siempre he sido un títere, mi familia me tiene como su marioneta y ya me harté, ya no quiero agradar a nadie.

Aprieta con fuerza la cintura de Amelie, no es consciente que le hace daño, sin embargo, al darse cuenta afloja el agarre.

—Deberías querer hacerme daño también, estás con los que me han secuestrado...

—No me extraña de ti, lo sé, sé que eres astuta, por eso quiero hacerte una proposición y no creo que te sea muy difícil aceptar. —Baja su mano despacio hasta llegar a una de las pronunciadas caderas de la chica, provocando que ella se altere.

—¿Qué es? —Observa el rostro de Nicolae con avidez.

Él sonríe complacido y se pega más a ella.

—Deberás ser complaciente conmigo, pero también consciente que esto sería un trato de vida o muerte, si rechazas esto me veré obligado quiera o no a seguir con los planes iniciales de mi familia. . —Acaricia las cejas de la muchacha, quien ahora se siente extraña y confusa.

—Lo pensaré, solo continúa. —Quiere seguir oyendo la propuesta.

—Sí aceptas nos iremos juntos y tendremos que casarnos. Al ocupar tu rol, me convertirás a mí en alguien poderoso y así podré librarme de mi familia, tú también podrás librarte de ellos, salvar a tus padres y a tu hermana Suri. Solo podrás hacerlo con mi ayuda, soy el único que tiene acceso a las herramientas para ayudarnos a ambos. Eres dueña de una gran fortuna y de mucho poder. Míralo por el lado bueno, serás adorada y amada por todos...

—¿Por qué haces todo esto? —Ella niega.

—Porque es una buena oportunidad y también porque me encantas desde tiempos inmemorables, nena. Estamos a mano, lo sabes. —Por fin se aleja de ella, permite que respire sin dificultad.

Trata de besarla de nuevo, mas ella aparta el rostro, él sonríe ante eso, y antes de marcharse le da un último vistazo.

—Piénsalo, estaré esperando tu respuesta, aunque bueno, de todas formas creo que no tienes otra opción...

Se debate entre aceptar o no las imposiciones de Nicolae, pero no entiende nada. Aunque considera que él puede ser un aliado como también enemigo a la vez, un arma de doble filo que no quiere usar. Todo puede ser una vil trampa para conseguir algo que ella desconoce. A estas alturas ya duda de lo real y lo ficticio. Nicolae no lo dice directamente, pero lanza pistas en las que da a entender que su madre no es de fiar y que está fingiendo ser buena.

A la hora de la cena se encuentran los tres en la mesa.

—¿No tienes hambre, eh niña? —Giulia espeta con enojo.

Amelie no levanta la cabeza, sigue con la mirada enfrascada en el trozo de carne, al cual de repente le clava el tenedor con violencia.

—Come, lo he preparado yo. Mamá jamás pensaría en envenenarte, ¿no es así?

—Claro... Me retiro, terminé de cenar. Amelie, cuando termines sube a mi habitación, quiero darte algo. —Tira la servilleta sobre la mesa y se levanta dando largas zancadas y acomodando su vestido mientras sube las escalinatas.

«¡La odio, m*****a sea esa bruja!», la jovencita espeta para sus adentros, sintiendo un cálido picor inundarle el rostro. No entiende por qué laa odia con todas sus fuerzas desde el primer instante que la vio.

—Estás de muy mal humor hoy. —Nicolae le susurra al oído.

Ella da un respingo y comienza a toser, debido a que la ha tomado por sorpresa su atrevimiento. Ni siquiera se dio cuenta en qué momento él se levantó de su asiento y apareció a su lado.

—¿Cómo has...? —Bebe un poco de agua que él mísmo le entrega.

—¿Eso?, digamos que tengo mis habilidades. —Pasa un brazo por encima de sus hombros, llevándola hacia su pecho.

Amelie traga en seco. Esas cosas solo las había visto en películas de ciencia ficción y fantasía.

—No hagas eso, si tu madre nos ve, va a pensar cosas que no son. —Aleja el rostro del suyo, evitando a toda costa respirar tan solo un poco del aliento de él. Sigue muy impresionada.

—Sabes que eso no me importa, solo lo que tú hayas decidido, porque me imagino que ya tienes una respuesta.

Sus miradas se encuentran, es inevitable.

Se levantan a la vez y van hacia el centro del bosque, él la hace caminar a la fuerza.

—¿Ves esto? —Una pequeña sacudida que él ejerce sobre ella la regresa al mundo real.

Nicolae acerca un anillo al rostro de la joven.

—Es una sortija, ¿y? No me digas que me vas a proponer matrimonio aquí. —Pone los ojos en blanco.

—Cállate. —Mantiene la mano extendida—. Es tu anillo, allí se encuentra tu poder desde antes que murieras hace tiempo.

La joven entrecierra los ojos, observando la hermosa piedra de un color oscuro pero a la vez cristalino, sabe con exactitud que el tipo de piedra lleva por nombre Serendibita, una que no tiene ni cien años de haber sido descubierta en el planeta tierra. La roza con un poco de duda y aleja su mano con prisa, debido a que una pequeña luz índigo de repente se enciende y luego desvanece.

—Es increíble. —Sonríe, aunque se le borra la sonrisa de inmediato—. ¿Yo morí? ¿Cómo es que morí y sigo aquí?

Él niega.

—Renaciste, pero fuiste traída aquí después. Es una historia muy larga, no podría contarla toda ahora, prometo que lo haré después —susurra despacio, teniendo cuidado de su madre—. Escucha, con esto tendrás el poder de ir a Nidum, hacer lo que te venga en gana y recuperar a tu familia; también desposarme, por supuesto. El plan original de mi madre es encontrar la manera de robarte esos poderes y luego asesinarte. Todo eso quiere hacerlo entre hoy o mañana, pero yo no lo permitiré.

—Entiendo... ¿No puedes usar tus poderes aquí, cierto? —Él niega, un poco contrariado—. Haré todo lo que me pidas, solo dame tiempo para acostumbrarme a todo esto.

Se acerca peligrosamente a él, le acaricia la mano mientras roza sus labios, haciendo que él sonría complacido con sus perfectos dientes blancos. Consigue quitarle el anillo de entre los dedos, así que aprovecha el momento de distracción y asesta un fuerte golpe en el miembro de Nicolae, quien de inmediato se agacha dolorido.

—Par de idiotas... —espeta aquello antes de emprender la huida.

«¡Te voy a encontrar m*****a perra!», escucha eso último al adentrarse realmente al bosque...

Corre como nunca lo ha hecho, sostiene entre su mano el valioso objeto como si se tratara de su propia vida, no se detiene ni aunque siente que pronto los pulmones van a colapsar dentro de su cuerpo. Sus latidos y respiración son irregulares, pues poco le importa, solo busca esquivar las ramas, piedras y refugiarse en alguna cueva cercana mientras pasa el peligro de encontrarse a Nicolae en el camino. En un momento dado no ve por donde pisa y de repente se va de bruces contra el suelo, golpeándose así la cabeza en el acto y perdiendo la consciencia... Horas después abre los ojos muy mareada y con náuseas, se pregunta rápidamente el porqué ha despertado en medio de hojas secas y bajo las ramas de los altos árboles que dan sombra, entonces recuerda que tiempo atrás tropezó y cayó. Mira la hora en su reloj de pulsera y de inmediato se da cuenta que durmió toda la noche allí, en medio de la nada.

Al recordar a sus padres se levanta demasiado deprisa comparado a como lo hace de costumbre, pero un fuerte mareo la detiene. Hay un problema, no encuentra la sortija.

—No, no, no...

Lo busca por todas las partes cercanas, hace un desastre con las hojas que van de aquí para allá, hasta que por fin lo halla y esconde dentro del bolsillo de sus pantalones de mezclilla antes de suspirar e iniciar con su carrera maratónica en busca de la carretera, porque está segura que hay personas cerca debido al sonido del tráfico y camiones. El viento helado le da de lleno en el rostro y da la bienvenida a la realidad, los pequeños copos de nieve que caen tornan el ambiente aún más melancólico y fatídico, un sentimiento extraño se instala en su corazón.

Alrededor de media hora después, encuentra el camino que lleva hacia una estación de tranvía. Antes de entrar revisa su billetera y que todo se encuentre en orden, al menos aún le queda dinero que nunca usó y también las tarjetas de crédito. Sube al vehículo de transporte con destino a El Pirineo, como comúnmente le llaman los franceses al gran monte. Ese es el último viaje de la mañana, lo que por cierto no comprende. Pero aparta ese pensamiento, ya que lo más importante para ella es escapar y evitar que la encuentren.

Al cabo de tres horas y media de viaje, un viento cálido empieza a arroparla, y no solo a ella, sino también a todas las personas que viajan en el tren. Una neblina espesa se aprecia a lo lejos en el monte, las aves volar despavoridas en direcciones contrarias y un extraño sonido como de explosiones emanar desde el cielo, sin contar el color gris oscuro de las espesas nubes.

—Deberían bajarle unos cuantos grados a la calefacción... —Una anciana acalorada y con voz cansada interviene.

Las personas se miran las caras, mas no comentan nada, solo observan el extraño clima que de repente se ha instalado igual que la inquietud en sus pensamientos.

Al cabo de unos minutos se hace presente un asistente de la compañía de transporte.

—Señores pasajeros, la calefacción ha sido apagada. Se ha recibido un comunicado: hay un problema con el suelo, puesto que está emanando vapor vamos a agilizar el viaje. Por ahora mantengan la calma, pronto llegaremos a nuestro destino.

El asistente se va rápidamente por donde llegó y todos se quedan en silencio, intentando procesar la información. Amelie trata de estar serena, sin embargo, sus manos tiemblan como gelatina, esperando algo muy malo.

Un joven sintoniza la radio en su móvil y comienzan los murmullos nerviosos entre los pasajeros.

«...Repito... Mantengan la calma y no salgan de sus hogares hasta que tengamos nuevas noticias. Están ocurriendo terremotos y maremotos simultáneos en diferentes países y ciudades en todo el mundo. Si se encuentran en las costas vayan a lugares altos y recen, es lo único que nos puede salvar. Repito...»

En segundos el caos empieza. Personas corren de un lado a otro dentro del tren pidiendo que los dejen salir, rogando por sus familias. Amelie no puede evitar sollozar, solamente piensa en sus padres y hermana. Si pronto va a morir, entonces quiere hacerlo junto a ellos, ¿pero cómo, si ni siquiera sabe dónde hallarlos?

Cuando el tren se estaciona en el lugar, todos corren como si fuera el fin del mundo, y es que, al parecer eso es lo que está ocurriendo. Pasan unos sobre otros, se pelean por salir de la estación y buscar una solución a su desesperación. La joven observa todo desde su postura, es como si ocurriese en cámara lenta, no encuentra sentido a lo que ve. Algo que jamás imaginó presenciar en su vida ahora pasa frente a sus ojos como una película de ciencia ficción.

—Con que aquí estás... —Natán la toma del brazo con rudeza.

—¡No! ¡Déjame! Déjame escapar de aquí, por favor... —Trata de soltarse de su agarre, lucha con todas las fuerzas que le quedan.

—¡Cállate! Vas a volverme loco con tus gritos. —Ya que no puede usar sus poderes allí, se quita el cinturón y comienza a azotar las piernas y brazos de la muchacha que grita y suplica.

Algunas personas ven la escena, pero están demasiado preocupados en sus asuntos como para ponerse a defender a una jovencita de su novio.

Amelie desea levantarse y defenderse, pero su cuerpo ya está agotado. La contusión de la noche anterior ha provocado un leve sangrado en su cabeza, las horas corriendo sin comida y sin agua la han devastado y los golpes de Natán le hieren tanto la piel como el orgullo.

—Por favor... para... —El llanto ya ni es audible, de su boca solo salen terribles jadeos de dolor, los cuales ni siquiera inmutan al pelinegro.

Al ver el estado de la joven, para y observa por un momento las marcas enrojecidas, incluso hay varias que están a punto de sangrar. Lanza el cinturón a un lado y ahora la toma por el cabello, la arrastra sobre el pulido suelo como si se tratara de un liviano costal. Ella abre y cierra los ojos, reprimiendo las aterradoras ganas de dormir, no siente su piel, ni siquiera el dolor cuando él tira de su cabello con fuerza, solamente el pecho le duele como nunca. El sentido de ser mujer le ha sido herido.

Cuando la oscuridad se está apoderando del lugar, entonces ve la mirada de sus padres sobre ella, pesadas en su pecho y lastimeras, así siente aquellos ojos. Él ahora la carga entre sus brazos y se dirige hacia el inicio del monte, allí la deja caer sin nada de cuidado, ella gime tratando de incorporarse sin que las heridas le quemen.

—Te tengo una sorpresa preparada. —Natán sonríe de lado y acaricia la mejilla de la chica, quien tiembla ante su tacto.

—No me toques, eres una basura, un desgraciado, un... —Ella de repente le rodea el cuello con ambas manos y aprieta con frenesí, buscando cobrarse todo por última vez, pero sus fuerzas son pocas.

—¿Un qué? —Golpea su brazo y la gira de espaldas contra su duro pecho, mientras acaricia su plano vientre por debajo del Jersey.

—Suéltame ya... —murmura presa de aquellas manos heladas sobre su cuerpo.

El cielo emite un terrible sonido, gutural y aterrador. Los relámpagos son acompañados por el fuerte viento y los truenos.

—Está bien. Solo quedan nueve minutos para la medianoche, qué lástima, no pudiste hacer nada por tu mundo. —Se burla en su cara.

—¿Y qué podía hacer yo? Entrégame a mis padres y me iré con ellos ahora mismo. —La preocupación crece dentro de ella y a su vez el desespero, habla con dificultad y con la respiración entrecortada debido al dolor.

Sus padres Simon y Jesie la ven con mucho amor y orgullo. Ambos permanecen tomados de la mano, saben que este es el fin y el desenlace de una odisea que vivieron en silencio desde que decidieron criar a dos hijas que no eran suyas, pero que con el tiempo se fueron ganando todo su amor.

—Creo que... eso no será posible —canturrea.

—No te acerques. —Amelie da unos pasos hacia atrás, sin embargo, él se abalanza sobre ella.

Intenta defenderse, pero se encuentra con una fuerte patada en el estómago y sale disparada por los aires hasta chocar contra el suelo segundos después. Es inútil tratar de levantarse. Natán se acerca a sus padres, quienes se abrazan y la miran como pidiendo auxilio, con una expresión de dolor que le estruja el alma.

—No te les acerques, por favor... —Escucha su propio llanto que hace eco en el lugar. Ni un alma se encuentra cerca, ya todos se han ido.

Los gritos ahogados de su madre se agudizan en sus oídos.

—¡No! ¡No! ¡Ayuda por favor! ¡Déjala ir! Te juro que desaparezco, que no me volverás a ver nunca más, pero déjalos ir...

Natán continúa mofándose de sus súplicas. Con su poder mental detiene el corazón de Jesie, disfrutando todas y cada una de las lágrimas que derraman Amelie y Simon.

—¡Tú cállate! ¡Cierra la m*****a boca! Ahora voy a hacerte lo mismo así sea que me quede sin reservas y no pueda regesar a Nidum. —Se gira hacia Amelie a la vez que su madre cae sin vida al suelo y rápidamente Simon se arrodilla a llorar sobre el vientre de su esposa.

La muchacha recibe una bofetada, pero su vista aún sigue fija sobre el cuerpo de su madre, de su adorada madre. Ella, quien le contaba cuentos antes de dormir desde que era una niña, la que siempre le hacía fruta picada en las mañanas, la que siempre estuvo allí cuando su padre trabajaba todo el día por el bien de todas, la mujer que siempre fue buena con ella aún cuando fue una mala hija algunas veces, y la que siempre la quiso por sobre todas las cosas. Esa mujer ya no está, se ha ido de una horrible forma.

—¡Mírame inútil! ya deja de ser tan dramática, de todas formas no era tu madre. —Natán dice aquello de nuevo.

Ella niega una y otra vez, solloza y empuña las manos, haciéndose daño hasta sangrar.

—Cierra la boca. ¡Eres un asesino! ¡Maldito psicópata! —Con las pocas fuerzas que le quedan golpea el pecho del pelinegro con frenesí.

Natán se lanza sobre ella y le da un fuerte golpe en la mejilla, luego una patada en el estómago. Amelie continúa con la vista fija en el cuerpo de su madre, se siente sin fuerzas, ya nada parece herirla tanto como antes. Otro golpe en el estómago y gime de dolor, quiere defenderse. Él es mucho más alto y robusto, pero de un momento a otro, el hombre cae a un lado debido a un golpe que ella sabe darle en el estómago. Sin esperárselo ve a su padre clavarle una navaja en la espalda al pelinegro, sin embargo, de un golpe Simon vuela por los aires y rápidamente Natán corre a una velocidad sobrehumana hacia el lugar donde precisa que va a caer el señor de mediana edad, lo espera con la misma navaja empuñada y la clava en su corazón con rudeza, sin pudor.

—¡Papá! ¿Qué has hecho? —Un grito roto emana con todas las fuerzas de sus entrañas.

Amelie está rota, rota y nadie puede repararla.

Corre hacia aquel cuerpo agonizante.

—Hicimos lo mejor por ti... Ve a ese lugar y encuentra a tu hermana. Ustedes no pertenecen aquí, son muy especiales, mis princesas... Las amo... —Simon respira con dificultad.

—Papi, puedes aguantar. Yo te voy a ayudar, ya lo verás... —Se sorbe la nariz mientras aprieta la mano de su padre, la cual se vuelve cada vez más helada y rígida. Sus ojos color miel se apagan y su mano se afloja muy despacio de la suya—. ¿Papá? ¡Papá! ¡Reacciona por favor! Papá...

El llanto de Amelie continúa haciendo eco, Natán se burla de su dolor, se alegra por ver aquella escena rota, pero agradable para él y tan gratificante como leer el periodo mientras bebe una taza de café por la mañana. Es sencillo para él destruir la vida de los demás, y se jacta de ello.

Saber que no verá nunca más a sus padres la hace sentir vacía, a la deriva.

—Muchas veces despojarnos de cosas y personas inútiles nos liberan de los sentimentalismos. —Natán espeta con un tono de voz envenenado.

A la joven poco le importan sus palabras, ya no le hieren en absoluto.

—¿Dónde tienes a mi hermana? —Lo observa con sus bellos ojos pardos, los que ahora lucen marchitos.

No pierde la esperanza de por lo menos tener a su hermana de regreso, al menos una parte de su familia.

—¿Sabes, Amelie?, no creí que serías tan estúpida, pero veo que me equivoqué en demasía contigo.

—¿De qué hablas? Dime dónde está. —Se acerca a él, con mucha dificultad al andar.

—Siempre hemos sido tus enemigos, ¿crees que te vamos a decir dónde está? —Sonríe ampliamente.

Sus sentidos se alteran al escuchar pasos detrás de ella.

—Me temo que eso, es cierto hermano. —Nicolae viene caminando con las manos metidas en los bolsillos y una expresión asqueada al ver a los padres de Amelie muertos de esa forma.

—Nicolae... —Las palabras se quedan atoradas en su garganta, está aterrada. No esperaba que ellos dos fueran hermanos.

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