CAPÍTULO 4

Se acerca a ella, quien luce como petrificada.

—Dame el anillo, ¿dónde lo tienes? —Le pregunta con enojo.

—Lo perdí... Créeme que no sé donde está. —Ella niega una y otra vez.

—¿De verdad? Vamos a comprobarlo. —Se acerca tanto hasta oler su cuello y rozar con sus dedos las marcas en sus delgados brazos.

No puede evitar darle una terrible mirada amenazante a su hermano, ya que no le gusta para nada que la haya vuelto a ultrajar.

—¿Qué? Ella se lo merecía por desobediente. —Natán se encoge de hombros.

—Has vuelto ahora todo más difícil para los dos... Pensaba enseñarte a usar el anillo y extraer los poderes, pero tenías que salir corriendo. Esa patada en los huevos fue certera... —Nicolae susurra sobre el oído de la muchacha, mientras busca en los bolsillos y otros lugares de su cuerpo, fingiendo que no hay nada—. ¿No te lo habrás tragado, o sí?

Amelie traga en seco, está muy asustada. No entiende el porqué él no encontró el anillo, si ella lo tiene en el bolsillo trasero, puede sentir la presión del objeto allí. Ahora es cuando se pregunta si de verdad Nicolae quiere ayudarla, a estas alturas ya es para que la hubiera matado junto con su hermano.

—¿Puedo saber si es tan interesante el secreto? —Natán sonríe sarcástico.

—¡No hace falta que sonrías como imbécil! —Amelie grita de forma destrozada, se le quiebra la voz.

—Shh... Shh... —Nicolae niega con la cabeza y la mira directo a los ojos, como tratando de comunicarle algo que ella no comprende.

—Cuidado con tus palabras... —Natán la toma del cuello con fiereza.

—Estás loco... —habla con dificultad.

Intenta no demostrar dolor.

—Ya cállate. —Se aleja de ella y camina unos cuantos pasos para observar el cielo que ha comenzado a iluminarse y teñirse de un color escarlata.

—No, no me voy a callar... ¡¿Dónde está mi hermana?! —grita con todas sus fuerzas.

—¿Ella? Está muy lejos de aquí. Ahora es la esclava de nuestra madre —responde de manera despreocupada.

—Necesito ir con ella. No pueden hacernos esto. Se los juro que nunca más nos verán de nuevo. —Ella ruega, derramando más lágrimas.

Nicolae permanece en silencio desde hace momentos atrás, se debate entre hacer una estupidez o continuar con otra estupidez peor que la otra.

—Si te dejamos ir, se acaba nuestro mandato, acabarás por destronar a mis padres y desatarás una guerra que hará que los tuyos vuelvan a Nidum, se darán cuenta que su bastarda hija está con vida. —Natán habla de manera déspota.

—Todas esas son mentiras, nada es real. —Rompe en llanto.

Los ojos de Amelie se humedecen más. Ser confundida así y escuchar todo eso le duele, siente que la están matando desde adentro.

—Ya está empezando, tenemos que irnos. Con permiso su majestad, disfrute del paraíso. —Natán de nuevo se mofa de ella.

La joven se resigna a mantener la cabeza gacha cuando él le dedica una venia y se aleja caminando. Ahora observa interrogante a Nicolae, quien permanece de pie a menos de un metro de distancia de ella, la mira atento.

—Esto no se va a quedar así... —susurra con la voz trémula.

—Hey, cálmate. —La ayuda a levantarse, ella lo mira con recelo.

—Hermano... ¡¿Puedo saber qué mierdas estás haciendo?! —Natán se gira y observa la escena, muy descolocado.

De repente la tierra comienza a sacudirse, del cielo empiezan a caer rocas en llamas y el suelo tiembla bajo sus pies. Todo está a segundos de ser devastado.

—¡Tú márchate, yo me encargo de eliminar a la bastarda!

Natán se marcha confiando en que Nicolae cumplirá con su palabra y acabará con la vida de Amelie, lo que no imagina es que nada saldrá como lo tenía pensado.

—¿Qué haces? ¡Todo esta acabando! ¡No tenemos a dónde ir! —La muchacha grita con dificultad, debido al ruido que emite el cielo.

Se detienen de manera abrupta frente a un árbol.

—Ya lo sé, pero si te dejaba allí ibas a morir.

Acomoda el cabello alborotado de ella.

—¿Por qué haces todo esto?, ¿lo haces por mí? —Deja de mirar el cielo y ahora ve los ojos marrones de él.

—¿Y todavía me lo preguntas? Eres lenta —suspira agotado. — Ponte el anillo, es necesario que desde hoy lo lleves, pero...

Son interrumpidos por una fuerte sacudida.

—Dios mío... —Amelie ruega al cielo que todo acabe pronto.

—Vamos, hazlo. Debo volver ahora, pero no puedo llevarte conmigo, es imposible hacerlo. La gema te protegerá, anda.

—Está bien. —Saca el anillo de su bolsillo, una vez que lo sostiene duda en ponérselo, pero termina haciéndolo.

Un pequeño halo de luz índigo envuelve su mano, y en cuestión de segundos desaparece. Ella embelesada no puede evitar sonreír, pero de repente cae en cuenta que nada muy relevante ocurrió.

—Debo irme, ahora estás a salvo. Volveré por ti.

—No me dejes aquí sola, por favor. Tengo miedo...

—No temas, eres fuerte. Escóndete bien mientras todo esto pasa. Ve a un lugar alto. Volveré por ti dentro de unos pocos días y pondremos nuestro plan en marcha... Pero recuerda, ten cuidado con Dean Crown porque va a pretenderte. Él y tú no deben enamorarse, no lo tienen permitido. Son las reglas que dejaron estipuladas tus padres...

Nicolae se acerca y le da un beso en los labios, beso que ella por primera vez corresponde y no se aparta, al contrario, lo profundiza con la esperanza de que no sea el último.

Asiente cuando él se aleja y de repente desaparece en una bruma oscura. ¿Ahora qué se supone que debe hacer? Hecha un ovillo en el suelo se prepara para lo peor al ver la tremenda tormenta que le viene encima, pero entonces alguien toca su brazo. Da un fuerte respingo y levanta la mirada, alerta ante cualquier cosa.

—¿Qué hace aquí? Vamos adentro, lo peor ya viene. Vamos al resguardo.

Un joven bastante alto y corpulento la ayuda a levantarse. Ella atónita no opone resistencia a que sujete su mano temblorosa, la guía unos pasos más a delante y en un parpadear aparecen en el interior de una cueva oscura, solo la luz de la luna ilumina tenuemente.

—¿C-cómo has...? —Se encuentra admirada por lo sucedido.

—Ahora duerma... —El hombre la mira con insistencia.

Cree ver un matiz de color ámbar en sus ojos, mas eso queda en un segundo plano cuando empieza a desvanecerse y cae entre sus brazos sintiéndose bastante agotada...

Despierta en aquella especie de cueva oscura, sobre una cómoda cama y arropada con cálidas mantas.

—Por fin despierta, mi señora.

Escucha la voz grave de un hombre y se gira hacia el otro lado, allí se encuentra él, a un lado de la cama. Es moreno y corpulento.

—No recuerdo muy bien ni cómo llegué aquí...

Se humedece los labios resecos y toca su cabeza, le duele como nunca en la vida.

—Tranquila. Recibimos una alerta antes que todo fuera destruido. Por suerte pudimos escondernos a tiempo, de lo contrario hubiésemos muerto todos.

Amelie asiente, con una expresión confusa.

—¿Por qué me ayudaste? ¿Quién eres tú? —Se levanta cuando ya empieza a recuperar la lucidez por completo, pero siente un fuerte mareo que la envía de nuevo a la cama.

—Camine despacio, le he traído comida. —Raphael señala el plato que se encuentra sobre la mesa a unos cuantos metros de distancia.

¿Comida? Su estómago no le permite pensar con claridad, pide un bocado de ese delicioso estofado de carne, el cual humea y emana un sabroso aroma.

Ella niega, aunque esté muriendo de hambre no planea comer algo que quizá puede estar envenenado, ahora desconfía hasta de su propia sombra.

—No tengo apetito, gracias. ¿Dónde está la salida? —Insiste en levantarse.

Él hace un gesto para que se siente y así lo hace ella, resoplando molesta.

—Nos encontramos en un lugar muy alto. No puede bajar, mi señora. —Niega—. Por ahora debo retirarme, regreso en un momento.

Le dedica una venia antes de perderse en un túnel oscuro que hay hacia el fondo. Al cabo de unos segundos vuelve con otras personas, las cuales dedican otra reverencia a ella. Dichas personas se ven imponentes, altas y fuertes. Son tres mujeres y cinco hombres los que ahora la ven con admiración.

Inmediatamente se siente descubierta y da unos pasos hacia atrás, huyendo de ellos.

Los observa atenta, buscando una salida para escapar de ellos, porque no le producen confianza.

—Disculpe mi señora, debíamos haber supuesto su desconocimiento. —De nuevo todos le ofrecen venias.

Se yergue un tanto nerviosa cuando cree ver que los ojos de uno de los hombres desprenden un matiz de color ámbar opaco.

—¿Quiénes son? Respondan. —Sus ojos se abren más debido a la sorpresa cuando los ve sonreír a todos a sus anchas, como si supieran algo que ella no—. ¿Quiénes son?

—Solo somos una fraternidad dedicada a ayudar a los demás, sin ningún interés, claro está. —Raphael responde la insistente pregunta y se cruza de brazos.

—¿Fraternidad? —pregunta, un tanto contrariada.

Los presentes hacen gestos de sorpresa, vaya que les ha sorprendido la actitud de la joven.

Detrás de todos ellos se escucha la profunda voz de Dean, quien luce muy apuesto con su cabello castaño peinado prolijamente hacia atrás y con su ropa negra como le es costumbre.

Clava sus ojos azules en los de Amelie y se acerca. De repente, ya no puede ver a nadie más, todo su mundo se centra en ella. Su bella Kristel. Se controla para no tomarla entre sus brazos y esboza una leve sonrisa. ¡Jamás imaginó encontrarla! Se aproxima a la joven mucho más y ella no puede resistir su imponencia, por lo que baja la mirada un tanto intimidada. No lo mira a la cara, no se siente segura de sí misma ante él, sus piernas flaquean y el corazón se le acelera de repente.

—El tiempo lo dirá todo. —Levanta la suave barbilla de ella con sus dedos y de inmediato ambos ojos se conectan—. Quiero que sepas que estoy a tus órdenes, todos aquí también lo están. No tienes nada que temer...

Sus miradas se cruzan de nuevo y para Amelie parece que el tiempo se detiene de un momento a otro. Sin embargo, desvía los ojos, evitando que aquel extraño momento se alargue. No puede confiar en nadie.

—Gracias, pero creo que me están confundiendo con alguien más. —Se mueve con nerviosismo hacia la salida, pero Dean se interpone en su camino.

—No puedes salir, estamos en lo alto del Pirineo. ¿Acaso quieres morir? Allá afuera solo quedan ruinas, todo acabó. —Se aproxima a ella y la toma del brazo, mas Amelie lo aparta enseguida.

La expresión en el rostro del pelicastaño se ensombrece de pronto.

—¡¿Pirineo?! —grita escandalisada, ya que ese monte es demasiado alto.

—Calma. —Trata de tocar su hombro.

—No me toques, apártate. —Lo mira amenazante. Ella piensa que él no es nadie para cruzarse en su camino ni tocarla cuando le venga en gana—. ¿No puedes mantener tus benditas manos en su lugar?

«¿Qué le sucede?», se pregunta aquello mentalmente y frunce el ceño, ya que a estas alturas esperaba que ella corriera hacia sus brazos buscando ser suya y entregarse a él por voluntad propia. Pero no parece que le cause ni el más mínimo interés y eso lo comienza a desesperar. Está dispuesto a domar a la fierecilla aunque le cueste el tiempo que sea necesario.

—No lo haré —responde decidido.

—¿Ah, no?, ¿no lo harás? —Ahora ella se acerca a él, lo encara con furia—. Si no me dejas ir no te dejaré en paz nunca.

Una sonrisa malvada se dibuja en los labios de Dean, la detalla con la mirada, sin vergüenza.

—No. —Las deliciosas curvas de la muchacha lo dejan extasiado, en algunos segundos se ha imaginado arrancando la blusa y los jeans de su cuerpo—. Te aconsejo que no me hables en ese tono.

—Parecemos adolescentes. Para ser un hombre mayor que yo, no eres muy elocuente que digamos. —Lo mira a los ojos con malicia.

—Puedes pensar lo que quieras de mí, me tiene sin cuidado. —Para él, ante todo el orgullo primero que caer.

Lo observa dudosa y contrariada, se le hace un hombre demasiado extraño, peculiar e interesante. Y sobre todo, muy hermoso.

—Bien... Entiendo —exhala abatida y desvía la mirada hacia otro lugar que no sea el rostro del apuesto hombre.

—Mírame a los ojos cuando te hablo, no me gusta esa actitud que tienes  —habla con enojo, consiguiendo que Amelie lo mire con indignación.

—¿Perdón? Yo no sigo las reglas de nadie. —Se burla en su cara.

—Pues aquí las vas a seguir solo conmigo, ¿entendido?

La joven le está colmando la paciencia, no comprende el porqué ella no es amable como lo fue en el pasado.

—No entendí nada, ¿puede repetirlo, señor? —Finge una sonrisa y lo ve como si fuera un idiota.

—Te salvamos anoche, ¿sabes? —imita su tono de voz y sarcasmo—. Deberías estar agradecida.

—Pues gracias. —Se encoge de hombros—. Son muy amables al salvar tantas vidas.

—Oh, Dios... —suspira despacio—. Raphael me informó de haber visto una mujer a punto de morir y decidió ayudarte, no sabía que eras tú. Me acabo de llevar la grata sorpresa, es un gusto verte de nuevo.

—Sí. Ahora resulta que tu también me conociste en tu vida pasada. Pero... No quiero hablar sobre nada de eso —exhala con fuerza y niega—. ¡Estoy harta de tantas historias fantasiosas! Ya me cansé de esto, y ni si te ocurra que voy a creerte y caer en tus redes.

Él asiente en silencio. La entiende, en esa situación es difícil tan siquiera pensar con un poco de claridad.

—Más adelante sabrás cómo fue todo, por ahora debes ir con calma. —Trata de ser condescendiente y flexible.

—¡No! ¡No me interesan tus patrañas! —Amelie toma asiento lejos de Dean.

—No son patrañas, es la verdad. No sé qué fue lo que te hicieron, pero no todas las personas andamos mintiendo por ahí como si fuese algo normal. Eres especial, hay muchas cosas interesantes que no sabes. —El hombre se cruza de brazos, notoriamente molesto.

—Natán asesinó a mis padres y me torturó. ¿Ves estas marcas?, las hizo él... —espeta con dureza.

Dean observa las marcas y golpes, siente ira y dolor. ¿Cómo es que Natán se atrevió a maltratarla así? pero antes de preguntar algo, prefiere guardar la compostura.

—Lo siento. Es muy reciente, en verdad lo siento. Ese maldito pagará todo algún día. —Su expresión se suaviza.

—No necesito tu lástima, con la que siento por mí misma me basta. —Se levanta del asiento y él también lo hace.

Amelie nota que esos bonitos ojos azules se ensombrecen.

—Tengo que irme de aquí...

—Insisto en que te quedes. Eres muy importante para nuestro planeta de origen que es Nidum. Morirás de hambre si te vas, no quedan habitantes en este lugar y no tienes a donde ir. —La mira intensamente, como queriendo desvelar todos sus pensamientos—. Quédate, no te vas a arrepentir...

Roza la suave piel del antebrazo de la muchacha, deleitándose en secreto. Ella cierra los ojos ante esto, sintiendo un leve y extraño cosquilleo en el cuerpo, algo que jamás había experimentado. Dean trata de controlarse, pues las ganas de apoderarse de su piel y de toda ella lo están quemando desde adentro, lo hacen querer someterla y protegerla. La necesita a su lado y esta vez no está dispuesto a perderla de nuevo.

—Mi hermana es lo único que me queda ahora. Supongo que tú sí sabes cómo llegar a Nidum, pero si no vas a ayudarme, entonces no quieras que me quede aquí esperando a que muera en ese lugar. —Está decidida a hacerlo, desde que despertó, aquella intrépida idea no se le borra de la mente.

—No es sencillo ir allí, debes tener esa capacidad un poco desarrollada. Fui exiliado, se supone que no debo regresar. —Niega con la cabeza—. Pero... hemos tenido pensado regresar ahora que ya no queda nada aquí.

—¿Qué tipo de ser eres? ¿Por qué te echaron de allí? —La curiosidad ahora la inquieta, por lo que sin darse cuenta termina acercando su cuerpo al de él, quien no puede evitar mirar sus voluptuosos pechos redondos.

La observa maravillado durante unos momentos, es ella, su pequeña terca y rebelde, la que muchas veces es tan intrépida que no mide las consecuencias de sus actos.

—Eso es mejor que no lo sepas... —Retira su mano de la piel de ella y se aleja sintiéndose contrariado.

—Ya me suponía que no me ayudarías en esto. Déjame sola, necesito pensar, por favor. —Lo mira suplicante.

Antes que él diga tan siquiera una palabra, Amelie camina con prisa hacia la salida: un hoyo con forma asimétrica que muestra el gris de un marchito cielo. Se acerca y mira hacia abajo, corroborando así que se encuentra en un lugar alto, tan alto que no logra ver el suelo debido a que la neblina lo cubre todo. El viento helado le golpea el rostro con violencia, logra ver que la tenue luz del sol en ocasiones titila como cuando un insecto b**e sus alas sobre una bombilla.

—¿El sol se apaga? No puede ser real... —susurra aterrada.

No hay aves, no cantan los pájaros, no hay aviones o helicópteros sobrevolando para ayudar a los sobrevivientes, ya no se ven los edificios a lo lejos. Ya no hay nada, es desolador. Se aleja de la escuálida salida, pero no cuenta con pisar mal, lo que provoca que resbale y salga casi disparada hacia el vacío.

Dean corre hacia ella, mas no puede evitar la caída. Observa con desespero cómo el delgado cuerpo se pierde entre el espesor de la niebla. Entonces se desmaterializa y convierte en una bruma oscura, se concentra en ir hacia abajo y así sujetarla entre sus brazos antes que se lastime contra las rocas del suelo.

El sentimiento de muerte se apodera de ella, trata de sostenerse de algo, pero sus intentos son en vano, continúa cayendo a velocidad a través de metros y metros de profundidad. En un momento dado cierra los ojos y deja de gritar, como preparándose para morir y dejar su vida atrás, sin embargo, se hace el silencio. Ya no siente el fuerte viento ni el vacío en el estómago, por lo que abre los ojos despacio y ve cómo alrededor de su cuerpo hay un especie de aura color índigo, el cual parece protegerla y evitar que su cuerpo impacte de lleno contra el suelo. Respira con dificultad, no puede creer lo que le acaba de ocurrir. Es inaudito.

Temerosa, palpa con el dedo esa especie de capa protectora, pero se lleva la sorpresa que es intangible, es como si no tuviera la densidad que aparenta. De repente las náuseas se apoderan de su estómago, por lo que se agacha y deja salir todo el agrio líquido. Al terminar se queda allí tirada con la mente perdida en sí misma, en los segundos que corren sin importarle y en los latidos acelerados de su corazón. Casi muere si no fuera por el bendito anillo al que ahora mira como si fuera una pequeña bestia inverosímil, la cual pierde aquella luz índigo y se apaga dejando ver el opaco color.

Observa a su alrededor, buscando un camino para tomar, pero solo hay arena mezclada con un polvo gris que parece ser cenizas. Se siente tan decepcionada, ultrajada, impotente y herida, tanto así que no puede evitar llorar al recordar que los cuerpos de sus padres están sepultados en quién sabe dónde. Se lleva las manos a la cabeza experimentando un profundo desespero.

—Esto no puede ser cierto... —susurra al levantarse con dificultad y de repente sus piernas pierden fuerza.

Dean deja de observarla atónito y se acerca a ella, ha visto cómo chocó con fuerza y se levantó como si nada hubiera pasado. No tenía conocimiento sobre ese anillo, ni de los poderes allí hay escondidos.

—Calma pequeña, llora hasta que te sientas mejor, que yo no me iré de aquí... —La arrulla entre sus fuertes brazos y cubre el delgado cuerpo con su gabardina de cuero.

Amelie levanta la cabeza, y al sentirse tan vulnerable no puede evitar lanzarse a su pecho y llorar escondida ahí, sintiéndose protegida como nunca antes. El castaño besa cuantas veces el cabello de la joven, la abraza con fuerza y acuna como una pequeña, como siempre lo fue para él. Al fin estaba allí junto a él, había regresado para jamás dejarlo solo de nuevo...

Las horas pasan, el sol gradualmente se apaga y las gotas de lluvia ácida caen del cielo y acaban con la poca vegetación que queda. Es desolador, el planeta tierra ha quedado devastado.

—¿Qué haremos? Debemos hacer algo para no morir de hambre aquí. —Amelie suspira viendo hacia el vacío—. ¿Qué será de los niños y los ancianos?, ¿y de los pobres animales?

Raphael la observa, notando que se preocupa tanto como él y Dean.

—Precisamente hoy vamos salir de aquí, ya hemos encontrado un lugar donde acampar. —Le indica aquello.

—Eso sería lo mejor. —Amelie responde, un poco distraída.

—Entonces manos a la obra, ya ha parado la lluvia. —Raphael toca el hombro de Dean, dando la señal para comenzar con la especie de mudanza.

—Muy bien. En un momento regresamos. —Dean mira de frente a la joven y luego da la media vuelta.

—Bien... —responde al ver que se alistan.

Se queda allí sola, de pie en medio de la cueva un poco oscura, el sonido de las goteras es lo único que se escucha ahí adentro. Decide caminar por el lugar, es entonces cuando descubre un sonido extraño desde la parte de afuera de la cueva. Frunce el ceño y se asoma, encontrándose de frente con la brillante luna, en lo alto del cielo. Supone que debe ser la medianoche. Un sentimiento inquietante la invade, se siente observada y un poco perturbada. A lo lejos logra ver dos ojos azules que brillan en medio de la oscuridad, de pronto, un rostro peludo poco a poco se deja ver junto a un gran cuerpo. ¡Es un lobo gigante!, Amelie grita y se cubre la boca con las dos manos. Es un animal de dos metros de estatura, con su grandes patas se abre camino entre la fría neblina. Su mirada azulada estudia el terreno, y de repente, se centra en los ojos de Amelie. Ella grita de nuevo y corre despavorida esquivando las goteras, se esconde en un rincón y no piensa salir de ahí.

Horas después escucha pasos acercándose, es como si la gran bestia estuviera ahí dentro, puede sentir el peligro latente. Se despierta aterrada y corre, pero no cuenta con encontrarse con Dean, frente a frente. Lleva una toalla que cubre solo la parte inferior, el torso musculoso y muy bien trabajado está completamente a la vista.

—Lamento asustarte. —La toma por los hombros y los frota despacio, para hacer que recupere el color en el rostro, se ha puesto muy pálida.

—No pasa nada. —Su corazón empieza a latir con prisa al tenerlo tan cerca.

«Su mirada... Esa mirada es la misma que la del lobo», su propia mente la pone en alerta.

Y de pronto él niega, con una sonrisa dibujada en los labios.

—¿Podrías quitarme las manos de encima? —Pero la actitud desconfiada de Amelie no mejora las cosas para él.

—¿Te molesta que lo haga? No quiero ponerte nerviosa. —Ladea la cabeza, haciéndose el interesante.

Esos ojos azules brillan más que nunca, la observan como si quisieran engullirla entera.

—Déjame, me das miedo, eres... Eres un hom... —La toma por los antebrazos y la lleva hacia su cuerpo. Cómo le encanta verla enojada—. Déjame ya, no seas tonto. Estás en toalla, no quiero que haya malos entendidos. —Se safa de su agarre, y hasta le parece escucharlo gruñir molesto. De nuevo siente que tira de su brazo—. ¡Oye! No seas...

La toma por la cintura y lleva hacia su pecho firme con fuerza, ya harto de tener que soportar que ella siempre quiera escapar.

—¿Que no sea cómo? Hago esto porque puedo y porque quiero —susurra aquello sobre los carnosos labios de la jovencita quisquillosa.

Queda perpleja. No puede ignorar ese exquisito olor amaderado y masculino que brota desde su piel tostada por el sol. El cuerpo fuerte la embelesa y también la tensa, ya que es nuevo para ella tremendo acercamiento tan caliente. El joven aspira el dulce aroma de la piel del cuello de la chica, sonriendo al recordar tantos momentos y también porque le encanta tenerla así. Desde hace horas la necesitaba. Se atreve a morderla ligeramente en el cuello, luego de nuevo lo vuelve a hacer, pero esta vez con más fuerza y bajando sus manos hacia hacia las bonitas caderas femeninas. La reciente transformación lo ha dejado un poco emocionado, él sabe que ella lo vio convertido en hombre-lobo.

—Oh cielos... ¿Q-qué haces? —Su corazón parece querer salirse de su pecho, debido al delicioso roce que provoca un casi inaudible gemido que no pasa desapercibido para él—. Yo, es que... Tú... —tartamudea.

—Pronto va a amanecer. Supongo que ya sabes cómo bajar, te espero entonces...

Le da un beso en la mejila antes de separarse de ella. Se marcha apenas su cuerpo se convierte en una bruma oscura que luego se disipa en el aire.

Amelie siente sus piernas flaquear, el corazón latir frenético y las manos temblorosas. Toma un tiempo para reponerse de aquella oleada de sensaciones indrescriptibles, y solo así después de conseguir un poco de calma, se lanza hacia el vacío con los ojos cerrados. Esta vez lo hace ante más de cincuenta personas observándola. Dean sonríe ante eso, al verla tan sensual y fuerte, cosa que ella misma ignora y ni se imagina.

De nuevo retoman el camino hacia un lugar lejano donde planean pasar lo que resta de tarde y noche. Cuando ya se encuentran ahí, arman las grandes tiendas de campaña, que son unas doce en total.

Amelie se aleja de allí, buscando tranquilidad y soledad, no desea hablar con nadie ni involucrarse demasiado con tantas personas desconocidas. Cuando se escabulle lo suficientemente lejos, se detiene frente a los escombros de lo que parece que fueron viviendas. Exhala profundo y observa el cielo gris oscuro, de nuevo la opaca luz del sol regresa poco a poco.

«¿Cuándo vas a dejarme salir?», una voz desconocida se escucha de repente, por lo que busca a la supuesta mujer por todas partes.

—¿Quién es? ¡De verdad no estoy para bromas!—dice aquello en voz alta, para cerciorarse que quien quiera que sea, la haya oido.

«Deberías permitirme salir, la que debe estar aquí soy yo, no tú», es como un zumbido en su oído, como si alguien le hubiera susurrado.

Empuña las manos tratando de no temblar y exhala despacio, buscando parecer serena cuando no lo está en absoluto. Algo anda mal, y pronto lo va a descubrir...

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