— Me casaré contigo cuando tengamos 30 años — de todo lo que recordé de Dante esa frase se asentó en mi cabeza y se repetía una y otra vez.
Al terminar ese año escolar, Dante se fue con su familia de vacaciones y no regresó jamás. El primer día de clases lo esperé en la entrada de la escuela hasta que las puertas del edificio se cerraron. Había escuchado a los vecinos hablar de que se habían mudado, pero cada día del verano yo daba varias vueltas por su casa con la esperanza de que hubiera regresado y nunca vi camiones de mudanza, así que ignoré todos aquellos comentarios.
Jamás conocí a su familia. Siempre que hacíamos tarea juntos, que salíamos o jugábamos, lo hacíamos en mi casa, nunca me invitó a la suya, así que no sabía nada de él, fuimos compañeros por todo un año y nunca habló de ellos, al menos no a detalle.
Triste y desconsolada me fui al salón de clases, había perdido a mi mejor amigo y junto con él, había desaparecido la promesa que me hizo. Por un momento lo odié, hasta creí que lo había hecho a propósito, él sabía que no tendría que cumplir lo prometido.
— Pero, ahora está aquí — dijo una voz en mi cabeza — tienes treinta años y él también— susurraba en mi mente.
— Se va a casar — rebatí en voz alta.
— Sí, pero contigo, él tiene que cumplir su promesa — respondió aquella vocecilla.
El alcohol, el maldito alcohol, es el peor consejero del mundo, es aquel que te dice “bésalo, no pasa nada, es solo un beso”, o “no esta tan feo, ¡vamos! acércate y baila con él”, si, ese tipo de malos consejos solo te los puede dar el alcohol, te da seguridad, te hace ver cosas que no son.
Y ahí estaba yo, borracha desde la punta del pie hasta la punta del cabello, con una sola cosa en la cabeza, la promesa que Dante me había hecho y él se encontraba solo a unos metros de mí. Aquello no era una casualidad pensé, como la buena romántica que siempre he sido, me convencí de que la vida lo había traído de vuelta a mí, justo cuando más lo necesitaba. Él había aparecido para cumplir su promesa y casarse conmigo.
Salté del banco en el que me encontraba sentada. Una muy mala idea. A penas y mis pies tocaron el suelo, las piernas se me doblaron como si fueran de plastilina, tuve que recargar todo mi peso sobre la barra y aferrarme a ella como si fuera una tabla salvavidas.
— ¡Hey, hey! ¡cuidado! — advirtió el bartender, sorprendido de que, pese a mi borrachera, tuviera fuerzas para sostenerme de la barra — te pediré un taxi, vuelve a sentarte — pidió.
— ¡Tiene que cumplir su promesa! — respondí mientras intentaba, fallidamente claro, recomponerme, acomodé mi cabello y le di unos alisones a mi vestido, tomé aire varias veces mientras hacía acopio de todas mis fuerzas para pararme derecha sin sostenerme de nada y no tambalearme, todo bajo la atenta y confundida mirada del bartender.
— No sé de qué hablas preciosa, pero lo mejor será que tomes asiento, si gustas puedo llamar a alguien — se ofreció. Claro que a mi poco me importaba lo que me decía, había trazado mi objetivo y nada me detendría.
— ¡Se va a casar conmigo! — el bartender frunció el ceño ante mis torpes palabras — Él lo prometió, ¿sabes?, Dante me lo prometió— dije con fuerza. Sin esperar respuesta de aquel hombre que me había estado sirviendo tragos durante toda la tarde, emprendí mi camino, claro que no tenía ni puta idea de donde se encontraba Dante, apenas y di un paso, todo comenzó a moverse y mi vista borrosa no ayudaba.
A medio andar, un mesero se cruzó conmigo — ¿Puedo ayudarla? — preguntó con amabilidad.
— Dante Ridchet — logré decir, claro que no pudo ocultar su cara de confusión —¿Dónde está? — exigí saber.
— Por allá— con duda el mesero señaló una mesa al fondo del lugar, separada de las otras mesas por una especie de biombos de madera tallada.
— Bien, gracias — volví a tomar aire y continué mi camino.
Los obstáculos no terminaban; cuando al fin logré llegar a la mesa, sin terminar de cara en el piso, un grupo de hombres rodeaba la mesa, dentro de mi gran plan nunca me detuve a pensar que no tenía ni idea de cómo se veía Dante ahora, estúpidamente pensaba encontrar el chiquillo flacucho que era en secundaria.
— Dante Ridchet — dije sin más, arrastrando las palabras. Mi aspecto no debió ser el mejor, ya que todos los hombres ahí parados frente a mí, me miraban horrorizados — Dante Ridchet — volví a decir, esta vez levanté la mano y señalé hacia enfrente sin saber siquiera a quien apuntaba con mi dedo, aquello provocó que me tambaleara un poco.
— Es por allá, cariño — un hombre del que apenas y distinguía su sonrisa, me tomó el brazo y lo dirigió hacia otro de los hombres, éste me miraba como si estuviera a punto de mandarme a la horca. Por un par de segundos logró darme miedo, pero como dije antes, el alcohol te da lo que te hace falta y en ese momento me otorgó valentía.
— ¡Me lo prometiste, Dante! — A pesar de la borrachera y de que se me salían las palabras un poco atropelladas, lograba formular las frases completas. —Tienes que cumplir con tu promesa — exigí.
— ¡Saquen a esta loca de aquí! — respondió aquel hombre con voz fría, ignorándome por completo.
— ¡No, no, no! — di dos pasos más hacia él, tambaleándome. Para ese punto en cualquier momento perdería la conciencia — ¡Dijiste que te casarías conmigo! — solté a los cuatro vientos. No sé si fue por la borrachera, pero me dio la impresión de que un silencio sepulcral impregnó todo el bar — ¿Lo olvidaste? ¿Cómo pudiste hacerlo, Dante? — le reprocho.
— Llama a seguridad y saquen a esta mujer de aquí— ordenó esta vez menos indiferente y sin apartar la mirada de mí.
— Tranquilo, Dante — dijo el chico sonriente, tomándole por el brazo — yo me encargo de ella.
— ¿Qué? no, no, no. Dante, tú me lo prometiste, dijiste: “Elle me casaré contigo, no estarás sola” — solté con un patético intento de imitar su voz — ¿Recuerdas? — esta vez me acerqué más, él no pareció inmutarse, me miraba detenidamente.
— ¿Elle? — dijo al fin.
— ¡Ven, ven!, sí me recuerda — Levanté los brazos al cielo triunfante.
— Si, ya lo veo — dijo el chico que ahora ya sostenía mi peso por completo y luchaba por no dejarme caer al suelo.
— ¡Tienes que cumplir tu promesa, Dante! — volví a mirarlo — No puedes casarte con otra. Tu… — le apunté al rostro con mi dedo índice — vas a cumplir tu promesa y casarte conmigo — aseguré, fuera de mis cabales.
— Está borracha, llévala a su casa — ordenó.
— ¡No! — chillé, soltándome del agarre del otro hombre — ¡Dante! — lo llamé mirándolo a la cara o al menos a lo que distinguía de su rostro — ¿Por qué desapareciste? — de pronto todo el dolor y la decepción que cargaba en mi interior afloraron y sin siquiera sentirlo, comencé a llorar como una chiquilla pequeña — Todo habría sido diferente, nada de esto estuviera pasando — señalé molesta — No estaría sufriendo así. — ¿Por qué? ¿por qué desapareciste? — exigí saber, hecha un mar de llanto — ¡Tú tienes la culpa de todo lo que me ha pasado!, ¡tienes que cumplir tu promesa, Dante! —.
— ¡Basta! — me interrumpió. Bruscamente me tomó por el brazo y literalmente me arrastró a la salida trasera del bar.
— ¡Dante, suéltala! — pedía otro chico que junto al hombre sonrisa, nos seguían. — Estás armando un escándalo — señaló.
— ¿Te parece que yo armé el escándalo? — respondió con molestia.
— Yo me encargaré de ella, anda, vuelve a adentro — dijo el hombre sonriente, mientras yo luchaba por zafarme del agarre de Dante.
— ¡Cállense los dos! — dijo con voz amenazante — No sé qué mierdas haya sido de tu vida y me importa muy poco que tan miserable sea, pero no vas a venir a arruinar la mía, así que deja de lloriquear y ve y resuélvela tu sola — al soltarme provocó que me cayera al suelo.
— ¡Dante! — lo reprendió uno de los hombres mientras me ayudaba a ponerme de pie.
— ¡Tú no eres Dante, mi amigo! — dije — ¡Él había cumplido su promesa sin dudar!, tu… — alcé mi rostro para verlo — tú no eres más que un cobarde, un poco hombre. Prometiste casarte conmigo y desapareciste así si más, arruinaste mi vida Dante — continué mientras me ponía de pie, con ayuda de los hombres que nos habían seguido.
— Axel, llévatela antes de que pierda la paciencia — ordenó amenazante antes de darse la vuelta y encaminarse de nuevo al interior del bar.
— ¡Espera, Dante! — Me acerqué a él, pero antes de que pudiera decir algo, el estómago me jugó una mala pasada y terminé vaciando lo poco que había comido sobre él.
— ¡Qué mierdas! — chilló furioso — ¡llévatela ya! — gritó — Traeré la camioneta — respondió con nerviosismo el hombre al que había llamado Axel.
— Anda, yo la llevaré — aseguró el chico sonriente. Sacó un pañuelo de la solapa de su saco y me limpió el rostro sin poder evitar una mueca de asco al hacerlo, me tomó en brazos y echó a andar.
— Benji— se escuchó la voz de Dante a nuestras espaldas — llévala a su casa, ¿entendido? — ordenó con un dejo de advertencia en su voz.
— ¡Claro, claro! — respondió el Benji sin dejar de andar.
Yo tenía tantas cosas que decir, pero simplemente no salían de mi boca. Mi cuerpo ya no respondía, el alcohol me había consumido por completo, ya no era dueña de nada, ni de mi conciencia.
— Muy bien cariño, se buena y trata de no caerte — Benji me colocó en el suelo mientras abría la puerta trasera de su coche — ¡eso es, eso es! — decía mientras me ayudaba a subirme y sostenía mi cuerpo con el cinturón de seguridad — ¡listo, ahora vámonos! — cerró la puerta del auto. Un segundo después escuché cuando echaba a andar el vehículo.
— Dime, preciosa, ¿es verdad? ¿Dante te propuso matrimonio? — quiso saber.
Yo apenas y podía sostener la cabeza — me… mintió — logré decir.
— ¡Vaya, vaya! — dijo el hombre sonriente. Después de eso perdí la conciencia.
— Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad — el sonido de una voz me volvió en mí, alcé mi rostro y seguía en el vehículo con el hombre sonrisa, éste hablaba por teléfono. — Dijo que se llamaba Elle, pero no puedo estar seguro — informaba al teléfono — Dante estaba furioso — soltó un par de carcajadas — ¿Eso es lo que quieres? — preguntó — ¡Está bien, está bien! la llevaré para allá, muero por ver la cara que pondrá el perfecto Dante Ridchet — fue lo último que escuché. Me sumí en un sueño profundo en el que todo lo que había sucedido aquel día, desapareció de mi mente. Tenía semanas que no dormía así.
Dos meses sin dormir, dos meses sin comer, dos meses desde que había descubierto el engaño de mi perfecto esposo y sólo un día desde que había firmado el divorcio. Sí, después de firmar el divorcio salí y me refugié en el primer bar que encontré, completamente derrotada, devastada y dolida. Me había mantenido fuerte durante dos largos meses, pero no pude soportarlo más cuando vi a Martin completamente renovado, fresco, liberado y con la mirada brillante. Destruyó mi vida, mis sueños, mis anhelos, mientras que él renacía, ¡no era justo!
Así que, a falta de amigas, opté por desahogarme en el alcohol, ¿qué de malo podría pasar?, tal vez terminaría contando mi patética vida a un desconocido y nada más, obviamente no fue así. Sumida en la inconciencia era ajena al caos que había ocasionado, estaba metida en un buen lío y sí que necesitaba descansar, iba a requerir todas mis fuerzas para enfrentar todo lo que venía.
La inconciencia en la que me encontraba dejó de ser una neblina espesa en la que descansaba mi mente. De pronto varios rostros aparecieron en ella, envueltos en una telaraña de situaciones que no tenían sentido. Por momentos pasaban frente a mí los momentos que compartí con Martin, mi ex esposo, luego imágenes del bar, rostros de hombres que jamás en mi vida había visto. De un momento a otro me transportaba hasta la secundaria, justo al momento en que Dante había prometido casarse conmigo.Me quedé clavada en el rostro de Dante, el cual pasó del tierno rostro de un chiquillo adolecente al de un hombre serio, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa, di un sobresalto cuando la mirada de este hombre se clavó en mí, estaba molesto, podía sentirlo, me miraba con odio, tanto que logró darme un escalofrío —Elle— pronunció con voz fría, antes de poder responder, desperté.Una punzada de dolor atravesó mi cabeza apenas y abrí los ojos, ojalá nunca los hubiera abierto, no solo el dolor de cab
CAPÍTULO 4UN BUEN PLANEl rostro lleno de furia de Dante me paralizó, no hice más que ver cómo se marchaba sin mirar atrás. Me quedé ahí, de pie, mirando mi reflejo en el gran ventanal de aquella mansión. Definitivamente no había forma de que mi situación empeorara, tenía el cabello enmarañado, la ropa salpicada de vómito, el maquillaje corrido y el semblante lleno de preocupación. Había destruido la relación de alguien que solo tuvo la mala suerte de conocerme.Apenas y podía creer lo que pasó, ¿en qué maldito momento se me ocurrió embriagarme?, sólo yo tenía esas pésimas ideas. Se me vino a la mente una frase que mi padre repetía, — Siempre se puede estar peor— decía cada vez que me notaba afligida por algún problema. ¡Qué razón tiene!, yo creyendo que mi vida estaba arruinada por el divorcio y resulta que ahora cargaba en mi conciencia el sufrimiento de dos personas más.— Señorita — me llamó una mujer que salía de la casa — el joven Benji me ha pedido que le entregue esto — me te
La hora de la verdad había llegado. Me encontraba frente a la entrada de la universidad donde se llevaría a cabo el evento en el que Ciara estaría presente como invitada especial. Para tratar de no desentonar, me enfundé en un elegante vestido color vino de manga larga, ceñido al cuerpo, que me llegaba debajo de la rodilla.Si algo le debía a Martin era el enseñarme su buen estilo al vestir y un closet inmenso lleno de vestidos, faldas, bolsas, zapatos, blusas, pantalones, shorts, accesorios… de todo. Aprendí mucho junto a él y justamente hoy estaba poniendo en práctica todo lo aprendido.Esa noche llevaba un accesorio muy importante: la determinación. Sí, estaba decidida a cumplir con mi objetivo. Hablaría con Ciara, le explicaría todo y si la suerte me acompañaba, la convencería de seguir con el compromiso y casarse con Dante, creo que nada me haría más feliz que aquella unión.El evento se llevó a cabo en el jardín central de la universidad, por un momento pensé que aquello me har
No estaba dispuesta a quedarme de brazos cruzados, ni tampoco a darme el lujo de perder el tiempo, ni siquiera entré a mi edificio, ahí de pie en la acera, analicé la situación, Dante había mencionado que Ciara desapareció y que incluso ni él sabía dónde encontrarla. Si para alguien con los recursos de Dante era difícil, sólo podía significar que para mí sería imposible, sin embargo, existía un punto que él no estaba considerando.Me subestimaba, estaba claro que Ciara estaba molesta con Dante, decepcionada, por lo tanto era lógico que ella se escondiera de él. Sabía que él la buscaría, era lo más lógico, pero a mí, a mí jamás me esperaría.Sólo tenía que encontrar cualquier indicio que me llevara a ella, pero ¿Dónde?Me jalé el cabello desesperada, estrujándome los sesos en busca de cualquier dato que me pudiera indicar por dónde comenzar a buscar. Repasé cada palabra que Dante me dijo, aunque la mayoría fueron insultos y burlas hacia mí, así que no me sirvió de mucho.Al recordar nu
— ¡Listo! — anunció Roger volviendo a la cocina con su teléfono en la mano. Martin y yo lo mirábamos expectantes, a la espera de saber qué información había obtenido con su llamada. — Ciara está en Las Maldivas. Planea irse a viajar por el mundo para reencontrarse con ella misma, lo cual significa que no volverá hasta que el escándalo haya sido olvidado —. — Debo viajar a Las Maldivas ahora — dije con firmeza. Conseguiría que Ciara me escuchara a como diera lugar. — ¿Estás segura, Elle? Lidiar con esa gente en un país completamente desconocido… y sola… no puedo permitir que te pongas en riesgo — dijo Martin. Yo bufé burlándome de él. — Si, bueno, por si lo olvidaste, tú no tienes ningún derecho de permitirme o no, lo que sea, Martín — ¿Quién demonios se creía? Pedí su ayuda, no su permiso. — Es un viaje demasiado caro — rechistó. Los pretextos nunca terminaban con él. — Puedo permitírmelo — rebatí. No poseía los millones, pero tenía un buen sueldo, además obten
CAPÍTULO 8 OTRA PROMESA Las Maldivas es un lugar precioso. Un escalofrío me recorrió la piel al observar los cientos de islas rodeadas por un azul turquesa de ensueño. Mi viaje no era por placer y tampoco tuve tiempo de llevar ropa ad hoc al lugar, así que mi outfit consistió en unos shorts de vestir color azul marino, una blusa blanca de olanes y tenis del mismo color. Hice una nota mental para volver a este lugar, era ideal para descansar, meditar y reencontrarse consigo mismo. Fui transportada hasta el hotel, el cual estaba ubicado en una de las tantas islas que conforman este paradisiaco lugar, en la barca típica de Maldivas: Dhoni. También se puede llegar en lancha rápida o hidroavión, sin embargo, quedé encantada con el paisaje, así que me di mis cinco minutos para deleitarme con el recorrido, después de todo ya había viajado hasta acá, así que no había nada de malo con que lo disfrutara un poco. Ciara se encontraba hospedada en el Hurawalhi Island Resort, uno de
La tranquilidad me duró muy poco. Desapareció de golpe cuando logré ver a lo lejos a Dante, éste se encontraba a pie de la playa a punto de ingresar al puente de madera que llevaba y conectaba a cada una de las villas.— ¡Carajo! — Ahora, ¿qué iba a hacer?, si me encontraba aquí seguramente esta vez sí me mataría. El pánico me invadió cuando me di cuenta de que no tenía a dónde huir o dónde esconderme, era el único acceso, por ahí se entraba y por ahí se salía, aquello solo estaba rodeado por un mar inmenso.— ¡Mierda, mierda, mierda! — no hacía más que dar vueltas como gallina descabezada, sin saber hacia dónde correr. Por muy loco que parezca, mi única opción era tirarme al agua. — Está oscuro— exclamé.No tenía tiempo que perder, Dante podía verme en cualquier momento, me acerqué a la barandilla que rodeaba el puente y me sujeté de ella, con un pequeño impulso pase una pierna y luego la otra, al verme a la deriva, mi valentía se esfumó y ya no parecía ser tan buena idea.La orilla
— ¡Tú! — gritó señalándome. Tenía el rostro rojo, parecía que en cualquier momento la cabeza le estallaría. No hice más que aferrarme a la toalla que rodeaba mi cuerpo y convertirme en un ovillo sobre el sofá. Se acercó a mí bufando furioso como un toro, puedo jurar que hasta le salía humo por la nariz. — ¿Qué le dijiste? — preguntó con los dientes apretados. Fingí demencia y no le respondí. El hombre perdió por completo la cabeza. Me agarró por el brazo tan fuerte que de un solo movimiento me puso de pie frente a él, tuve que pararme de puntitas. — ¡Suéltame, animal! — lo tomé por la muñeca con mi mano libre y de nada me sirvió… era mil veces más fuerte que yo, no aflojó su agarre ni un milímetro. — ¡Dante, Dante, suéltala! — Axel se acercó por su espalda y lo tomó por los hombros. — ¡Dime!, qué mierdas viniste hacer aquí? Hablaste con ella, ¿verdad?, ¿qué mierdas le dijiste esta vez? — exigió saber, zarandeándome como trapo. Esto ya era él colmo. Podía estar todo lo enojado q