Los jóvenes sentados en el pasto, observaban el lago. Ignacio desesperado porque las chicas demoraban caminaba de un lado a otro. Leo lanzaba piedras al agua. Beto, y Jennifer estaban dentro de una burbuja, ignorantes del mundo exterior. Fernando, cruzado de brazos parado bajo la sombra de un árbol, también disimulaba su impaciencia.
—¿Qué hacen las chicas que tardan tanto? —preguntó Leo.
—Ya conoces como son las mujeres —pronunció Beto embelesado con Jennifer. La joven le dio con el puño en el brazo a su novio.
— ¿Nando vas a seguir sin dirigirme la palabra? —indagó Leo a Fernando.
— ¡Tú y la señorita Katherine son un par de irresponsables! —gruñó molestó el agente.
— ¡Si serás inmaduro, hombre! — exclamó Leo, con las expresiones propias de su tierra natal. Fernando lo fulminó con la mirada—. Ella no quiso traer seguridad porque dijo que estando tú aquí con nosot
Los jóvenes nadaron hasta la orilla para empezar la carrera. Nacho y Laura eran los jueces. A todos les pareció muy divertida la idea del juego, claro que el joven Grimaldi aclaró que el beso entre su hermana y su amigo Leo, solo podía ser en la frente, arruinando las ilusiones de la jovencita.Laura hizo la señal y los seis se lanzaron al agua. Jennifer y Beto no tenían apuro de llegar, ellos nadaban de lo más relajados. Tefa hacia todo lo posible por triunfar. Leo le dio ventaja, caso contrario a Fernando, él no se iba a dejar ganar por Kate; era evidente que le iba a hacer tragar sus palabras: «Ni en tus sueños te vuelvo a besar» recordaron ambos.La primera en llegar a la meta fue Tefa, después lo hicieron Jennifer y Beto. Nando y Kate, estaban casi a la misma distancia de la orilla.— Lo siento señorita, pero yo tengo entr
Ignacio besaba cada vez y cuando la mejilla de su chica. Los dos cantaban embelesados con el otro, entonces llegaron al estribillo.El joven Grimaldi cantó su parte:—Te envío poemas de mi puño y letra —Miró a los ojos a su novia.—Te envío canciones de 4.40 —prosiguió la chica con su aterciopelada voz.—Te envío las fotos cenando en Marbella. —Suspiró y sonrió él.—Y cuando estuvimos por Venezuela —añadió Laura.—Y así me recuerdes y tengas presente —continuó el joven Grimaldi, entonces juntos cantaron.—Que mi corazón está colgando en tus manos…Ignacio la besó al finalizar la melodía, y ell
Ariadna finalizaba de poner las tostadas de jamón y queso sobre un plato y enseguida las llevó a la mesa. Nick colocó la jarra de jugo de naranja y tomó asiento.—Estefanía, Paolo por favor apresúrense van a llegar tarde a la escuela —advirtió la madre a sus hijos.—Déjalos mi amor —objeto él—. Ya son los últimos días de clases, están cansados, y esperando salir de vacaciones.Ary frunció el ceño y lo miró con seriedad.— ¿Nicholas Grimaldi cuando vas a dejar de ser tan consentidor con tus hijos? —recriminó.Él ladeó los labios y sonrió.— Es que así funcionamos a la perfección cariño, yo los consiento y tú los reprendes —a
Desde el pasillo miraron a la pareja besarse. Ary cerró los ojos e inclinó la cabeza. ¿Cómo podía hablarles con la verdad? Se cuestionó. No deseaba que nada se interpusiera en la felicidad de los jovencitos.—Hola, chicos —saludaron Ariadna y Nicholas a los chicos.Laura se sobresaltó y sus mejillas enrojecieron al darse cuenta de que los padres de sus novios los habían sorprendido.—¿Qué hacen aquí? —cuestionó Ignacio, y notó el semblante descompuesto de su mamá. —¿Te sientes bien? —indagó con preocupación.Laura observó que la señora Grimaldi había llorado, pero desconocía los motivos.—¿Señora Ariadna le pasa algo? —preguntó con angust
Kate y Fernando aún avergonzados por lo que estuvo a punto de pasar entre ellos, permanecían en silencio en el largo recorrido que existía desde el campo de tiro y la universidad.Fernando encendió el reproductor del vehículo: «Hoy tengo ganas de ti by Alejandro Fernández» empezó a sonar.—Quiero en tus manos abiertas buscar mi camino. Y que te sientas mujer solamente conmigo. Hoy tengo ganas de ti…—entonó el agente.Kate inhaló profundo escuchando la melodía, sintió como si miles de hormigas recorrieran su cuerpo y le provocaran un extraño cosquilleo que jamás había sentido.Ambos evocaban los recuerdos de lo que casi pasó minutos antes. Kate sacudió su cabeza y trató de pensar en otras cosas, al igual que Fernando.Una vez que llega
Al día siguiente los señores Grimaldi junto con su hijo pasaron por Laura al orfanato, para llevarla a la clínica y que el médico les explicara sobre el tratamiento.En el auto Ignacio le hablaba sobre los trámites que debía realizar Laura para aplicar a la beca. Los padres del chico escuchaban atentos los planes que ambos tenían a futuro.Ariadna, tenía todas sus esperanzas puestas en el tratamiento, porque si no funcionaba la vida de Laura corría peligro al no tener familia.Llegaron a la clínica: Ignacio y Laura caminaban tomados de la mano por los pasillos, sin imaginar que la vida les tenía una dura prueba, enseguida ingresaron al consultorio del doctor Jones, quien les explico que el tratamiento consistía en ejecutarse transfusiones de plaquetas para contrarrestar la disminución de los glóbulos rojos, blancos y h
Laurita sonriendo emocionada ingresó al apartamento en el que ahora vivía con Constanza, acompañada de la mano de Ignacio.—Es un sueño, mi amor —expresó caminando hacia los enormes ventanales—. Nunca imaginé vivir en un lugar como este —mencionó.Ignacio la abrazó por la cintura y recargo su cabeza en el hombro de ella.—Te mereces esto y más —susurró a su oído.Laura giró y se perdió en la azulada mirada de su chico, con sus brazos rodeó el cuello del joven.—Te amo —expresó suspirando.—Yo más —respondió él.Enseguida sus bocas se unieron en un tierno beso, pero a medida que transcurría el tiempo se fue volviendo exigente, e
Ariadna, con la preocupación a cuestas se dirigió a la parroquia, necesitaba conversar con su amigo y confidente desde hacía años: el Padre Fausto, quien en ese momento se encontraba en su despacho, atendiendo a unos feligreses.La señora Grimaldi, se sentó a esperar que el sacerdote estuviera libre, exhaló un suspiro y cruzó sus brazos, mientras meditaba si hacía lo correcto ocultando la enfermedad de Laura, a ella y a su hijo.Cuando las personas salieron. Ariadna colgó su bolso en el hombro e ingresó a la oficina del sacerdote.—Padre Fausto buenos días —saludó la mirada llena de preocupación.—¡Ariadna hija! —exclamó el sacerdote con sorpresa. La señora Grimaldi, no acostumbraba a ir en horas de la mañana al centro comunitario, no había ido el