El dolor silencioso es el más funesto.
Jean-Baptiste Racine
— No me pegues más, te lo suplico.
— Cállate perra — le gritó el hombre, mientras agarraba por los cabellos a su mujer —eres una basura, no sirves para nada… Que sea la última vez que me preguntas con quién estoy.
A la mujer le dolía el estómago, le dolía el pecho, estaba aterrorizada. El hombre la levantó y volvió a abofetearla con tanta fuerza que ella cayó al piso y la sangre corrió por su boca; su marido no cesó en su ataque y le dio una patada en el estómago.
Theresa gritó instintivamente, se cubrió su vientre con los brazos.
— Detente… No le hagas daño a mi hijo.
El barón de Lexinton estaba enceguecido por la ira y no hizo caso a las palabras de la atormentada mujer y volvió a golpearla sin piedad a tal punto que ella perdió el conocimiento.
En el momento en el que Theresa volvió en sí, se encontraba acostada en su cama, le dolía todo el cuerpo, pero el dolor se incrementaba en el vientre, intentó abrir los ojos mas no pudo, estaban muy hinchados, sintió como unas manos la estaba tocando, esa persona le dijo algo y ella reconoció su voz al instante, era el doctor Cooper quien siempre la atendía cuando su marido abusaba físicamente de ella.
— ¿Milady cómo se siente? — Preguntó con voz tensa.
— Tengo mucho dolor en mi vientre… ¿Mi hijo está bien?
El doctor guardó silencio por algunos segundos.
— ¿Por qué se queda callado? Dígame que a mi bebé no le ha pasado nada… Dígamelo — gritó desesperada.
— Lamento informarle que ha perdido la criatura.
Los golpes que recibió no le habían dolido tanto como la noticia que el médico le estaba dando en ese instante. Su hijo era lo más importante para ella, era su rayito de luz en medio de tanta oscuridad y ahora ese monstruo también le quitaba a su bebé. Desde muy joven ella tuvo una vida muy difícil, creció en hogar marcado por la violencia, Roger Clayton, Vizconde de Weymouth era un hombre duro y cruel, no tenía sentimientos, a Diana su madre le hizo pagar hasta el último día de su vida el que no le diera más hijos sino una inútil mujercita; si bebía descargaba la frustración en la humanidad de su frágil esposa. Theresa nunca vio ningún gesto de cariño del Vizconde de Weymouth hacia su madre y mucho menos hacia ella, de él jamás recibió un abrazo y menos una palabra de afecto, cuando se dirigía a cualquiera de las dos era para insultarlas. Muchas veces intentó golpearla, pero Diana se metía en medio para defenderla y era ella quien llevaba la peor parte. Así pasaron los años y la pobre mujer no aguantó esa vida de sufrimientos y murió.
Theresa tan solo tenía quince años cuando la fatalidad llegó a su vida, fue muy difícil seguir adelante sin su madre. No había enterrado aún el cuerpo, cuando el Vizconde la envió a un internado hasta que cumplió la edad para casarse.
Pasaron dos años y llegó el momento de regresar, a ella le aterraba la idea de encontrarse nuevamente con su padre, pero, por otra parte, estaba feliz porque iba a hacer su debut ante la sociedad y ese era su sueño más anhelado, soñaba con casarse, pero no con cualquiera, sino con Lord Gerard Cockburn uno de los mejores amigos de su hermano Andrew; Theresa estaba enamorada de él desde que era una jovencita y el noble caballero no era indiferente, siempre que podía hablaba con ella, en su debut él asistió al evento y bailaron dos veces. Era cierto que existían rumores de la vida disoluta de Gerard mas no le importaba, pues creía firmemente que el amor de ella lo transformaría y además su hermano no iba a permitir que su mejor amigo le hiciera daño.
Un día su padre la llamó a su despacho, y el terror se apoderó de ella, desde que había regresado del internado tan solo habían coincidido un par de veces y fueron encuentros muy breves.
— Siéntate — le ordenó el vizconde en tono serio.
Ella obedeció, se sentó en la silla y colocó sus manos en el regazo.
— He solicitado tu presencia para informarte que vas a casarte en dos semanas con el Barón de Lexinton.
Un hilo de pánico irracional enfrió la sangre de Theresa.
— ¿El Barón de Lexinton?
— Sí, él te ha visto en el baile de tu debut y le has gustado, desea que seas su esposa cuanto antes.
Theresa lo observó horrorizada, el Barón era un hombre que le triplicaba la edad, ella solo sentía repulsión por él, no le gustaba la forma en que la miraba.
— Padre, no quiero casarme con ese hombre, es muy viejo para mí — dijo intentando controlar su vehemencia.
— ¿Qué has dicho? — El Vizconde se levantó de la silla, caminó hasta ella y la miró furioso.
— No quiero casarme con él — Insistió ella.
— Escúchame bien buena para nada, tú vas a hacer lo que yo te diga… a mí no me importa si tú quieres o no, he gastado mucho dinero en ti pagándote estudios, ropas y comida para que ahora vengas a decirme que no te quieres casar con el Barón que está dispuesto a pagar una pequeña fortuna por ti.
— Padre se lo suplico, no me haga esto —dijo llorando.
— No malgastes tu tiempo suplicando esa es mi decisión y ni se te ocurra desafiarme porque la vas a pagar muy caro… Y ahora lárgate, no soporto tus lloriqueos.
Dos semanas después ella se casó, no le quedó otra alternativa que obedecer. En su noche de boda descubrió que el destino cruel le estaba haciendo la peor de las jugadas, pues si pedirlo ni buscarlo se encontraba viviendo la misma pesadilla de vida que vivió su amada madre.
— Milady le voy a suministrar un poco de láudano para aliviarle el dolor.
— No quiero tomar nada... le ruego que se marche, quiero estar sola.
— Cálmese, entiendo por lo que está pasando, pero usted es muy joven y en poco tiempo podrá concebir nuevamente.
Al escuchar esas palabras sintió asco.
— Ni muerta, dejaré que ese hombre vuelva a ponerme un dedo encima.
— Eso lo dice ahora por qué estás herida, pero ya se le pasará.
— Se me olvidaba que usted es un servil de la bestia de su jefe.
— Milady…
— Ya le he dicho que se vaya — gritó llorando.
En ese momento Theresa odiaba su vida, odiaba a su padre por haber convertido su vida en un infierno, odiaba a su marido por todo el mal que le había hecho y se odiaba a sí misma por permitir tanto abuso, por ser una cobarde, pero el perder a su hijo era el último ultraje que iba a permitir. A partir de ese día comenzó a planear su huida.
Pasó una semana cuando ella estaba un poco más recuperada, aprovechó que su marido se había ido de viaje para salir de toda aquella pesadilla y comenzar una nueva vida.
La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor.Anatole FranceSussex 1824— Este lugar me parece perfecto — dijo Theresa mientras entraba a una pintoresca casita.— No lo sé… me parece algo modesta para ti — acotó su cuñada mientras observaba la casa.Para ella el lugar era precioso, al entrar se encontraron con el vestíbulo, paseó su mirada por una escalera que llevaba al piso superior, donde se encontraban dos dormitorios, luego caminó hacia un pequeño despacho decorado con un escritorio de caoba y una estantería llena de libros, también tenía diminuto salón muy acogedor con su chimenea y un hermoso tapiz cerca de la ventana.Subió las escaleras y entró a cada una de las habitaciones que olían a cerrado y a polvo, mas en ninguna de ellas se apreciaba ningún olor desagradable, necesitaban unos pequeños arreglos, pero por lo demás estaban perfectas.— Tan solo tiene dos habitaciones… ¿Dónde dormirán los empleados? — Preguntó Danielle.— Nada de empleados, c
"Yo no busco, yo encuentro"Pablo Picasso— Esta será mi última misión, deseo retirarme, quiero recuperar mi vida.— Estamos en cuenta de eso y respetamos tu decisión... ¿Volverás a América o tomarás el lugar que te corresponde aquí?— Pienso regresarme a las colonias, allí está mi lugar.— Tu sitio está en Londres, aunque no lo quieras admitir, es tiempo que pases la página y recuperes todo lo que es tuyo.— No me interesa, mi primo está haciendo un buen trabajo.— ¿Él sabe que estás aquí?— No, él cree que ando en alguna parte del mundo, no quiero involucrarlo en nada de esto.Wadlow fijó la vista en su reloj y dijo:— Es hora de irme, debo regresar cuanto antes a Londres... Asthon no pierdas tiempo con la Baronesa, tienes que hacer que confíe en ti y nos revele todo lo que sabe.— Trabajaré en ello.Theresa se levantó muy temprano en la mañana, tomó su equipaje y bajó las escaleras de la enorme mansión de los condes de Headfort donde su familia estaba pasando unas pequeñas vacacion
El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada"Tristan Bernard"Michael caminó hacia el pueblo, no tenía otra opción, tenía que actuar normal para no llamar la atención del sujeto, cuando estuvo a cierta distancia pudo darse cuenta de que ya no lo estaban siguiendo. Meditó unos minutos... si no iban detrás de él entonces era a la baronesa a quien estaban vigilando, pensó Michael, para constatar su teoría decidió devolverse por otro camino hasta la casa de Theresa, cuando llegó se ocultó entre las sombras de los árboles que daba justo delante de la casa no podía correr el riesgo que alguien lo viera, se quedó allí esperando que el bandido mostrara su escondite.Al cabo de unos minutos el hombre ajeno a que alguien lo vigilaba, salió de su escondite al ver que las mujeres no saldrían nuevamente de la casa, se relajó y prendió un cigarrillo, Michael Aprovechó esa oportunidad para acercarse sigilosamente y en cuestión de segundos tomó al sujeto del cuello y sacó un puñal que lle
Todo deseo estancado es un veneno.André MauroisLos pensamientos de ella giraban en un torbellino de sensaciones.Theresa estaba aturdida.Michael no dijo nada, ni a favor ni en contra, su mirada se encontraba fija en su boca. Ella intentó retirar la mano, pero él no la soltaba, en cambio, le retuvo la mano entre las suyas. Theresa se ruborizó. En realidad, su contacto le estaba ocasionando reacciones extrañas. El corazón se le subió a la boca, un momento después se le puso a latir como loco.Él la ayudó a levantarse y la distancia entre ellos era muy corta. Therera contuvo el deseo de echarse a temblar, más consciente de él de lo que había estado nunca de un hombre. Los aromas sutiles de sándalo, almidón y hombre, se esparcieron a través de sus sentidos. Estaba consciente de su tórax poderoso, la barba empezando a asomarse y oscureciendo su mandíbula, y el sonido de su respiración. Cada pulgada de la piel le hormigueaba en respuesta a él.Nerviosa se separó de él porque su contacto
Después de haber finiquitado todos los detalles de la misión, Michael tomó el camino hacia Bedforshire, trató de posponer ese momento por tanto tiempo, más de ocho años alejado de su pasado, ahora no podía escabullirse.Woburn Abby se presentaba imponente ante él, era una de las mansiones aristócratas más lujosas de Inglaterra, El rey Enrique VIII dio a John Russell la propiedad, que se convirtió en la sede del Ducado de Bedford, cabeza de la familia Russell, familia a la que él pertenecía.El carruaje donde Michael se trasladaba se paró frente a la puerta principal, se bajó del vehículo, los lacayos que estaban en la entrada lo guiaron hacia el vestíbulo sin saber de quién se trataba, el mayordomo quedó sorprendido al verlo, pero ocultó rápidamente su expresión.— Su excelencia, bienvenido — Se inclinó haciendo una reverencia.— Gordon — Le saludó Michael con la cabeza y le entregó su abrigo, guantes y sombrero.Los criados que estaba alrededor realizando sus quehaceres diarios, al e
"Prohibir algo es despertar el deseo"Michel de Montaigne— Ya sabes lo que tienes que hacer con eso Crosby — dijo Lexinton señalando el cuerpo de David.— Si milord — contestó el hombre con débil voz.El Barón caminó hacia una pequeña mesa donde se encontraba una botella de whisky, la cual agarró y sirvió el líquido ambarino en un vaso, se sentó en la silla detrás de enorme escritorio color caoba, subió los pies.— Así que la insulsa de Theresa está con un hombre — hablaba más para él que para su fiel servidor — Por ahora no voy a hacer nada, voy a terminar los negocios que tengo pendiente, que me van a generar mucho dinero —Tomó un trago del vaso — pero luego buscaré a esa maldita perra... le he dado mucha rienda suelta... Ya va siendo el tiempo que regrese a su casa a cumplir con sus deberes de esposa ¿No crees Crosby?— Estoy completamente de acuerdo con usted... Puedo enviar a alguien que le averigüe quien es ese hombre.— No, yo personalmente me encargaré de ese asunto. No quier
El administrador estaba de pie ante el escritorio de la biblioteca de Michael. Llevaba tres días en la mansión, durante ese tiempo no tuvo descanso, había tenido una serie de reuniones con arrendatarios, banqueros y abogados.— Su Excelencia es necesario que usted se haga cargo de sus propiedades —Dijo el administrador.— Eso es imposible, tengo asuntos pendientes que no puedo abandonar.— Señoría, permítame que le recuerde que usted es el Séptimo Duque de Bedford y no puede eludir sus responsabilidades. —Dijo el hombre señalando una pila de papeles que estaban en el escritorio en espera de su firma ducal.Michael se paró de la silla, caminó alrededor de la habitación.— Usted se hará cargo de todo hasta que yo solucione mis otros asuntos pendientes.— Su Excelencia, yo puedo hacerme cargo, pero debe usted comprender que hay cosas que solo un aristócrata tiene hacer.Michael miró al hombre con irritación.— Señor Keene si usted no desea el trabajo me lo dice inmediatamente para buscar
_ No _ dijo la doncella negando con la cabeza _ ya yo estoy muy vieja para eso._ Vieja _ Theresa se sonrió _ Si tan solo tienes veintidós años._ Donde yo nací ya las mujeres de mi edad son unas ancianas _ dijo en tono jocoso._ Tonterías el lunes te vas a ir conmigo para la escuela, para que inicie tus clases de lectura._ ¡Milady que vergüenza! ¿Se imagina?... todos mis compañeros serán niños_ Estás muy equivocada, hay personas de tu edad que están en tu misma condición y van a la escuela para aprender._ ¿Van personas de mi edad? _ Preguntó con curiosidad._ Si y ya verás que te va a gustar y en muy poco tiempo no solo aprenderás a leer sino muchas cosas más.Sentada en el tocador de su dormitorio esa tarde, Theresa estaba completamente vestida para su salida de esa noche, solo le faltaba arreglar su cabello, por eso dejó que Jenny, le sujetara la abundante melena en un elegante recogido a la moda, dejando que algunas hebras cortas se rizaran en un favorecedor desorden en sus sie