El administrador estaba de pie ante el escritorio de la biblioteca de Michael. Llevaba tres días en la mansión, durante ese tiempo no tuvo descanso, había tenido una serie de reuniones con arrendatarios, banqueros y abogados.— Su Excelencia es necesario que usted se haga cargo de sus propiedades —Dijo el administrador.— Eso es imposible, tengo asuntos pendientes que no puedo abandonar.— Señoría, permítame que le recuerde que usted es el Séptimo Duque de Bedford y no puede eludir sus responsabilidades. —Dijo el hombre señalando una pila de papeles que estaban en el escritorio en espera de su firma ducal.Michael se paró de la silla, caminó alrededor de la habitación.— Usted se hará cargo de todo hasta que yo solucione mis otros asuntos pendientes.— Su Excelencia, yo puedo hacerme cargo, pero debe usted comprender que hay cosas que solo un aristócrata tiene hacer.Michael miró al hombre con irritación.— Señor Keene si usted no desea el trabajo me lo dice inmediatamente para buscar
_ No _ dijo la doncella negando con la cabeza _ ya yo estoy muy vieja para eso._ Vieja _ Theresa se sonrió _ Si tan solo tienes veintidós años._ Donde yo nací ya las mujeres de mi edad son unas ancianas _ dijo en tono jocoso._ Tonterías el lunes te vas a ir conmigo para la escuela, para que inicie tus clases de lectura._ ¡Milady que vergüenza! ¿Se imagina?... todos mis compañeros serán niños_ Estás muy equivocada, hay personas de tu edad que están en tu misma condición y van a la escuela para aprender._ ¿Van personas de mi edad? _ Preguntó con curiosidad._ Si y ya verás que te va a gustar y en muy poco tiempo no solo aprenderás a leer sino muchas cosas más.Sentada en el tocador de su dormitorio esa tarde, Theresa estaba completamente vestida para su salida de esa noche, solo le faltaba arreglar su cabello, por eso dejó que Jenny, le sujetara la abundante melena en un elegante recogido a la moda, dejando que algunas hebras cortas se rizaran en un favorecedor desorden en sus sie
Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer.Antonio MachadoEl primer acto concluyó y la actriz hizo una reverencia para agradecer aplausos recibidos. El escenario quedó vacío.Un camarero apareció, con una botella de champaña y dos copas que rebosaban, arregladas en una bandeja, le entregó una a Theresa y otra a su acompañante._ ¿Nos podemos permitir un capricho como este? _ le preguntó ella a Michael en un susurro._ Por ser esta una noche especial, creo que nos lo permitiremos.Luego que el lacayo se retirara, ella bebió un poco de su copa, la champaña burbujeaba deliciosamente mientras iba bajando por su garganta y notó su calidez en el estómago._ Este palco es muy lujoso… ¿No habrá algún problema por estar aquí? _ preguntó Theresa mirándolo a los ojos._ No habrá ningún problema _ respondió él un poco tenso_ ¿Sabe a quién le pertenece? Tal vez lo conozca._ No creo, escuché decir que el dueño está fuera de Londres y muy alejado de la vida
Él inclinó la cabeza. Cuando sus labios se acariciaron por primera vez, Michael tuvo la sensación de que su mundo estallaba bajo sus pies. Sentir el aliento de ella acariciándolo era algo que jamás había sentido. Insegura, ella entreabrió la boca y él deslizó la lengua en su interior. Sí, su aliento lo había enloquecido, su olor y su sabor lo habían llevado hasta el cielo.Notó que se le aceleraba el corazón y que las manos de ella se sujetaban con fuerza en la solapa de su chaqueta. Ladeó la cabeza para profundizar más el beso y ella se lo agradeció con un suspiro. Theresa no esperaba esa magnífica sensación que estaba sintiendo. Nunca le había gustado mucho besar, encontraba el acto como poco más que un frotar húmedo y torpe.Pero cuando sus labios se encontraron con los de Michael, que estaban calientes y suaves, y ligeramente húmedos, sedosos, y se posaron sobre los de ella, hábiles, seguros y de ninguna manera torpes. Se encontró deseando más, su conciencia volvió a gritarle que
"El que no tiene celos no está enamorado"San AgustínSu cuerpo era un traidor, Theresa no podía comprender ese cúmulo de sensaciones que aparecían con la sola presencia de aquel hombre. Los colores se le subieron al rostro cuando la preciosa sonrisa de Michael apareció en sus hermosos labios. Él se acercó a ella, tomó su mano y se la besó con tanta ternura que todo su interior se agitó.— Buenos días Milady.— Buenos días — logró decir ella en un susurro.Él volvió a mirarla a los ojos y todo lo demás dejó de existir, hasta que la voz de su convaleciente amiga los sacó del idílico momento.— ¿Querida quién ha llegado?Michael soltó la mano de ella y le contestó a la mujer.— Soy yo Rose tu eterno enamorado. —Dijo mientras caminaba a su encuentro.— Ya me parecía extraño que no hubieras llegado antes.La mujer al verlo se le iluminó el rostro con una sonrisa, él se le acercó y le dio un beso en la mejilla.—Veo que ya estás mucho mejor.— Por supuesto, yo soy un hueso muy duro de roer
Michael estaba en su oficina observando por la ventana como la mujer que le robaba el aliento, estaba jugando con sus pequeños alumnos, en ese momento unos de los niños le dijeron algo al oído y ella frunció el entrecejo y se mordió el labio inferior, toda su atención recayó en su boca. Y qué boca tan hermosa. No podía decidir si esos labios gruesos, húmedos y deliciosos eran propios de un ángel o del diablo. Lady Theresa era una dama, una mujer decente, pero no había nada decente en esa boca lujuriosa ni en los pensamientos ardientes que le inspiraba.Esa última semana tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no cometer una nueva locura.Él cerró los ojos y su mente lo llevó a la imagen vivida de sí mismo tomándola entre sus brazos. Cuando sus deliciosas curvas se apretaban contra su cuerpo. Cuando sus labios se unieron a los de ella. Cálidos, suaves, con un sabor delicioso...— ¿Su Excelencia? — La voz de su sirviente lo sacó de sus húmedos pensamientos.— ¿Cuándo Coño va
Si no te ha sorprendido nada extraño durante el día, es que no ha habido día.John ArchibaldTheresa avanzaba por el camino empedrado sin decir ni una sola palabra, aún sentía unos celos inexplicables que la quemaban por dentro. Sus amigas también guardaron silencio, por lo que el trayecto al pueblo se hizo corto. Pasaron por delante de una pequeña pastelería y decidieron entrar y tomarse una taza de café.— ¿Te pasa algo tesoro, estás muy callada, pareces un poco molesta? — preguntó Rose mientras se sentaban en la mesa.— No estoy molesta, ¿de dónde sacas eso?— Desde que viste a Michael con su prometida, no has vuelto a sonreír y eso si es extraño — soltó Clarita sin rodeos.Los colores se le subieron al rostro de Theresa.— ¿Pero qué cosas dices Clara?... lo que haga el señor Asthon con su vida privada me importa lo más mínimo. —Dijo en tono cortante.— Tal vez lo imaginé... ¿Cómo se me puede ocurrir que tú estés celosa? — Dijo Clarita con falso arrepentimiento y mientras le guiñab
Todo el mundo tiene secretos. La única cuestión es encontrar donde están.Stieg LarssonCuando Theresa bajó a la fiesta se encontró con el salón de baile repleto de personas, se abrió paso a través de la muchedumbre y entró al enorme salón de baile. Estaba brillantemente iluminado por altos cirios de cera y el centelleo de las urnas de plata repletas de rosas de alabastro, cuyo suave aroma se mezclaba con el denso perfume usado por las damas. Aquel baile era una de las grandes celebraciones de la temporada social en Sussex. La condesa de Headfort había invitado a toda la crema y nata de la aristocracia inglesa que residía en aquel lugar.No transcurrió mucho tiempo antes de verse rodeada de algunos caballeros que conocía como a otros que no. Ser el centro de atención de esos hombres la hizo sentirse incómoda, aunque trató de disfrutar un poco de tales atenciones mientras les sonreía con gracia y trataba de disfrutar de su compañía.En lo que iba de noche, su hermano y su cuñada no hab