Él inclinó la cabeza. Cuando sus labios se acariciaron por primera vez, Michael tuvo la sensación de que su mundo estallaba bajo sus pies. Sentir el aliento de ella acariciándolo era algo que jamás había sentido. Insegura, ella entreabrió la boca y él deslizó la lengua en su interior. Sí, su aliento lo había enloquecido, su olor y su sabor lo habían llevado hasta el cielo.Notó que se le aceleraba el corazón y que las manos de ella se sujetaban con fuerza en la solapa de su chaqueta. Ladeó la cabeza para profundizar más el beso y ella se lo agradeció con un suspiro. Theresa no esperaba esa magnífica sensación que estaba sintiendo. Nunca le había gustado mucho besar, encontraba el acto como poco más que un frotar húmedo y torpe.Pero cuando sus labios se encontraron con los de Michael, que estaban calientes y suaves, y ligeramente húmedos, sedosos, y se posaron sobre los de ella, hábiles, seguros y de ninguna manera torpes. Se encontró deseando más, su conciencia volvió a gritarle que
"El que no tiene celos no está enamorado"San AgustínSu cuerpo era un traidor, Theresa no podía comprender ese cúmulo de sensaciones que aparecían con la sola presencia de aquel hombre. Los colores se le subieron al rostro cuando la preciosa sonrisa de Michael apareció en sus hermosos labios. Él se acercó a ella, tomó su mano y se la besó con tanta ternura que todo su interior se agitó.— Buenos días Milady.— Buenos días — logró decir ella en un susurro.Él volvió a mirarla a los ojos y todo lo demás dejó de existir, hasta que la voz de su convaleciente amiga los sacó del idílico momento.— ¿Querida quién ha llegado?Michael soltó la mano de ella y le contestó a la mujer.— Soy yo Rose tu eterno enamorado. —Dijo mientras caminaba a su encuentro.— Ya me parecía extraño que no hubieras llegado antes.La mujer al verlo se le iluminó el rostro con una sonrisa, él se le acercó y le dio un beso en la mejilla.—Veo que ya estás mucho mejor.— Por supuesto, yo soy un hueso muy duro de roer
Michael estaba en su oficina observando por la ventana como la mujer que le robaba el aliento, estaba jugando con sus pequeños alumnos, en ese momento unos de los niños le dijeron algo al oído y ella frunció el entrecejo y se mordió el labio inferior, toda su atención recayó en su boca. Y qué boca tan hermosa. No podía decidir si esos labios gruesos, húmedos y deliciosos eran propios de un ángel o del diablo. Lady Theresa era una dama, una mujer decente, pero no había nada decente en esa boca lujuriosa ni en los pensamientos ardientes que le inspiraba.Esa última semana tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no cometer una nueva locura.Él cerró los ojos y su mente lo llevó a la imagen vivida de sí mismo tomándola entre sus brazos. Cuando sus deliciosas curvas se apretaban contra su cuerpo. Cuando sus labios se unieron a los de ella. Cálidos, suaves, con un sabor delicioso...— ¿Su Excelencia? — La voz de su sirviente lo sacó de sus húmedos pensamientos.— ¿Cuándo Coño va
Si no te ha sorprendido nada extraño durante el día, es que no ha habido día.John ArchibaldTheresa avanzaba por el camino empedrado sin decir ni una sola palabra, aún sentía unos celos inexplicables que la quemaban por dentro. Sus amigas también guardaron silencio, por lo que el trayecto al pueblo se hizo corto. Pasaron por delante de una pequeña pastelería y decidieron entrar y tomarse una taza de café.— ¿Te pasa algo tesoro, estás muy callada, pareces un poco molesta? — preguntó Rose mientras se sentaban en la mesa.— No estoy molesta, ¿de dónde sacas eso?— Desde que viste a Michael con su prometida, no has vuelto a sonreír y eso si es extraño — soltó Clarita sin rodeos.Los colores se le subieron al rostro de Theresa.— ¿Pero qué cosas dices Clara?... lo que haga el señor Asthon con su vida privada me importa lo más mínimo. —Dijo en tono cortante.— Tal vez lo imaginé... ¿Cómo se me puede ocurrir que tú estés celosa? — Dijo Clarita con falso arrepentimiento y mientras le guiñab
Todo el mundo tiene secretos. La única cuestión es encontrar donde están.Stieg LarssonCuando Theresa bajó a la fiesta se encontró con el salón de baile repleto de personas, se abrió paso a través de la muchedumbre y entró al enorme salón de baile. Estaba brillantemente iluminado por altos cirios de cera y el centelleo de las urnas de plata repletas de rosas de alabastro, cuyo suave aroma se mezclaba con el denso perfume usado por las damas. Aquel baile era una de las grandes celebraciones de la temporada social en Sussex. La condesa de Headfort había invitado a toda la crema y nata de la aristocracia inglesa que residía en aquel lugar.No transcurrió mucho tiempo antes de verse rodeada de algunos caballeros que conocía como a otros que no. Ser el centro de atención de esos hombres la hizo sentirse incómoda, aunque trató de disfrutar un poco de tales atenciones mientras les sonreía con gracia y trataba de disfrutar de su compañía.En lo que iba de noche, su hermano y su cuñada no hab
Lo siguió hasta el pabellón de baile. La música era una de sus melodías favoritas, se introdujeron en el grupo de baile. Por un momento se quedó helada, mientras los demás bailarines hacían los movimientos adecuados a su alrededor.La música se apoderó de ella. Comenzó a mover un pie, y después el otro, y de repente empezó a moverse con el cuerpo lleno de gozo, siguiendo a la perfección los pasos del baile.Cuando terminó aquella pieza estaba decidida a marcharse, pero el siguiente era una danza más lenta, majestuosa, y no pudo resistirse a girar alrededor del corpulento caballero que resultó ser un buen bailarín y ella le daba gracias al cielo, pues no había dado ni un solo paso equivocado. Después, la música se animó, y ella comenzó a bailar más deprisa, riéndose de alegría.Le faltaba el
No se puede ser amigo de una mujer cuando se puede ser su amante.Anónimo.Por fracciones de segundo, Theresa pensó en todos los problemas y consecuencias que ocurriría de aceptar la propuesta de Michael, pero miró sus hermosos ojos llenos de deseos, de un deseo que ella había despertado y supo que pasar una noche en sus brazos valía la pena soportar cualquier dificultad, aunque no podía ocultar su temor.— No sé si esto sea buena idea — le susurró sinceramente.— Confía en mí...Ella envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó fuertemente. Michael hundió el rostro en su cabello mientras sus brazos se curvaban en su espalda. Luego la tomó de la mano y caminaron hacia la mansión.— ¿Para dónde vamos? —preguntó ella.— Para mi habitación.Ella apretó su mano en señal que estaba de acuerdo, entraron a la casa y subieron por la escalera de servicio, para que nadie pudiera verlos. Al llegar a la recámara, él le indicó a Theresa que entrara, luego cerró la puerta tras él. El aposento de
Theresa lo acarició a él, al igual que él había hecho antes. Exploró su torso desnudo. Deslizó las yemas de los dedos sobre la piel tersa y firme hasta encontrar los pezones planos y masculinos. Acarició uno con la yema del dedo, y la complació descubrir que se endurecía de deseo igual que los de ella. Hundió los dedos en el triángulo de vello rizado del centro de su pecho y siguió bajando hacia su estómago. Lo besó con suavidad el centro del pecho y, después, un pezón. Allí, lo acarició con la lengua, como él había hecho con anterioridad. Michael emitió un gruñido de placer y cerró los dedos en torno a los cabellos de Theresa. Ella siguió lamiéndolo con suavidad. Sonrió sobre su piel, excitada por la reacción de él, y se desplazó para acariciar el otro pezón. Lo torturó con la lengua, y disfrutó al oír sus jadeos.Último capítulo