"Yo no busco, yo encuentro"
Pablo Picasso
— Esta será mi última misión, deseo retirarme, quiero recuperar mi vida.
— Estamos en cuenta de eso y respetamos tu decisión... ¿Volverás a América o tomarás el lugar que te corresponde aquí?
— Pienso regresarme a las colonias, allí está mi lugar.
— Tu sitio está en Londres, aunque no lo quieras admitir, es tiempo que pases la página y recuperes todo lo que es tuyo.
— No me interesa, mi primo está haciendo un buen trabajo.
— ¿Él sabe que estás aquí?
— No, él cree que ando en alguna parte del mundo, no quiero involucrarlo en nada de esto.
Wadlow fijó la vista en su reloj y dijo:
— Es hora de irme, debo regresar cuanto antes a Londres... Asthon no pierdas tiempo con la Baronesa, tienes que hacer que confíe en ti y nos revele todo lo que sabe.
— Trabajaré en ello.
Theresa se levantó muy temprano en la mañana, tomó su equipaje y bajó las escaleras de la enorme mansión de los condes de Headfort donde su familia estaba pasando unas pequeñas vacaciones, la noche anterior Danielle la había ayudado a convencer a su hermano para que no se opusiera a que ella se quedara viviendo en Sussex.
— Theresa es una locura lo que planeas hacer. —Le dijo Andrew en tono serio.
— Sussex en un pueblo tranquilo — contestó ella con calma —además me pasaré la mayor parte del tiempo aquí en Blackfort trabajando en la escuela.
— Eso es otra locura… No necesitas trabajar —Insistió él — puedo ocuparme perfectamente de ti.
— Lo sé y te lo agradezco, pero como ya le he dicho a Danielle, esto lo hago por mí, quiero aprender a valerme por mí misma.
Su cuñada había guardado silencio mientras los hermanos hablaban, pero al escuchar su nombre se acercó a su esposo y lo abrazó.
— Mi amor Theresa ya no es una niña, es toda una mujer y si quiere hacer esto, nosotros debemos apoyarla — ella hizo el amago de darle un beso en los labios, pero decidió dárselo en la mejilla y colocó la cabeza en su hombro.
Sin que su hermana escuchara, Andrew le susurró al oído.
— ¿Crees que con tus artimañas de brujita coqueta vas a convencerme? —Preguntó con un tono serio, fingido.
Danielle le dio un beso dulce en la comisura izquierda de los labios y le respondió.
— No lo creo, estoy segura de ello.
La expresión de Andrew adoptó un destello de picardía.
— Oh por favor ustedes no vayan a comenzar de nuevo — Intervino Theresa, que sabía que cuando su hermano y su cuñada comenzaban a coquetear se olvidaban de todo lo que les rodeaba.
Danielle se sonrió y se apartó de Andrew, que después de mirar con absoluta devoción a su esposa se concentró de nuevo en la Baronesa.
— Puedo entender tu punto Theresa, lo que me preocupa es Lexinton, conmigo eres intocable, pero sola eres vulnerable y ese desgraciado lo sabe, si estás lejos de mí no podré protegerte.
— Para ese hombre ya no existo, desde que me fui de su lado, jamás ha vuelto a buscarme.
— Yo no estoy seguro de eso, pero para mi paz mental hablaré con Gabriel para que ponga a tu disposición dos de sus empleados que te cuiden de día y de noche.
— No es necesario, voy a estar bien, además Lexinton no sabe que estoy aquí y tú no se lo vas a decir.
— Por supuesto que no... Eres una mujer muy terca ¿Lo sabías?
— Igual que tú, cariño — respondió Danielle que estaba doblando uno de los vestidos de Theresa.
Por más que Andrew insistió, no logró hacerla cambiar de parecer, por lo que no le quedó otro remedio que aceptar su decisión y darle todo su apoyo.
El recorrido de la mansión de los condes hasta su nueva casa le pareció eterno, se encontraba ansiosa por llegar, cuarenta minutos después ella estaba parada enfrente de su nuevo hogar, el cochero la ayudó a bajar todo su equipaje y se marchó; una vez adentro subió las maletas a su habitación y comenzó a acomodarlas dentro del armario, su cuñada le había dicho que la nueva doncella llegaría en el transcurso de la mañana. Luego de dejar todo en orden, se cambió de ropa para poder comenzar a asear el lugar, ella era una mujer totalmente inexperta en las labores domésticas, pero eso también tenía que cambiar, ahora su vida adquiría nuevos matices.
<< Nunca más volveré a depender de nadie>> — Pensó.
Estaba sumergida en sus labores domésticas cuando tocaron la puerta.
Ya sabía de quién se trataba.
— ¿Hola, tú eres Jenny? —preguntó a la chica.
— Si Milady, la prima de Rita.
— ¿Ella te contó sobre mí?
— Sí, me dijo que usted es la Baronesa de Lexinton y seré su doncella.
Theresa la observó por un momento, era una joven muy bonita, de melena pelirroja y con unos enormes ojos azules llenos de inocencia, de inmediato supo que se la llevarían muy bien.
— Excelente... pasa te estaba esperando.
— Aquí estoy mi señora para todo lo que me necesite — contestó Jenny emocionada.
— Ven, sígueme, te llevaré a tu recámara.
La chica entró en la habitación y miró a su alrededor, sus ojos brillaban de alegría.
— Es enorme — Dijo emocionada.
— ¿Te gusta? — preguntó Theresa.
— Si — contestó ella sonriendo.
— Me alegra que te guste... Cuando estés lista te reúnes conmigo.
— Si Milady, no tardaré.
— Tomate tu tiempo... ¿De acuerdo?
— Si mi Señora.
Minutos después, Jenny se reunió con Theresa en el salón.
— ¿Sabes cocinar? — preguntó Theresa con curiosidad.
— Sí, mi abuela me enseñó hacer platos muy ricos.
— Eso es estupendo, quiero que me enseñes a hacer todo lo que sabes, pero primero debemos comprar alimentos, porque no tenemos absolutamente nada... vamos a darnos prisa arreglando lo que falta, para ir de compras al pueblo.
— Como usted diga.
Limpiaron el polvo de las ventanas, muebles y estantes; tres horas después el lugar se encontraba reluciente. Theresa estaba agotada pero satisfecha con los resultados.
— Creo que hemos terminado — le comentó a su doncella
— Si está todo impecable.
— Voy a darme un buen baño y a cambiarme para irnos al pueblo, tú has lo mismo, Jenny.
— Le voy a preparar el baño.
— Nada de eso, yo puedo hacerlo... Quiero aclararte algo, no estás en esta casa para ser mi sirvienta, estás aquí conmigo como mi acompañante, deseo que me enseñes las cosas que yo no sé y yo también te enseñaré lo que tú desees.
La chica la miró extrañada.
— Eso no fue lo que me dijo Rita.
— ¿No te gusta mi idea?... Contéstame con sinceridad.
— Si me gusta, aunque me voy a sentir extraña.
— Luego te explicaré mis razones, ahora no tenemos tiempo, no quiero que nos agarre la noche en el pueblo, además me muero de hambre.
— Está bien Milady.
Las dos mujeres salieron de la casa y tomaron el camino al pueblo, Sussex era un lugar precioso, Theresa contempló el paisaje, era una vasta llanura de hierba que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, salpicada aquí y allá por ovejas y a lo lejos se veía el pastor que las cuidaba.
— ¿Falta mucho para llegar al pueblo? — Preguntó la doncella.
— No, estamos cerca... ¿De dónde eres Jenny?
— De Devonshire.
— ¿Trabajabas para alguien allá?
— No, vivía con mi abuela, pero murió hace un mes y me quedé sola, ella era mi familia más cercana, gracias a Dios Rita que fue a visitarme y prometió ayudarme.
— Siento tanto lo de tu abuela.
— Todavía no logro superar su partida.
— Te entiendo perfectamente, me pasó lo mismo cuando mi madre murió, pero el dolor pasa, aunque el recuerdo siempre queda en nuestro corazón.
Llegaron al bullicioso pueblo que era más grande de lo que creía. Disponía de una gran tienda de alimentos, un pequeño consultorio médico, un teatro de dos plantas, una panadería y una oficina de correo, dos tiendas de ropa y una pequeña posada. Entraron a la tienda de alimentos y compraron todo lo que necesitaban, luego fueron a la posada, tomaron un pequeño refrigerio. Al salir del lugar, Theresa estaba de mucho mejor ánimo y emprendieron el camino de regreso a la casa, cuando escuchó que alguien la llamaba, se giró vio a Michael.
Verlo de nuevo hizo que su corazón palpitara de manera diferente, es que realmente era un hombre imponente, con su enorme estatura, su cabello rubio, su inflexible mandíbula, sus penetrantes ojos azules... y algo que no había visto antes un hoyuelo en su mejilla izquierda, absolutamente perfecto. El hoyuelo apareció fugazmente cuando él saludó a alguien con la cabeza y volvió a desvanecerse entre los tersos contornos de su rostro.
Él se acercó a ellas.
— Lady Lexinton que placer volver a verla.
Theresa tardó un poco en reaccionar, se lo atribuyó al cansancio y al hambre que tenía y no porque él la perturbara con su presencia.
Michael le cogió la mano y la rozó con sus labios, mientras le obsequiaba una amplia y deslumbrante sonrisa.
— Señor Asthon qué agradable sorpresa — dijo ella conteniendo un poco el aliento.
— He esperado ansioso su incorporación en la escuela.
— No he podido ir porque me estaba mudando, pero mañana comenzaré si usted no tiene problema.
— Por supuesto que no... Permítame ayudarla con esa cesta.
— No se moleste, yo puedo llevarla.
— Para mí, no es ninguna molestia.
Theresa le entregó la cesta.
— ¿Me ha dicho que se ha mudado?
— Si he comprado la propiedad del Señor Axwell.
— Ah que bien, no es muy lejos de aquí.
A Theresa le resultaba difícil prestar atención, se sentía nerviosa.
— ¿Piensa quedarse mucho tiempo en Sussex?
— Sí, me encantó este lugar.
La mirada de él era intensa como si la escudriñara por dentro.
— Puede contar conmigo para lo que necesite.
— Muchas gracias lo tendré en cuenta.
El trayecto de regreso se hizo muy corto para los dos.
Jenny tomó la cesta que Michael tenía en sus manos y entró a la casa.
— Gracias Señor Asthon por su amabilidad de acompañarnos.
— No ha sido nada — Apareció el hoyuelo cuando sonrió — espero verla mañana en la escuela.
— Allí estaré sin falta.
Él se quedó mirándola y luego se fue sin decir nada más, deseaba despedirse de una manera más cortes, pero todo su cuerpo estaba en tensión, desde que salió del pueblo notó la presencia de alguien que los seguía, tenía que averiguar de quien se trataba.
El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada"Tristan Bernard"Michael caminó hacia el pueblo, no tenía otra opción, tenía que actuar normal para no llamar la atención del sujeto, cuando estuvo a cierta distancia pudo darse cuenta de que ya no lo estaban siguiendo. Meditó unos minutos... si no iban detrás de él entonces era a la baronesa a quien estaban vigilando, pensó Michael, para constatar su teoría decidió devolverse por otro camino hasta la casa de Theresa, cuando llegó se ocultó entre las sombras de los árboles que daba justo delante de la casa no podía correr el riesgo que alguien lo viera, se quedó allí esperando que el bandido mostrara su escondite.Al cabo de unos minutos el hombre ajeno a que alguien lo vigilaba, salió de su escondite al ver que las mujeres no saldrían nuevamente de la casa, se relajó y prendió un cigarrillo, Michael Aprovechó esa oportunidad para acercarse sigilosamente y en cuestión de segundos tomó al sujeto del cuello y sacó un puñal que lle
Todo deseo estancado es un veneno.André MauroisLos pensamientos de ella giraban en un torbellino de sensaciones.Theresa estaba aturdida.Michael no dijo nada, ni a favor ni en contra, su mirada se encontraba fija en su boca. Ella intentó retirar la mano, pero él no la soltaba, en cambio, le retuvo la mano entre las suyas. Theresa se ruborizó. En realidad, su contacto le estaba ocasionando reacciones extrañas. El corazón se le subió a la boca, un momento después se le puso a latir como loco.Él la ayudó a levantarse y la distancia entre ellos era muy corta. Therera contuvo el deseo de echarse a temblar, más consciente de él de lo que había estado nunca de un hombre. Los aromas sutiles de sándalo, almidón y hombre, se esparcieron a través de sus sentidos. Estaba consciente de su tórax poderoso, la barba empezando a asomarse y oscureciendo su mandíbula, y el sonido de su respiración. Cada pulgada de la piel le hormigueaba en respuesta a él.Nerviosa se separó de él porque su contacto
Después de haber finiquitado todos los detalles de la misión, Michael tomó el camino hacia Bedforshire, trató de posponer ese momento por tanto tiempo, más de ocho años alejado de su pasado, ahora no podía escabullirse.Woburn Abby se presentaba imponente ante él, era una de las mansiones aristócratas más lujosas de Inglaterra, El rey Enrique VIII dio a John Russell la propiedad, que se convirtió en la sede del Ducado de Bedford, cabeza de la familia Russell, familia a la que él pertenecía.El carruaje donde Michael se trasladaba se paró frente a la puerta principal, se bajó del vehículo, los lacayos que estaban en la entrada lo guiaron hacia el vestíbulo sin saber de quién se trataba, el mayordomo quedó sorprendido al verlo, pero ocultó rápidamente su expresión.— Su excelencia, bienvenido — Se inclinó haciendo una reverencia.— Gordon — Le saludó Michael con la cabeza y le entregó su abrigo, guantes y sombrero.Los criados que estaba alrededor realizando sus quehaceres diarios, al e
"Prohibir algo es despertar el deseo"Michel de Montaigne— Ya sabes lo que tienes que hacer con eso Crosby — dijo Lexinton señalando el cuerpo de David.— Si milord — contestó el hombre con débil voz.El Barón caminó hacia una pequeña mesa donde se encontraba una botella de whisky, la cual agarró y sirvió el líquido ambarino en un vaso, se sentó en la silla detrás de enorme escritorio color caoba, subió los pies.— Así que la insulsa de Theresa está con un hombre — hablaba más para él que para su fiel servidor — Por ahora no voy a hacer nada, voy a terminar los negocios que tengo pendiente, que me van a generar mucho dinero —Tomó un trago del vaso — pero luego buscaré a esa maldita perra... le he dado mucha rienda suelta... Ya va siendo el tiempo que regrese a su casa a cumplir con sus deberes de esposa ¿No crees Crosby?— Estoy completamente de acuerdo con usted... Puedo enviar a alguien que le averigüe quien es ese hombre.— No, yo personalmente me encargaré de ese asunto. No quier
El administrador estaba de pie ante el escritorio de la biblioteca de Michael. Llevaba tres días en la mansión, durante ese tiempo no tuvo descanso, había tenido una serie de reuniones con arrendatarios, banqueros y abogados.— Su Excelencia es necesario que usted se haga cargo de sus propiedades —Dijo el administrador.— Eso es imposible, tengo asuntos pendientes que no puedo abandonar.— Señoría, permítame que le recuerde que usted es el Séptimo Duque de Bedford y no puede eludir sus responsabilidades. —Dijo el hombre señalando una pila de papeles que estaban en el escritorio en espera de su firma ducal.Michael se paró de la silla, caminó alrededor de la habitación.— Usted se hará cargo de todo hasta que yo solucione mis otros asuntos pendientes.— Su Excelencia, yo puedo hacerme cargo, pero debe usted comprender que hay cosas que solo un aristócrata tiene hacer.Michael miró al hombre con irritación.— Señor Keene si usted no desea el trabajo me lo dice inmediatamente para buscar
_ No _ dijo la doncella negando con la cabeza _ ya yo estoy muy vieja para eso._ Vieja _ Theresa se sonrió _ Si tan solo tienes veintidós años._ Donde yo nací ya las mujeres de mi edad son unas ancianas _ dijo en tono jocoso._ Tonterías el lunes te vas a ir conmigo para la escuela, para que inicie tus clases de lectura._ ¡Milady que vergüenza! ¿Se imagina?... todos mis compañeros serán niños_ Estás muy equivocada, hay personas de tu edad que están en tu misma condición y van a la escuela para aprender._ ¿Van personas de mi edad? _ Preguntó con curiosidad._ Si y ya verás que te va a gustar y en muy poco tiempo no solo aprenderás a leer sino muchas cosas más.Sentada en el tocador de su dormitorio esa tarde, Theresa estaba completamente vestida para su salida de esa noche, solo le faltaba arreglar su cabello, por eso dejó que Jenny, le sujetara la abundante melena en un elegante recogido a la moda, dejando que algunas hebras cortas se rizaran en un favorecedor desorden en sus sie
Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer.Antonio MachadoEl primer acto concluyó y la actriz hizo una reverencia para agradecer aplausos recibidos. El escenario quedó vacío.Un camarero apareció, con una botella de champaña y dos copas que rebosaban, arregladas en una bandeja, le entregó una a Theresa y otra a su acompañante._ ¿Nos podemos permitir un capricho como este? _ le preguntó ella a Michael en un susurro._ Por ser esta una noche especial, creo que nos lo permitiremos.Luego que el lacayo se retirara, ella bebió un poco de su copa, la champaña burbujeaba deliciosamente mientras iba bajando por su garganta y notó su calidez en el estómago._ Este palco es muy lujoso… ¿No habrá algún problema por estar aquí? _ preguntó Theresa mirándolo a los ojos._ No habrá ningún problema _ respondió él un poco tenso_ ¿Sabe a quién le pertenece? Tal vez lo conozca._ No creo, escuché decir que el dueño está fuera de Londres y muy alejado de la vida
Él inclinó la cabeza. Cuando sus labios se acariciaron por primera vez, Michael tuvo la sensación de que su mundo estallaba bajo sus pies. Sentir el aliento de ella acariciándolo era algo que jamás había sentido. Insegura, ella entreabrió la boca y él deslizó la lengua en su interior. Sí, su aliento lo había enloquecido, su olor y su sabor lo habían llevado hasta el cielo.Notó que se le aceleraba el corazón y que las manos de ella se sujetaban con fuerza en la solapa de su chaqueta. Ladeó la cabeza para profundizar más el beso y ella se lo agradeció con un suspiro. Theresa no esperaba esa magnífica sensación que estaba sintiendo. Nunca le había gustado mucho besar, encontraba el acto como poco más que un frotar húmedo y torpe.Pero cuando sus labios se encontraron con los de Michael, que estaban calientes y suaves, y ligeramente húmedos, sedosos, y se posaron sobre los de ella, hábiles, seguros y de ninguna manera torpes. Se encontró deseando más, su conciencia volvió a gritarle que