Asintió conforme con el pedido que había terminado de redactar hace unos segundos. Lo leyó un par de veces más, asegurándose de haber solicitado todo los suministros de oficina y luego lo envió al departamento de ventas, sin omitir una copia a su jefe.
Se desempeñaba como asistente administrativo en una pequeña empresa de ventas de insumos de oficina. La compañía no tenía más de dos años de estar en el mercado y —aunque no contaban con una gran gama de materiales a la venta— en los últimos meses había crecido el número de clientes. Tal vez se debía a la excelencia en calidad de materiales, al trato cordial y a la predisposición de los pocos y muy eficientes empleados que el nivel de acaparación dentro del mercado había incrementado. No tenía ni debía quejarse; además, por las seis horas de trabajo obtenía un buen sueldo.Los pedidos llegaban, los filtraba y luego mandaba distintas listas de insumos al departamento de ventas. Una tarea sencilla, pero de estricto cuidado. Si cometiera un nimio error, todo se vendría cuestas abajo. Tal el motivo del porqué se tomaba unos minutos de mas para revisar las listas y, posterior a estar seguro, las enviaba.—Oh, Eliel, menos mal que aún no te has ido —Se sobresaltó al oír la voz de su jefe y alzó la mirada—. Surgió un pedido de último momento. Necesito que vayas directamente con Milo y verifiquen cuántas resmas de papel A4 quedan en el depósito.—De acuerdo, señor —profirió.—Encárgate de contabilizarlos y ayuda a Milo a preparar todo los demás insumos —Asintió—. Cuento contigo, Eliel, y, por favor, no olvides de enviarme un reporte.—Muy bien, señor —Apagó la computadora y rodeó el escritorio—. Acabo de enviarle una copia del anterior pedido. El departamento de ventas ya lo recibió. Mañana a primera hora saldrá a destino.El hombre asintió, esbozando una pequeña sonrisa y regresó al interior de su oficina.Él exhaló un ligero suspiro. Miró el pasillo desolado y las ganas por irse incrementaron. No era la primera vez que quedaba después de cumplir su horario ni sería la última, pero este día en particular no se sentía del todo bien. Echó la culpa al café poco concentrado que bebió más temprano.~*~Había algo en Milo que no le terminaba de gustar. Tal vez fuera porque el chico poseía un carácter singular. Reía por cualquier tontería, hablaba hasta por los codos y no respetaba el silencio ajeno o algo así. Él no era de muchas palabras, prefería decir lo justo y necesario. Hacer un buen trabajo y ya.—¿Y bien? ¿Te enteraste de los últimos chismes? —preguntó su compañero.Y eso era lo que más detestaba de Milo. A él nunca le importó lo que pasaba con los demás empleados, no eran sus amigos, solo eran meros conocidos. Tampoco le resultaba relevante andar como si fuera una vieja chismosa hablando de la vida ajena, en lo absoluto. Y no, él no era una persona asocial, simplemente separaba las cosas: trabajo por un lado, vida personal por el otro.—Doscientas resmas de papel A4, cincuenta archivadores, dos cajas de post it adhesivos de treinta cada una y setenta bolígrafos de tinta negra —espetó, leyendo la lista—. Tenemos todo. Llamaré a los chicos de…—¿No oíste lo que dije?Arqueó una ceja en torno a Milo.—Escucha, te diré esto —Inhaló y exhaló hondo y añadió—: No me interesa saber nada de nadie en particular. Hago mi trabajo y ahora haz el tuyo.—Que amargado, hombre.Rodó lo ojos. No, no era relevante nada de lo que sea que fuera a contarle Milo.En completo silencio, se dirigió a la puerta. Llamó a otros empleados para que terminaran de empaquetar todo y, una vez hecho su trabajo, se encaminó de nuevo hacia la oficina de su jefe. Luego de pasarle el reporte, se despidió de este hasta el próximo lunes. Por fin podía dejar atrás otro día de trabajo. Por fin podía ir a disfrutar de una merecida tranquilidad.Pincelando una pequeña sonrisa, caminó sosegado hasta cierta cafetería.(…)Definitivamente descartó el café poco concentrado que bebió por la mañana como culpable del malestar que lo hostigó durante todo el día. No, debió hacer caso al presentimiento que lo persiguió desde que se levantó de la cama y estaba a nada de entenderlo.La cafetería se hallaba pacífica como era costumbre (a este horario). La mesa que habitualmente ocupaba estaba libre. En resumen, seguía siendo la misma rutina que repetía cada día. Observó de soslayo a las pocas personas que ocupaban diferentes mesas, cada una concentrada en sus cosas, nada fuera de lo usual.Avanzó hasta el mostrador, concentrándose en la pequeña lista de distintas infusiones que servían. Él era cliente concurrente, por ende, la chica detrás del mostrador lo conocía y sabía cuál sería su pedido. No era necesario entablar una…—¡Hola, bienvenido a Coffee House!Una voz sumamente alegre, casi chillona, lo sacó de sus reflexiones. Su mirada cayó directa en la persona sonriente detrás del mostrador y no, no era la misma chica y definitivamente no era otra chica, ¿o sí?—¿Cuál será su pedido? ¿Algo para comer, beber o ambos? Tenemos una variedad en café y tartas, también tenemos exprimidos, malteadas, tostadas y…—Una taza de té de miel y limón, por favor —solicitó.No se perdió el leve ceño fruncido de, ¿la fémina? Él no era de juzgar, jamás lo hizo, mucho menos por las apariencias, pero ahora tenía un gran dilema para descifrar el sexo de la persona que lo miraba como si él fuera un bicho raro o algo así. Bueno, tal vez se debía a que dicha persona vestía como todos los empleados de la cafetería. El típico uniforme, camisa blanca de cuello mao, pantalón de vestir slim fit negro, el infaltable gorrito (cofia) negro con finas rayitas blancas —que cubría completamente el cabello— a juego con el mandil. Era un poco bastante complicado saber a ciencia cierta si se trataba de una chica o un chico y, a todo ese conjunto, debía sumar la voz un tanto aguda, por no decir chillona.La cúspide de todo… No tenía ni la mas leve idea de nada…Continuación inmediata del capítulo anterior.De acuerdo. Estaba teniendo serias complicaciones para procesar lo que estaba ocurriendo por varias razones. Primero, no tenía idea de quién era la persona que lo miraba con evidente intriga en el rostro. Segundo, no tenía idea si la persona era un chico o una chica. Tercero, ¿dónde estaba la misma persona que lo atendía siempre? Además, él no era de hablar mucho… ¡Ni siquiera era necesario decir cuál sería su pedido! La otra persona, la chica que siempre lo atendía, ya lo conocía desde hace mucho tiempo y…—Oh, bien —De nuevo la voz aguda lo sacó de sus pensamientos. Fue su turno de fruncir el ceño—. ¿Algo más, un muffin quizás o…?—No, eso es todo —imperó neutro.—Bien. ¿Lo beberás aquí en la barra o quieres que…?—En la misma mesa —Quiso rodar los ojos al notar la confusión en el semblante ajeno, pero no lo hizo—. Aquella —señaló.—Ah, sí, la más alejada de todas —De acuerdo, él se caracterizaba por tener una muy buena predisposición y
En serio, él amaba aquella cafetería. Desde la primera vez que puso un pie dentro, supo que había encontrado el sitio perfecto para desperdiciar su tiempo libre (antes de regresar a casa). El ambiente encajaba con su personalidad pacífica y neutral. Nadie nunca lo molestó ni él tampoco a nadie.Llegaba, pedía un té, ocupaba la mesa más alejada; breves instantes después, la misma persona que lo despachaba le alcanzaba la infusión, pagaba la cuenta y se sumergía en la lectura mientras bebía tranquilamente de su humeante taza de té. Quizá para cualquiera aquella era una rutina aburrida por el hecho de estar sin compañía, pero para él resultaba todo lo opuesto.Hacía bastante tiempo —un año para ser precisos— que reincidía en aquella práctica. Le resultaba relajante luego de un día ajetreado. Tampoco era como si pasara mucho tiempo en la cafetería; tal vez unas dos o tres horas, dependiendo de su estado de ánimo. Si bien podía tranquilamente hacer lo mismo en su departamento, optaba por d
Dos meses después.El día fue horriblemente trajinado y tedioso. Tuvo que encargarse personalmente de cotejar las ventas de los últimos pedidos de insumos. No le agradó pasarse casi toda la mañana en el depósito junto con Milo que —para colmo de males— lo hostigó con su vómito verbal.No entendía cómo el chico no captaba las indirectas de que nada de lo que le contaba le era interesante. Él no era esa clase de personas chismosas, no, muchos menos cuando el tema central de conversación —por parte de Milo— era sobre la vida privada de su jefe. A él no le resultaba relevante saber que (al parecer) su jefe andaba liándose con una de las chicas del departamento de ventas telefónicas. Que importaba si su jefe tenía una o varias amantes. Después de todo, ese no era su asunto ni el de Milo.En resumen, se sentía agotado mentalmente. Dio gracias al cielo por culminar otro día de trabajo.Como de costumbre, al salir de la empresa, se dirigió directamente hacia la cafetería.Desde que decidió ha
Él no era de salir los fines de semana y optaba por quedarse en el departamento. Hacer limpieza y demás. Sin embargo, el domingo por la tarde se encontraba aburrido y sin nada qué hacer; por ende, decidió ir a su cafetería favorita. (La visita a casa de sus padres tendría que esperar al próximo fin de semana; además, hablaba a diario por teléfono con su madre y otras con su padre, o con ambos a la vez).El motivo por el cual no quería quedarse en su departamento era porque sus jóvenes vecinos parecían tener una especie de fiesta bastante bulliciosa, con la música a todo volumen. ¡Jesús Misericordioso! Solo eran las tres de la tarde y, ¿eso que salía por debajo de la puerta de sus vecinos era humo? Frunció la nariz al inhalar el aroma a, ¿marihuana?Cerró de prisa su puerta y se dirigió a largas zancadas por el pasillo. Vergüenza ajena trepó por su rostro al encontrarse con otro vecino. Un viejecito que vivía en el mismo piso. Saludando con un leve asentimiento de cabeza, se hizo a un
Viendo que no conseguiría que el chico se esfumara de su mesa, él se resignó. Bien podría levantarse e irse a otra mesa, pero todas estaban ocupadas.Bufó mentalmente y llevó la taza a los labios; el aroma penetró sus fosas nasales y se relajó súbitamente. Dio un lento sorbo, disfrutando del estallido de la mezcla en su paladar. Un toque ácido, un toque dulce, una fusión idónea. Un manjar, una delicia, una…—Tu rostro ahora mismo parece ser el de alguien que acaba de tener un orgasmo precoz —Se ahogó con el té, un ataque de tos lo invadió. ¿Qué carajo?—. ¡Oh por Dios! ¿Es así? ¿Te has manchado los pantalones? Menos mal que estás a unos pasos del sanitario. Por el contrario, sería…—¿Q-qué pasa contigo? —cuestionó, recuperándose de la tos—. Has cruzado la línea. Eres…—¿Qué, un niño mimado y egocéntrico? —preguntó el chico.Unas repentinas ganas, ¿de qué, estrangularlo, matarlo, cortarlo en pedacitos y dárselo a los perros? No, los perros no querrían comer algo tan… Lo que sea. ¿Es que
No podía controlar las emociones ni los sentimientos; él era alguien bastante extrovertido. Le gustaba hablar y acaparar la atención de las personas, pero debajo de toda esa máscara risueña y charlatana, se escondía un chico con ansias de que lo aceptaran tal cual era.De pequeño padeció de burlas por su carácter tan peculiar. Aun así, siempre se unía a otros niños buscando conversación, tratando de amoldarse a los demás con tal de ser aceptado. No fue diferente cuando llegó a la adolescencia e incluso incrementaron los agravios hacia su persona, su carácter. De tanto menosprecio que recibió, decidió dejar de insistir en caerles bien a las personas, a los chicos y chicas con quienes compartía la escuela. Cuando se graduó del instituto, optó por tomarse unos años sabáticos, alegando que no sabía qué carrera estudiar. Sus padres no pusieron objeción, dejándolo y respetando su decisión. Amaba a sus padres, ellos siempre lo consintieron, siempre estuvieron y estaban para él.Creció rodead
Continuación inmediata del capítulo anterior.Como lo supuso, esto recién comenzaba. Y por la mirada de sus padres, intuyó que había algo mas…—Papá, mamá, les agradezco que sean buenos y que tengamos este tipo de charlas, pero no…—Cierto, esa charla ya la hemos tenido hace tiempo —imperó su padre, con el semblante serio, pero las facciones firmes poco duraron. Una sonrisa nostálgica esbozó su padre, como si estuviera recordando algo y… no, no, eso no—. Recuerdo aquella tarde, ¿lo recuerdas, querida? Noam llegó a casa todo pensativo, con la mirada perdida y nos asustamos mucho.—Sí, pensamos que algo grave había sucedido —comentó su madre—. Pero luego de muchos balbuceos incoherentes, Noam nos dijo que le gustaba un chico.—Que recuerdos, querida —¿Por qué sus padres estaban conversando de esas cosas cuando deberían estar desayunando?—. Aún siento ganas de matar al niño ese, ¿cómo se le ocurrió rechazar a mi hijo?—No vale la pena, querido —Paseó la mirada entre su mamá y su papá, el
A pesar de la confianza que sus padres tenían en él y de que él se desenvolviera ágilmente en las tareas, todo aquello se hizo añicos cuando lo vio por primera vez. Simplemente no pudo contenerse. Desde el mismísimo instante en el cual lo vio, supo que quería conocerlo, supo que era el chico correcto para que fuera su amigo. Sacó a relucir su mejor carácter, pensando que causaría una buena impresión y fue un golpe muy férreo cuando se dio cuenta de que no fue así. Lo rechazaron y no negaría que se sintió menospreciado por esa persona.Posterior a los siguientes días, se concentró deliberadamente en realizar un buen trabajo, pero a medida que pasaban las semanas, aquel chico se inmiscuía cada un poco más dentro de sus pensamientos. Y era descabellado que justo se hubiera interesado en una persona cuyo nombre ni siquiera sabía; por más que intentó averiguarlo, no hubo caso, pero si había algo que lo caracterizaba, era su persuasión para conseguir lo que quería y él quería que ese chico