Epílogo

Se dirigió hacia la misma mesa, retiró la silla y se sentó parsimonioso. Dio una mirada fugaz al entorno, todo seguía igual a como lo recordaba. Inhaló gustoso el intenso aroma a café que parecía venir de cada rincón de la estancia. Y no, a él no le gustaba beber café, pero no necesariamente significaba que no le agradara el aroma. Él optaba por algo mucho más…

—Disculpe la demora, aquí tiene su té —espetó alguien.

Asintió, sin quitar la mirada de la persona que se marchaba nuevamente a retomar las tareas cotidianas de su trabajo.

Inhaló el perfume que desprendía la humeante taza. Sí, esa esencia era mucho más gustosa que la del café.

Esbozó una sonrisa nostálgica antes de dar el primer sorbo. Y mientras degustaba el té de miel y limón, en su mente comenzaron a brotar los recuerdos. Recordó la primera vez que entró a la cafetería y de cómo había quedado hechizado por la tranquilidad de esta; de cómo prefirió la mesa más apartada del bullicio de los demás clientes, de la voz suave de l
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