Su teléfono vibró dentro del bolsillo del pantalón. Echó una mirada hacia la izquierda; Luisa lo observaba con una ceja arqueada.—Como que tengo que ir al…—Sin excusas. Ve y atiende el teléfono —Una sonrisa de disculpas esbozó en torno a la chica—. Quita esa sonrisa mal disimulada. Ahora ve y habla con tu novio, gerente irresponsable.—¡Hey!, soy un buen gerente —espetó, arrugando la nariz.Luisa rió por lo bajo, negando con la cabeza. Se llevaban más que bien, al punto de confirmar que eran buenos amigos y cómplices cuando necesitaban cubrirse las espaldas por ciertos asuntos nada referente a la cafetería.Imitando un intento de puchero, cruzó las puertas vaivén, rumbo a la zona más alejada del bullicio de las personas y del personal.~*~El calor trepó por sus mejillas mientras contemplaba la imagen en su teléfono. Já, luego Eliel tenía el descaro de llamarlo insolente a él.«—Quiero mi té de miel y limón» —espetó en un susurro el mensaje al pie de la fotografía.Era injusto que s
Estaba un poco nervioso… No, no eran nervios. Era… vergüenza. A la mierda. No había nada de malo en lo que estaba por hacer. Además, no sería la primera vez y mucho menos la última. Desde que descubrió que le gustaba usar ciertos objetos en la intimidad, se había hecho un poco aficionado al asunto. Su primera experiencia dentro del campo BDSM había sido buena y aprendió ciertos artilugios que le fueron gustando mucho más a medida que incursionaba en ese mundillo. Ciertamente, con el paso de los años, se convirtió en el dominante. Sin embargo, siempre tuvo cuidado a la hora de relacionarse con las personas. Sus antiguas relaciones fueron esporádicas y nunca sintió más que solo atracción física. Pero eso había cambiado radicalmente cuando conoció a cierto chiquillo que supo ver más allá de lo que mostraba en la superficie. Ese chiquillo logró conquistarlo y enamorarlo. Ah, cómo cambiaron las cosas desde que conoció a Noam. Se había enamorado profundamente del chico y hoy día, después de
Advertencia de contenido sexual explícito.Recuperándose, Eliel se puso de pie nuevamente y se abrió la cremallera de su pantalón. Su pene estaba duro como una roca y la sensación de alivio fue agradable cuando se dio un par de caricias por encima de la tela del bóxer.—Ahora, Bebé, me chuparas y lo harás muy bien —sentenció, dejando expuesto su duro y goteante pene.Noam parpadeó, mirando el pene de su esposo. Lo quería. Quería lamerlo, chuparlo y enloquecer a Eliel con su lengua y boca.—Sí, Daddy —replicó Noam, ahogando un gemido.Eliel sostuvo con una mano la parte de atrás del cuello de Noam y con la otra guió su pene hacia los labios de Noam, frotando su glande allí. Noam sacó la lengua, lamiendo y probando antes de que Eliel se lo meta en la boca.Noam chupó, decidiendo hacer lo mejor que podía mientras intentaba llevarlo más profundo en su garganta y ahuecando sus mejillas. Quería ver a su Daddy venirse por algo que él hizo. Eliel vio la determinación de Noam en sus ojos y nunc
¿Qué se puede decir o contar sobre su vida? ¿Existe algo especial que lo haga feliz? Posiblemente haya mucho que decir, que contar, y esto se volvería un testamento. Pero esa no es la idea, ¿verdad? No queremos que esta historia sea una biblia (sin ofender a los religiosos). Bueno, esta historia tampoco será narrada desde su primer día en el mundo, ¡sería tedioso hacerlo! Además, cabe la posibilidad que al hacerlo sí se convierta en un testamento y no queremos eso. Oh, tampoco empezaremos a narrar como si fuera un cuento de hadas. ¿Entonces cómo? Hay muchas maneras de contar y narrar una historia, sobre todo como la de él. Y es que es sumamente enrevesado comenzar por una cosa en particular. Todos los detalles son importantes, en serio, pero aquí no estamos tratando con detalles que no son relevantes para llegar al meollo. Queremos saber lo mas importantes, aquellos detalles que, bueno, digamos que son más picantes y entretenidos.La vida no es color rosa y mucho menos la vida de una
Asintió conforme con el pedido que había terminado de redactar hace unos segundos. Lo leyó un par de veces más, asegurándose de haber solicitado todo los suministros de oficina y luego lo envió al departamento de ventas, sin omitir una copia a su jefe.Se desempeñaba como asistente administrativo en una pequeña empresa de ventas de insumos de oficina. La compañía no tenía más de dos años de estar en el mercado y —aunque no contaban con una gran gama de materiales a la venta— en los últimos meses había crecido el número de clientes. Tal vez se debía a la excelencia en calidad de materiales, al trato cordial y a la predisposición de los pocos y muy eficientes empleados que el nivel de acaparación dentro del mercado había incrementado. No tenía ni debía quejarse; además, por las seis horas de trabajo obtenía un buen sueldo.Los pedidos llegaban, los filtraba y luego mandaba distintas listas de insumos al departamento de ventas. Una tarea sencilla, pero de estricto cuidado. Si cometiera u
Continuación inmediata del capítulo anterior.De acuerdo. Estaba teniendo serias complicaciones para procesar lo que estaba ocurriendo por varias razones. Primero, no tenía idea de quién era la persona que lo miraba con evidente intriga en el rostro. Segundo, no tenía idea si la persona era un chico o una chica. Tercero, ¿dónde estaba la misma persona que lo atendía siempre? Además, él no era de hablar mucho… ¡Ni siquiera era necesario decir cuál sería su pedido! La otra persona, la chica que siempre lo atendía, ya lo conocía desde hace mucho tiempo y…—Oh, bien —De nuevo la voz aguda lo sacó de sus pensamientos. Fue su turno de fruncir el ceño—. ¿Algo más, un muffin quizás o…?—No, eso es todo —imperó neutro.—Bien. ¿Lo beberás aquí en la barra o quieres que…?—En la misma mesa —Quiso rodar los ojos al notar la confusión en el semblante ajeno, pero no lo hizo—. Aquella —señaló.—Ah, sí, la más alejada de todas —De acuerdo, él se caracterizaba por tener una muy buena predisposición y
En serio, él amaba aquella cafetería. Desde la primera vez que puso un pie dentro, supo que había encontrado el sitio perfecto para desperdiciar su tiempo libre (antes de regresar a casa). El ambiente encajaba con su personalidad pacífica y neutral. Nadie nunca lo molestó ni él tampoco a nadie.Llegaba, pedía un té, ocupaba la mesa más alejada; breves instantes después, la misma persona que lo despachaba le alcanzaba la infusión, pagaba la cuenta y se sumergía en la lectura mientras bebía tranquilamente de su humeante taza de té. Quizá para cualquiera aquella era una rutina aburrida por el hecho de estar sin compañía, pero para él resultaba todo lo opuesto.Hacía bastante tiempo —un año para ser precisos— que reincidía en aquella práctica. Le resultaba relajante luego de un día ajetreado. Tampoco era como si pasara mucho tiempo en la cafetería; tal vez unas dos o tres horas, dependiendo de su estado de ánimo. Si bien podía tranquilamente hacer lo mismo en su departamento, optaba por d
Dos meses después.El día fue horriblemente trajinado y tedioso. Tuvo que encargarse personalmente de cotejar las ventas de los últimos pedidos de insumos. No le agradó pasarse casi toda la mañana en el depósito junto con Milo que —para colmo de males— lo hostigó con su vómito verbal.No entendía cómo el chico no captaba las indirectas de que nada de lo que le contaba le era interesante. Él no era esa clase de personas chismosas, no, muchos menos cuando el tema central de conversación —por parte de Milo— era sobre la vida privada de su jefe. A él no le resultaba relevante saber que (al parecer) su jefe andaba liándose con una de las chicas del departamento de ventas telefónicas. Que importaba si su jefe tenía una o varias amantes. Después de todo, ese no era su asunto ni el de Milo.En resumen, se sentía agotado mentalmente. Dio gracias al cielo por culminar otro día de trabajo.Como de costumbre, al salir de la empresa, se dirigió directamente hacia la cafetería.Desde que decidió ha