Dos meses después.
El día fue horriblemente trajinado y tedioso. Tuvo que encargarse personalmente de cotejar las ventas de los últimos pedidos de insumos. No le agradó pasarse casi toda la mañana en el depósito junto con Milo que —para colmo de males— lo hostigó con su vómito verbal.No entendía cómo el chico no captaba las indirectas de que nada de lo que le contaba le era interesante. Él no era esa clase de personas chismosas, no, muchos menos cuando el tema central de conversación —por parte de Milo— era sobre la vida privada de su jefe. A él no le resultaba relevante saber que (al parecer) su jefe andaba liándose con una de las chicas del departamento de ventas telefónicas. Que importaba si su jefe tenía una o varias amantes. Después de todo, ese no era su asunto ni el de Milo.En resumen, se sentía agotado mentalmente. Dio gracias al cielo por culminar otro día de trabajo.Como de costumbre, al salir de la empresa, se dirigió directamente hacia la cafetería.Desde que decidió hacer caso omiso al muchachito insolente, todo regresó a la normalidad. El chiquillo ya no lo atendía y ese era un pequeño milagro. La persona que lo atendía era la misma que lo venía haciendo desde hace un año. La misma chica de voz suave. La misma que lo conocía y que conocía su peculiar gusto por el té, y era agradable. Al menos, él lo sentía de ese modo.~*~Ingresó a la cafetería mientras revisaba algunos correos electrónicos en el teléfono. Un en particular captó más su atención. Su jefe le daría un aumento de sueldo, lo cual significaba que estaba realizando un excelente trabajo. Inconscientemente, esbozó una pequeña sonrisa. A partir del próximo mes tendría más dinero y…—¡Hola, bienvenido a Coffee House! —La sonrisa se esfumó y por poco deja caer el teléfono al oír esa voz punzante… No, por favor—. ¿Qué desea…? Oh, disculpa.¿Eh? ¿Qué? Su memoria debía estar defectuosa porque recordó algo que en su momento no le dio tanto interés. Ah, los dioses debían estar de su lado porque, ¿existían varios dioses, cierto? ¿O solo había un Dios? Qué más daba.—No sé por qué debo disculparte —espetó con desdén, alzando la mirada—. Pero, bueno, disculpa aceptada.«Bravo, eso estuvo genial», pensó. Sin embargo, aquel pensamiento sarcástico perdió valor al darse cuenta del semblante lívido del chico. Bueno, no era su problema.—Bien, sí, supongo que…—Un té de miel y limón, por favor —pidió, con tono de voz indiferente—. Pagaré de inmediato.—Bien.Observó de soslayo al muchachito por unos segundos y restó importancia. Aguardó por la infusión. Esta vez no tuvo necesidad de hurgar en los bolsillos porque ya tenía un billete disponible para saldar la cuenta.Apoyó su costado derecho sobre el mostrador, guardó el teléfono y miró el entorno. Inhaló el aroma dulzón que reinaba en el aire. Realmente amaba la atmósfera parsimoniosa que allí había. La mesa que siempre ocupaba estaba disponible y el cansancio desapareció de su cuerpo. Podía disfrutar del té y leer. Realmente quería poder desperdiciar el tiempo allí antes de regresar a casa. No había nada mejor que eso, nada mejor que…—Aquí tienes —Encubrió el sobresalto que sintió al escuchar al chico. Giró su cuerpo de modo que quedó frente al muchachito—. Disfrútalo.—Gracias —profesó sin emoción—. Ten, quédate con el cambio.—No necesito tu propina —Oh. Bueno… —. No soy tu camarero para que…—Como gustes —profirió, aceptando el cambio.—No te caigo bien, ¿cierto? —¿Qué m****a…? ¿A qué venía tal pregunta?—. Es porque soy el hijo del dueño, ¿no es así? Según tú, soy un niño mimado y egocéntrico, pero no…—Escucha, no sé de qué estás hablando —acotó, agarrando la taza—. Así que ahora iré a beber mi té tranquilamente. Gracias.Sin más que decir, se dirigió hacia la mesa más alejada (su mesa porque sí y porque así lo decidió desde la primera vez que entró a la cafetería). No sabía porque ese chico le preguntó tal cosa, pero no es como si él fuera a responder. Prefería guardarse las palabras poco amigables dentro de su boca y no provocarse un dolor de cabeza innecesario. Era un poco lamentable que no le hubiera atendido la misma chica de siempre, quizás ella tenía el día libre. Bueno, esto último tampoco era su asunto. La cuestión era que no sabía qué carajo le pasaba al chiquillo ese y no es como si quisiera saberlo. ¿Y por qué le estaba dando importancia a algo que no lo era? Por amor a Dios.Pero…Un repentino malestar se instaló en su pecho y no sabía el motivo de aquello, pero rápidamente le quitó relevancia. Él no era de juzgar a las personas, en serio que no, pero notó cierta nostalgia en el lenguaje corporal del chiquillo. ¿Qué le pasaba? Decidió que tampoco era su problema; en realidad, no tenía nada que ver con él. No debería andar preocupándose por alguien que ni siquiera conocía ni le caía bien, algo así. Bah, que le importaba ese chico impertinente.Se centró en sí mismo.Dejó la pequeña taza en la mesa y las demás cosas en una silla y se sentó en la otra. Dio un pequeño sorbo de la infusión, deleitándose con el estallido del sabor en su paladar. Ah, esto era justo lo que necesitaba.Sacó un libro de la mochila, lo abrió y buscó la página que había dejado la lectura anteriormente y la retomó. Sí, esto era lo que necesita.Pero… (Sí, siempre tiene que haber un pero…).Esporádicamente sentía una mirada sobre su persona y en serio no quiso dar relevancia alguna, aunque inconscientemente sabía de quién era esa mirada…Él no era de salir los fines de semana y optaba por quedarse en el departamento. Hacer limpieza y demás. Sin embargo, el domingo por la tarde se encontraba aburrido y sin nada qué hacer; por ende, decidió ir a su cafetería favorita. (La visita a casa de sus padres tendría que esperar al próximo fin de semana; además, hablaba a diario por teléfono con su madre y otras con su padre, o con ambos a la vez).El motivo por el cual no quería quedarse en su departamento era porque sus jóvenes vecinos parecían tener una especie de fiesta bastante bulliciosa, con la música a todo volumen. ¡Jesús Misericordioso! Solo eran las tres de la tarde y, ¿eso que salía por debajo de la puerta de sus vecinos era humo? Frunció la nariz al inhalar el aroma a, ¿marihuana?Cerró de prisa su puerta y se dirigió a largas zancadas por el pasillo. Vergüenza ajena trepó por su rostro al encontrarse con otro vecino. Un viejecito que vivía en el mismo piso. Saludando con un leve asentimiento de cabeza, se hizo a un
Viendo que no conseguiría que el chico se esfumara de su mesa, él se resignó. Bien podría levantarse e irse a otra mesa, pero todas estaban ocupadas.Bufó mentalmente y llevó la taza a los labios; el aroma penetró sus fosas nasales y se relajó súbitamente. Dio un lento sorbo, disfrutando del estallido de la mezcla en su paladar. Un toque ácido, un toque dulce, una fusión idónea. Un manjar, una delicia, una…—Tu rostro ahora mismo parece ser el de alguien que acaba de tener un orgasmo precoz —Se ahogó con el té, un ataque de tos lo invadió. ¿Qué carajo?—. ¡Oh por Dios! ¿Es así? ¿Te has manchado los pantalones? Menos mal que estás a unos pasos del sanitario. Por el contrario, sería…—¿Q-qué pasa contigo? —cuestionó, recuperándose de la tos—. Has cruzado la línea. Eres…—¿Qué, un niño mimado y egocéntrico? —preguntó el chico.Unas repentinas ganas, ¿de qué, estrangularlo, matarlo, cortarlo en pedacitos y dárselo a los perros? No, los perros no querrían comer algo tan… Lo que sea. ¿Es que
No podía controlar las emociones ni los sentimientos; él era alguien bastante extrovertido. Le gustaba hablar y acaparar la atención de las personas, pero debajo de toda esa máscara risueña y charlatana, se escondía un chico con ansias de que lo aceptaran tal cual era.De pequeño padeció de burlas por su carácter tan peculiar. Aun así, siempre se unía a otros niños buscando conversación, tratando de amoldarse a los demás con tal de ser aceptado. No fue diferente cuando llegó a la adolescencia e incluso incrementaron los agravios hacia su persona, su carácter. De tanto menosprecio que recibió, decidió dejar de insistir en caerles bien a las personas, a los chicos y chicas con quienes compartía la escuela. Cuando se graduó del instituto, optó por tomarse unos años sabáticos, alegando que no sabía qué carrera estudiar. Sus padres no pusieron objeción, dejándolo y respetando su decisión. Amaba a sus padres, ellos siempre lo consintieron, siempre estuvieron y estaban para él.Creció rodead
Continuación inmediata del capítulo anterior.Como lo supuso, esto recién comenzaba. Y por la mirada de sus padres, intuyó que había algo mas…—Papá, mamá, les agradezco que sean buenos y que tengamos este tipo de charlas, pero no…—Cierto, esa charla ya la hemos tenido hace tiempo —imperó su padre, con el semblante serio, pero las facciones firmes poco duraron. Una sonrisa nostálgica esbozó su padre, como si estuviera recordando algo y… no, no, eso no—. Recuerdo aquella tarde, ¿lo recuerdas, querida? Noam llegó a casa todo pensativo, con la mirada perdida y nos asustamos mucho.—Sí, pensamos que algo grave había sucedido —comentó su madre—. Pero luego de muchos balbuceos incoherentes, Noam nos dijo que le gustaba un chico.—Que recuerdos, querida —¿Por qué sus padres estaban conversando de esas cosas cuando deberían estar desayunando?—. Aún siento ganas de matar al niño ese, ¿cómo se le ocurrió rechazar a mi hijo?—No vale la pena, querido —Paseó la mirada entre su mamá y su papá, el
A pesar de la confianza que sus padres tenían en él y de que él se desenvolviera ágilmente en las tareas, todo aquello se hizo añicos cuando lo vio por primera vez. Simplemente no pudo contenerse. Desde el mismísimo instante en el cual lo vio, supo que quería conocerlo, supo que era el chico correcto para que fuera su amigo. Sacó a relucir su mejor carácter, pensando que causaría una buena impresión y fue un golpe muy férreo cuando se dio cuenta de que no fue así. Lo rechazaron y no negaría que se sintió menospreciado por esa persona.Posterior a los siguientes días, se concentró deliberadamente en realizar un buen trabajo, pero a medida que pasaban las semanas, aquel chico se inmiscuía cada un poco más dentro de sus pensamientos. Y era descabellado que justo se hubiera interesado en una persona cuyo nombre ni siquiera sabía; por más que intentó averiguarlo, no hubo caso, pero si había algo que lo caracterizaba, era su persuasión para conseguir lo que quería y él quería que ese chico
Continuación inmediata del capítulo anterior.Decidió restar relevancia y concentrarse en la preparación de la infusión. Posterior a un par de minutos, se dirigió hacia el chico cara de póker.—Aquí tiene, señor —espetó alegre, dejando la taza frente al muchacho—. Y esto es por cortesía de la casa.—No pedí nada para acompañar —La voz neutra caló en sus oídos; su mirada chocó con la ajena y esbozó una media sonrisa—. En serio, no pagaré por algo que no pedí.—¿Qué parte de «cortesía de la casa» no entiende, señor? —preguntó, manteniendo el tono jocoso.—Deja de decirme señor —Por fin obtuvo una reacción y su sonrisa creció—. Eres una molestia. Y no quiero esto. Llévatelo.—Pruébalo, sé que te gustará —insistió, colocando su mejor carita de cachorrito.Nadie nunca se resistió ante eso y este chico no sería la excepción o…—No. No me gustan las cosas dulces —sentenció el chico.Bueno, al parecer este chico sería la excepción. ¡De ninguna manera! No lo permitiría.—Pues, que pena —Echó un
Se despidió de sus padres, prometiendo que iría más seguido a verlos. Su mente estaba atosigada de pensamientos enredados. Quizá fue mala idea contarles sobre los acontecimientos que vivió en los últimos meses (sus jóvenes vecinos, el longevo que le recordaba a su abuelo y el chiquillo de la cafetería), pero realmente necesitaba desahogarse y contarlo todo. Por supuesto, su madre lo reprendió al enterarse del trato que él brindaba al —según palabras de su progenitora— «pobre muchachito» de la cafetería. En su opinión, ese mocoso no tenía ni un pelo de pobre y no se debía precisamente a que tuviera una buena posición económica, en lo absoluto. El chiquillo era descarado, impertinente, metiche, muy extrovertido, decía lo que pensaba sin importarle nada, con un ego por las nubes y sumando a todo ese conjunto, la voz aguda, chillona, que lo sacaba de quicio. En resumen, el chico podía ser de todo, pero no estaba ni cerca de ser un pobre muchachito.Exhaló un suspiro cansino y detuvo un ta
Continuación inmediata del capítulo anterior.No, no… ¿Qué carajo…? Miró con un súbito horror al muchachito quien esbozaba una enorme sonrisa. De pronto, sintió la presencia de alguien a su lado y volteó, encontrándose a un señor de unos cuarenta y tantos que paseaba la mirada entre el chiquillo y él.—¿Qué ocurre, Noam? —preguntó el hombre.—Verás, papá, este chico tiene algo que decirte —Maldito mocoso malcriado. Ah, pero si de verdad pensaba en salirse con las suyas… —. Es un cliente regular de la cafetería y me dijo que quería hablar contigo, por eso te llamé.Se removió incómodo en la silla. Alzó la mirada y el señor lo miraba sonriente. El hombre no tenía la culpa de tener un hijo tan descarado, metiche y…—Su hijo no deja de molestarme, señor —Tan pronto como salieron las palabras, vio de soslayo el semblante, antes risueño, totalmente en blanco del chico—. Ha sido una verdadera molestia cada que vengo aquí. Sí, es cierto, soy cliente regular y casi dejo de venir por…—Está bie