En serio, él amaba aquella cafetería. Desde la primera vez que puso un pie dentro, supo que había encontrado el sitio perfecto para desperdiciar su tiempo libre (antes de regresar a casa). El ambiente encajaba con su personalidad pacífica y neutral. Nadie nunca lo molestó ni él tampoco a nadie.
Llegaba, pedía un té, ocupaba la mesa más alejada; breves instantes después, la misma persona que lo despachaba le alcanzaba la infusión, pagaba la cuenta y se sumergía en la lectura mientras bebía tranquilamente de su humeante taza de té. Quizá para cualquiera aquella era una rutina aburrida por el hecho de estar sin compañía, pero para él resultaba todo lo opuesto.Hacía bastante tiempo —un año para ser precisos— que reincidía en aquella práctica. Le resultaba relajante luego de un día ajetreado. Tampoco era como si pasara mucho tiempo en la cafetería; tal vez unas dos o tres horas, dependiendo de su estado de ánimo. Si bien podía tranquilamente hacer lo mismo en su departamento, optaba por desperdiciar el tiempo libre allí. Bueno, la realidad era que no podía hacerlo en su departamento. La culpa la tenían los vecinos.Unos jóvenes universitarios vivían en el departamento contiguo al suyo y se la pasaban escuchando música a un volumen estridente hasta altas horas de la noche. Se quejó los primeros meses, pero posterior a que pasaran de él, alegando de que él no tenía noción de nada referente a la diversión, prefirió dejarlo por la paz mientras que por lo menos podía descansar lo suficiente como para levantarse temprano e ir a trabajar al día siguiente.Dentro de todo, su vida estaba equilibrada. Nada fuera de lo usual o eso creyó hasta hace una semana atrás. Por supuesto, no estaba dispuesto a permitir que alguien arruinara su costumbre, en lo absoluto. Por tal razón regresó a la cafetería.—¡Hola, bienvenido a Coffee House!Camufló las ganas de rodar los ojos. Esa voz chillona provocaba que todos sus vellos se erizaran y no, no de buena manera.—Qué desea orden… Ah, eres tú, ¡hola!—Un té de miel y limón, por favor —profirió neutro.—¿Lo beberás todo esta vez?Frunció el ceño. Que chico tan… Tan descarado.—¿Disculpa? —preguntó.—No sé por qué debo disculparte —No pudo contenerse, rodó los ojos—. Pero, bueno, disculpa aceptada. ¿Quieres que te lo lleve a la misma mesa? —Asintió—. Oh, eso no será posible.—Esperaré aquí y luego…—No, no lo decía por eso —Confusión tiñó su rostro—. Mira, ocuparon tu mesa —Siguió la dirección del dedo que apuntaba a la mesa en cuestión y efectivamente, había sido usurpada por una pareja—. Están allí desde muy temprano y no creo que siquiera tengan ganas de irse. Que pena por ti o quizá no. Ya no tendrás que soportar el aroma a lavandina de los sanitarios que no es para nada agradable. ¿Cómo siquiera pueden…?—Vendré otro día —enunció, interrumpiendo al chico y resignándose a no disfrutar de su tiempo libre.—Pues allá tú —Volteó sobre sí, dispuesto a marcharse… —. Un cliente más, un cliente menos, no altera las ganancias. Un té más, un té menos me da…—Cambié de opinión —gruñó exasperado ante el tono sarcástico del muchachito impertinente—. Quiero mi té de miel y limón, por favor.—Demasiado formal —imperó el chico, muy jocoso—. No es necesaria tanta formalidad para pedir un té. Debes intentar mostrar alguna emoción o no lo sé. Pareces como si tuvieras un palo metido en el…—Quiero hablar con el gerente —demandó.¿Cuál era el problema de este chico? Que fuera el hijo del dueño no significaba que podía tratar a las personas de tal manera, ¿cierto? En lo absoluto. Él presentaría una queja ante el gerente y asunto resuelto.—¿Por qué querrías hablar con el gerente? —cuestionó el muchachito, aún muy risueño—. ¿Tienes alguna queja?—Efectivamente —espetó—. Llámalo.—Bueno, en ese caso, puedes presentar tus quejas ante mí —La mirada jocunda del chico causó que se irritara—. Soy el nuevo gerente.—¿Es alguna clase de chiste? —preguntó, frunciendo el ceño.—No, ¿por qué sería un chiste? —Él no era de enojarse, pero el tonito chillón y burlón del chiquillo estaba provocando que su sangre hirviera y no de buena manera—. Luzco joven y adorable lo sé, pero mi padre cree que debo tener más responsabilidades. Entonces, como parte de una prueba, él me dejó a cargo de la cafetería.—Olvídalo —bramó entre dientes—. Buscaré otra cafetería en la cual no haya un niño mimado y egocéntrico como empleado y gerente. Buenas tardes.—Aw. ¿Crees que soy un niño mimado y egocéntrico?Inhaló y exhaló hondo. No, no dejaría que nada alterara sus nervios. No y no; muchos menos un… grosero, impertinente y maleducado chico.—En efecto —inquirió.—Oh, está bien —No se perdió del cambio drástico en el semblante del muchachito, ¿y ahora qué?—. En menos de cinco minutos tendrás tu té. Espera aquí, por favor.—Pero dije que… —No pudo concluir sus palabras.El chico desapareció detrás de las pequeñas puertas vaivén que seguramente conducían al interior de la cocina.Una contienda se desató en su mente y no sabía si debía quedarse o simplemente irse. Bajó la mirada, el piso le resultó interesante de examinar mientras batallaba mentalmente.—Buenas tardes —saludó alguien.Una voz suave que lo sacó de su ensimismamiento. Conocía a la perfección a quién pertenecía tan dulce melodía. Alzó la mirada.—Aquí tiene su té. Que lo disfrute.—Oh, sí, gracias —habló de prisa. Hurgó en los bolsillos y encontró la billetera—. Aquí está el dinero. Quédate con el cambio.La chica asintió, esbozando una sonrisa por mera cortesía.Con taza en mano, se dirigió hacia una mesa. No era la que ocupaba siempre, pero por lo menos podría beber tranquilo su té y tal vez hasta podría leer.Dos meses después.El día fue horriblemente trajinado y tedioso. Tuvo que encargarse personalmente de cotejar las ventas de los últimos pedidos de insumos. No le agradó pasarse casi toda la mañana en el depósito junto con Milo que —para colmo de males— lo hostigó con su vómito verbal.No entendía cómo el chico no captaba las indirectas de que nada de lo que le contaba le era interesante. Él no era esa clase de personas chismosas, no, muchos menos cuando el tema central de conversación —por parte de Milo— era sobre la vida privada de su jefe. A él no le resultaba relevante saber que (al parecer) su jefe andaba liándose con una de las chicas del departamento de ventas telefónicas. Que importaba si su jefe tenía una o varias amantes. Después de todo, ese no era su asunto ni el de Milo.En resumen, se sentía agotado mentalmente. Dio gracias al cielo por culminar otro día de trabajo.Como de costumbre, al salir de la empresa, se dirigió directamente hacia la cafetería.Desde que decidió ha
Él no era de salir los fines de semana y optaba por quedarse en el departamento. Hacer limpieza y demás. Sin embargo, el domingo por la tarde se encontraba aburrido y sin nada qué hacer; por ende, decidió ir a su cafetería favorita. (La visita a casa de sus padres tendría que esperar al próximo fin de semana; además, hablaba a diario por teléfono con su madre y otras con su padre, o con ambos a la vez).El motivo por el cual no quería quedarse en su departamento era porque sus jóvenes vecinos parecían tener una especie de fiesta bastante bulliciosa, con la música a todo volumen. ¡Jesús Misericordioso! Solo eran las tres de la tarde y, ¿eso que salía por debajo de la puerta de sus vecinos era humo? Frunció la nariz al inhalar el aroma a, ¿marihuana?Cerró de prisa su puerta y se dirigió a largas zancadas por el pasillo. Vergüenza ajena trepó por su rostro al encontrarse con otro vecino. Un viejecito que vivía en el mismo piso. Saludando con un leve asentimiento de cabeza, se hizo a un
Viendo que no conseguiría que el chico se esfumara de su mesa, él se resignó. Bien podría levantarse e irse a otra mesa, pero todas estaban ocupadas.Bufó mentalmente y llevó la taza a los labios; el aroma penetró sus fosas nasales y se relajó súbitamente. Dio un lento sorbo, disfrutando del estallido de la mezcla en su paladar. Un toque ácido, un toque dulce, una fusión idónea. Un manjar, una delicia, una…—Tu rostro ahora mismo parece ser el de alguien que acaba de tener un orgasmo precoz —Se ahogó con el té, un ataque de tos lo invadió. ¿Qué carajo?—. ¡Oh por Dios! ¿Es así? ¿Te has manchado los pantalones? Menos mal que estás a unos pasos del sanitario. Por el contrario, sería…—¿Q-qué pasa contigo? —cuestionó, recuperándose de la tos—. Has cruzado la línea. Eres…—¿Qué, un niño mimado y egocéntrico? —preguntó el chico.Unas repentinas ganas, ¿de qué, estrangularlo, matarlo, cortarlo en pedacitos y dárselo a los perros? No, los perros no querrían comer algo tan… Lo que sea. ¿Es que
No podía controlar las emociones ni los sentimientos; él era alguien bastante extrovertido. Le gustaba hablar y acaparar la atención de las personas, pero debajo de toda esa máscara risueña y charlatana, se escondía un chico con ansias de que lo aceptaran tal cual era.De pequeño padeció de burlas por su carácter tan peculiar. Aun así, siempre se unía a otros niños buscando conversación, tratando de amoldarse a los demás con tal de ser aceptado. No fue diferente cuando llegó a la adolescencia e incluso incrementaron los agravios hacia su persona, su carácter. De tanto menosprecio que recibió, decidió dejar de insistir en caerles bien a las personas, a los chicos y chicas con quienes compartía la escuela. Cuando se graduó del instituto, optó por tomarse unos años sabáticos, alegando que no sabía qué carrera estudiar. Sus padres no pusieron objeción, dejándolo y respetando su decisión. Amaba a sus padres, ellos siempre lo consintieron, siempre estuvieron y estaban para él.Creció rodead
Continuación inmediata del capítulo anterior.Como lo supuso, esto recién comenzaba. Y por la mirada de sus padres, intuyó que había algo mas…—Papá, mamá, les agradezco que sean buenos y que tengamos este tipo de charlas, pero no…—Cierto, esa charla ya la hemos tenido hace tiempo —imperó su padre, con el semblante serio, pero las facciones firmes poco duraron. Una sonrisa nostálgica esbozó su padre, como si estuviera recordando algo y… no, no, eso no—. Recuerdo aquella tarde, ¿lo recuerdas, querida? Noam llegó a casa todo pensativo, con la mirada perdida y nos asustamos mucho.—Sí, pensamos que algo grave había sucedido —comentó su madre—. Pero luego de muchos balbuceos incoherentes, Noam nos dijo que le gustaba un chico.—Que recuerdos, querida —¿Por qué sus padres estaban conversando de esas cosas cuando deberían estar desayunando?—. Aún siento ganas de matar al niño ese, ¿cómo se le ocurrió rechazar a mi hijo?—No vale la pena, querido —Paseó la mirada entre su mamá y su papá, el
A pesar de la confianza que sus padres tenían en él y de que él se desenvolviera ágilmente en las tareas, todo aquello se hizo añicos cuando lo vio por primera vez. Simplemente no pudo contenerse. Desde el mismísimo instante en el cual lo vio, supo que quería conocerlo, supo que era el chico correcto para que fuera su amigo. Sacó a relucir su mejor carácter, pensando que causaría una buena impresión y fue un golpe muy férreo cuando se dio cuenta de que no fue así. Lo rechazaron y no negaría que se sintió menospreciado por esa persona.Posterior a los siguientes días, se concentró deliberadamente en realizar un buen trabajo, pero a medida que pasaban las semanas, aquel chico se inmiscuía cada un poco más dentro de sus pensamientos. Y era descabellado que justo se hubiera interesado en una persona cuyo nombre ni siquiera sabía; por más que intentó averiguarlo, no hubo caso, pero si había algo que lo caracterizaba, era su persuasión para conseguir lo que quería y él quería que ese chico
Continuación inmediata del capítulo anterior.Decidió restar relevancia y concentrarse en la preparación de la infusión. Posterior a un par de minutos, se dirigió hacia el chico cara de póker.—Aquí tiene, señor —espetó alegre, dejando la taza frente al muchacho—. Y esto es por cortesía de la casa.—No pedí nada para acompañar —La voz neutra caló en sus oídos; su mirada chocó con la ajena y esbozó una media sonrisa—. En serio, no pagaré por algo que no pedí.—¿Qué parte de «cortesía de la casa» no entiende, señor? —preguntó, manteniendo el tono jocoso.—Deja de decirme señor —Por fin obtuvo una reacción y su sonrisa creció—. Eres una molestia. Y no quiero esto. Llévatelo.—Pruébalo, sé que te gustará —insistió, colocando su mejor carita de cachorrito.Nadie nunca se resistió ante eso y este chico no sería la excepción o…—No. No me gustan las cosas dulces —sentenció el chico.Bueno, al parecer este chico sería la excepción. ¡De ninguna manera! No lo permitiría.—Pues, que pena —Echó un
Se despidió de sus padres, prometiendo que iría más seguido a verlos. Su mente estaba atosigada de pensamientos enredados. Quizá fue mala idea contarles sobre los acontecimientos que vivió en los últimos meses (sus jóvenes vecinos, el longevo que le recordaba a su abuelo y el chiquillo de la cafetería), pero realmente necesitaba desahogarse y contarlo todo. Por supuesto, su madre lo reprendió al enterarse del trato que él brindaba al —según palabras de su progenitora— «pobre muchachito» de la cafetería. En su opinión, ese mocoso no tenía ni un pelo de pobre y no se debía precisamente a que tuviera una buena posición económica, en lo absoluto. El chiquillo era descarado, impertinente, metiche, muy extrovertido, decía lo que pensaba sin importarle nada, con un ego por las nubes y sumando a todo ese conjunto, la voz aguda, chillona, que lo sacaba de quicio. En resumen, el chico podía ser de todo, pero no estaba ni cerca de ser un pobre muchachito.Exhaló un suspiro cansino y detuvo un ta