No te diré quién soy

Continuación inmediata del capítulo anterior.

De acuerdo. Estaba teniendo serias complicaciones para procesar lo que estaba ocurriendo por varias razones. Primero, no tenía idea de quién era la persona que lo miraba con evidente intriga en el rostro. Segundo, no tenía idea si la persona era un chico o una chica. Tercero, ¿dónde estaba la misma persona que lo atendía siempre? Además, él no era de hablar mucho… ¡Ni siquiera era necesario decir cuál sería su pedido! La otra persona, la chica que siempre lo atendía, ya lo conocía desde hace mucho tiempo y…

—Oh, bien —De nuevo la voz aguda lo sacó de sus pensamientos. Fue su turno de fruncir el ceño—. ¿Algo más, un muffin quizás o…?

—No, eso es todo —imperó neutro.

—Bien. ¿Lo beberás aquí en la barra o quieres que…?

—En la misma mesa —Quiso rodar los ojos al notar la confusión en el semblante ajeno, pero no lo hizo—. Aquella —señaló.

—Ah, sí, la más alejada de todas —De acuerdo, él se caracterizaba por tener una muy buena predisposición y paciencia, pero esta persona… —. Ya tomé tu pedido, dentro de unos minutos te lo llevaré —Asintió mientras hurgaba en los bolsillos para encontrar la billetera—. No es necesario que pagues ahora, luego te lo cobraré —Dejó de buscar—. Por cierto, ¿no te da cosita estar en ese rincón? Digo, la mesa que ocuparás se encuentra a unos pocos metros del pasillo que conduce a los sanitarios. Debe ser un poco…

—Gracias, iré a sentarme y esperar por mi té —sentenció y giró sobre sí.

No es como si estuviera huyendo, bueno, quizás un poco. En su defensa, él no estaba acostumbrado a conversar con alguien a quien ni siquiera conocía. Estaba tan habituado a que lo atendiera la misma persona —la misma chica— que no era necesario hablar con ella porque ella lo conocía y sabía cuál sería su pedido.

Sumergido en sus cavilaciones, se dejó caer en una de las sillas. Necesitaba distraerse y olvidar el ajetreo que tuvo durante el día en el trabajo. Sacó un libro de su mochila y lo dejó sobre la mesa, luego acomodó su chaqueta y demás cosas en la silla desocupada. Nada mejor que una buena lectura y todo dejaría de existir.

Esa era su rutina después del trabajo y él era feliz así.

(…)

—¡Ho-la! —Sacudió la cabeza, regresando a la realidad. Irguió la mirada del libro—. He estado queriendo captar tu atención desde hace varios segundos.

—¿Lo siento? —espetó-preguntó, manteniendo el tono de voz neutro.

—Te traje tu té —Oh, ¿cuántos minutos habían transcurrido? No importa… —. Aquí tienes. ¡Disfrútalo!

—Gracias —profesó.

—Uhm, ¿te gusta Anne Rice? —Su mirada viajó hasta el libro y asintió—. Pues, en lo personal, prefiero a los mismos personajes, pero en otros tipos de historias. ¿Cuál es tu personaje favorito, Louis o Lestat?

—Disculpa, no quiero sonar descortés ni nada, pero no me gusta hablar con…

—Extraños, sí, entiendo, pero eso se arregla de inmediato.

Una rara sensación lo invadió de golpe al ver una mano tendida hacia él. Ladeó sutil la cabeza, no entendiendo nada de… nada.

—Soy Noam y tú eres…

—No te diré quién soy —imperó, frunciendo el ceño—. Es mas, creo que aquí existe una política bastante rigurosa referente al trato para con el cliente y estoy seguro de que tú estás rompiendo alguna de las reglas que…

—¿Y qué? Después de todo, soy el hijo del dueño.

Oh, por amor a Dios. No podía ser cierto… Él no acababa de hablar con un tono de desdén hacia el… Oh, así que era un chico después de todo. Eso no, no era relevante ahora, sino la manera de expresarse que tuvo para con el chico, sumando que este chico era el hijo del dueño de su cafetería favorita… ¡Oh, m****a!

—Debo irme —enunció, guardando de prisa sus cosas dentro de la mochila—. Aquí tienes el dinero del té —Dejó un billete en la mesa mientras se ponía de pie—. Gracias por tu atención.

—Hey, pero no debiste el té.

—No importa —acotó, encogiéndose de hombros.

—No puedo aceptar el dinero si no has consumido nada —Maldijo mentalmente, este chico lo estaba sacando de sus casillas—. Acabo de prepararlo porque lo pediste y debes beberlo.

—¿Qué…? —preguntó, algo más que desconcertado.

¿Este chico estaba hablando en serio? Lo miró fijo y sí, por cómo el chico le devolvía la mirada, estaba hablando en serio. Muy en serio…

—Sí. Se supone que cuando un cliente pide algo, ya sea comida o bebida, debe consumirlo —Bien, esto se estaba saliendo de control—. No puedo desecharlo porque ahora tú no quieres beberlo y tampoco puedo aceptar tu dinero. Es una controversia porque tu té no se hizo gratis, entonces debería aceptar el dinero, pero si no lo bebes ese dinero que se gastó por adquirir el té se pierde y no puedo permitir que…

Sin pensarlo dos veces, agarró la taza con una mano mientras se acomodaba la mochila al hombro con la mano libre. Sin quitar la mirada del rostro del chico, dio un largo sorbo, restándole relevancia al ardor que sintió en las paredes de su garganta. Acabó quemándose por culpa de un…

—Listo, puedes aceptar el dinero —espetó, dejando la taza de nuevo en la mesa.

No bebió todo el té, tampoco pudo disfrutarlo, pero no importa. Pegó media vuelta, ansiando salir corriendo de la cafetería.

—¡Gracias y vuelve pronto! —exclamó el chico, con voz alegre y chillona.

Apresuró los pasos hasta la puerta. Definitivamente debió hacer caso a su presentimiento…

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