¿Qué se puede decir o contar sobre su vida? ¿Existe algo especial que lo haga feliz? Posiblemente haya mucho que decir, que contar, y esto se volvería un testamento. Pero esa no es la idea, ¿verdad? No queremos que esta historia sea una biblia (sin ofender a los religiosos). Bueno, esta historia tampoco será narrada desde su primer día en el mundo, ¡sería tedioso hacerlo! Además, cabe la posibilidad que al hacerlo sí se convierta en un testamento y no queremos eso. Oh, tampoco empezaremos a narrar como si fuera un cuento de hadas. ¿Entonces cómo? Hay muchas maneras de contar y narrar una historia, sobre todo como la de él. Y es que es sumamente enrevesado comenzar por una cosa en particular. Todos los detalles son importantes, en serio, pero aquí no estamos tratando con detalles que no son relevantes para llegar al meollo. Queremos saber lo mas importantes, aquellos detalles que, bueno, digamos que son más picantes y entretenidos.
La vida no es color rosa y mucho menos la vida de una persona adulta, de un chico adulto.A estas alturas quizá ya existan preguntas como, ¿por qué no comienza de una vez? ¿Por qué tanto misterio? ¿Cuál es el propósito de alargar algo? Es que no es sencillo empezar a narrar sucesos que son más que complejos, por decirlo de una manera muy sutil. Como ya se mencionó, la vida de un chico adulto no es color rosa. En realidad, la vida de ninguna persona es color rosa. Sin embargo, no vamos a narrar la vida de toda la humanidad. Aquí nos centraremos en la vida de algunas personas. En un par de vidas… En una, por ahora…Allí vamos…Él tiene una personalidad especial y un carácter algo fuerte. Es tranquilo cuando se siente cómodo y está en confianza. ¿Qué si da miedo? Digamos que hubo momentos en su vida que sí daba esa sensación-sentimiento de miedo, pero ni tanto. Tuvo una infancia feliz, una adolescencia que trajo consigo todo tipo de complicaciones tanto físicas como psíquicas. ¿Y qué adolescente no atraviesa por esas complicaciones? Cualquier adolescente, por supuesto. Pero no ahondemos en detalles que ahora mismo no vienen al caso. Además, ahora él ya es un chico adulto, ¿recuerdan? Y la vida adulta sí tiene muchas complicaciones.No es fácil atravesar por tantos cambios que vienen arraigados con el arte de crecer y madurar. Dejar de ser ese jovencito que vive en casa de los padres para ser independiente y salir a la calle como un todo un hombre es algo que tiene sus pros y contras. Enfrentarse solo a un mundo desconocido y hacerse alguien dentro de una sociedad cada vez más exigente y… Ya no estamos desviando de nuevo. El punto aquí es que él ha vivido y experimentado un montón de cosas que lo han hecho ser la persona que es hoy en día. Se ha convertido en una persona que vive en paz consigo mismo, que trabaja, que gana su propio dinero, que paga sus propias cuentas. No debe nada a nadie y es, dentro de lo que cabe, feliz.Tuvo sus tropiezos y caídas. Tuvo malas experiencias. Tuvo amores que no estaban destinados a él. Tuvo vivencias que le enseñaron a ser más cauteloso.Aprendió, con el paso del tiempo, a ser más reservado con sus cosas, con ciertas cosas. Pero esto no significa que él sea una persona que no está dispuesta a abrir su corazón. En este aspecto, sin embargo, él es mucho más cuidadoso y no dejará que cualquiera vea lo que es él realmente. Y no, no es como si usara una máscara para ocultar su verdadera personalidad… Solo, tiene cuidado y ya. No dejará que cualquiera vea lo que hay dentro de sí. No dejará que cualquiera vea lo que hay dentro de su corazón. No dejará que cualquiera deje una huella dentro de su corazón…Esto no será complicado de entender una vez las cosas comiencen a desenredarse. Todo tendrá sentido y cada situación tendrá una razón y un por qué. Ah, el arte de producir intriga no es sencillo ni fácil, pero es (cómo decirlo sin que suene mal) emocionante. Causa esa sensación de querer saber qué pasará y eso también es atrayente y algo adictivo.Así que nada ya basta de alargar esta cosa que para muchos no tendrá ni son ni ton.¡Vamos a por ello!(…)Siempre ocupaba la misma mesa. La más alejada, en aquel rincón solitario. Quizá se había vuelto una rutina, quizá porque de esa manera podía disfrutar de sus dos pasiones: leer y beber un buen té, sin que nada ni nadie lo interrumpiera. Amaba esa hora de serenidad en la cual se perdía dentro de la historia que leía, dejándose llevar por el delirio del autor y aquello era acompañado por su propia imaginación.Cuando se sumía en la lectura era como si todo lo demás dejara de existir. Era solo él, la trama de la historia y su numen. Y aquello estaba bien.La misma rutina acarreaba por casi un año. La misma cafetería, la misma persona lo atendía, la misma frase corta repetía. Y estaba bien. Su vida era sencilla y le gustaba tal como era.Sin embargo, aquella costumbre se hizo trizas cuando ingresó una tarde a la cafetería y otra persona lo atendió. En serio, no estaba acostumbrado a decir más de dos palabras, pero tuvo que hacerlo y no, no porque quisiera, sino porque la persona detrás de la barra no lo conocía y él... mucho menos.Su rutina cambió desde esa tarde y de eso había pasado dos largos años.—¿Lo recuerdas? —preguntó alguien.—Por supuesto que sí —respondió.Asintió conforme con el pedido que había terminado de redactar hace unos segundos. Lo leyó un par de veces más, asegurándose de haber solicitado todo los suministros de oficina y luego lo envió al departamento de ventas, sin omitir una copia a su jefe.Se desempeñaba como asistente administrativo en una pequeña empresa de ventas de insumos de oficina. La compañía no tenía más de dos años de estar en el mercado y —aunque no contaban con una gran gama de materiales a la venta— en los últimos meses había crecido el número de clientes. Tal vez se debía a la excelencia en calidad de materiales, al trato cordial y a la predisposición de los pocos y muy eficientes empleados que el nivel de acaparación dentro del mercado había incrementado. No tenía ni debía quejarse; además, por las seis horas de trabajo obtenía un buen sueldo.Los pedidos llegaban, los filtraba y luego mandaba distintas listas de insumos al departamento de ventas. Una tarea sencilla, pero de estricto cuidado. Si cometiera u
Continuación inmediata del capítulo anterior.De acuerdo. Estaba teniendo serias complicaciones para procesar lo que estaba ocurriendo por varias razones. Primero, no tenía idea de quién era la persona que lo miraba con evidente intriga en el rostro. Segundo, no tenía idea si la persona era un chico o una chica. Tercero, ¿dónde estaba la misma persona que lo atendía siempre? Además, él no era de hablar mucho… ¡Ni siquiera era necesario decir cuál sería su pedido! La otra persona, la chica que siempre lo atendía, ya lo conocía desde hace mucho tiempo y…—Oh, bien —De nuevo la voz aguda lo sacó de sus pensamientos. Fue su turno de fruncir el ceño—. ¿Algo más, un muffin quizás o…?—No, eso es todo —imperó neutro.—Bien. ¿Lo beberás aquí en la barra o quieres que…?—En la misma mesa —Quiso rodar los ojos al notar la confusión en el semblante ajeno, pero no lo hizo—. Aquella —señaló.—Ah, sí, la más alejada de todas —De acuerdo, él se caracterizaba por tener una muy buena predisposición y
En serio, él amaba aquella cafetería. Desde la primera vez que puso un pie dentro, supo que había encontrado el sitio perfecto para desperdiciar su tiempo libre (antes de regresar a casa). El ambiente encajaba con su personalidad pacífica y neutral. Nadie nunca lo molestó ni él tampoco a nadie.Llegaba, pedía un té, ocupaba la mesa más alejada; breves instantes después, la misma persona que lo despachaba le alcanzaba la infusión, pagaba la cuenta y se sumergía en la lectura mientras bebía tranquilamente de su humeante taza de té. Quizá para cualquiera aquella era una rutina aburrida por el hecho de estar sin compañía, pero para él resultaba todo lo opuesto.Hacía bastante tiempo —un año para ser precisos— que reincidía en aquella práctica. Le resultaba relajante luego de un día ajetreado. Tampoco era como si pasara mucho tiempo en la cafetería; tal vez unas dos o tres horas, dependiendo de su estado de ánimo. Si bien podía tranquilamente hacer lo mismo en su departamento, optaba por d
Dos meses después.El día fue horriblemente trajinado y tedioso. Tuvo que encargarse personalmente de cotejar las ventas de los últimos pedidos de insumos. No le agradó pasarse casi toda la mañana en el depósito junto con Milo que —para colmo de males— lo hostigó con su vómito verbal.No entendía cómo el chico no captaba las indirectas de que nada de lo que le contaba le era interesante. Él no era esa clase de personas chismosas, no, muchos menos cuando el tema central de conversación —por parte de Milo— era sobre la vida privada de su jefe. A él no le resultaba relevante saber que (al parecer) su jefe andaba liándose con una de las chicas del departamento de ventas telefónicas. Que importaba si su jefe tenía una o varias amantes. Después de todo, ese no era su asunto ni el de Milo.En resumen, se sentía agotado mentalmente. Dio gracias al cielo por culminar otro día de trabajo.Como de costumbre, al salir de la empresa, se dirigió directamente hacia la cafetería.Desde que decidió ha
Él no era de salir los fines de semana y optaba por quedarse en el departamento. Hacer limpieza y demás. Sin embargo, el domingo por la tarde se encontraba aburrido y sin nada qué hacer; por ende, decidió ir a su cafetería favorita. (La visita a casa de sus padres tendría que esperar al próximo fin de semana; además, hablaba a diario por teléfono con su madre y otras con su padre, o con ambos a la vez).El motivo por el cual no quería quedarse en su departamento era porque sus jóvenes vecinos parecían tener una especie de fiesta bastante bulliciosa, con la música a todo volumen. ¡Jesús Misericordioso! Solo eran las tres de la tarde y, ¿eso que salía por debajo de la puerta de sus vecinos era humo? Frunció la nariz al inhalar el aroma a, ¿marihuana?Cerró de prisa su puerta y se dirigió a largas zancadas por el pasillo. Vergüenza ajena trepó por su rostro al encontrarse con otro vecino. Un viejecito que vivía en el mismo piso. Saludando con un leve asentimiento de cabeza, se hizo a un
Viendo que no conseguiría que el chico se esfumara de su mesa, él se resignó. Bien podría levantarse e irse a otra mesa, pero todas estaban ocupadas.Bufó mentalmente y llevó la taza a los labios; el aroma penetró sus fosas nasales y se relajó súbitamente. Dio un lento sorbo, disfrutando del estallido de la mezcla en su paladar. Un toque ácido, un toque dulce, una fusión idónea. Un manjar, una delicia, una…—Tu rostro ahora mismo parece ser el de alguien que acaba de tener un orgasmo precoz —Se ahogó con el té, un ataque de tos lo invadió. ¿Qué carajo?—. ¡Oh por Dios! ¿Es así? ¿Te has manchado los pantalones? Menos mal que estás a unos pasos del sanitario. Por el contrario, sería…—¿Q-qué pasa contigo? —cuestionó, recuperándose de la tos—. Has cruzado la línea. Eres…—¿Qué, un niño mimado y egocéntrico? —preguntó el chico.Unas repentinas ganas, ¿de qué, estrangularlo, matarlo, cortarlo en pedacitos y dárselo a los perros? No, los perros no querrían comer algo tan… Lo que sea. ¿Es que
No podía controlar las emociones ni los sentimientos; él era alguien bastante extrovertido. Le gustaba hablar y acaparar la atención de las personas, pero debajo de toda esa máscara risueña y charlatana, se escondía un chico con ansias de que lo aceptaran tal cual era.De pequeño padeció de burlas por su carácter tan peculiar. Aun así, siempre se unía a otros niños buscando conversación, tratando de amoldarse a los demás con tal de ser aceptado. No fue diferente cuando llegó a la adolescencia e incluso incrementaron los agravios hacia su persona, su carácter. De tanto menosprecio que recibió, decidió dejar de insistir en caerles bien a las personas, a los chicos y chicas con quienes compartía la escuela. Cuando se graduó del instituto, optó por tomarse unos años sabáticos, alegando que no sabía qué carrera estudiar. Sus padres no pusieron objeción, dejándolo y respetando su decisión. Amaba a sus padres, ellos siempre lo consintieron, siempre estuvieron y estaban para él.Creció rodead
Continuación inmediata del capítulo anterior.Como lo supuso, esto recién comenzaba. Y por la mirada de sus padres, intuyó que había algo mas…—Papá, mamá, les agradezco que sean buenos y que tengamos este tipo de charlas, pero no…—Cierto, esa charla ya la hemos tenido hace tiempo —imperó su padre, con el semblante serio, pero las facciones firmes poco duraron. Una sonrisa nostálgica esbozó su padre, como si estuviera recordando algo y… no, no, eso no—. Recuerdo aquella tarde, ¿lo recuerdas, querida? Noam llegó a casa todo pensativo, con la mirada perdida y nos asustamos mucho.—Sí, pensamos que algo grave había sucedido —comentó su madre—. Pero luego de muchos balbuceos incoherentes, Noam nos dijo que le gustaba un chico.—Que recuerdos, querida —¿Por qué sus padres estaban conversando de esas cosas cuando deberían estar desayunando?—. Aún siento ganas de matar al niño ese, ¿cómo se le ocurrió rechazar a mi hijo?—No vale la pena, querido —Paseó la mirada entre su mamá y su papá, el