Dulce como la miel, ácido como un limón
Dulce como la miel, ácido como un limón
Por: Black-Wings1777
Prefacio.

¿Qué se puede decir o contar sobre su vida? ¿Existe algo especial que lo haga feliz? Posiblemente haya mucho que decir, que contar, y esto se volvería un testamento. Pero esa no es la idea, ¿verdad? No queremos que esta historia sea una biblia (sin ofender a los religiosos). Bueno, esta historia tampoco será narrada desde su primer día en el mundo, ¡sería tedioso hacerlo! Además, cabe la posibilidad que al hacerlo sí se convierta en un testamento y no queremos eso. Oh, tampoco empezaremos a narrar como si fuera un cuento de hadas. ¿Entonces cómo? Hay muchas maneras de contar y narrar una historia, sobre todo como la de él. Y es que es sumamente enrevesado comenzar por una cosa en particular. Todos los detalles son importantes, en serio, pero aquí no estamos tratando con detalles que no son relevantes para llegar al meollo. Queremos saber lo mas importantes, aquellos detalles que, bueno, digamos que son más picantes y entretenidos.

La vida no es color rosa y mucho menos la vida de una persona adulta, de un chico adulto.

A estas alturas quizá ya existan preguntas como, ¿por qué no comienza de una vez? ¿Por qué tanto misterio? ¿Cuál es el propósito de alargar algo? Es que no es sencillo empezar a narrar sucesos que son más que complejos, por decirlo de una manera muy sutil. Como ya se mencionó, la vida de un chico adulto no es color rosa. En realidad, la vida de ninguna persona es color rosa. Sin embargo, no vamos a narrar la vida de toda la humanidad. Aquí nos centraremos en la vida de algunas personas. En un par de vidas… En una, por ahora…

Allí vamos…

Él tiene una personalidad especial y un carácter algo fuerte. Es tranquilo cuando se siente cómodo y está en confianza. ¿Qué si da miedo? Digamos que hubo momentos en su vida que sí daba esa sensación-sentimiento de miedo, pero ni tanto. Tuvo una infancia feliz, una adolescencia que trajo consigo todo tipo de complicaciones tanto físicas como psíquicas. ¿Y qué adolescente no atraviesa por esas complicaciones? Cualquier adolescente, por supuesto. Pero no ahondemos en detalles que ahora mismo no vienen al caso. Además, ahora él ya es un chico adulto, ¿recuerdan? Y la vida adulta sí tiene muchas complicaciones.

No es fácil atravesar por tantos cambios que vienen arraigados con el arte de crecer y madurar. Dejar de ser ese jovencito que vive en casa de los padres para ser independiente y salir a la calle como un todo un hombre es algo que tiene sus pros y contras. Enfrentarse solo a un mundo desconocido y hacerse alguien dentro de una sociedad cada vez más exigente y… Ya no estamos desviando de nuevo. El punto aquí es que él ha vivido y experimentado un montón de cosas que lo han hecho ser la persona que es hoy en día. Se ha convertido en una persona que vive en paz consigo mismo, que trabaja, que gana su propio dinero, que paga sus propias cuentas. No debe nada a nadie y es, dentro de lo que cabe, feliz.

Tuvo sus tropiezos y caídas. Tuvo malas experiencias. Tuvo amores que no estaban destinados a él. Tuvo vivencias que le enseñaron a ser más cauteloso.

Aprendió, con el paso del tiempo, a ser más reservado con sus cosas, con ciertas cosas. Pero esto no significa que él sea una persona que no está dispuesta a abrir su corazón. En este aspecto, sin embargo, él es mucho más cuidadoso y no dejará que cualquiera vea lo que es él realmente. Y no, no es como si usara una máscara para ocultar su verdadera personalidad… Solo, tiene cuidado y ya. No dejará que cualquiera vea lo que hay dentro de sí. No dejará que cualquiera vea lo que hay dentro de su corazón. No dejará que cualquiera deje una huella dentro de su corazón…

Esto no será complicado de entender una vez las cosas comiencen a desenredarse. Todo tendrá sentido y cada situación tendrá una razón y un por qué. Ah, el arte de producir intriga no es sencillo ni fácil, pero es (cómo decirlo sin que suene mal) emocionante. Causa esa sensación de querer saber qué pasará y eso también es atrayente y algo adictivo.

Así que nada ya basta de alargar esta cosa que para muchos no tendrá ni son ni ton.

¡Vamos a por ello!

(…)

Siempre ocupaba la misma mesa. La más alejada, en aquel rincón solitario. Quizá se había vuelto una rutina, quizá porque de esa manera podía disfrutar de sus dos pasiones: leer y beber un buen té, sin que nada ni nadie lo interrumpiera. Amaba esa hora de serenidad en la cual se perdía dentro de la historia que leía, dejándose llevar por el delirio del autor y aquello era acompañado por su propia imaginación.

Cuando se sumía en la lectura era como si todo lo demás dejara de existir. Era solo él, la trama de la historia y su numen. Y aquello estaba bien.

La misma rutina acarreaba por casi un año. La misma cafetería, la misma persona lo atendía, la misma frase corta repetía. Y estaba bien. Su vida era sencilla y le gustaba tal como era.

Sin embargo, aquella costumbre se hizo trizas cuando ingresó una tarde a la cafetería y otra persona lo atendió. En serio, no estaba acostumbrado a decir más de dos palabras, pero tuvo que hacerlo y no, no porque quisiera, sino porque la persona detrás de la barra no lo conocía y él... mucho menos.

Su rutina cambió desde esa tarde y de eso había pasado dos largos años.

—¿Lo recuerdas? —preguntó alguien.

—Por supuesto que sí —respondió.

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